La boda de mi novia



Los fuegos de la envidia


"Made of honor"
Paul Weiland, 2008
Reparto: Patrick Dempsey (Tom Bailey), Michelle Monaghan (Hannah), Kevin McKidd (Colin), Kathleen Quinlan (Joan), Sydney Pollack (Sr. Thomas).
Guión: Adam Sztykiel, Deborah Kaplan y Harry Elfont; basado en un argumento de Adam Sztykiel.
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René Girard decía que una relación siempre es triangular. Además del amante y del objeto de su deseo hay un tercero que él llama mediador. Emma Bovary se enamora de otro porque lo ha visto en las novelas, que son su mediador, Don Quijote quiere ser caballero porque envidia al Amadís. En la película, Patrick Dempsey tiene una amiga del alma desde hace diez años sin la que no puede vivir y con la que no quiere tener una relación amorosa. Un día ella se va a Escocia y vuelve comprometida con un noble.

Para sorpresa de todos los espectadores, al ver que su amiga es deseada por un conde europeo, Patrick Dempsey descubre que está enamorado. Uno de los libros de Girard se llama “Mentira romántica y verdad novelesca”. La mentira romántica consiste en creer que él la querría de todos modos. Sólo queremos lo que vemos deseado por los ojos de otro, por eso necesitamos presentar nuestras novias a nuestros amigos. Los amigos de Dempsey juegan al baloncesto y están poco aprovechados para la trama.

Los guionistas se han esforzado en convencernos de que el chico sólo puede ser feliz con esa chica. Y como es un pijo desmelenado, uno de esos hombres felices que jamás me invitaría a mi a una de sus fiestas, está claro que una mujer como ella es su única opción. Él es el único hombre en el mundo capaz de acordarse del nombre del café de Starbucks y las proporciones y temperatura que ella bebe, y ella es la única capaz de conocer los gustos confiteros del muchacho.

Los dos podían enrollarse en la primera escena, porque no van a encontrar a ningún pijo de semejante calibre por mucho que lo busquen. Pero tardan en hacerlo. Y no es sólo que convenga al metraje de la película. Es que él encuentra pocas razones para renunciar a la promiscuidad.

Alguien se preguntará que hago dando buena nota a esta bobada. Pero lo cierto es que no puedo dejar de aplaudirla. La película la salva un beso. Aunque los guionistas no lo vieran, los actores lo entienden perfectamente y lo transmiten: ella le ha querido siempre, y siempre quiso entregarse, pero también sabe que entregándose no lo convertirá en su amante, sino en su enemigo.

El padre del muchacho es el último papel de Syney Polack. Interpreta a un mujeriego y tiene una frase memorable: dice que el Rick de Casablanca era un perdedor.

No tan duro de pelar



El nuevo disfraz de Michael Landon


"Drillbit Taylor"
Steven Brill, 2008
Reparto: Owen Wilson (Drillbit Taylor), Leslie Mann (Lisa), David Dorfman (Emmit), Danny McBride (Don), Josh Peck (Bonnie), Troy Gentile (Ryan), Nate Hartley (Wade), Alex Frost (Filkins).
Guión: Kristofor Brown y Seth Rogen; basado en un argumento de Edmond Dantes, Kristofor Brown y Seth Rogen.
Producción: Judd Apatow, Susan Arnold y Donna Arkoff Roth.
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De los muchos tópicos que se pueden trillar a la hora de abordar el tema de la violencia escolar, Apatow y Brill sólo abusan de tres o cuatro. Ya que eligieron un tema candente, los creadores deberían haber tenido la decencia de preocuparse de esos miles de adolescentes que sufren acoso. En vez de eso se quedan con el fracasado que interpreta Wilson para malcontarnos la historia de siempre, y se olvidan de ellos.

He leído que Judd Apatow encarna a la comedia moderna y gamberra igual que los Farelli. El director, productor y guionista debería frotarse las manos porque ha colado un buen gol a los comentaristas. Apatow no es un gamberro, es un sermoneador angelical, es Michael Landon disfrazado de malote para volver ahora a colgarnos los sermones de siempre. En “Virgen a los 40” transgredió nuestros principios diciéndonos que el amor no tiene edad; “Lío embarazoso” golpea los pilares de nuestra conciencia para vocear que lo más lindo en la vida es ser padre; “Supersalidos” desvela los trapos sucios de la sociedad norteamericana encarnada en unos policías que no dejan comprar alcohol a unos adolescentes.

