Horse opera fuelled by oats
– The western genre got its start in paperback fiction in the mid-19th century
– The first western was The Great Train Robbery, made in 1903 by Edwin S. Porter
– In 1942 Hollywood churned out 120 westerns
– Only three westerns have won the Academy Award for Best Picture: Cimarron (1931), Dances With Wolves (1990), Unforgiven (1992)
– In the US they are also called “horse operas” or “oaters” after the oats eaten by protagonists’ horses
– In the 1950s and 1960s television westerns such as The Lone Ranger were hits. The modern equivalent is Deadwood, starring Ian McShane
– During the 1960s and 1970s “spaghetti westerns" emerged, low-budget affairs with more action and violence than Hollywood films
Muchos westerns están a punto de ser estrenados en los próximos meses, "Seraphim Falls" con Liam Neeson y Pierce Brosnan, "3.10 to Yuma" con Russell Crowe y Christian Bale, "El asesinato de Jesse James" con Brad Pitt, "No country for old men" de los Coen, "Boone's Lick" con Tom Hanks y Julianne Moore.

Peter Rainer dice que el western refleja la intranquilidad del americano con respecto al mundo. El americano se refugia en las figuras sencillas de su pasado nacional para afrontar la complejidad del presente, global.
From The Times, Monday
Western revival looks back to simpler life
Ben Hoyle, Arts Reporter
Like Robert Redford and Paul Newman’s cornered outlaws at the end of Butch Cassidy and the Sundance Kid,it looked as if the western had run out of second chances.

Despite the successes of Clint Eastwood’s Unforgiven and Kevin Costner’s Dances with Wolves, the genre that defined American cinema for much of the 20th century has long seemed ready for Boot Hill. Now a posse of major westerns packed with Alist stars is galloping over the horizon towards British cinemas.

First to arrive is Seraphim Falls. Opening on August 24, it stars Liam Neeson in grim, near-silent pursuit of Pierce Brosnan across spectacularly inhospitable landscapes. A month later Russell Crowe and Christian Bale saddle up for the remake of the 1957 classic 3.10 to Yuma, directed by James Mangold, who made the Johnny Cash biopic Walk the Line.

Brad Pitt’s long-delayed portrayal of Jesse James as a smiling psychopath in The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford is showing in competition at next month’s Venice Film Festival, where Quentin Tarantino will also be curating a retrospective of obscure spaghetti westerns.

No Country for Old Men, the Coen brothers’ adaptation of Cormac McCarthy’s violent modern Wild West tale, arrives in February, by which time Tom Hanks is expected to be deep into filming Boone’s Lick, in which his character escorts Julianne Moore’s mother-of-four on an epic frontier trek from Missouri to the fort in Wyoming where she expects to find her estranged husband.

Peter Rainer, a former president of the National Society of Film Critics, believes that the return of the cowboy movie reflects American unease about the world. “Whenever the genre gets revived it generally means that there’s some need in the culture to get back to basics. It’s either used as a code for what’s going on in America and the world or as a shield against it.” Thus High Noon (1952) has been read as a homage to those who stood up to McCarthyism and the House UnAmerican Affairs Committee. Carl Foreman, who wrote the screenplay, was among those blacklisted for alleged communist sympathies.

Later, films such as Soldier Blue and Little Big Man (both 1970) were thinly disguised attacks on America’s role in the Vietnam War. Tell Them Willie Boy Is Here (1969), which starred Redford as a sheriff hunting an American Indian man, carried an antiracism message during the civil rights struggle, Mr Rainer said.

“This time the westerns are more something to retreat behind. They are an escape hatch to take us back to a time when the conflicts were home-grown, the killers were bank robbers not terrorists, and everything was easier for us in America to grasp.”

Although the westerns in the pipe-line are gritty and occasionally disquieting to watch, the familiar imagery of the cowboy film is comforting to audiences, said Mr Rainer, of The Christian Science Monitor. “The western is the quintessentially American cinematic form. It’s as American as jazz or the musical.”

Its popularity tailed off during the 1970s, undermined by the more contemporary appeal of cop thrillers such as The French Connection. In 1980, the box-office disaster of Heaven’s Gate, Michael Cimino’s tale of 1890s Wyoming, dragged not only the studio (United Artists) but also the western to the brink of extinction.

