El señor de los anillos II: Las dos torres

Peter Jackson, 2002
Reparto: Elijah Wood (Frodo) Ian Mckellen (Gandalf) Viggo Mortensen (Aragorn) Sean Astin (Sam) John Rhys-Davies (Gimli) Billy Boyd (Pippin) Dominic Monaghan (Merry) Orlando Bloom (Legolas) Christopher Lee (Saruman) Miranda Otto (Éowyn) Brad Dourif (Grima)
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El traje nuevo del emperador

Deje de dar vueltas a las críticas en Internet, en la prensa o en cualquier otro lugar. Por mas que uste lea acerca del segundo episodio de "El señor de los anillos" nadie le va a decir la verdad: que le espera un aburrimiento de padre y muy señor mío tan monumental como el de la primera entrega. A los pocos que vamos al cine sin otra ilusión que pasarlo bien nos queda el consuelo de que ya sólo quedan tres horas de misa. Ánimo.

Los críticos son los menos indicados para opinar sobre El señor de los anillos porque a veces ser un entendido es una tara para saber ver algo. Ellos entran en la sala y empiezan a evaluar todo lo que ven. Interpretación: un diez, efectos especiales, un once, fotografía, sin palabras. Claro con estos méritos los pobres no tienen más remedio que canonizar un rollo patatero que si tuvieran valor de decirlo les tuvo todo el rato pensando en irse al servicio un ratito para librarse del agobio.

Hay quien cree que esto es buen cine, o sea, todo el mundo. Pero no es así. Es malo porque es un petardo. Jackson ha contado con medios que son asombrosos para nuestro tiempo, y ha contado con un presupuesto descomunal para contratar a buenos profesionales. Pero eso no es arte. Usted puede contratar a los mejores músicos pero si la partitura no vale, no lo va a arreglar.

El gran problema de El señor de los anillos es que no es cine, es novela, o mejor dicho, es la ilustración de una novela de mil páginas. Y el ritmo no trasmite absolutamente nada. Pero en el cine, igual que en la música, el ritmo no es accesorio. Es esencial.

La película se desdobla en un núnero excesivo de subtramas. Un espectador puede emocionarse por varias, pero difícilmente por tantas. Cada personaje ha cogido un camino y vive una historia con su nudo y su desenlace. Cuando el cine es de calidad, (Lucas es más experto en estas lides) el espectador pasa de la tensión al humor, y puede disfrutar con los cambios. Los saltos en la acción de El señor de los anillos no pueden ser más desafortunados. Ni más arbitrarios.

Los personajes pasan apuros enormes y llevan al espectador en su peregrinaje. No vale la pena el sufrimiento si tengo que esperar un año para recibir la recompensa. Y por otro lado no vale la pena la preocupación si ni siquiera es posible conectar con semejante colección de enjendros y artificios. El señor de los anillos sólo puede satisfacer como ilustración para los que han leído las mil páginas y quieren ver una ilustración disparatadamente cara y cansinade ese mundo de ensoñación. No sirve para nadie más. No es cine, es otro producto más de merchandising.

Lo más indigerible de la historia son los moméntos épicos. La historia de amor de la Elfa Liv Ulman no puede ser más pastosa y distante, los sentimientos heróicos de los elfos que creen que han salvado el mundo porque han sabido salir corriendo a tiempo no tienen nada de heróico. Es imposible conectar con una sóla emoción del relato. A menos, claro que uno este asistiendo a la ilustración del relato.

El señor de los anillos sólo sirve para ilustrar la eterna discusión de si la cinta es respetuosa con el libro o si el director hizo su propia película. Los amantes del libro están contentos porque antes tenían mil páginas y ahora las tienen ilustradas con actores y CGI muy perfectas. Jackson no les ha defraudado, y en vez de hacer cine ha calcado un libro.

Para el que no ha leído el libro ni le importa mucho, y sólo quiere pasarlo bien, las tres agotadoras horas son difíciles de justificar.

Personalmente me hubiera gustado ver cine. Un autor con personalidad propia que se hubiera inspirado (no calcado con puntos y comas un texto) en los personajes y hubiera construido una película en vez de una ilustración.