Todas estas comedias escandalosas que golpean nuestras mentes destapan toda su fuerza transgresora en el primer cuarto de hora es es el tiempo que tardan en contar todos los chistes verdes. El resto de las películas producidas por Apatow consiste, sistemáticamente en un lento vagar por los tópicos sensibleros de los sesenta buscando algun otro disfraz lamentable para que el público de La casa de la pradera no note que le están dando otro episodio mezclado con bromas procaces.


Casero


"Be kind, rewind"
Michel Gondry, 2008
Reparto: Jack Black (Jerry), Mos Def (Mike), Danny Glover (Sr. Fletcher), Mia Farrow (Srta. Falewicz), Melonie Diaz (Alma), Sigourney Weaver (Sra. Lawson).
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El encargado de una tienda de alquiler de VHS borra por error todas las películas del almacén durante una ausencia del dueño. Cuando los clientes le exigen que tenga un título preparado él y sus amigos deciden rodar las películas cámara en mano.
Empiezan con los cazafantasmas y le dan un repaso a todos los taquillazos de los noventa. Cada una de las fricadas que ruedan con ese peculiar sistema de producción por encargo la llaman una película “suecada” (sweded). Y no hace falta decir que todo el barrio se vuelve loco por ver un título suecado.

Lo rocambolesco del desarrollo no le quita mucho a la frescura del planteamiento. Adoramos este tipo de cine hecho con ingenio y sin un solo céntimo. Queremos cine suecado como el cine de Gondry. Nos cansa el cine de gran presupuesto donde un productor elige en un catálogo de desastres entre un incendio de Nueva York o hacer estallar todo Paris. El cine se convierte, cada día más en una cortinilla de opciones como la del tipo de letra de nuestro procesador de texto. Queremos volver a ver textos hechos a mano, dibujos hechos con un lápiz, apretando, y no con el spray de photoshop. Queremos volver a la imperfección del mundo analógico, del VHS, de las maquetas, el cartón piedra y el decorado que se caía. En el teatro de Shakespeare, un actor ponía dos dedos abiertos para señalar que había una pared. Hoy el espectador no está dispuesto a imaginar nada. Paga por ver el incendio, la bala entrando en el cráneo y saliendo de él, el monstruo moviendo sus facciones como si fuera de verdad. Gondry quiere devolvernos la invención, la magia que ponemos con nuestras mentes, quiere volver a contar las historias sin dedicarse a la rentable reproducción y al maquillaje.

Algo pasa en Las Vegas



Una receta para un matrimonio feliz


“What happens in Vegas”
Tom Vaughan, 2008
Reparto: Cameron Diaz (Joy McNally), Ashton Kutcher (Jack Fuller), Rob Corddry (Steve Hader), Treat Williams (Jack Fuller padre), Dennis Miller (juez Whopper), Lake Bell (Tipper), Queen Latifah (Dra. Twitchell), Dennis Farina (Banger).
Guión: Dana Fox.
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Ashton Kutcher y Cameron Díaz son los afortunados ganadores del “Bote” de un casino de las Vegas, y un juez tiene que decidir quien de los dos se lo queda. Los dos acaban de casarse unas horas después de conocerse bajo los efectos de una borrachera antológica. Quizá el guionista debería haber escatimado un poco más sus casualidades; ya era bastante insólito lo de la boda. El juez los obliga a convivir seis meses juntos si quieren cobrar el premio. Y el reto del guionista consistió en comprobar si un chico y una chica radicalmente opuestos pueden llegar a quererse. O no.

La horquilla entre el primer y el tercer acto funciona como un reloj. El chico recibe la dosis de confianza que necesita y la chica aprende a dejar de vivir para agradar a los demás y, por primera vez en una comedia americana, (Esto es ironía) a ser ella misma. Mientras una psicóloga interpretada por Queen Latifah fiscaliza si los dos quieren salvar el matrimonio, uno y otro usan todos los ardides a su alcance para quedarse con el dinero sin compartirlo.

La idea de hacerlos odiarse es estupenda, porque si se acaban queriendo (que no digo que vaya a ocurrir) nos emociona más. En la ficción no nos emociona el amor (el amor es una pareja viendo la televisión juntos durante cuarenta años), emociona el movimiento, el cambio de un corazón entre el odio y el cariño que ocurre delante de nuestros ojos. Pero es un fallo no darles mejores motivos para apuñalarse con la saña que lo hacen. No es tan malo contentar a "nuestros amigos los incrédulos".

