Outlander



Bichos


Howard McCain, 2008
Reparto: Jim Caviezel (Kainan), Sophia Myles (Freya), Jack Huston (Wulfric), Ron Perlman (Gunnar), John Hurt (Rothgar).
* *
Por alguna extraña razón, Outlander se estrena en Madrid antes que en EEUU. Así que desprovisto de una referencia he tenido que ir a verla sin saber si tengo la obligación de disfrutarla o de despreciarla. (Espero que se entienda la ironía.)

La película trata de un viajero espacial que aterriza en la Noruega del siglo VI, y es atrapado por los vikingos. La nave espacial trae una criatura sanguinaria que se ceba uno a uno con los vikingos. La criatura, que mezcla los camuflajes de Predator con la sangre ácida de Alien, es el maestro de la función. Al principio porque nadie cree al extranjero y al final porque nadie puede con ella.

Me cuesta entender la economía creativa de sumarle ciencia ficción a las leyendas de bestias. El viajero podría sorprender a los primitivos vikingos con algun artilugio, pero sólo se trae del futuro su valor masculino. Y el bicho.

Love Story en "After Dark"




Haruki Murakami
Tusquets, 2008
-¿Has visto Love Story? Es una película antigua -pregunta Takahashi.

Mari niega con la cabeza.

-La pasaron el otro día por la tele -dice Takahashi-. Una película muy interesante. Ryan O'Neal es hijo único, pertenece a una familia rica y distinguida, pero, estando en la universidad, se casa con una chica pobre de origen italiano y entonces su familia lo deshereda. Dejan incluso de pagarle los estudios. Vive sin apenas dinero pero junto a la mujer que ama, estudia con ahínco y logra licenciarse por Harvard con notas sobresalientes, así se convierte en abogado.

Llegado a este punto, Takahashi hace una pausa.

-Lo de ser pobre, cuando se trata de Ryan O'Neal, queda muy elegante. Lleva un grueso jersey de lana de color blanco tejido a mano y le lanza bolas de nieve a Ali MacGraw. Mientras, se oye la música romántica de Francis Lai. Pero si el pobre fuese yo, seguro que no daría el pego. En mi caso, la pobreza sería sólo eso, pobreza. A mí, hasta la nieve se me derretiría en las manos.

Mari continúa pensando en algo.

-O sea, que Ryan O'Neal, después de tantas penalidades, se convierte en abogado. Y, ¿sabes?, a los espectadores apenas nos dan pistas sobre cuál es el trabajo que está haciendo exactamente. Todo lo que sabemos es que está empleado en un importante bufete de abogados, que cobra un sueldazo que haría palidecer de envidia a cualquiera. Y que vive en un apartamento de un rascacielos de Manhattan, con portero, que pertenece a un club de deportes exclusivo para WASP y que, en el tiempo que le queda libre, va a jugar al squash con sus amigos yuppies. Sólo eso.

Takahashi bebe agua del vaso.

-¿Y qué pasa después? -pregunta Mari.

Takahashi levanta un poco los ojos e intenta recordar el argumento.

-La película tiene un final feliz. Los dos viven juntos, eternamente, pletóricos de felicidad y salud. Es el triunfo del amor. Al principio fue muy duro, pero al final todo es maravilloso. Esa es la idea. Van en un Jaguar reluciente, juegan al squash y, en invierno, a veces se tiran bolas de nieve. El padre que lo desheredó, en cambio, sufre diabetes, cirrosis y la enfermedad de Méniére, y muere en la soledad más absoluta.

-No acabo de entender qué tiene de interesante esa película.

Takahashi ladea ligeramente la cabeza.

-Pues, no sé. La verdad es que no la recuerdo bien. Tenía algo que hacer y me perdí el final...

Quantum of Solace



Nuevos Moldes

Marc Forster, 2008
Reparto: Daniel Craig (James Bond), Jeffrey Wright (Felix Leiter), Mathieu Amalric (Dominic Greene), Gemma Arterton (agente Fields), Olga Kurylenko (Camille), Judi Dench (M), Giancarlo Giannini (Mathis), Jesper Christensen (Sr. White), Joaquín Cosio (general Medrano), Anatole Taubman (Elvis), David Harbour (Gregg Beam), Rory Kinnear (Tanner), Fernando Guillén Cuervo (jefe de policía), Glenn Foster (Mitchell), Paul Ritter (Guy Haines).
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Es verdad que Bond estaba gastado. Sabíamos que la bomba iba a estallar en dos minutos y él escaparía un segundo antes. Sabíamos que los gadgets de su reloj y su paraguas le iban a salvar de una emboscada, su Aston Martin iba a ganar una carrera a muerte y nunca se iba a manchar su traje nuevo. La mala se enamoraría de él y la fortaleza inexpugnable de Espectra no sería tan inexpugnable. Hacía falta cambiar el molde. Lo malo de cambiar es que puedes acabar pareciéndote a otro, o siendo del montón. Ahora dicen que no es Bond, que es Bourne, porque corre por azoteas detrás del malo.