Así procedió Kazán cuando tomó sólo un episodio de Al este del Eden. Y también Ridley Scott cuando aceptó la excusa argumental de un cuento de Philip K. Dick para desarrollar sus temas y su estética.

En mi opinión es el único camino. El cine exige cineastas, creadores, recreadores. Estas interpretaciones que se ajustan al original como si fuera la biblia espero que no creen escuela. Yo no pienso aguantar muchas más.
Canal # Cine. Tònia Pallejà. Si algo se le puede pedir a cualquier epopeya fantástica es que entretenga, que se haga creíble y que cunda. Aunque durante sus tres horas no atiende a estos objetivos en la misma medida y su curso narrativo se ve en ocasiones descompensado, "Las Dos Torres" discurre con hondura, entere-za y entusiasmo. Calidad no le falta y respira con saludable talante. Un es-pectacular diseño de producción, fuerza dramática, ritmo dosificado y unas notables interpretaciones dan cuenta de ello. Tal vez me aventuro al decir que en aquellos que quedaron insatisfechos con "La Comunidad del Anillo", se reproducirá el mismo sentimiento de apatía, y que aquellos que disfrutaron con ella, repetirán la expe-riencia. En definitiva, la aventura se reanuda en su descenso hacia un reverso más oscuro y bélico. Y a pesar de sus fla-quezas, se trata de un elegante empeño que reúne acción y emoción, bravura y nobleza, épica y lírica.

Cecilia Kühne. EL ECONOMISTA
Saruman -interpretado por el veterano Christopher Lee- nos da un pánico atroz, Frodo (Elijah Wood) empieza a resentir los efectos del anillo, la damisela elfa (Liv Tyler) está tan bella, etérea y lejana como nunca.

Mención aparte merece la Batalla en el abismo de Helm que transcurre en 45 minutos reales, sin pausas; tiempo que toma dibujar la muerte, desplegar unos recursos alucinantes y hacer hincapié en que estamos mirando una historia como son todas las grandes historias: una lucha entre la luz y la oscuridad, un combate a muerte entre el bien y el mal.

Se preguntará usted: ¿Las dos torres tiene un final feliz?. La respuesta deberá esperar hasta diciembre del 2003, cuando se estrene El retorno del rey. Por lo pronto, se puede decir que el director Peter Jackson ya superó la primera entrega.

Ciudad futura, El criticón.
La película es muy arrítmica, con un compás bastante amodorrado, que necesitaría mayor brío y menos subrayado en los sentimientos y emociones, pecando en ocasiones de sensiblería fácil, de un misticismo cargante y de un lirismo fuera de tono, en especial en el plano romántico, que parece introducido de manera forzosa en la trama.

Lo que resulta impresionante es la espléndida utilización del majestuoso paisaje neozelandés para crear la atmósfera idónea en cada acción y situación. Sin duda, ése es el mejor mérito de este film, nacido injustamente sobrevalorado.

Cinengaños. Luis.
The Two Towers narra casi todos los acontecimientos del libro, aún cuando algunos deban expresarse de manera quizás un poco precipitada como el enamoramiento de Éowyn o la expulsión de Lengua de Serpiente; sin embargo ahí está intacta y tal como la imaginamos la travesía de Sam y Frodo a través de las escarpadas montañas y las miserables ciénegas. Ahí está también la persecución efectuada por Aragorn, Legolas y Gimli, la blanca aparición de Gandalf y el apertrechamiento de los Eorlingas en Cuernavilla y sí, finalmente, también estan los enormes Ents, cuya realización tecnológica es buena pero no tan apabullante como Gollum; quizás sea éste uno de los puntos flojos de la cinta, junto con algunas alteraciones respecto de la obra original.

En estas alteraciones Jackson llega a cambiar el fundamento de algunos personajes, como Faramir, quien de inicio sucumbe, al igual que su hermano, a la tentación del anillo, cuando su carácter en el libro, se diferencia de Boromir por una mayor grandeza de espíritu. Bárbol y los Ents son mejores realizaciones CGI's que personajes desarrollados a profundidad como Tolkien los visualizó; de hecho, su marcha en la cinta es forzada, mientras que en el libro es originada por un deseo sabio de ayudar y sí claro, también de venganza. Casi al final de la película, existe también un ataque a Osgiliath, que no es ni por mucho lo que estamos esperando y seguramente muy diferente de lo que se nos entregará en la siguiente cinta.