Speed Racer



Hallazgos expresivos


Andy Wachowski y Larry Wachowski, 2008
Reparto: Emile Hirsch (Speed Racer), Christina Ricci (Trixie), Matthew Fox (Racer X), Susan Sarandon (mamá Racer), John Goodman (Pops Racer), Kick Gurry (Sparky), Paulie Litt (Spritle), Roger Allam (Royalton), Hiroyuki Sanada (Sr. Mushi), Richard Roundtree (Ben Burns), Rain (Taejo), Christian Oliver (Snake Oiler), Benno Fürmann (inspector Detector).
Guión: Andy Wachowski y Larry Wachowski; basado en la serie de dibujos animados creada por Tatsuo Yoshida.
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Creo que si Eisenstein o Kuleshov levantaran la cabeza se quedarían alucinados con Speed Racer mucho más que con ninguna otra película reciente. Todos los hallazgos de Speed Racer son visuales, y sobre todo, son de montaje. La intención de los Wachowski era abarrotar la pantalla de recursos expresivos. Para mostrar los sentimientos y recuerdos de los personajes, utilizan el trozo de pantalla que queda libre. La pantalla de los Wachowski se convierte en algo distinto a lo acostumbrado, se convierte en un lienzo protéico, una página de tebeo, una pantalla de ordenador cuajada de iconos. Para los creadores de Speed Racer, la pantalla abandona su función tradicional, la de representar el espacio físico de los personajes y da un salto hacia otro plano, el de representar dimensiones intelectuales y emocionales.

Speed Racer es una de las películas más imaginadas que he visto en mi vida; con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Difícil encontrar algo tan poco natural como esas cortinillas y esos circuitos de vértigo. Difícil encontrar semejante libertad de un cineasta con su cámara.

No es del todo justa la acusación de que carece de argumento. Lo hay, y es bueno, pero no hay en él ninguna apuesta. Es una historia de David contra Goliat que hemos oído muchas veces. Los buenos son la familia que come tortitas en la cocina, los malos picotean en un buffet millonario; los buenos creen en sus sentimientos y en el esfuerzo individual, los malos invierten en bolsa.

Iron man



Discursos


John Favreau, 2008
Reparto: Robert Downey Jr. (Tony Stark/Iron Man), Terrence Howard (James Rhodes), Jeff Bridges (Obadiah Stane), Shaun Toub (Yinsen), Gwyneth Paltrow (Virginia "Pepper" Potts), Faran Tahir (Raza), Jon Favreau (Hogan).
Guión: Mark Fergus, Hawk Ostby, Art Marcum y Matt Holloway; basado en los personajes creados por Stan Lee, Larry Lieber, Don Heck y Jack Kirby.
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Tengo un amigo cuyo gusto cinematográfico me escama desde hace tiempo. Me recomienda (casi diría “me obliga a ver”) películas cuya moraleja, curiosamente, siempre coincide con las suyas. No es que yo desdeñe los discursos de las películas. Tampoco desdeño los esfuerzos de los maquilladores. Pero procuro no dejar que esos discursos sean lo único que quede de una película. El discurso de todos los superhéroes es un discurso conservador, son justicieros de derechas, o bien, justicieros republicanos. Ellos “saben” que el país está bien y que los políticos toman las decisiones correctas. Ellos no quieren cambiar el mundo, quieren acabar con las astillas molestas: delincuentes, países insurgentes, milicias armadas que quieren estropear la paz en la que viviríamos si todos fueramos tan chicos buenos, abnegados, repeinados y lindos como son ellos. Si los superhéroes pudieran hacerlo, ellos acabarían con Neo.

Stark sufre un cautiverio en una cueva, probablemente talibán. Durante su calvario no piensa en qué puede haber generado esa guerrilla, ese odio a los Estados Unidos que hay en Oriente Medio. Su preocupación es cómo vencer a los enemigos. La solución del conflicto es un arma, una escafandra.

El mal se esconde en una cueva afgana, el bien consiste en un play-boy americano que fabrica armas. Semejante desmelene narcisista hubiera sido digerible por un espectador de los años treinta, como el de Tarzán, pero en el siglo XXI, necesitamos cierta dosis de cordura antirracista. El mal también está dentro de la sociedad americana. Está en casa, y no vale colgárselo a una tribu extranjera porque no nos guste su indumentaria.

La estructura de la narración tiene un cambio curioso. Stark consigue su traje a la mitad de la cinta, cuando lo canónico es que lo haga en el primer acto (20 minutos iniciales). Consume una hora en narrar sus penalidades y otra en luchar contra el enemigo. Y es una buena distribución. Quizá, igual que el discurso, está calculada para adultos convencibles más que para niños soñadores.
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