Although Dances with Wolves and Unforgiven both won an Oscar for Best Film in the 1990s, they failed to spark a revival. Part of the problem, Mr Rainer said, was that studio bosses were reluctant to back westerns unless they had something demonstrably new to say, such as Brokeback Mountain, which focused on a love affair between two cowboys. Now, 100 years after the birth of John Wayne, the western’s most enduring star, the requirements may be changing.

Michael Gubbins, editor of Screen International, said: “Right now, the search is on for films that resonate on a global level, which is why there are so many remakes, sequels and book adaptations being made. The number of images which work in Japan, the UK and Europe as well as the US is quite small, but the western is still a genre that is understood in virtually every country because of its history.”

Next



La credulidad


Lee Tamahori, 2007
Reparto: Nicolas Cage (Cris Johnson), Julianne Moore (Callie Ferris), Jessica Biel (Liz), Thomas Kretschmann (Sr. Smith), Tory Kittles (Cavanaugh), Peter Falk (Irv).
Guión: Gary Goldman, Jonathan Hensleigh y Paul Bernbaum; sobre un argumento de Gary Goldman basado en el relato "The golden man" de Philip K. Dick.
* *
Spielberg decía que rodaba el cine que le gustaría ver como espectador, Tamahori, probablemente, podría decir lo mismo. Lo que los diferencia es, tan sólo, que Tamahori es peor espectador.

Nicholas Cage tiene un superpoder que le permite saber lo que le va a ocurrir con dos minutos de antelación. Usa la tapadera de mago barato de salón, y de vez en cuando da un golpe en un casino de Las Vegas. La policía lo busca para que les ayude a prevenir una catástrofe. Él busca a una chica que apareció en una de sus premoniciones. Su punto débil es su humanidad; no es capaz de seguir indiferente cuando sabe lo que le va a pasar a otra persona.

El tema de la anticipación da que pensar. Uno se plantea si la masacre del 11-M o la del 11-S se podrían haber evitado con esa ventaja de dos minutos. Tal vez algún accidente de tráfico... Pero no somos testigos de muchos accidentes de tráfico en la vida. Cage quiere conocer a la chica, se acerca y ella le da largas. Así que prueba a empezar con otra conversación. Descubrimos que la escena no era real; era anticipada, así que puede arreglarlo. Una vida con anticipaciones se parece a una vida virtual, o a Windows: todos los fallos se pueden reparar. No existen las meteduras de pata, ni los deslices, ni los accidentes, ni la casualidad. Casi desaparece por completo lo que uno consideraba cine.

La policía busca a Cage, lo cual es lógico, los delincuentes también lo buscan, y eso raya en el abuso. Tamahori ya tenía bastante de nuestra credulidad con la historia de los dos minutos. No es de caballeros pedirnos más para que creamos lo de los delincuentes y además lo de que, si se trata de la chica, el mago anticipa con tanta antelación. Tampoco hacían falta premoniciones para demostrar que le gustaba la chica. Ya tenían a Jessica Biel.

Odette, una comedia sobre la felicidad



¿Sobre la felici-qué?


Eric-Emmanuel Schmitt, 2007
Reparto: Catherine Frot (Odette Toulemonde), Albert Dupontel (Balthazar Balsan), Jacques Weber (Olaf Pims), Fabrice Murgia (Rudy), Nina Drecq (Sue Helen), Camille Japy (Nadine), Alain Doutey (editor), Julien Frison (François), Laurence D'Amelio (Isabelle), Aïssatou Diop (Florence).
* * *
El realismo es una carga que a veces se hace insoportable. "Nuestros amigos los lógicos" como los llamaba Hitchcock en la entrevista de Truffaut, se agarran a cualquier irrelevancia para demostrar que el director se equivoca. Tengo un amigo que contaba los indios de las películas del oeste para demostrar que habían matado más de los que faltaban. Por eso, los directores que quieren quitarse de encima el ruido de avispas de "nuestros amigos los lógicos" les dan barbaridades completamente increíbles y los tienen callados toda la película. Odette levita.

Un escritor famoso en horas bajas recibe una carta de una admiradora que le devuelve la fé en la vida. Va a visitarla y se queda a vivir con ella unos días. El escritor vive la vida que han elegido otros, el éxito, el dinero, la mujer de plástico. La crítica dice de él que escribe para peluqueras y empleadas de grandes almacenes que tienen en su dormitorio posters con una puesta de sol. Odette es el paradigma de la empleada de unos almacenes con uno de esos posters.