Las modelos famosas ya no están para saciar las fantasías sexuales de espectadores frustrados con su monogamia. Ahora son complicadas. La ucraniana Kurylenko tiene una deuda que saldar igual que Bond. Y en ambos casos nos importa menos porque no hemos visto la afrenta. Ella era una niña, y él perdió la novia, pero fue en "Casino Royale", y el espectador ha pasado página.

Los malos cambian en un mundo cambiante. La CIA son unos ingenuos que siguen buscando petróleo en Bolivia, mientras que los malos son taimados y buscan algo esencial. No sé muy bien donde apuntan estos nuevos enemigos, espero que no aludan a Repsol, por la tontería esa del orgullo patrio.

El alemán Marc Foster no parecía hecho para la serie. Dirigió "Cometas en el cielo" y "Descubriendo Nunca Jamás". Podría haber cambiado el registro del encargo, pero más bien es el encargo el que le ha cambiado a él.
Roberto Piorno. Guía del Ocio ***: Ver al rocoso, inmaculado e infalible galán con licencia para el matarile, colgado en el precipicio de una venganza pura y dura, personal e intransferible, es una cosa de lo más sugestiva. Sin embargo Forster no llega ni la mitad de lejos de lo que llegaba Campbell.
Jordi Costa. El País: En un siglo XXI en el que los mapamundis ya no se trazan con las líneas de la guerra fría y la masculinidad parece abocada a pedir disculpas, Bond resulta un elemento problemático. No deja de resultar curioso que la refundación del mito (y su franquicia) emprendida con Casino Royale (2006) recurriese a las fuentes literarias del personaje para descubrir que en el origen había material para reivindicar a James Bond como mito trágico.

RT | IMDB | La butaca | 007

El Aston Martin DBS de Bond

Cuando usted va al cine no siempre es consciente de estar recibiendo mensajes publicitarios más o menos velados. Pero en las películas hay claves que nos llevarán a decantarnos, tarde o temprano, por la compra de un determinado producto. Casos históricos como la asociación de James Bond con coches, relojes o bebidas son paradigmáticos; pero el negocio va mucho más allá. Y de forma más sutil. Éste es el campo de trabajo de Rubén Igielko-Herrlich. [...]

Según este publicista, un ejemplo de estrategia errónea sería la serie Sexo en Nueva York, donde las protagonistas bombardean al espectador con productos de forma constante. "Cuando se pierde el hilo de la historia a fuerza de oír marcas de zapatos y bolsos es un grave error", explica. Por el contrario, un caso como el de James Bond sería modélico, pues "su atractivo va más allá de sus sucesivos protagonistas". Según explica, "Omega no tiene ningún interés en asociar su marca con Pierce Brosnan o Daniel Craig, sino ir unidos al personaje, que está perfectamente controlado". "Una celebridad puede convertirse en adicto a las drogas, o en pedófilo, ¡pero James Bond, no! Por ello es preferible asociarse a personajes y no a personas de carne y hueso", explica entre risas.
Rodrigo Carrizo Couto. El País de los negocios | Coches de James Bond: i, ii, iii, iv

Una novia para dos



Capullos

La ficción está llena de buenos ejemplos para ilustrar cada uno de los estereotipos humanos que podamos imaginar. “Novia para dos” se centra en uno, ilustra lo que es un capullo.

My best friend’s girl
Howard Deutch
Reparto: Kate Hudson (Alexis), Dane Cook (Tank), Jason Biggs (Dustin), Alec Baldwin (profesor Turner), Lizzy Caplan (Ami), Riki Lindhome (Hilary), Diora Baird (Rachel), Mini Anden (Lizzy), Malcolm Barrett (Dwalu), Hilary Pingle (Claire), Faye Grant (Merrilee), Taran Killam (Josh).
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A la misma vez que nos lo enseña, el protagonista de la historia, capullo profesional y diestro en su lid, nos da la ocasión de liberarnos de uno de nuestros grandes terrores: el miedo a meter la pata en la primera cita. Por mucho que alguien lo haya estropeado con la chica de sus sueños, Tank puede demostrarle que nadie le gana. Y además, cobra por hacerlo.

Tank, el capullo, liga todas las chicas que quiere sin un solo cumplido. Y su compañero de habitación (Jasón Biggs) no se come una rosca a pesar de inundarlas con mimos y baboserías. La primera mitad de la película cabe bajo el dicho de que a las chicas les gustan los chicos malos. Pero una verdad popular da para llenar un acto, o, estirándola, para media película. “Una novia para dos” tiene que contar algo más. Claro.

Tank saca dinero cobrando a hombres abandonados por su pareja. Ellos le pagan para que Tank la monte en la primera cita y ella vuelva a sus brazos. Imagínense la de barbaridades que se pueden hacer cuando el objetivo es molestar. Los guionistas tenían carta blanca para desemelenarse con el trabajo de este tipo. Y sólo se les ocurren dos o tres buenos gags, lo demás es paja.

