Transporter 3



Americanadas

Olivier Megaton, 2008
Reparto: Jason Statham (Frank Martin), François Berléand (Tarconi), Natalya Rudakova (Valentina), Robert Knepper (Johnson), Jeroen Krabbe (Leonid Vasilev), David Atrakchi (Malcolm Manville), Yann Sundberg (Flag), Eriq Ebouaney (Ice).
Guión: Luc Besson.
* *

El único afán del cine francés, decía Borges en la revista Sur, es no parecerse al americano, riesgo que, por cierto, no corre. Pero decía eso porque no había visto las películas de Kassowitz ni las de Luc Besson.

El argentino también decía que la naturaleza de la novela es psicológica, mientras que el cuento se acaba en la anécdota. En cine valen los dos. Hitchcock, por ejemplo pensaba seriamente que con el psicoanálisis nuestros problemas se resuelven igual que el acertijo semanal de la sección infantil de un dominical.

Megaton tiene el mismo desprecio que el británico por la psicología. O por lo menos, por la psicología de la chica. Aunque indefensa y desesperada se niega a abrir la boca. En la escena del desvío, Stathan se pelea a pecho descubierto con siete matones y los va atando con sus prendas de vestir. Ella espía desde el parabrisas su cuerpo torneado. Luego se emborracha y coquetea con él, quiere verlo de nuevo desnudo, lo cual es justo lo que todos esperamos de una persona que está a punto de morir.

¿La tensión despierta el deseo o es el deseo el que necesita esas tensiones? La pulsera les impide separarse. ¿esa pulsera es una excusa para que sigan soportándose o están tan unidos que necesitan pulseras explosivas para disimular su pasión?

Quizá es verdad que los franceses están a salvo de parecerse a Hollywood. Allá sentirían vergüenza ajena de esconder un anuncio de colonia detrás de una de sus sacrosantas escenas de coches.
Álex Montoya. Fotogramas **: Puro producto de la factoría Luc Besson, combina los tics de aquella acción ochentera de videoclub con el verismo a la europea puesto de moda por la saga Bourne

RT: 36% $31m | IMDB

Revolutionary Road



Realizarse

"Revolutionary road"
Sam Mendes
Reparto: Leonardo DiCaprio (Frank Wheeler), Kate Winslet (April Wheeler), Michael Shannon (John Givings), Kathryn Hahn (Milly Campbell), David Harbour (Shep Campbell), Kathy Bates (Helen Givings), Zoe Kazan (Maureen Grube), Dylan Baker (Jack Ordway), Richard Easton (Howard), Jay O. Sanders (Bart Pollock).
Guión: Justin Haythe, basado en una novela de Richard Yates, de 1962
* * *

La esposa, Winslet, quiere ir a vivir a Paris, quiere que el marido deje su puesto de comercial en una empresa donde no es nadie y que los dos se realicen. Paris significa vivir, quedarse significa ser como los demás. El marido, DiCaprio, anuncia a todo el mundo que quiere irse. Pero le ofrecen un ascenso, y él sigue queriendo irse, sí, pero no estamos seguros.

La película comienza con otro de sus sueños. Ella quiere ser actriz, pero su primera obra de teatro es un fracaso. Cuando vuelven a casa discuten duramente. Parecen echarse culpas, pero el fondo no es ese: el fondo es que él está contento de que ella fracase.

La novela está contada desde él, la película también. Él cree que su infidelidad es importante, pero no importa un comino. Su verdadera crueldad no está en que se tome un respiro. Su crueldad consiste en enterrar los sueños de otra persona sin que ella se de cuenta. El dice que sí, pero conspira; él es el enemigo en casa, el beso traidor, el sexo y los hijos como jaula.

La otra jaula es la cordura. El marido amordaza cuando habla de locura. Por eso el verdadero loco lo saca de quicio. El hijo de los vecinos acaba de salir de un manicomio. Es libre como los bufones de la corte para decir lo que ve. Si no hablara quizá no sabriamos muchas cosas. Sólo él entiende los sueños de la esposa. Y quizá algún espectador.