A los no familiarizados con el mundo mágico de la Tierra Media, la mitad de la película podrá resultarles un poco larga, pero los fans de Tolkien agradecerán esta longitud. Sin embargo, lo que jamás agradecerán es que la cinta corte antes de terminar el libro y deje para la tercera entrega escenas tan fuertes como la voz de Saruman y el antro de Ella.

Espléndida realización con todo y sus detalles. Excelsa. Una joya visual y un portento de avances en la industria cinematográfica. Los Oscares se les han negado a películas de ficción; los casos más sonados podrían ser Star Wars, E.T. y The Fellowship of the Ring, la pregunta es ¿qué tanto influirán las alteraciones respecto a la esencia de Tolkien para que The Two Towers pueda obtener la estatuilla?

La butaca. Joaquín R. Fernández. (9/10)
La segunda entrega de esta épica trilogía comienza con la aparición de una criatura que tendrá un importan-tísimo papel en la saga: Gollum. Sus formas sinuosas y sibilinas se acer-can con sigilo a Frodo, intentando así apoderarse de su tesoro, del anillo que tiempo ha forjó el propio Sauron. A partir de aquí, el espectador que-da nuevamente hechizado por la épica de tan excelsa prosa, una sucesión de acontecimientos que se van sucediendo sin tregua y con una intensidad que se engrandece por minutos. Aunque el brillante intimismo de la primera entrega queda un tanto diluido a causa de las múltiples lizas y refriegas que se suceden delante de nuestras retinas, per-dura un trasfondo humano que ocupa buena parte del relato: la identificación de Frodo con Gollum, a quien cree poder salvar de su demacrado estado para así tener él mismo la esperanza de no ser consumido totalmente por el pernicioso peso del anillo;

Es difícil, por tanto, describir las emociones que transmite una cinta de tan pretenciosa magnitud. Son tres horas de metraje que transcurren como si en realidad fueran tan só-lo sesenta minutos, una maravillo-sa muestra de cómo entretener al espectador sin necesidad de insul-tar a su inteligencia. Pero es, sobre todo, la confirmación de un género, el fantástico, que en general tanto ha maltratado la crítica especializa-da en estas últimas décadas, siempre ninguneándolo y relegándolo a una posición meramente anecdótica.

En todo caso, continúa sin convencer-me la forma en la que rueda las bata-llas, con esos exagerados movimientos de cámara que impiden que entendamos con claridad lo que está sucediendo.

La butaca. Leandro Marqués.
La película de Jackson logra hacer entender que el cine, como discurso visual, forma parte de un lenguaje que no es el escrito, por más entrelazado que uno esté con el otro. En síntesis, el libro, maravilloso, inmortal, mágico, es una cosa. El film, como muy pocas veces sucede, con sus propios recursos, se transforma en otra, igualmente mágica y maravillosa, probablemen-te también inmortal.

Cada tramo de la película deja brotar una atmósfera de colores y esencias que sin duda atraviesa la pantalla, interpela al espectador y lo incluye en la travesía colosal que llevan a cabo sus protagonistas.

Pese a la vorágine in-terminable de personajes nuevos que se agregan a los conocidos, y de información necesaria para seguir el hilo de la trama, el director organiza muy bien cada secuencia de film y cuenta el relato con orden y elegancia. Siendo además la segunda de la trilogía, "Las dos torres" no deja nada concluido, su esencia es la dinámica, el viaje hacia un lugar todavía no definido, con resultado incierto; su motor, en tanto, son los lazos invisibles entre sus protagonistas, el amor que los une, la fuerza de su amistad, la idea de la esperanza, la idea de la oscuridad destructiva que en todos, y en cualquier momento, puede aparecerse

La butaca. Diego Vázquez.
Peter Jackson ha conseguido visua-lizar buena parte de las complicacio-nes del libro (sobre todo en lo referen-te a la batalla del Abismo de Helm, que merece comentario aparte), pero evidentemente no ha podido pasar por encima de lo disperso y lento de las acciones que aquél contenía, además de quedarse corto de metraje para profundizar en algunos personajes o situaciones.

