Eres muy guapo



“Je vous trouve très beau”
Isabelle Mergault, 2005
Reparto: Michel Blanc (Aymé), Medeea Marinescu (Elena), Wladimir Yordanoff (Roland), Benoît Turjman (Antoine), Eva Darlan (Sra. Marais), Elisabeth Commelin (Françoise), Valérie Bonneton (Labaume), Arthur Jugnot (Pierre), Julien Cafaro (Thierry), Valentin Traversi (Jean-Paul).
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Comprar o merecer

Un campesino francés se queda viudo y necesita una mujer que le ayude a llevar la dura tarea de la granja. Acude a una agencia matrimonial y viaja a Rumanía para encontrarla. Las chicas no le valen porque son todas aspirantes a modelos. Todas le dicen que es muy guapo cuando él sabe que no lo es. Todas menos una.

"Eres muy guapo" funciona muy bien en niveles que sólo la comedia americana suele conjugar con elegancia, el de la risa y la lágrima. La comedia de costumbres está repleta de hallazgos y de situaciones desternillantes. El giro melodramático no es lo contenido que cabía esperar.

Aymé, el rudo labrador, consigue traer a la chica a su granja, pero siente, quizá con el público, que la relación es una compra. Aymé no puede unise a ella. Este momento de la película es el más incongruente del guión, pero no deja de ser inevitable. Lo que el “antihéroe” necesita no es tener a la chica a costa de su nivel de vida francés, sino ganarla a costa de sí mismo. De haber sido él un aprovechado o ella una mercenaria el drama no hubiera funcionado, sólo hubiera funcionado la sátira.

Es una película muy agradecida, el público paga para que le digan que el amor existe, aunque haya que buscarlo por caminos extraños. Quizá porque sabe que tiene razón.

Me llamo John Ford, hago películas del Oeste


«En los años cincuenta era yo el presidente de la Liga de Directores», dice Joseph L. Mankiewicz, «durante la era de McCarthy, y un sector de la Liga, encabezado por De Mille, trató de hacer obligatorio que todos los miembros firmaran un juramento de lealtad. Cuando empezó la historia yo estaba en Europa, pero en cuanto me lo comunicaron les dije que, como presidente, estaban completamente en contra de esas cosas. Bueno, pues muy pronto empezaron a salir noticias sobre mí en las columnas de chismorreo: '¿No es una pena lo de Joe Man1ciewicz? No sabíamos que fuera un rojillo.' Ya sabe que en aquella época una insinuación valía tanto como un dato probado. Empecé a darme cuenta de que me estaba jugando la carrera. Convocaron a una reunión de toda la Liga y vine en avión para estar presente. Asistieron todos los miembros. Fue algo terrible,' el grupo de De Mille pronunció cuatro discursos, la cosa duró cuatro horas. Me preguntaba yo, y sabía que bastantes más se lo estaban preguntando, lo que opinaría John Ford. Era algo así como el Gran Padre Blanco de la Liga y podía influir sobre la gente. Pero estaba allí sentado sin decir nada, junto al pasillo, con su vieja gorra de béisbol y sus zapatillas. Luego, cuando De Mille dio su gran discurso, hubo un momento de silencio, y Ford levantó la mano. Teníamos un taquígrafo de los tribunales para que lo anotara todo, y todo el mundo tenía que identificarse para que quedara constancia. De modo que Ford se levantó: 'Me llamo John Ford', dijo. 'Hago películas del Oeste'. Hizo un elogio de las películas de De Mille y de De Mille como director: 'No creo que haya nadie en esta sala', dijo, 'que sepa mejor lo que quiere el público estadounidense que Cecil B. De Mille, y desde luego sabe darle lo que quiere: Luego miró directamente a De Mille, que estaba sentado frente a él. 'Pero no me gustas, C. B.', le dijo, 'y no me gusta lo que has estado diciendo aquí hoy. Propongo que demos a Joe un voto de confianza y luego nos vayamos a casa a dormir un poco.' Y eso fue lo que hicieron.»