La sutileza de Yates no llega con fuerza que conoce el cine. Hubiera sido mejor transformarla en una metáfora. Una invasión de alienígenas que tienen abducido al marido y quieren convertirla a ella, hubiera sido un vehículo más expresivo para hacernos sentir el calvario de la esposa.
Carlos Boyero. El País: Pero en Revolutionary road, a diferencia de American beauty, no hay sátira, no hay esperpento sobre las miserias en ebullición, no hay motivos para la risa sarcástica observando y escuchando la repentina y volcánica transgresión de los que habían construido su vida intentando estar de acuerdo con ella y ateniéndose a las reglas sociales. Aquí sólo hay tragedia de primera clase.
Mirito Torreiro. Fotogramas ***: esa predisposición suya a dejarse llevar por la letra impresa para estructurar sus películas. Sobre todo, porque hay en ellas un engañoso gusto por pulir todas las aristas de la puesta en escena, hasta convertir a sus criaturas en relumbrantes artefactos con mucho diálogo y con temáticas fuertes, como el fracaso, que en realidad solo gustan, me temo, a públicos despistados.
Francisco Marinero. Metropoli **: La mujer (Kate Winslet), de ambiciones vitales y artísticas frustradas, exige al marido (Leonardo DiCaprio) que desempeñe el papel de creador o aventurero, sin que él haya demostrado talento ni voluntad de serlo sino más bien lo contrario, y al precio de sacar adelante ella sola a toda la familia.
El problema de este largometraje, aparte de lo reiterativo de la narración, parece ser la intención de hacer de esta ama de casa una heroína trágica pero disimulando que sus exigencias tienen un componente perturbado: hay poca emoción y las pretensiones de crítica social se estancan en lugar y espacio lejanos.
Ivan Thais. Moleskine literario: Yates, realmente, odiaba a los psiquiatras (loqueros los llama) y a los manicomios; quería vivir establecido en aquella locura lúcida que le permitía escribir. Yates es Givings, eso es obvio.

New York Times Book Review: Richard Ford reviews Revolutionary Road (April 9, 2000)
The novel.

Cómo cambiamos nuestro interior con historias



"El espíritu de la colmena", "Buscando a Nemo" y "El perro mongol"

"Die höhle des gelben hundes"
Reparto: Batchuluun Urjindorj, Buyandulam Daramdadi Batchuluun, Nansal Batchuluun, Nansalmaa Batchuluun, Batbayar Batchuluun.
Guión: Byambasuren Davaa; basado en un relato de Gantuya Lhagva.
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En “El Canon Occidental”, dice Harold Bloom que “Hamlet” es la obra cumbre de la literatura porque nos enseña como un ser humano se transforma hablando consigo mismo. “El Quijote” queda por debajo porque Don quijote se transforma discutiendo con otra persona, Sancho. ¿Qué es lo que hace cambiar a los personajes de las grandes historias? A veces escuchar un relato.

En “El espíritu de la Colmena”, Ana, la hermana más pequeña de la familia se transforma viendo la película de “Frankenstein”, de James Whale. Porque aprende que un monstruo perseguido por todo el mundo sigue siendo bueno. Erice lanza una segunda lectura subversiva sobre nuestra historia donde los malos oficiales que persigue el régimen y la guardia civil no son malos. Ana huye de casa porque no soporta el linchamiento de un maquis/monstruo.

En “Buscando a Nemo”. El protagonista es un pez encerrado en una pecera. Sus intentos de escapar de su carcel son infructuosos como los de todos los espectadores, acostumbrados a mil excusas para no cambiar la realidad. Pero un día llega un pelícano con noticias de un pez que ha surcado el océano en busca de su hijo. Se trata del padre de Nemo, el pez más miedoso del mar. Cuando oye el relato, los ojos de Nemo se abren como platos y vence todas las dificultades sin apenas esfuerzo para escapar de la pecera. Nemo se ha vuelto valiente porque ha escuchado un relato.

En “El perro mongol”, la hija de la familia de pastores quiere adoptar un perro que ha encontrado en una gruta en la montaña. El padre no quiere al perro porque quizá haya convivido con lobos y ataque con ellos el rebaño.

La abuela sólo aparece en una breve escena y le cuenta una historia a la nieta. La historia de un perro que debía ser sacrificado como expiación de la enfermedad de una princesa. Pero el perro es escondido y la princesa se cura de todos modos. La historia de la abuela forja sutilmente el interior de la niña que se vuelve fiel al animal.