El pianista

Roman Polanski, 2002
Reparto: Adrien Brody (Wladyslaw Szpilman), Thomas Kretschmann (Capitán Wilm Hosenfeld), Daniel Caltagirone (Majorek), Frank Finlay (El Padre), Maureen Lipman (La Madre), Emilia Fox (Dorota), Ed Stoppard (Henryk), Julia Rayner (Regina), Jessica Kate Meyer (Halina), Ruth Platt (Janina).
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Lo que no sabe hacer Spielberg

Yo no llegué entrar de lleno en la aclamada "Lista de Schindler", y sigo sin ver lo que despertó tanto fervor, salvo por el nazi que interpreta Ralph Fiennes, que no deja de tener morbo. Un alemán tiene una lista de judíos y los salva de los nazis a lo largo de tres horas de metraje, contra viento y marea. ¿Es eso tan heróico? Quiero decir ¿sería menos heróico si el hombre no tiene lista ni conoce a nadie y de repente ayuda a escapar al mismo número de judíos? ¿Por qué es más heróico empeñarse en salvar las vidas consignadas en una lista?

En el "Salvar al soldado Ryan" y en "Enemigo a las puertas", los héroes son judíos y no hay que explicar nada más para que entendamos que los alemanes son malvados. Pero esa también es una forma de racismo. Un alemán es perverso porque otro decidió el holocausto.

Hay muchas cosas con respecto al tema judío que no me gustan. Y no me gusta oír a Spielberg hablar de ello manipulando al espectador. Con respecto al sufrimiento judío, y al horror, creo que siempre recordaré "El Pianista".

Polanski recrea durante tres horas de dolor el proceso de degradación de un ser humano marcado por la estrella de cinco puntas. Al principio de la película conocemos a Szpilman, un músico judío que toca para la radio de Varsovia mientras los alemanes bombardean la ciudad. Un rumor, o una noticia en la radio les va informando del nuevo reglamento antisemita al que tienen que someterse. Los judíos no pueden tener más de dos mil zloti en sus casas, y ellos tienen cinco mil. Luego tienen que ponerse en el brazo una estrella de David, a lo cual se niega su hermana. Luego son recluidos en un gheto amurallado. Y en cada momento en el que creemos que este hombre ha llegado a lo más bajo descubrimos que aún puede suceder algo peor.

En contra de lo que dictan los cánones, que a una escena de sufrimiento debe suceder otra de alegría, el ritmo no deja un descanso al espectador.

Aunque el deambular de Szpilman se parece al del engendro de Inteligencia artificial, hay una diferencia fundamental. Por mucho cariño que cojamos al niño celestial, él no esta vivo, no es más que un juego para manipular al espectador, mientras que Szpilman representa a seis millones de seres humanos. Un espectador no es tan masoquista como se dice, y sólo se somete a una mesa de torturas de este tipo si sabe que el narrador esta jugando limpio.

El plano subjetivo con que está narrada la historia es otro ejemplo de franqueza. Los alemanes y sus leyes discriminatorias debieron toparse con la resistencia de todos los judíos. Los alemanes respondieron con la muerte y el abuso. Szpilman no explica los hechos, sólo los vive. En la fila en la que vuelve del trabajo ocho personas son obligadas a adelantarse y un oficial alemán les descerraja, uno por uno un tiro en la nuca. No sabemos por qué. La sensación no puede ser más aterradora, la narración no puede ser más eficaz.

Muchos directores hubieran sucumbido a la tentación de largarnos un discurso. A casi todos hay que aguantarles el racismo antialemán. Polanski se ciñe a los hechos, y los resultados van mucho más lejos.

El barco fantasma

Steve Beck, 2002
Reparto: Julianna Margulies (Maureen Epps), Ron Eldard (Dodge), Isaiah Washington (Greer), Desmond Harrington (Jack Ferriman), Gabriel Byrne (Capitán Sean Murphy), Alex Dimitriades (Santos), Karl Urban (Munder), Emily Browning (Katie), Francesca Rettondini (Francesca).
Guión: Mark Hanlon y John Pogue; basado en un argumento de Mark Hanlon.
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La pereza de inventar una historia

A veces uno se encuentra con un producto hecho con tanta desgana y pereza que encuentra pocas razones para gastar un esfuerzo en comentarlo que los creadores no pusieron al realizarlo.

