El rey Arturo

Antoine Fuqua, 2004
Reparto: Clive Owen (Arturo), Keira Knightley (Ginebra), Stellan Skarsgård (Cedric), Stephen Dillane (Merlín), Ray Winstone (Bors), Hugh Dancy (Galahad), Til Schweiger (Cynric), Ioan Gruffudd (Lancelot), Mads Mikkelsen (Tristán), Joel Edgerton (Gawain), Ray Stevenson (Dagonet), Sean Gilder (Jols).
Guión: David Franzoni.
Producción: Jerry Bruckheimer.
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Anacronismo

En “Pierre Menard, autor del Quijote”, Borges inventa un Quijote que es el mismo Quijote de siempre, pero escrito por un autor actual, lo cual es otra manera de entretenerse leyendo el Quijote. Twain buscó la sorpresa en las aventuras del Rey Arturo plantando a un yankee de Connecticut en su corte; creadores, guionistas, novelistas y espectadores nos cansamos de leer la misma historia y nos alegramos de esas travesuras como la de Twain o Borges que no cambian la aventura, pero cambian la mirada con que se vuelve a ella. El anacronismo es un modo de barajar que a veces consigue vencer el tedio. Y el tandem Brukheimer (Piratas del Caribe) Fuqua (Día de entrenamiento) debió ver un filón en unos descubrimientos arqueológicos que demuestran que la leyenda de Arturo es coetánea de la caída del Imperio Romano. Los propios historiadores les servían en bandeja una nueva historia con viejos mimbres. Un Arturo romano.

El primero en atacar Bretaña fue Julio Cesar, pero la conquista corrió a cargo de Claudio hacia el año 43 D.C. En el 123, Adriano se cansó de pelear con los pictos y construyó un muro en la zona más estrecha de la isla que separaba Inglaterra del norte, es decir, un territorio parecido a la actual Escocia. (Sigo a G. M. Trevelyan por si alguien quiere profundizar). La película transcurre en ese muro que los romanos se ven obligados a abandonar en el 450 debido a la llegada de las tribus del norte, los sajones. Estos venían de la zona que hoy ocupan Dinamarca y Holanda. No está muy claro como fue la invasión porque han dejado pocos documentos. Se supone que fue violenta porque arrasaron los enclaves romanos, y también debieron llegar tribus pacíficas porque se quedaron a cultivar la tierra. En la película los sajones tienen una pinta terrorífica y un ansia extraordinaria de masacrar a todo ser viviente. Pero no olvidemos que en Ivanhoe los sajones son los pacíficos campesinos y los normandos son los ricos hacendados que los explotan; ocurre como con los indios, a veces son malos y a veces son buenos.

Arturo es un oficial romano que lucha contra los bretones y pictos, o sea, contra los bárbaros y a favor de lo que él cree que es el mundo civilizado. Sin embargo Arturo va descubriendo que el mundo romano es un mundo de injusticias y desigualdades, mientras que él es un amante de la libertad y de la igualdad y por eso no le ha puesto cabecera a la mesa de los caballeros y la mandó fabricar redonda. Arturo también confía en la iglesia, y sobre todo en Pelagio, que era un precursor de Lutero y defendía la posibilidad de la salvación por uno mismo. Su segunda decepción es espiritual pues averiguará que Pelagio ha sido condenado por hereje.

Es difícil saber si un Arturo de estas características tenía que triunfar con sus ideales en el siglo V, pero está claro que su protestantismo en ciernes y sus valores democráticos lo hacen muy simpático para el espectador actual. Otra cosa bien distinta es que el espectador tenga ganas de pasar dos horas intentando comprender tanta tribu británica y tomando partido por un bárbaro u otro.

Otros cambios que marcan el correr de los tiempos son, por ejemplo, que Ginebra no es una damisela indefensa, sino una guerrera de armas tomar. Lancelot no es británico, sino Sármata, una tribu del Rhin que Roma perdonó a cambio de entregar a una leva de soldados que militaban la legión durante quince años de sus vidas.

Arturo es un héroe sin pueblo. El romano no le vale porque cree en la servidumbre, el cristianismo defiende la desigualdad. El patriotismo constitucional no se había inventado. Así que Arturo, concluye que el pueblo está en uno mismo.
Rotten Tomatoes = 32%. $51mill.

La sombra de un secuestro

Pieter Jan Brugge, 2004
Reparto: Robert Redford (Wayne Hayes), Helen Mirren (Eileen Hayes), Willem Dafoe (Arnold 'Arn' Mack), Matt Craven (Agente Fuller), Alessandro Nivola (Tim Hayes), Melissa Sagemiller (Jill Hayes), Geoff McKnight (John De Witt), Matt Miller (Agente FBI), Sarah Koskoff, Wendy Crewson, Gwen McGee.
Guión: Justin Haythe.
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Los ricos también aman

Hace falta irse de vacaciones a un lugar lejano para descubrir el sabor del agua de tu ciudad o la simpatía de los camareros que te sirven el café. Hace falta que a uno lo secuestren para que se de cuenta de lo que siente realmente por por su familia. Wayne Hayes está de enhorabuena porque en la película es secuestrado y por fin dirá a su mujer, en un trozo de papel, lo que siente.