“Una novia para dos” es una película muy floja, no por lo que aburre, que lo hace, sino por lo que desperdicia. Kate Hudson está para poner un nombre famoso en los títulos de crédito, pero su abanico de registros sólo le da para sonreír angelicalmente, donde la historia pedía algún matiz.

A la película la salvan de arder en la peor caldera del infierno los giros. Hay alguien que está enseñando a hacer esto en Hollywood con mucho esmero porque les salen bordados. En el primer giro, la chica se lía con quien menos esperamos. En el segundo el chico hace lo último que esperábamos. A falta de talento buenas son sorpresas.

12 presidentes norteamericanos en el cine



1. Andrew Boone (Kelsey Grammer, El último voto)
2. Andrew Shepherd (Michael Douglas, El presidente y Miss Wade)
3. James Marshall (Harrison Ford, Air Force One)
4. Tom Beck (Morgan Freeman, Deep Impact)
5. Jackson Evans (Jeff Bridges, Candidata al poder)
6. Merkin Muffley (Peter Sellers, Dr. Strangelove)
7. Thomas J. Whitmore (Bill Pullman, El día de la independencia)
8. El presidente (Donald Pleasence, Rescate en Nueva York)
9. Greg Stiltson (Martin Sheen, La zona muerta)
10. James Dale (Jack Nicholson, Mars Attacks!)
11. Thomas ‘Thug’ Benson (Lloyd Bridges, Hot Shots! II)
12. Joseph Staton (Denis Quaid, American Dreamz)

Saw V



Lecciones de sumisión

David Hackl, 2008
Reparto: Tobin Bell (Jigsaw), Costas Mandylor (Hoffman), Scott Patterson (agente Strahm), Betsy Russell (Jill), Mark Rolston (Erickson), Carlo Rota (Charles), Julie Benz (Brit), Greg Bryk (Mallick), Laura Gordon (Ashley), Mike Butters (Paul), Meagan Good (Luba).
* *
Las entregas de Saw no se le cuentan a los amigos, se le enumeran; todas consisten en una lista de pruebas. Las pruebas son el primer plato, lo demás son aperitivos o guarnición. A pesar de lo variado de las torturas, todas se pueden resumir en una: el otro es el que manda.

En “Saw V”, a Jigsaw le sale un imitador. El imitador castiga a un criminal que se ha aprovechado de la blandenguería del sistema penal, y Jigsaw le dice que esa no es la manera de torturar. Lo que Jigsaw viene a decir es que no vale todo, que él tiene un estilo, un modus operandi, un criterio; él no es un carnicero. Él da opciones, o lecciones, como se le quiera llamar.

En “Más extraño que la ficción”, Will Ferrer descubre que él es el personaje de una novela y se obsesiona. ¿Se trata de una comedia o de una tragedia? Porque en el segundo caso le toca morir. En Saw V, el agente Strahm debería tener la misma preocupación. El agente escapa de una de las orgías sádicas de Jigsaw e investiga hasta dar con una pista del asesino. La trama policial se alterna con la macabra. Y aquí es donde Strahm se la juega. Porque si el género es policial al final descubrirá al malo; la ley manda. Pero si el género es el otro, entonces el juego lo dirige el asesino, y al agente le toca sufrir. (Tarantino conseguiría que el espectador se divirtiera con los dos géneros. Los Coen le harían reír en medio de una tortura.)

La investigación de Strahm ayuda a resolver enigmas de los cuatro episodios anteriores. Quizás quedan amantes que llevan la cuenta. No es mi caso. Aunque algunos entran en mi página pensando que soy uno de esos catadores que tenían los reyes para no envenenarse, lo cierto es que tengo un criterio bastante hedonista eligiendo títulos. Dejé pasar toda la serie, salvo la primera.
Antonio Trashorras. Fotogramas ***: Tiempo habrá de reivindicar, vía rasero pop, el interés raruno de esta saga hecha de mutilación festiva, tropezones (algo infames, claro) de novela enigma, y un permanente uso del retruecado moral como bizarro condimento diferenciador.

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El último voto



¿Capra o Apatow?

En las elecciones de 2000, un pequeño condado de Florida decidió la victoria de Bush sobre Gore. El problema es que esos cuatrocientos votantes también decidieron que el protocolo de Kioto fuera papel mojado, y la guerra de Iraq, y el déficit de EEUU. Tal vez ellos decidieron que usted haya perdido su trabajo. La película de Stern se pregunta si una panda de señores algo faltos de cultura general, con sobrepeso y fanáticos de las armas no tendrán más poder de decisión del que se merecen.