Tres juicios estrafalarios



"Medianoche", "Irma la Dulce" y "Como matar a su propia esposa"

"Midnight"
Michael Leisen, 1939
Reparto: Claudette Colbert (Eve Peabody | Baronesa Czerny), don Ameche (Tibor Czerny | Baron Czerny), John Barrymore (Georges Flammarion), Francis Lederer (Jacques Picot), Mary Astor (Helene Flammarion)
Guión: Charles Bracket, Billy Wilder. Basado en una historia de Edwin Justus Mayer
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En “Medianoche” Eve Peavody es una corista americana sin un centavo que aterriza en París después de perderlo todo en Montecarlo. Le ofrece a un taxista un trato, él la conduce por todo París durante esa noche y si encuentra trabajo le pagará el doble de lo que cueste la carrera. El taxista se enamora de la chica y la chica desaparece.

Un millonario francés no sabe como quitarse de encima al amante de su esposa. Gracias a una coincidencia ve que la americana atrae al amante y puede arreglar su problema. Le costea una fachada de Baronesa Czerny, a cambio de que ella enamore al amante. El taxista acude a la casa de campo donde todos están de fiesta y finge ser el Barón de Czerny, el marido. A la americana le gusta el taxista, pero quiere acabar su trabajo para ayudar al millonario. Así que la película acaba en un juicio de divorcio entre los dos Czerny. Los dos van al juez y se llenan de reproches delante de todo el mundo. Aunque nunca estuvieron casados.

En “Irma la Dulce”, el exgendarme que interpreta Jack Lemmón se enamora de la prostituta que interpreta Shirley McLaine. El exgendarme la quiere sólo para él, así que finge ser un Lord inglés que la visita los jueves y juega con ella a las cartas. Mantener los regalos del Lord le suponen trabajar sin parar todas las noches. Un día se cansa de la farsa y se deshace del millonario. Pero los vecinos del barrio creen que lo ha matado y lo llevan a juicio. El camarero del barrio, que también es abogado, defiende al gendarme. Pero como la verdad es demasiado increíble, le aconseja que se confiese culpable y éste acaba en la carcel con la atenuante de crimen pasional.

Como matar a su propia esposa” es la peor de todas. Un dibujante de comics solterón (También Lemmon) descubre después de una borrachera que está casado con Virna Lissi. En sus viñetas finge que la mata y por un enredo todo el mundo cree que lo ha hecho. No es cierto, pero en el juicio defiende el derecho de todos los hombres a consumar el deseo reprimido de enviudar y sale absuelto.

El mejor juicio es el primero. La corista americana finge que es una baronesa y todos la creen en la fiesta. El taxista finge que es su marido el barón, y ella le sigue la corriente. Pero él se cabrea cuando ve que la corista sólo quiere dinero. Se cambia de ropa y acude al jardín vestido de taxista. La corista le dice a todo el mundo que su marido está loco y se cree que es otra persona. Cuando grita que él es un taxista todos le dan la razón como a un loco. Y cuando gritan que quieren divorciarse de un matrimonio que no ha ocurrido, nosotros, los expectadores, seguimos dándoles la razón, como a los locos, porque nos han caído bien.

Dar demasiado



"Siete almas" y "Cometas en el cielo"

"Seven pounds"
Gabriele Muccino, 2007
Reparto: Will Smith (Ben Thomas), Rosario Dawson (Emily), Woody Harrelson (Ezra), Michael Ealy (hermano de Ben), Barry Pepper (Dan), Elpidia Carrillo (Connie), Robinne Lee (Sarah Jenson), Joseph A. Nuñez (Larry), Bill Smitrovich (George), Tim Kelleher (Stewart Goodman), Gina Hecht (Dra. Briar).
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"The kite runner"
Marc Forster, 2007
Reparto: Khalid Abdalla (Amir), Homayoun Ershadi (Baba), Zekiria Ebrahimi (Amir de niño), Ahmad Khan Mahmoodzada (Hassan de niño), Shaun Toub (Rahim Khan), Nabi Tanhua (Ali), Ali Danesh Bakhtyari (Sohrab), Saïd Taghmaoui (Farid), Atossa Leoni (Soraya), Abdul Qadir Farookh (general Taheri).
Guión: David Benioff; basado en la novela "Cometas en el cielo" de Khaled Hosseini.
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Hay algo conmovedor en una persona que hace algo por otra. La generosidad nos gusta, sí; pero tiene un límite. El Will Smith de “Siete almas” da tanto que podría poner los réditos de sus buenas obras en una cuenta bancaria y vivir de los intereses toda su vida (incluso la eterna). Nos gustan las reparaciones discretas, pero los excesos de Muccino rayan en la usura.