Charles Chaplin decía que si en una película una tarta cae en la cara de una señora rica todo el mundo se ríe, pero si la misma tarta le cae encima a un pobre vagabundo a nadie le hace gracia. El cine funciona con simpatías difíciles de llevar. Brugge se adentra en aguas pantanosas cuando deja que secuestrador y secuestrado discutan sobre la suerte que a ambos les ha tocado en la vida. Arn (Dafoe) es un desgraciado que realiza su tarea por unos míseros dólares y un sueño, Hayes (Redford) defiende lo que es suyo y a su familia que esta sufriendo el secuestro. Pero probablemente un millonario que ha ganado su fortuna trabajando no suscite tantas simpatías en el público, como decía Chaplin. El cine está lleno de ricos que lo pierden todo para mayor regocijo del público. En el cine el débil sigue siendo el mejor candidato a la simpatía por una ley que desconozco. Por eso, si yo fuera Brugge no hubiera abierto el debate.
Rotten Tomatoes = 43%. Fresh: 49 Rotten: 65
Taquilla 6ª semana: $6mill.

Frank Oz, 2004
Reparto: Nicole Kidman (Joanna Eberhart), Matthew Broderick (Walter Kresby), Bette Midler (Bobbie Markowitz), Christopher Walken (Mike Wellington), Faith Hill (Sarah Sunderson), Glenn Close (Claire Wellington), Roger Bart (Roger Bannister), David Marshall Grant (Jerry Harmon), Jon Lovitz (Dave Markowitz), Lorri Bagley (Charmaine).
Guión: Paul Rudnick; basado en la novela de Ira Levin.
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La gloria a precio de saldo

En cine, cuando uno cuenta una parábola o una moraleja disfrazada de historia debería tener claro, antes de ponerse a rodar, que las imágenes que va a ofrecer al espectador sirven para llenar dos horas de su vida, porque de lo contrario el espectador se va encolerizado pidiendo a gritos que le devuelvan su dinero y, sobre todo, que le devuelvan esas dos horas que le podían haber resumido en cuatro palabras.

“Las mujeres pefectas” se resume a una frase: nuestras esposas no son objetos que estén ahí para nuestro disfrute. Walter (Broderick) debería saberlo ya, pero no lo sabe y lleva a su esposa a un pueblo llamado Stepford donde un antiguo directivo de Microsoft programa a las mujeres para que funcionen igual que Windows, pero sin tantísimos agujeros y caídas. El marido aprende la lección y Joanna (Kidman) le perdona en vez de arrancarle la piel a tiras cosa que no comprendo. En cualquier caso es una película ideal para cualquier espectador que tenga ganas de ir al cine para comulgar con lemas aceptados por todo el mundo. Es la película perfecta para aquellos que quieren sentir que son buenos sin hacer el más mínimo esfuerzo, como aquellas parejas de antes que se muriera Franco que creían que todo iba bien porque no se pegaban o no se ponían cuernos y con eso ya bastaba. En fin, un rollo de película.

Rotten Tomatoes = 27%. Fresh: 39 Rotten: 108
Taquilla 10ª semana: $39mill.

Open water

Kris Kentis, 2004
Reparto: Blanchard Ryan (Susan) Daniel Travis (Daniel) Saul Stein (Seth) Estelle Lau (Estelle)
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La indefensión

Un matrimonio de americanos es abandonado por un error fatal en mitad del océano con sus trajes de buceo y el ancho mar por delante. Open water es la historia de un extravío. De haberse rodado en tierra, el director podía haber llenado hora y media con paseos, árboles, animales y geografías, pero en Open Water sólo hay agua. A falta de otra distracción, los esposos conversan. Las únicas aventuras que rompen el paso de las horas son las medusas, las preocupaciones por la salud, los reproches, y pequeños tiburones, menos amenazadores que los de Spielberg.

La pobreza de medios le niega al espectador toda sombra de diversión, lo cual, quizá, juega a favor de los resultados. Es como si todo estuviera desnudo, sin espectáculo, sin lugares que descubrir, sin esperanza, sin armas para defenderse de la inmensidad del mar. El espectador sabe que sólo caben dos posibilidades, la pareja es rescatada o no lo será nunca. Los canones de la industria dictan que después de sufrir las penalidades de los protagonistas, los espectadores nos merecemos el bálsamo de un rescate, en cambio los enfants terribles del cine prefieren dejar al espectador pensativo y desolado. Yo soy de los que piensan que elegir entre dos posibilidades, A y B, no debería servir para medir el talento de un creador.

Rotten Tomatoes = 73%. Fresh: 82 Rotten: 30
Taquilla 2ª semana: $3mill.

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