"Swing vote"
Joshua Michael Stern, 2008
Reparto: Kevin Costner (Bud Johnson), Paula Patton (Kate Madison), Madeline Carroll (Molly), Kelsey Grammer (Andrew Boone), Dennis Hopper (Donald Greenleaf), Nathan Lane (Art Crumb), Stanley Tucci (Martin Fox), Judge Reinhold (Walter), George Lopez (John), Mare Winningham (Larissa).
* * *

La paradoja que sirve para iluminar tan incisiva pregunta es la de un votante de Nuevo México cuya papeleta se atasca en la máquina y tiene que repetir su votación diez días más tarde. La casualidad hace que los cinco delegados de Nuevo México decidan la presidencia y que los cinco delegados dependan de un solo voto, el suyo.

Son muchas casualidades para una película, por eso el principio se dilata tanto, para resultar “cinematográficamente” creíble. Pero da gusto pasar por el aro de la premisa. Una película gana puntos cuando es capaz de simplificar un hecho tan complejo como una campaña electoral en algo tan visual como la pelea por conseguir un solo voto. La sátira llega a sus mejores cotas cuando los dos candidatos venden su alma al diablo tratando de convencer a un ignorante de que ellos le representan. El presidende en funciones (republicano) se vuelve ecologista, el candidato demócrata se vuelve pro-vida y xenófobo.

El personaje de Costner es un borracho empedernido y tiene a su hija de 10 años completamente abandonada, lo cual ha hecho que ella madure demasiado pronto. Costner se deja comprar con cada tontería que inventan los candidatos (¿llegarán a comprarle con dinero?); mientras la niña está preocupada por los problemas sociales de su país y del mundo. A la película le da tiempo a contarnos un drama familiar de padres poco ejemplares y un dilema moral. Una periodista que tiene la confianza de la niña no sabe si todo vale para conseguir subir en una cadena de Televisión. La han comparado con Capra. Un Capra mezclado con gotas etílicas de Ford. Yo la compararía con Apatow; porque para colar su mensaje, lleno de cargas de profundidad, utiliza a un mensajero completamente incompetente, incorrecto y mal padre del que sólo esperábamos un eructo.

Es verdad que el principio se hace largo haciéndonos creíble la premisa. Pero alguien se preguntará por qué una película tan atiborrada de lecturas como esta comedia sentimental no me da para más estrellas y alharacas. Y la respuesta es que toda la película quiere venderme una verdad de fondo en la que no creo. Quiere convencerme de que el hecho de que el voto de aquellos 400 señores de Florida decida el futuro de una planta de trabajadores en Cádiz es esencialmente justo. Y eso, aunque esté contado con tanta solvencia, resulta que yo no me lo creo.
Javier Ocaña. El País: Ahora que Barack Obama aspira a revitalizar una nación maltrecha, tal y como hizo en los años treinta su homólogo Fran-klin D. Roosevelt con el new deal, parece que también resucita Frank Capra, algo así como el retratista cinematográfico del espíritu de Roosevelt, en la persona de Joshua Michael Stern, director y guionista de El último voto, sorprendente fábula político-social en torno a unas reñidísimas elecciones presidenciales en EE UU.
Roberto Piorno. La Guía del Ocio **: Joshua Michael Stern arranca desde un planteamiento con amplitud de recorrido, riéndose sin hacer sangre de las insuficiencias y paradojas a flor de piel del sistema electoral norteamericano ajustando el foco sobre el pescuezo de un ciudadano desastroso, en cuya capacidad de discernir los buenos argumentos de la demagogia barata reside el destino de una nación en plena carrera presidencial.
[...] "El último voto" es una película fallida de acidez postiza y minúscula.
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Red de mentiras



El fin de la inocencia

"Red de mentiras"
Body of lies
Ridley Scott, 2008
Reparto: Leonardo DiCaprio (Roger Ferris), Russell Crowe (Ed Hoffman), Mark Strong (Hani), Golshifteh Farahani (Aisha), Oscar Isaac (Bassam), Ali Suliman (Omar Sadiki), Alon Aboutboul (Al-Saleem), Vince Colosimo (Skip), Simon McBurney (Garland).
* * *

Cuando Griffith rodó Intolerancia quiso transmitir, sin éxito, algo que él había descubierto haciendo cine. La pelicula podía unir distintas historias con un hilo que no fuera el causal. Al juntarlas era ese lazo de unión invisible lo que brillaba. Hace poco, Iñarritu hizo algo parecido con Traffic. Unió tres historias distantes con excusas inocuas, y nos hizo pensar largo tiempo. En “Red de mentiras”, el procedimiento es el inverso. Dos acciones separadas por miles de kilómetros y siglos de civilización están íntimamente relacionadas. Un burócrata de la CIA lee un cuento a sus niñas pequeñas y las lleva al colegio mientras da órdenes a Leonardo DiCaprio para que mate a un hombre en Jordania. A pesar del desprecio que ha recaudado hasta la fecha, Scott ha puesto el dedo en una llaga que debería escocernos. La sociedad de la información hace imposible la inocencia. Cuando una mano inocente decide no preocuparse por un informador a 10.000 km de distancia está firmando su sentencia de muerte. Los números en un despacho, las cifras y los papeles ya no son objetos inocentes, son quizá sentencias de muerte para niños en países lejanos. El espectador no puede dejar de sentirse incómodo, porque quizá su mando a distancia, o su ratón es un interruptor con el que está apagando vidas sin saberlo.