Peter Bogdanovich: "John Ford". Editorial Fundamentos, 1971.

Dos cabalgan juntos


Dos cabalgan juntos
John Ford, 1961
Guión: Frank S. Nugent.
Reparto: James Stewart (Sherif Guthrie McCabe), Richard Widmark (teniente Jim Gary), Shirley Janes, Linda Cristal, Andy Devine, John Mclntire, Harry Carey, Jr., Paul Birch, Willis Bouchey
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Burócratas y mercantilistas

McCabe (Stewart) es el sheriff de un pueblo del oeste. Gobierna con mano firme y cobra una comisión por cada negocio. Él no ve nada de malo en lo que hace. El teniente Gary (Widmark) trabaja para el ejército por sólo ochenta dólares al mes. El teniente tiene órdenes de llevar a McCabe al fuerte para que ayude a comerciar con los comanches la devolución de cautivos blancos que han vivido con ellos muchos años.

Lo que Ford contrapone con humor es la doble manera de ver las cosas. El ejército con su sentido estricto de la ley que le ofrece un sueldo mísero por la tarea y la versión mercantil de la vida. McCabe haciendo uso de las costumbres que tan buenos frutos le han dado ofrece traer a los cautivos a cambio de comisiones. Si se tratara de dos sistemas económicos contrapuestos, el ejército sería Bruselas, y McCabe sería Marbella.

Sin embargo Ford no condena al sheriff. Todo su enojo lo guarda para la segunda parte de la película. Los dos protagonistas rescatan a una mexicana cautiva, y la sociedad blanca la dicrimina por haber sido la esposa de un indio. En el baile nadie quiere sacarla a bailar y los dos amigos dan un escarmiento fordiano a los blancos racistas. El planteamiento sigue la estela de “Centauros del desierto”. Ford critica el racismo, pero no mucho.

Peter Bogdanovich ("John Ford"). Editorial Fundamentos, 1971.
John Ford:
No me gustaba el argumento, pero la hice como favor a Harry Cohn, que se había encontrado obligado a hacerla y me dijo:
–¿Quieres hacerla por mí?
–¡Dios mío, es un guión horroroso! –contesté.
–Ya lo sé, pero estamos obligados a hacerla... Y tenemos contratados a Widmark y Stewart.
–De acuerdo, haré la película -dije.
Y no me divertí. Sencillamente traté de que el personaje de Stewart fuera lo más humorístico posible.

Su moral era un poco ambigua.
¿No es un poco ambigua la moral de todos?

¿Cuando es posible, le gusta hacer toda una escena en un sólo ángulo, sin cortar, como hizo en la escena junto al río, entre Stewart y Widmark?
Bueno, queda mejor si se puede hacer, si se acerca uno lo bastante para que el público pueda ver las caras con claridad. Algunos directores siguen normas fijas, dicen que siempre se ha de tener un primer plano. Pero tenemos que trabajar con la pantalla grande: en lugar de poner un montón de caras picadas de viruela, una cabezota horrible, un ojo, que son cosas que no me gustan, si puedo poner una escena en un plano medio en que se pueden ver bastante bien las dos caras, pues eso es lo que prefiero. Se ve a la gente, y no sólo las caras. Claro que hoy día en el cine ni siquiera se tiene la posibilidad de mirar a nadie a la cara. El otro día vi una película en que trabajaba Sofía Loren; bueno, es una mujer muy agradable, pero siempre estaba tapada por alguien o sólo le salía la cara un momento. Era la protagonista y la cámara estaba siempre lejos, y nunca se veía bien a Sofía. Es la nueva dirección. Es divertido cómo salen esos chavales de Nueva York, los directores de teatro, y lo primero que hacen cuando vienen aquí es olvidarse del argumento, olvidarse de la gente, olvidarse de los personajes, olvidarse del diálogo y concentrarse en este juguete nuevo y maravilloso que es la cámara.

