Haruki Murakami
Tusquets, 2008
-¿Has visto Love Story? Es una película antigua -pregunta Takahashi.
Mari niega con la cabeza.
-La pasaron el otro día por la tele -dice Takahashi-. Una película muy interesante. Ryan O'Neal es hijo único, pertenece a una familia rica y distinguida, pero, estando en la universidad, se casa con una chica pobre de origen italiano y entonces su familia lo deshereda. Dejan incluso de pagarle los estudios. Vive sin apenas dinero pero junto a la mujer que ama, estudia con ahínco y logra licenciarse por Harvard con notas sobresalientes, así se convierte en abogado.
Llegado a este punto, Takahashi hace una pausa.
-Lo de ser pobre, cuando se trata de Ryan O'Neal, queda muy elegante. Lleva un grueso jersey de lana de color blanco tejido a mano y le lanza bolas de nieve a Ali MacGraw. Mientras, se oye la música romántica de Francis Lai. Pero si el pobre fuese yo, seguro que no daría el pego. En mi caso, la pobreza sería sólo eso, pobreza. A mí, hasta la nieve se me derretiría en las manos.
Mari continúa pensando en algo.
-O sea, que Ryan O'Neal, después de tantas penalidades, se convierte en abogado. Y, ¿sabes?, a los espectadores apenas nos dan pistas sobre cuál es el trabajo que está haciendo exactamente. Todo lo que sabemos es que está empleado en un importante bufete de abogados, que cobra un sueldazo que haría palidecer de envidia a cualquiera. Y que vive en un apartamento de un rascacielos de Manhattan, con portero, que pertenece a un club de deportes exclusivo para WASP y que, en el tiempo que le queda libre, va a jugar al squash con sus amigos yuppies. Sólo eso.
Takahashi bebe agua del vaso.
-¿Y qué pasa después? -pregunta Mari.
Takahashi levanta un poco los ojos e intenta recordar el argumento.
-La película tiene un final feliz. Los dos viven juntos, eternamente, pletóricos de felicidad y salud. Es el triunfo del amor. Al principio fue muy duro, pero al final todo es maravilloso. Esa es la idea. Van en un Jaguar reluciente, juegan al squash y, en invierno, a veces se tiran bolas de nieve. El padre que lo desheredó, en cambio, sufre diabetes, cirrosis y la enfermedad de Méniére, y muere en la soledad más absoluta.
-No acabo de entender qué tiene de interesante esa película.
Takahashi ladea ligeramente la cabeza.
-Pues, no sé. La verdad es que no la recuerdo bien. Tenía algo que hacer y me perdí el final...