Lo que Scott plantea, a sabiendas o no, es que los nuevos tiempos exigen una moral nueva. Ya no podemos decir que no lo sabíamos. Ya no podemos seguir alzando los hombros, no somos inocentes.
Jordi Costa. El País: Red de mentiras podría ser la respuesta pos 11-S a ese Juegos de espías (2001) que realizó el menos pretencioso, a veces más arriesgado y no siempre certero hermano del director. [...] El guionista William Monahan parece no haber resuelto las debilidades que, en su día, detectó la crítica en la novela original del periodista de The Washington Post David Ignatius: minuciosa y precisa en su descripción de las estrategias de un nuevo tipo de guerra, previsible y barata en su empeño de introducir una intriga romántica que devalúa el conjunto.
Roberto Piorno. Guía del ocio ***: "Red de mentiras" es, de todas las visitas mainstream al mundo medioriental post 11 S, la más coherente consigo misma, la más vendible y la menos descaradamente ingenua en su discurso-rapapolvo al sistema. [...] no tiene más objetivo y empeño que ése: arrastrar al espectador durante un par de horas a rebufo de un thriller de acción y espías exótico y de alto voltaje sociopolítico sin sermones ni monsergas melodramáticas.
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Los niños de Huang Shi



Convencer, contar, hacerlo bien...

Un periodista inglés llega a China para conocer en persona la invasión que ha iniciado Japón. Los japos decomisan sus fotos y firman su ejecución. Herido y prófugo acaba en un orfanato de una provincia olvidada. Los niños no lo aceptan pero una enfermera inglesa los obliga a acogerlo. Cuando las fuerzas japonesas se acercan el periodista decide conducir a los niños en una travesía de mil kilómetros sobre las montañas hasta un lugar que él conoce por un libro de la ruta de la seda de Marco Polo.

"The children of Huang Shi"
Roger Spottiswoode, 2008
Reparto: Jonathan Rhys Meyers (George Hogg), Radha Mitchell (Lee Pearson), Chow Yun Fat (Jack Chen), Michelle Yeoh (Madame Wang), David Wenham (Barnes), Guang Li (Shi Kai).
Guión: Jane Hawksley, James MacManus
* *

Bien contada, “Los niños de Huang Shi” podría ser una buena historia. Un extranjero que no habla chino es rechazado por una turba de niños traviesos que no lo aceptan hasta que se los gana. Un periodista en busca de la guerra descubre que su verdadera vocación es ser el tutor de una chiquillería a la que embarca en una aventura trepidante. Lo malo es que ninguno de los dos titulares vale para la película. No supieron contarla. Por eso resulta tan indiferente.

Los buenos guiones tienen buenos giros no para conseguir nota en un examen de guión. Tienen giros porque hacen falta. Primer descalabro: unos niños no aceptan a un extranjero pero se aguantan. Es que la vida tampoco funciona así. Todos vivimos un momento en que descubrimos que hemos roto el hielo o nos hemos ganado al otro. Eso tiene que verse en la película, eso es la película. Segundo descalabro: un inglés convence a treinta niños (que no se ha ganado) para lanzarse a un viaje en el que pueden morir y llegar a un lugar que no saben si estarán peor aún. Eso no funciona en el cine. Pero es que la vida tampoco es así. Las grandes gestas hay que venderlas, a las multitudes hay que convencerlas. ¿Qué lleva a todos a embarcarse en semejante empresa? ¿Qué les convenció? Si el que la cuenta no lo tiene claro da igual lo que se gaste en ambientación. Está tirando el dinero.

Vale, sabían que iba a soltarlo y lo digo porque si no, reviento: El segundo acto no se ha construido. Si no hay pp1 y no sabemos por qué se comprometen o para qué, entonces nos da igual todo.