A una película de misterio y de terror como es esta, se le puede perdonar que tenga algunos momentos flojos en el desarrollo, pero no se le puede perdonar que lo inútil y lo más ridículo de todo sea la solución del enigma y la explicación de los sustos. Eso es no saber hacer las cosas.

Las películas de misterio se ruedan, se realizan con su consiguiente gasto de actores y decorados, y se hace aguantar al espectador durante dos horas porque el espectador sabe que después de lo mal que lo ha pasado viene una explicación que le compensa por el atropello que han sufrido sus nervios, sea por lo inteligente, sea por lo inesperada, sea por lo feliz.

Sin embargo los creadores de este episodio se pusieron a trabajar sin saber si iban a hacer una de traidores o una de fantasmas. Debieron pensar que algo se les ocurriría al final. Llegó el dia de acabarla y todavía no se les había ocurrido nada, así que nos largaron esto.

Un grupo de rescatadores de barcos hundidos recibe un soplo de un fotografo que ha encontrado un barco a la deriva. La única condición de este hombre es acompañarles. Una vez dentro del trasatlántico, desaparecido en 1962, los rescatadores descubren fenómenos extraños, y también un tesoro. Su barco de salvamento estalla y encerrados en un viejo cascarón a la deriva tienen dos opciones, abandonarlo en una balsa, avisar a los guardacostas, o bien repararlo antes de que encalle en un arrecife.

Si el planteamiento le gusta invéntese usted un final. Le gustará más que el de la película.
Hayao Miyazaki, 2001.
"Spirited away"
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La libertad y el ingenio

Al revés que Disney, Miyazaki no compone un relato con unas reglas estrictas que el mismo ha planteado en las primeras escenas, lo cual le da libertad para crear y moverse dentro de un mundo de fantasía sin ningún corsé. Pero al elegir semejante marco, Miyazaki renuncia igualmente a las mejores posibilidades de Disney: no puede sorprendernos porque el espectador desarmado no sabe que tiene que esperar en la siguiente escena. Tampoco consigue enganchar al espectador (no sé si el japonés por su cultura estará más dispuesto a entrar en el juego) porque este no sabe con quien identificarse, ni que móvil de la protagonista es importante.

La niña tiene dos afanes, uno es salvar a sus padres que han sido convertidos en cerdos por un hechizo. El segundo es liberar a su amigo Hoku que ha cometido otra transgresión y puede pagarla con su vida.

¿Qué interés tiene pues la película? Una vez advertidos de que no es entretenida en el sentido tradicional, tampoco deja de ofrecer otras prendas. En primer lugar funciona igual que un sueño porque todo lo que uno ve tiene gran fuerza emocional pero está completamente fuera de contexto. La niña tiene la obsesión de trabajar, y de conseguir un contrato, el bebé quiere jugar a toda costa y chantajea, el amigo que la ayuda frente a todos los sufrimientos, la babosa que huele apestosa, los premios, todas emociones intensas pero que no contagian nada al espectador porque están saturadas de irrealidad, y porque en el juego de engaños y transformaciones nadie sabe lo que es importante y lo que es hechizo.

Otro aspecto que ha hecho que se tome en serio la película es el cuidado casi maniático con que se ha cuidado cada escenario y cada detalle de la nimación. Si no le entretiene la trama (cosa probable) le aconsejo que pasee la mirada por cada objeto perdido de la pantalla (peldaños, cajones, quitamiedos, manchas en la carretera, texturas...) no tiene desperdicio.

Muere otro día

Lee Tamahori, 2002
Reparto: Pierce Brosnan (James Bond), Halle Berry (Jinx), Rosamund Pike (Miranda Frost), Rick Yune (Zao), Will Yun Lee (Coronel Moon), Michael Madsen (Damian Falco), Judi Dench (M), John Cleese (Q), Samantha Bond (Miss Moneypenny), Colin Salmon (Charles Robinson), Toby Stephens (Gustav Graves).
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¿Quiénes son los que sueñan con ser 007?

Usted puede disfrutar o no con una película de James Bond, pero lo que no puede quejarse de que no sabe lo que va a ver.