Usted nunca toma una escena desde muchos ángulos.
No, porque los actores se cansan, se «enfrían» y pierden la espontaneidad, de forma que no hacen más que. recitar su diálogo. Pero si se sacan las cosas en la primera o la segunda toma, hay una chispa, una cierta inseguridad; no están seguros de lo que tienen que decir, y eso le da a uno una sensación de nervios y de suspense.

¿Evita usted también rodar demasiado para que los productores no dispongan de mucho material para volver a montarlo?
No, siempre he trabajado así, porque la película es muy cara y me fastidia desperdiciarla, porque así me criaron. No es para que no puedan cambiarla, porque pueden llevársela a Nueva York y cortar las escenas más dramáticas. Y lo hacen.

16 calles


Richard Donner, 2006.
Reparto: Bruce Willis (Jack Mosley), Mos Def (Eddie Bunker), David Morse (Frank Nugent), Cylk Cozart (Jimmy Mulvey), Jenna Stern (Diane Mosley), Casey Sander (Capitán Gruber), Steve Nuke (Agente FBI), Robert Racki (Jerry Shue), Sasha Roiz (Kaller), David Zayas (Robert Torres).
Guión: Richard Wenk.
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Segundas oportunidades

El argumento de 16 calles es impecable para tenerte pegado a la pantalla durante una hora y media. Un detective tiene que llevar a un delincuente a declarar al juzgado que está a dieciséis calles de distancia. En el camino son tiroteados y descubre que el muchacho va a destapar una trama de corrupción policial y sus propios compañeros quieren matarlo antes de que llegue. La corta distancia se agranda a cada minuto que la policía les corta el camino haciendo crecer la tensión.

Bruce Willis es el policía honrado que lucha contra los suyos en un arrebato de honradez que no puede contener, papel que hace habitualmente. También es un borracho en horas de servicio y tiene tripa, defectos estos que lo afean por primera vez, y esperemos que por última.

La pregunta que se hicieron los realizadores fue ¿Vale la pena arriesgar tanto por un delincuente? Y aunque la anécdota es una aparatosa huida urbana, el tema que late es cuanto vale la vida del muchacho. Willis le dice bien claro que todo en la vida cambia, pero las personas no cambian. Él quiere demostrarle que sí. Anthony Mann rodó casi todos sus westerns para darle la razón al chico. En ninguno falta un pistolero capaz de reformarse.

En mi opinión esa pregunta temática no era la más oportuna. La pregunta que yo le hubiera hecho al detective hubiera sido: ¿Era ese el momento de cambiar? Para el muchacho sí, pero para el detective está menos claro.

Tom Dey, 2006
Reparto: Matthew McConaughey (Tripp), Sarah Jessica Parker (Paula), Zooey Deschanel (Kit), Justin Bartha (Ace), Bradley Cooper (Demo), Terry Bradshaw (Al), Kathy Bates (Sue), Katheryn Winnick (Melissa), Stephen Tobolowsky (Bud), Kate McGregor-Stewart (Bey).
Guión: Tom J. Astle y Matt Ember.
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Espejos sociales

Las comedias de Moliere están llenas de datos jugosos sobre como se corteja a una mujer y muchos otros ritos sociales. Parece que los hubiera escrito para saciar la curiosidad del público de otro siglo como nosotros. Pero en realidad lo hacía para saciar la curiosidad del suyo. El espectador iba a ver una comedia con el mismo interés que hoy abre una revista de divulgación y quiere enterarse de si él empezó a salir con chicas a la misma edad que el resto de su generación o si se adelantó o si lo hizo más tarde. Por alguna razón, la comedia siempre ha ejercido de árbitro social, o de espejo, y consciente de ello suele ilustrarnos sobre hábitos ampliamente extendidos o raramente aceptados. “Novia por encargo” trata de los jóvenes que no se van de casa cumplidos los treinta.