Lo que sí está construido, sin embargo, es la orquesta ideológica. Aprendemos a las mil maravillas que los japos son crueles y gañanes. El siglo XX es según el cine un siglo de países arrogantes y peligrosos cuyo listado coincide con los enemigos que Estados Unidos se hizo en cada una de sus guerras. Supongo que es una coincidencia. Sobre todo porque la película la pagan alemanes, chinos y australianos. No sé como era el dicho de quien escribe la historia y tal, pero seguro que alguno de mis lectores lo sabe mejor que yo.
Ricardo Aldarondo. Fotogramas ***: Una virtud de una película tan clásica y convencional como Los Niños de Huang Shi es el equilibrio entre la grandeza visual de presupuesto generoso y el intimismo y el detalle en la descripción y la relación de los personajes. Nada que ver con el cine de David Lean, por supuesto, pero sí al menos con una cierta épica disfrutable por quienes prefieren que no los saquen de lo previsible.
Roberto Piorno. Guía del Ocio ***: No hay grises en la película de Spottiswoode, sólo blancos y negros. Los buenos son impolutos, los malos ejercen su maldad con nocturnidad y alevosía. Esa pronunciada tendencia al esquematismo resta muchos enteros a una ficción por lo demás solventemente facturada y espectacular, con aire de superproducción anacrónica, que se explora con curiosidad y se digiere por la vía rápida gracias a su didáctica disposición.
Francisco Marinero. Metropoli **: Está claro que Hogg, humanista y pacifista ya por familia, fue un hombre abnegado, admirable, un auténtico héroe, pero, aunque lo intenta, la película no le hace justicia porque resulta sencillamente increíble su experiencia.
Javier Ocaña. El País: La desgracia es que la sensación de fascinación dura apenas media hora. En cuanto el protagonista abandona la máquina de escribir y se engancha a una especie de personalísima ONG integrada por un solo miembro (él mismo), la película se hunde. Primero, porque en ningún momento hay un proceso de reconversión de su ideario.
David Cárdenas. Tu Blog de Cine: Esta historia, que con sólo ser leída emociona, ha sido trasladada para mí por Roger Spottiswoode con una falta de emoción, ya no sólo visual sino narrativa, desoladora.
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El editorial de El País de los negocios del 28 de septiembre ya comparaba la famosa película de Capra con la situación actual de la economía. Decía que los banqueros no pueden comportarse como el buen George Bayley y no tienen otra opción que ser el malvado Mr. Potter. Este domingo Edward Rohstein va más allá con la comparación. Habla de “Qué bello es vivir” y de “El mercader de Venecia”. En el fondo, las buenas verdades valen para todo, te hacen llorar en una película, mejoran el dividendo de tus valores...
En la película, la cooperativa de crédito para la construcción se enfrenta a lo que ahora se denomina una "crisis de liquidez": la asociación no podía cubrir sus obligaciones con el efectivo disponible, y mucho menos garantizar un préstamo. La gente del pueblo se apresura a retirar los ahorros de su vida. "Tenéis una idea muy equivocada de este sitio", dice George a la multitud. "Como si yo tuviera el dinero en una caja fuerte. El dinero no está aquí".

Hasta ahí estaba claro. Pero George continúa, señalando a los individuos. "Tu dinero está en la casa de Joe", le dice a un hombre. "Justo al lado del tuyo", le dice a otro. "Y en la casa de Kennedy, y en la de la señora Backlin, y en varios centenares más. Porque les estáis prestando el dinero para construir, y después ellos os lo devolverán como mejor puedan". Creéis que estáis depositando aquí el dinero, les insinúa, pero en realidad todos nos estamos ayudando mutuamente. Y si algunos propietarios no pueden pagar a tiempo, "¿qué vais a hacer?", pregunta George, "¿Desahuciarlos?".

[...]

Los Bailey podían ser casi una encarnación primitiva de Fannie Mae y de Freddie Mac, las empresas fundadas por el Estado para ayudar a hacer posible el mismo sueño entre los estadounidenses. Desde mediados de la década de 1990, los políticos y la ciudadanía las han estado presionando en nombre de este mismo ideal para que concediesen préstamos a prestatarios que implicaban un riesgo cada vez mayor.

Pero lo que realmente ayudó a ese proyecto a salir adelante fue el descubrimiento en Wall Street de que esos préstamos tan arriesgados podían juntarse con otros en una especie de multipaquete de hipermercado y revenderse como activos de calificación elevada. Es como si George hubiera encontrado un modo de hacer negocios con Potter, y respondiera a su desdeñoso reto de "¿diriges un negocio o una casa de caridad?" con un "¡ambos!".

Hay que educar a papá



El alumno y el ponente

Desde que rodó “La ciudad no es para mí” en 1967 hasta su última película en 1981, Paco Martínez Soria se dedicó a dar forma a un personaje bonachón, patriarcal, que no abandonaría nunca. Para muchos resulta odioso porque pone rostro a la cara amable del régimen de Franco. Las verdades universales en las que descansa su simpatía pueden ser más discutibles hoy que entonces: la homofobia, la familia unida, el rechazo frontal al adulterio y a la libertad sexual, el respeto a los mayores... Frente a las modas ye-ye tuvo la misma actitud que el régimen, escarmienta algunas novedades y transige con otras para no parecer caduco.

Pedro Lazaga, 1971
Paco Martínez Soria (Severiano Paredes), Julia Caba Alba (Venancia Antón), Máximo Valverde (Daniel Ramos), Marta Baizán (Julia Paredes), Rafaél López Somoza (Isidro), Rafaela Aparicio (Felisa), Emilio Laguna (Alberto, el mayordomo), María Isbert (Profesora de Inglés)
Guión: Vicente Coello y Mariano Ozores, basado en la obra de teatro de José Fernández del Villar “La educación de los padres”.
* * *

De toda la serie hay algunas menos afortunadas como “¿Qué hacemos con los hijos?” donde la intolerancia de su personaje le lleva a no aceptar a un yerno policía. “Abuelo made in Spain” es la más fácil de leer en clave social y política. Parece un manual de perfecta armonía para la España de los 60. “La ciudad no es para mí” añade el contraste ciudad-campo.