¿Qué es lo que va usted a ver cuando elige un título de 007? Pues en primer lugar un malo requetemalo que quiere hacernos daño a nosotros los espectadores y a todo el planeta por su ambición, eso no se lo enseña cualquiera. En segundo lugar un viaje de ensueño que ya quisieramos hacer usted y yo. En esta entrega usted va a visitar la zona desmilitarizada del paralelo 48 de Korea, Cuba, Un club esnob de Londres, y un glaciar en Finlandia. En tercer lugar un monton de trampas que el malo tiende a James bond para matarlo pero de las que él escapará, aunque usted y yo estábamos seguros de que Bond iba a morirse esta vez y no lograría escapar. También es parte de la entrega que Bond se pelee con varios esbirros a los que usted y yo habíamos cogido manía, que tenga varias carreras de coches para lograr algo (el coche sigue siendo un fetiche aunque se puede sustituir por otros medios de transporte) y que se acueste con la guapa de la película, a ser posible al final. El final tiene que ser obligatoriamente apoteósico porque tiene que superar los suspenses anteriores. Preferiblemente en un lugar monstruoso que será felizmente destruido para siempre. La lucha final entre el malo y Bond (no pienso revelar quien gana esta vez) decide quien de los dos vivirá, y también decide si la humanidad se salva o se convierte en esclava del malo.

Los malos en James Bond sirven para conocer el mapa geoestratégico del planeta el año que se rodó el episodio de la saga. Por ejemplo, si usted ve una película de la primera etapa, los malos son los rusos. Si es posterior, el malo no está muy claro si es comunista o no. Hoy en día, con el el mapa otra vez en orden y un mundo en el que todos sabemos que Corea es mala porque fabrica armas nucleares (no como los rusos, franceses, chinos, indios, etc.) el malo es coreano.

El mayor atractivo de los malos es su falta de cabeza cuando quieren matar a Bond. En vez de un tiro en la sien proyectan un rayo laser desde el espacio que va a desgajar el precipicio del que pende su automóvil. En vez de matar a la chica dejan un dispositivo que inundará su habitación en cinco mitutos de los cuales le sobra 2,2 centésimas a James Bond para salvarla. Hacer un guión de 007 consiste en inventar dispositivos, trucos, cañones, amenazas y gadgets cuyo tiempo de destrucción no deje a nuestro amigo más de medio segundo para escapar o vencer.

La única novedad esta vez es que James Bond se toma la misión como algo personal.

El planeta del tesoro

Ron Clements y John Musker, 2002
Guión: Ron Clements, John Musker y Rob Edwards; basado en la novela 'La isla del tesoro' de Robert Louis Stevenson
Producción: Roy Conli, John Musker y Ron Clements.
Música: James Newton Howard.
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La adaptación

Como era de esperar, Disney ha hecho una buena interpretación de un libro clásico. Los guionistas han buceado en el entramado humano de la novela de Stevenson y han encontrado todo aquello que merece un acento, y todo lo que puede tener valor para un espectador de hoy. Lo vienen haciendo con los cuentos que eligen desde que empezaron con la Sirenita. Y lo hacen bien. De esta última etapa de películas perfectamente digeribles por un público adulto, la mejor siempre me ha parecido La Bella y la Bestia, porque los estereotipos funcionan a la perfección y porque su enfrentamiento enriquece a todos los personajes, salvo al patán machista de Gastón que no hay manera de salvarlo.

En La isla del tesoro, los creadores se fijaron en dos temas que desarrollan mucho más que la novela original, por un lado la amistad entre el muchacho Jim Hawkins, que busca un padre, y Long John Silver que gracias a Disney tiene que demostrar donde tiene su corazón. Y en segundo lugar se centra en el joven y su afán por ser alguien en la vida.

No son los temas de Stevenson, y por eso, en función de los temas, las aventuras cambian su curso, lo cual es de agradecer para los que hemos visto muchas veces la versión clásica de Victor Flemming o la de los setenta con Orson Welles haciendo de Silver.