En una sociedad en la que los famosos conocen a una ínfima parte de los que les conocen a ellos, la paradoja está en que es la estrella quien necesita que le arrope su admiradora, y no al revés. La protagonista es ella, aunque al principio no quede muy claro. ¿Qué puede ofrecer una viuda que colecciona muñecas a un escritor famoso? O bien ¿En que consiste esa felicidad del título? Tiene mano con sus hijos, es feliz con su hijo gay que trae muchos novios a casa, pero no con el aprovechado que ha elegido su hija. Adorna las pequeñas cosas de la vida con números de cabaret. Baila bonitas coreografías mientras hace las tareas de la casa. ¿Es eso suficiente? Posiblemente no, pero se agradece el intento. La han comparado con “Amelie” por su ternura, pero yo la compararía con nuestra Cándida por su ingenuidad militante. El resultado le debe mucho a Catherine Frot, no sólo porque lo haga bien, sino porque, a sus 50 años, está para comérsela.

Transformers

La emoción


Michael Bay, 2007
Reparto: Shia LaBeouf (Sam Witwicky), Tyrese Gibson (sargento Epps), Josh Duhamel (capitán Lennox), Anthony Anderson (Glen Whitmann), Rachael Taylor (Maggie Madsen), Megan Fox (Mikaela Banes), John Turturro (agente Simmons), Jon Voight (John Keller), Kevin Dunn (Ron Witwicky), Michael O'Neill (Tom Banacheck), Julie White (Judy Witwicky).
Guión: Roberto Orci y Alex Kurtzman; a partir de una historia de Roberto Orci, Alex Kurtzman y John Rogers; basada en los muñecos Transformers de Hasbro.
* * *
Se ha puesto de moda hablar de cine de palomitas, hecho para gente que desconecta el cerebro al entrar en la sala y cine gafapasta, para gente que quiere presumir. Ejemplo de lo segundo sería la incompleta "La vida de los otros"; como ejemplo de lo primero nos vale esta película de Michael Bay. Yo tengo que decir sobre esta dicotomía que no me interesa. No me dice absolutamente nada de la película, sólo me habla de como se sienten los espectadores con respecto a sus propios gustos.

Lo que sí puedo afirmar es que no leo a los críticos que dicen "cine palomitero". No son cinéfilos, son esnobs cinematográficos. No les gusta el cine, les mola el caché que da elogiar a los grandes nombres y ponérselos en la solapa como una medalla: "Yo entiendo a Dreyer", "Yo veo pelis de Buñuel", dicen. Por si acaso alguien no ha leido nada de lo que he escrito, o bien no conoce aún mis filias, me dan asco los esnobs. (Por cierto, me gusta Dreyer, pero no tanto como los hermanos Farelli, por poner un ejemplo).

Hecha esta puntualización sociológica, si me lo permiten, voy a hablar de cine.

El problema que deberían plantearse productores como Spielberg y Michael Bay cargados de millones y de efectos especiales es ¿hasta qué punto este despilfarro le afecta a un espectador? Hay una escena en la que toda la ciudad es escenario de una batalla colosal de los simpáticos Autobots contra los malvados Decepticons. Si quieren oír una opinión objetiva, la batalla es indiferente. Todos esos miles de millones en CGI despiertan menos interés que una conversación entre un padre y un hijo que quiere salir del armario.

Por más que pretendan anonadarnos con sus superproducciones, sólo hay un camino que conduce al éxito, y ese camino es el de los sentimientos, que no se pueden comprar con efectos, tracas finales, o deslumbrantes artilugios de metal.

Al principio nos atrapa el personaje de Shia LaBeouf, que es un nombre tan común en su tierra como aquí Jose, o Paco. Allí tú gritas “¡Shia LaBeouf!” y se vuelven veinte. El jovencito va al instituto y no sobresale. Está colado por la guapa de la clase, cosa fácil de entender después de ver la actriz que han contratado para interpretarla, pero ella no sabe que él existe, ni siquiera después de comprarse un coche de segunda mano, algo descascarillado, con el que él cree que va a romper, por fin, su celibato.

Mientras el adolescente planea la manera de acercarse al bombonazo, los robots malvados, o Decepticons, planean como apoderarse de la Tierra. La cuestión es: ¡lo segundo carece de interés! Aceptamos el rollo de los robots y los salva humanidades porque sabemos que eso le sube la moral al muchacho, y le da una excusa para el beso, pero nada más. Es la historia de androides la que debe estar al servicio de la pareja, no al revés. Bay se olvida de cosas básicas.