La parte informativa, la que podría venir en una revista de psicología o en un libro de autoayuda, es la que habla del trabajo de ella. La protagonista trabaja haciendo que treintaañeros norteamericanos crezcan interiormente a través de una relación con una chica y de ese modo se emancipen y vuelen de casa de sus sufridos padres. ¿Cómo se crea una relación que ayude a crecer a una persona? La respuesta puede ser, para alguno, el único interés de la cinta.

El trabajo de la chica se parece un poco al de Hitch, porque los dos cobran por algo que debía ser espontáneo y lo laboral puede mezclarse mucho con lo personal. Los guionistas de ambas películas no se estrujaron mucho la cabeza y crearon la anécdota a partir de esta confusión. Aunque McConaughey y Jessica Parker no pegan ni con cola, dos actores con caché sólo pueden hacer una cosa en una comedia. Que nadie se queje de que ha visto mil veces la película si ha leído la ficha antes de entrar.

Hace poco ví una película en la que Mankiewicz escapaba del mismo tópico, y eso que era 1955. En “Ellos y ellas” la chica descubre que el chico la ha usado para ganar una apuesta. Esta vez era Sky Masterson (Marlon Brando), no Hitch ni Paula, el que tenía que demostrar que lo suyo era personal, y no profesional.

Matador


Richard Shepard, 2005
Reparto: Pierce Brosnan (Julian Noble), Greg Kinnear (Danny Wright), Hope Davis (Bean), Philip Baker Hall (Sr. Randy), Adam Scott (Phil Garrison), Dylan Baker (Lovell), Portia Dawson (Guenivere), Jonah Meyerson (Chico de 10 años), Maureen Muldoon (Gretchen), Antonio Zavala (Barman).
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Moralidades incompatibles

Cuando se estudie el cine de nuestros días con distancia creo que la gente hablará de retórica. El cine de hoy se dedica a sorprendernos sin cesar con trucos narrativos: ocultamientos de información, cambios de orden, reinterpretaciones, cosas que creíamos ciertas y luego se nos invita a dudar... Es raro ver en las pantallas una historia nueva. No sé si se habrán agotado como pronsticaban algunos, pero la moda consiste en volver a contar historias que conocemos de otra manera. Por eso me ha hecho tanta ilusión ver “Matador”, me ha parecido novedosa, y para conseguirlo no ha recurrido a ningún truco narrativo.

Matador sigue el esquema de una “buddy movie”, dos personas completamente diferentes (normalmente dos policías obligados a patrullar juntos) tienen que convivir y acaban aceptándose, queriéndose, o soportándose el uno al otro. La más vieja, quizá sea El Quijote. La gracia siempre está en juntar a dos caracteres radicalmente opuestos. Matador une en la capital de México a un honrado trabajador americano con un asesino a sueldo. La novedad consiste en hacernos creer la relación, porque no se trata de unir dos personalidades opuestas, sino dos sistemas morales. ¿Qué puede pensar un padre de familia de un asesinato? ¿Y qué piensa un asesino de los plazos de una hipoteca? La última vez que vi una reunión de este tipo fue en Collateral, y el asesino era convertido en un monstruo. Es natural. Lo mismo que el cine negro pone en ridículo al pobrecito hombre del montón.

La tarea que se proponen los creadores es que lleguemos a entender a cada uno de los dos desde los ojos del otro, sin poner ningún punto de vista por encima del otro. Y visto así, la tarea era ardua, era una auténtica hazaña. En cambio los resultados disimulan el esfuerzo y convierten la hazaña en un espectáculo divertido. Apto para, casi, todo el mundo.