Iguales a un buen Shakespeare, la casa Disney (a la que yo no hago competir con los dreamworks ni con ningún otro porque el cine de animación no me parece una carrera de relevos) se ha hecho inigualable en la creación de secundarios, que generalmente son animalillos y adultos tontorrones. Morph es un bicho que se transforma en otros objetos y que expresa con sus formas los sentimientos de los personajes, la viva imagen de abú, el monito de Aladdin. El doctor Doppler es un adulto inofensivo, como el Sultan de Aladdin, o como el padre de Belle.

Hay otra traducción en la película que a mi me convence mucho menos, o simplemente nada. Se trata de la ambientación. Como puede verse por las imágenes, los barcos del siglo dieciocho, los piratas y los tesoros son ahora naves espaciales. Pero es una traducción a medias, porque a los dibujantes no les convencía el mundo galáctico de Lucas y los videojuegos, y plantan velas, pasarelas, esquifes, y cuerdas. Y Jim tiene que limpiar la cubierta. De cascos espaciales ni hablar. Así que puestos a traducir los barcos por naves con tanta desgana, mejor dejar los barcos.

Harry Potter y la cámara secreta

Chris Columbus, 2002
Reparto: Daniel Radcliffe (Harry James Potter), Emma Watson (Hermione Granger), Rupert Grint (Ron Weasley), Richard Harris (Albus Dumbledore), Maggie Smith (Profesora McGonagall), Kenneth Branagh (Gilderoy Lockhart), Robbie Coltrane (Hagrid), Alan Rickman (Profesor Severus Snape), Warwick Davis (Profesor Filius Flitwick), Sean Biggerstaff (Oliver Wood), Miriam Margolyes (Profesora Sprout).
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La perspectiva infantil

Todos los cuentos infantiles que yo conozco están escritos por adultos. De algunos de ellos, como Frankenstein o Gulliver no deja de sorprenderme el hecho de que hayan ido a parar a las estanterías intantiles. De todos puedo decir una cosa, no están escritos para los niños. Los adultos, cuando escriben para niños suelen inventar lo que creen que es un niño. Generalmente un alma cándida, pastelera y fácil de manipular. Los niños de todas las historias no son más que hombres sin hacer, y si son protagonistas es peor porque son el instrumento con el que los aburridos mayores queremos camelarnoslos para hacer de ellos lo que nos conviene: estudiosos, repipis, hombres de bien etc. etc.

Pero Harry Potter no. Harry Potter no es un niño creado por un adulto. Yo creo que si se pregunta a un niño que tipo de historia le gustaría vivir, diría una del brujo. En Harry Potter los profesores no son un modelo, son simpáticos, o gruñones, y siempre hay que salvarlos porque se meten en líos. Un niño escribiría una historia así si supiera hacerlo.

Rowling ha aprendido que más importante que decir algo verosimil es mantener un buen raccord de las mentiras. Así que lo que inventa en una escena lo utiliza en la otra y no se le pierde ningun personajillo. La historia está hilvanada, lo cual, unido a una buena puesta en escena le da un punto a la película. Por otro lado lo inútil de tanta creación (como inventar un deporte cuando tenemos tantos) le quita dos. No me resulta nada emocionante volver a ver al niño mago.

Me gustó el personaje del elfo doméstico que se pega de golpes contra las paredes cada vez que cree que ha metido la pata. Aparece al principio, en medio y al final, y compone una historia estupenda.
Canal Cine. Poe
En definitiva, Harry Potter y la cámara secreta garantiza 160 minutos de pleno disfrute a lo largo de los que rinde como una excelente diversión sin cosechar apenas reproches. Espero con ganas su próxima continuación. Me pregunto, sin embargo, si los niños de menor edad llegarán a captarla en todo su significado, si esta evolución hacia rincones más lúgubres y sanguinolentos no les dejará un tanto al margen, o incluso si llegarán a tener pesadillas por la noche.

Miradas. José Luis Hurtado (4,5/5)
Si en la primera entrega de la saga, esta acumulación de cromos, ya resultaba un tanto molesta, en esta segunda, se agrava la carencia de estructura narrativa propia, primero por la complejidad del segundo libro escrito por J.K.Rowling para su personaje y segundo por su longitud (me pregunto que pasará cuando haya que adaptar los siguientes, que doblan y triplican el número de páginas). En todo caso, para un neófito en el mundo Potter, el metraje puede resultar un hándicap en contra y no sin razón, a la hora de valorar el film.
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