“Transformers” funciona la primera mitad. Funciona cuando nadie sabe que existen. El Pentágono sabe que han abatido una de sus bases militares en el desierto, pero no sabe quien (emoción). El muchacho sabe que su coche tiene algo raro, pero no sabe qué (emoción). Los padres saben que algo pasa en el jardín, pero no ven a los cuatro autobots (más altos que la casa) escondidos (desparrame) detrás del porche.

La emoción de los robots no consiste en la cantidad de cosas que saben hacer o disparar en la batalla final de la película. Consiste en la cara que va a poner cada personaje cuando los descubra. Una vez descubiertos, lo unico que aún mantiene cierto interés son las curvas de la chica.
Dolor épico


"Reign over me"
Mike Binder, 2007
Reparto: Adam Sandler (Charlie Fineman), Don Cheadle (Alan Johnson), Jada Pinkett Smith (Janeane Johnson), Liv Tyler (Angela), Saffron Burrows (Donna Remar), Donald Sutherland (juez Raines), Robert Klein (Jonathan Timpleman), Melinda Dillon (Ginger), Mike Binder (Bryan), Jonathan Banks (Stelter), Paula Newsome (Melanie).
Producción: Jack Binder y Michael Rotenberg.
* *
El personaje de Adam Sandler perdió a su mujer y a sus tres hijas en uno de los aviones del 11 de septiembre. La cuestión es: ¿nos importaría tanto si las hubiera perdido en un accidente de tráfico, o en un tren del 11M? Lamento el cinismo, pero la respuesta es no.

Hay dolores y dolores. Y el doctor Fineman sufre el dolor de todos los dolores, sufre la herida abierta de una nación en duelo, sufre un dolor de proporciones épicas, el dolor de una nación que se acostó pensando que era la más grande del mundo y se despertó sabiendo que era vulnerable.

El argumento está articulado en un esquema narrativo parecido al que eligió Wenders en “París, Texas”. El protagonista se autodestruye en una ceremonia interminable hasta que al final puede hablar y recomponer con un discurso los jirones de su vida que ha ido mostrando delante de la pantalla.

Por eso a Fineman se le consiente todo. Por eso nadie le deja solo. La casera, el amigo, el administrador de la inmensa fortuna que cobró como víctima del 11-S, la terapeuta. todos aguantan sus extravagancias y lo persiguen para que... ¿Para qué? ¿Para que relate delante de la cámara el sufrimiento que fue para él la pérdida de su familia como si se tratara de un show televisivo?

La megafonía de una confesión no resulta suficiente para un dolor de proporciones tan desmedidas. Es necesario llegar más lejos. Es necesario que la policía lo detenga y se celebre un juicio contra él y se ponga entredicho su salud mental. Es necesario que los padres de la esposa lo ataquen y Fineman se convierta en una víctima de su dolor silencioso (¿silencioso?). Es necesaria para el público la catarsis colectiva, el baño de lágrimas con que tanto desea inundar a su desconsolada víctima.

Pero el tema que realmente debería plantear es el de la cotización del dolor ¿a cuanto está una hija muerta en un avión del once de septiembre? ¿a cuanto está el hermano muerto en la guerra del golfo? ¿cuánto vale un bombero atrapado en las torres gemelas? ¿y una víctima del Katrina?

Actor y director ya trabajaron juntos en “Ejecutivo agresivo”. Allí funcionó la lección de descargar la ira que llevamos dentro, la lección de no guardarse nada. Pero ya nos la aprendimos bien. No hacía falta un repaso para enseñársela, también, al dentista sano que interpreta Cheadle.
Jordi Costa (EL PAÍS): Hay ocasiones en las que responder a una mala (o discutible) película con una crítica negativa puede dejar cosas relevantes en una injusta zona de sombra: por ejemplo, el hecho de que dicha película sea sintomática, un producto de su tiempo capaz de sintetizar con mayor transparencia (e ingenuidad) que otros discursos contemporáneos las ansiedades y las heridas morales de una generación. Es el caso de En un lugar de la memoria, trabajo pionero a la hora de otorgar legitimidad dramática al gran trauma colectivo de la generación de la inmadurez: el 11-S y sus daños colaterales en el alma de los supervivientes. La película de Mike Binder -direc-tor, actor y guionista de carrera entre errática y discreta- cumple, a su extraña y a ratos irritante manera, la función que cumplió El regreso (1978), de Hal Ashby, para la generación del Vietnam: levantar acta de la instalación de un malestar de puertas adentro que, probablemente, ha venido para quedarse.
top