Hay que educar a papá



El alumno y el ponente

Desde que rodó “La ciudad no es para mí” en 1967 hasta su última película en 1981, Paco Martínez Soria se dedicó a dar forma a un personaje bonachón, patriarcal, que no abandonaría nunca. Para muchos resulta odioso porque pone rostro a la cara amable del régimen de Franco. Las verdades universales en las que descansa su simpatía pueden ser más discutibles hoy que entonces: la homofobia, la familia unida, el rechazo frontal al adulterio y a la libertad sexual, el respeto a los mayores... Frente a las modas ye-ye tuvo la misma actitud que el régimen, escarmienta algunas novedades y transige con otras para no parecer caduco.

Pedro Lazaga, 1971
Paco Martínez Soria (Severiano Paredes), Julia Caba Alba (Venancia Antón), Máximo Valverde (Daniel Ramos), Marta Baizán (Julia Paredes), Rafaél López Somoza (Isidro), Rafaela Aparicio (Felisa), Emilio Laguna (Alberto, el mayordomo), María Isbert (Profesora de Inglés)
Guión: Vicente Coello y Mariano Ozores, basado en la obra de teatro de José Fernández del Villar “La educación de los padres”.
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De toda la serie hay algunas menos afortunadas como “¿Qué hacemos con los hijos?” donde la intolerancia de su personaje le lleva a no aceptar a un yerno policía. “Abuelo made in Spain” es la más fácil de leer en clave social y política. Parece un manual de perfecta armonía para la España de los 60. “La ciudad no es para mí” añade el contraste ciudad-campo.

“Hay que educar a papá” es, sin duda, la mejor de todas. El trasfondo de la España tradicional que se opone a la modernidad queda diluido. La confrontación será esta vez entre dos clases sociales que empiezan a disputarse el nuevo marco económico de los sesenta: los que tienen y los que aparentan. El esquema narrativo del abuelo patriarcal y los hijos díscolos se enriquece con una dosis de ironía accesible para un público como el que en aquella época llenaba las salas. La ironía llega al título y al mismo fondo de la historia. Porque no está claro si es el padre el que hay que educar o es el ponente.

La hija de los Paredes acaba de llegar de Londres. Se ha hecho novia del hijo de unos condes y por eso no puede mostrarle la casa donde vive. El padre de la chica, Paco Martínez Soria, tiene más de cuarenta millones de pesetas, pero vive en el piso de toda la vida y lleva vida de pueblo, jugando al mus con sus amigos. La madre lo explica muy claro. No se les puede dar de primero langosta y de segundo boquerones. El padre lo resuelve con una llamada, se mudan a un chalet de Somosaguas. Y los condes acuden como a la miel para conocer a la familia cuando descubren que tiene dinero.

El humor de la película es el de la simpatía que despierta la gente humilde. Sufren las clases de idiomas, los refinamientos, el mayordomo. A Severiano (Paco Martínez Soria) hay que enseñarle etiqueta. Pero en realidad es él quien tiene cuatro verdades que enseñar a sus dos hijos.

1 comentarios:

Matías Cobo dijo...

Me gusta como terminas: "A Severiano (Paco Martínez Soria) hay que enseñarle etiqueta. Pero en realidad es él quien tiene cuatro verdades que enseñar a sus dos hijos."

Mucha ironía en esta cinta que, como dices, tiene mucho de costumbrismo social sesentero.

Un saludo.

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