V de Vendetta



James McTeigue, 2006
Reparto: Natalie Portman (Evey), Hugo Weaving (V), Stephen Rea (Finch), Stephen Fry (Deitrich), John Hurt (Adam Sutler), Tim Pigott-Smith (Creedy), Rupert Graves (Dominic), Roger Allam (Lewis Prothero), Ben Miles (Dascomb), Valerie Berry (Bane), Sinead Cusack (Delia Surridge), Nathasha Wightman (Valerie), John Standing (Lilliman).
Guión: Los Hermanos Wachowski; basado en la novela gráfica creada por Alan Moore y David Lloyd.
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The Gunpowder Plot

Hay una película de Capra que consigue lo que vanamente se propone “V de Vendetta”, se titula “Juan Nadie”. Gary Cooper dice que está cansado de la sociedad insolidaria en la que vive y que el día de Navidad va a saltar de la torre del ayuntamiento. El rumor corre por todo el país y la gente crea clubes Juan Nadie (John Doe) para cambiar el mundo. Cuando llega el día de Navidad todos queremos que no salte. Pero él cree que debe hacerlo.

Encuentro otro referente en “El fantasma de la ópera”; el héroe deformado que hace todo por la heroína; el rapto de la bella, la unión imposible, que por cierto desprende un tremendo tufo a Estocolmo. V de Vendetta está llena de referencias literarias y de citas, pero las que menciona el propio V, no me ayudan a comprenderla: él habla de “El Conde de Montecristo”, de “Fausto”y de Shakespeare.

Los Wachowski gastan un lenguaje tan solemne que sólo pueden caer en lo sublime o en lo ridículo. Yo pienso que Matrix cae en lo primero mientras que Reloaded, Revolutions y V de vendetta caen en lo segundo. Y eso a pesar de que V de Vendetta vuelve al primer Matrix, a su gran obra. El mundo, o el Reino Unido, vuelve a ser un engaño controlado por un estado totalitario que adormece a la población con el conformismo de la televisión. Lo mismo que las máquinas controlaban a los humanos con su sueño complaciente de estar viviendo en 1999.

El único modo de desconectarse de Matrix era tomar la pastilla azul, era un acto individual, una elección personal. Yo creí que las dos continuaciones de la película seguirían convirtiendo a los humanos en seres libres y deconectándolos del sueño. Pero tomaron otros derroteros. La socialización del despertar toma cuerpo en esta V de Vendetta. El revelde, V, asalta la televisión y lanza un mensaje subversivo. En honor a Guy Fawkes quiere convertir el 5 de noviembre en la fecha de la revolución, destruyendo el parlamento.

El modo de despertar en V de Vendetta, es la cultura. Por eso el poder reprime el arte, y por eso el protagonista lucha armado con una biblioteca. El tema daba para llenar una buena película, pero los Wachowski lo han reducido a menos porque tenían que calzar muchos otros discursos. Tenían que hablar del terror como arma para controlar a la población, en un alusion directa a Bush; tenían que hablar de la homofobia, del miedo a lo diferente en las sociedades cerradas. El exceso de discurso convierte la trama en una mera excusa. Es como si estuviéramos distraídos con alguna explosión o pelea a la espera del sermón de turno.

La edad del hielo 2

Igual de fría


Carlos Saldaña, 2006
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Sid es un perezoso que tiene más de payaso que de perezoso. Diego es un felino dientes de sable que tiene miedo al agua. Manny un mamut que cree que es el último de su especie. Scrat no tiene nada que ver con esta panda de amigos, es la ardilla obsesionada con su nuez. En la primera entrega sólo sale en el prólogo, y el éxito ha hecho que tenga un papel más largo.

La trama de la segunda parte no atañe a ningún humano. El deshielo comienza y todos los animales tienen que huir antes de que se inunde el valle en el que viven. Manny conoce un mamut hembra, pero no le resulta fácil ganarse su corazón, porque ella cree que es una zarigüella. Y aunque no lo fuera, no le gusta ser elegida por el hecho de ser la última mamut sobre la faz del planeta.

Creo que el plan de trabajo de los creadores ha sido el de buscar en cada uno de sus personajes las necesidades más profundas. Eso me explica que la peripecia de Sid consista en descubrir un ejército inmenso de admiradores.