“Hay que educar a papá” es, sin duda, la mejor de todas. El trasfondo de la España tradicional que se opone a la modernidad queda diluido. La confrontación será esta vez entre dos clases sociales que empiezan a disputarse el nuevo marco económico de los sesenta: los que tienen y los que aparentan. El esquema narrativo del abuelo patriarcal y los hijos díscolos se enriquece con una dosis de ironía accesible para un público como el que en aquella época llenaba las salas. La ironía llega al título y al mismo fondo de la historia. Porque no está claro si es el padre el que hay que educar o es el ponente.

La hija de los Paredes acaba de llegar de Londres. Se ha hecho novia del hijo de unos condes y por eso no puede mostrarle la casa donde vive. El padre de la chica, Paco Martínez Soria, tiene más de cuarenta millones de pesetas, pero vive en el piso de toda la vida y lleva vida de pueblo, jugando al mus con sus amigos. La madre lo explica muy claro. No se les puede dar de primero langosta y de segundo boquerones. El padre lo resuelve con una llamada, se mudan a un chalet de Somosaguas. Y los condes acuden como a la miel para conocer a la familia cuando descubren que tiene dinero.

El humor de la película es el de la simpatía que despierta la gente humilde. Sufren las clases de idiomas, los refinamientos, el mayordomo. A Severiano (Paco Martínez Soria) hay que enseñarle etiqueta. Pero en realidad es él quien tiene cuatro verdades que enseñar a sus dos hijos.

Hermanos por pelotas



La gracia

Levanten la mano, por favor. ¿Quién de ustedes es el friki que está manteniendo este cotarro? No me digan que Apatow está levantando su imperio sin un público. Confiesenlo. Muchos de ustedes tienen que estar sosteniendo este chiringuito. Sí, ya sé, “no son buenas, pero me río”, “son horribles pero me gustan”. ¿Cómo se puede alguien reír de algo que diga Will Ferrer? Este hombre es tan fiel a su papel de tonto, que alguna vez podía decir algo inteligente para que sepamos que no finge. Puede que a alguno de ustedes le guste uno de esos mostrencos de Ferrer o Reilly pero estoy seguro de que nadie se llevaría uno a casa.

"Step brothers"
Adam McKay, 2008
Reparto: Will Ferrell (Brennan Huff), John C. Reilly (Dale Doback), Mary Steenburgen (Nancy Huff), Richard Jenkins (Robert Doback), Adam Scott (Derek Huff), Kathryn Hahn (Alice Huff), Andrea Savage (Denise), Lurie Poston (Tommy Huff), Elizabeth Yozamp (Tiffany Huff), Logan Manus (Chris).
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Novia por contrato” ya hablaba de esos cuarentones que no han superado la edad del pavo. Lo que yo jamás habría esperado es que alguien se pusiera en su lugar. ¿Qué se supone que tenemos que hacer? ¿Reirnos de lo incompetentes que son estos dos cuarentones? ¿Reirnos de cómo imitan a los niños celosos, o a niños bobos? No, se trata de comprenderlos, porque ser niño, en el fondo, mola.

La comedia es tramposa. Sí, ya sé. Cualquiera puede decir “tramposa”. De hecho ya todo el mundo lo dice: el chiste es tramposo, la obra es tramposa, la lechuga es tramposa. Me explico, “trampa” es abordar problema delicado y resolverlo con una pelea para que gane el bueno, o una carrera en el último minuto, o un concierto o un sermón sentimentaloide. Es obligatorio, en cualquiera de los casos, la música pegadiza de fondo. Hacer trampa en el cine es como hacerse rico en bolsa apalancando. Pides un montón de dinero prestado, lo inviertes en acciones, te haces rico, lo devuelves y todos felices. Yo a veces rezo para que el crack de la bolsa tenga su paralelo en el cine, y los pelotazos sentimentales sufran una bancarrota monumental. Pero nada.
Roberto Piorno. Guía del Ocio **: Como casi todas las películas chorra del llamado frat pack (Stiller, Vaughn, Black, Ferrell, Sandler y compañía) conviven bajo el mismo techo inspiradísimos gags y píldoras de comedia sulfúrica con chascarrillos cutres, soeces y de malísimo gusto.
Javier Ocaña. El País: Cierto que Paso de ti y esta Hermanos por pelotas que hoy se estrena tienen cierta capacidad para la crítica de la peterpanesca generación de la vagancia, que hay buen ojo para el reciclaje de referentes, tanto de la cultura popular como de la infracultura de la horterada.

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Transsiberian



Secretos

Brad Anderson, 2008
Reparto: Woody Harrelson (Roy), Emily Mortimer (Jessie), Kate Mara (Abby), Eduardo Noriega (Carlos), Thomas Kretschmann (Myassa), Ben Kingsley (Grinko), Colin Stinton (oficial de la embajada), Mac McDonald (ministro), Etienne Chicot (hombre francés).
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La azafata del vagón es una rusa huraña que no hace ningún esfuerzo por ayudar a los despistados norteamericanos. El policía dice que no se puede contar con ellos. Los americanos creen que todo es un juego. El americano no es extorsionable como el ruso. Y a mi me gusta ver estos detalles de fresco social.

El matrimonio norteamericano viaja de china a Moscú en el transiberiano para sentir la emoción. Los jovenes que conocen en el tren lo hacen por ahorrar dinero. Pronto descubrirán que el chico oculta cosas. Lo descubre ella. El marido vive en un mundo feliz de camaradería con todo el mundo. Sólo la esposa sabe cosas. El acierto de la película es que ella no sea inocente. Cuando se ensucia las manos, no tenemos muy claro si es una víctima o si es culpable. Anderson buscó a propósito esa ambigüedad. La mujer podría arreglarlo todo si hablara, pero entendemos que calle. En Transsiberian cada vez que alguien habla está ocultando algo. Y las mentiras causan daño. Por eso la última escena es restauradora. Algunos pensarán que demasiado restauradora.
Roberto Piorno. Guía del ocio ***: Al final "Transsiberian" se destapa como un diabólico laberinto de mentiras en clave de thriller, una fábula de alto voltaje sobre la natural inclinación de ellos y ellas al engaño, al embuste que desencadena otros embustes.
Francisco Marinero. Metropoli ***: sabemos que en el largo trayecto los viajeros se verán involucrados en una trama criminal. Lo bueno es que aún así hay sorpresas y se va demorando con inteligencia la intriga para hacerla pasar por drama.
Jordi Costa. El País: Este thriller con mafia rusa, policía corrupta, mochileros inquietantes y pareja de recién casados con algún secreto en el neceser no es una mala película: su problema es que parece empeñada en borrar su identidad, en avanzar por caminos demasiado recorridos.

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Retorno a Brideshead



Rencillas familiares

Charles Ryder es un joven de clase media sin madre y con un padre que lo ignora por completo. Recién llegado a Oxford conoce a Sebastian, el hijo de una familia aristocrática que le abre las puertas de su mansión, pero que quiere mantenerlo a salvo de su familia. De poco sirve. Charles es adoptado por los Flyte como un protector del frágil Sebastian.


"Brideshead revisited"
Julian Jarrold, 2008
Reparto: Emma Thompson (Lady Marchmain), Ben Whishaw (Sebastian Flyte), Matthew Goode (Charles Ryder), Hayley Atwell (Julia Flyte), Michael Gambon (lord Marchmain), Ed Stoppard (Bridey Flyte), Felicity Jones (Cordelia Flyte), Greta Scacchi (Cara), James Bradshaw (Sr. Samgrass), Jonathan Cake (Rex Mottram).
Guión: Andrew Davis, Jeremy Brock; basada en la novela de Evelyn Waugh.
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Los flirteos homosexuales de Sebastian no molestan al joven estudiante, pero él tiene sus ojos en la otra heredera de la familia, la hermosa hermana. El problema es que la hermana pertenece a la facción rival, la hermana es fiel a la madre.

Las rencillas se expresan en el campo de batalla del catolicismo. La madre (Emma Thompson) sacrifica todo en aras de su fe. Pertenecer a la familia, conseguir a la hija, pasa por hacerse católico. Charles lo tiene prohibido por su ateísmo. El primer arrivista que aparece lo consigue porque no tiene escrúpulos.

El padre vive en Venecia con su amante y expresa con su vida el rechazo de la dictadura materna. Sebastian, el hijo, pertenece a su facción y expresa su rebeldía maltratando aquello que el integrismo católico quiere hacer sagrado: se maltrata a sí mismo. Por eso es un alcohólico empedernido.

No deja de ser curioso que el joven huérfano sea el hombre fuerte de la historia. Parece que es él quien adopta a la familia y la protege, en vez de ser al revés. Igual que la serie de 1981, que muchos recordarán por Jeremy Irons, está rodada en el castillo Howard. Borges diría que hoy el texto de Waugh se ha convertido en una mera excusa para retratar el obsceno lujo de mansiones inglesas.
Jordi Costa. El país: Retorno a Brideshead es, entre otras cosas, la historia de la seducción que los Marchmain ejercen sobre Ryder: una seducción de clase, intelectual, afectiva, carnal y amorosa que terminará siendo, finalmente, una seducción espiritual, el resorte de una redención.
Roberto Piorno. Guía del Ocio ***: Jarrold subraya la matriz decadentista del triángulo amoroso, dibujando con esmero, y grandes medios, el ocaso suntuoso de la gran aristocracia británica católica ahogada en su anacrónica fidelidad al pasado, incapaz de moverse y cambiar para que todo quede como está.

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