Dicen que la segunda parte no tiene tales hallazgos como la primera y que se limita a repetir ideas. Si bien yo nunca me di cuenta de que la primera tuviera hallazgos tan remarcables. Procuro, de todos modos, no ser muy duro con el título porque tengo simpatías por la productora. La Fox es la tercera en discordia, y la que viene a salvarnos a los sufridos espectadores de tener que elegir entre Pixar y Dreamworks.
Vales


Joseph L. Mankiewicz, 1955
Reparto: Marlon Brando (Sky Masterson), Frank Sinatra (Nathan Detroit), Jean Simmons (Sargento Sarah Brown).
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Nathan Detroit es un tipo que organiza timbas entre los mayores jugadores de la ciudad. Nada tendría de raro si no fuera porque tiene una novia desde hace catorce años y aún no se ha casado con ella porque no ha reunido el dinero suficiente. Pocas veces he visto una película de gangsters que hable tanto de la vida cotidiana de los espectadores como esta. Casarse con la novia de toda la vida no es un problema de gangsters, precisamente.

Para conseguir un garito, Nathan necesita mil dólares. La única manera de conseguirlos es hacer que Sky Masterson, uno de los jugadores más famosos de Nueva York, apueste con él. Apuestan a que Sky no es capaz de llevar a cenar a La Habana a la mujer más casta del barrio, la Sargento del ejército de salvación, Jean Simons.

La chica monjil se despendola con una bebida que, sin que ella lo sepa, tiene alcohol, y se lanza en los brazos del jugador.

Ellos y ellas es una historia que gira en torno a los vales. Nathan Detroit firma un vale con Sky Masterson que obliga al segundo a ligarse a la puritana, Sky firma un acuerdo con la chica a cambio de la cena en La Habana, él llenará la misión de pecadores. Para llenarla de almas impuras apuesta con todos los jugadores a que irán a la misión. Cada movimiento de la historia se basa en una apuesta y en una palabra que alguien tiene que cumplir.

Sky y Ella son dos amantes demasiado pasivos para los cánones de nuestro tiempo. Ella necesita emborracharse para decir sí. Él necesita alfombrarla de favores para merecerla.

[He copiado una crítica de Carlos Boyero, de hace 24 años, aunque no por su calidad. Me ratifica en la opinión que tengo del crítico: en vez de ver películas las hace él mismo. No reconozco ninguna de las tramas de las que habla.]

Guys and Dolls, 1955

Esta película es felizmente demostrativa. entre otras cosas, de los milagrosos efectos del alcohol. Capaz de conseguir que una puritana tontita se revele como una leona agresiva cuando el ron le ha visitado, que deje de fabricar murallas para ceder paso a la abertura lúdica del corazón, a la llamada de la carne. También toma partido por la golfería como virtud edificante, demuestra que la vida es mucho más vivible cuando se frecuenta el mal camino, que es más excitante apostarse hasta el alma que instalarse. Y, cómo no, predice el ocaso cuando las señoras obstinadas consiguen que los caraduras obstinados les firmen contratos matrimoniales.

Hay una teoría que sostiene que seriedad es sinónimo de inteligencia, que la profundidad está reñida con lo frívolo. Mankiewicz, el intelectual, el escéptico, el analista, la desmiente. Era capaz de fabricar coreografias saltarinas, de contagiar alegría a ritmo de comedia musical. Conseguía que La Voz, el poeta de la madrugada, el gángster de lujo, el magnífico Sinatra se autocaricaturizara con soltura. También que Brando en pleno apogeo narcisista (Actor's Studio) se ofreciera como un simpático comediante, que sin abandonar la arrogancia se marcara decentes pasos de baile, que utilizara las mañas más arteras para corromper a la indesvirgable. Que la preciosa Jean Simmons nos cabreara astutamente durante media hora para después enamorarnos en una Habana imposible. Además de divertirse con el encargo de reconstruir garitos, de mover con gracia a unos cuantos bailarines, de emular a Minnelli, a Mankiewicz le tocó limar asperezas y celos profesionales entre Brando y Sinatra. La profesionalidad salió ganando. Ellos y ellas es una bocanada de aire puro.

Carlos Boyero (Casablanca. febrero 1982)

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