Eso de lo que me quejo también podría llamarse sentimentalismo. Lo encuentro en otra película aclamada. El criado pastún de “Cometas en el cielo” me resulta, quizá, más creíble. El criado es amigo incondicional del hijo del señor. Pero el hijo del señor no soporta que sea sumiso y le tira un día frutas podridas. En un gesto de rabia, el criado coge otra fruta y se la restriega en su propia cara. Lo que quiere decir es que jamás se rebelará, porque ha elegido no hacerlo.

El protagonista, que es el hijo del señor, quiere deshacerse del criado. Esconde un reloj nuevo en su cuarto y lo acusa del robo. El padre le pregunta al criado si lo ha robado y el criado baja la cabeza “sí, lo hice”, miente. ¿Por qué mentir si no lo ha robado? Miente para no contradecir al amo. No le importa la verdad ni la mentira, ha elegido hacer la voluntad de otra persona.

Nietzsche lo llamaba moral de enfermos, moral de débiles. Hay algo torcido en ese placer por el altruismo descontrolado, que cultivan algunas religiones. Pero si uno es capaz de mascar sin tragar durante unas horas puede emocionarse con la proyección y volver a casa a seguir practicando sano egoísmo y sexo sin culpa el resto de la semana.

Muchas películas las estropean las historias románticas de obligada inclusión; en la película de Muccino, en cambio, suena igual que la corneta del séptimo de caballería. Que bonito si llega a arreglarle sólo la imprenta.

Y por último, diré algo de lo que estoy convencido: Will Smith se pasa la película haciendo una criba, quiere estar seguro de que ayuda a gente buena. Pero los tipos buenos no tienen más derecho a ser salvados que los tipos malos.
Alberto Luchini. Metropoli **: Will Smith y el director Gabriele Muccino repiten en otro melodrama desaforado con tres objetivos más que evidentes: confirmar que Smith es un actor de talento además de un tipo simpático que funciona muy bien en las comedias y el cine de acción; consolidar la incipiente carrera hollywoodiense del realizador romano y arrasar en las taquillas de todo el mundo haciendo llorar a moco tendido a los espectadores.
El tercero lo alcanzan plenamente, los dos primeros sólo a medias.
Javier Ocaña. El País: Si en Obsesión (1954) la redención moral de Rock Hudson pasaba por convertirse, partiendo desde cero y ya en la madurez, en el mejor cirujano oftalmológico del mundo sólo para poder curar la ceguera causada a una mujer en un accidente, en Siete almas Will Smith supera la inverosímil prueba de Hudson con una serie de acciones cercanas al éxtasis espiritual. Basada en un guión del desconocido Grant Nieporte, la película utiliza el recurso de la desestructuración del continuo temporal, a la manera Guillermo Arriaga-González Iñárritu, otorgándole así un elemento casi de suspense acerca de la naturaleza de las maniobras de su protagonista.
Javier Cortijo. ABC: Rosario Dawson, cuya frágil sensualidad y su mirada carnal asomada al precipicio justifican este «tour de force» heroico e impensable en cualquier sistema sanitario adulto.
Mr Cranky (-4): If I want to watch something about death, body parts, and shameless emotional appeals, I'll stay home and watch Grey's Anatomy reruns.

Siete almas
Web | RT 27% $67m. | IMDB | La Butaca | Filmaffinity

Cometas en el cielo
RT 66% $16m. | IMDB | La Butaca

El mayor y la menor



El disfraz

"The mayor and the minor"
Billy Wilder, 1942
Ginger Rogers (Susan Applegate), Ray Milland (Major Philip Kirby), Rita Johnson (Pamela Hill), Robert Benchley (Albert Osborne), Diana Lynn (Lucy Hill)
* * *

Susan tiene el precio justo del billete de tren para volver a su casa si las cosas le van mal en Nueva York. Pero cuando las cosas van mal y quiere volver, el billete ha subido de precio. Lo único que se le ocurre es disfrazarse de niña de 12 años para pagar la tarifa infantil.

En el tren, los revisores descubren el engaño y en su huida ella se esconde en el compartimento de un mayor de ejército. De ahí el juego de palabras. El mayor la cree una niña, la protege y la invita al cuartel cuando la vía se inunda y no pueden seguir el viaje.

En el cuartel, la chica descubre dos cosas. Que a ella le gusta el mayor y que él esta prometido a una mujer que no le quiere. Él quiere ir a la guerra y su prometida quiere reternerlo en la academia. La joven aprovechará su camuflaje para ayudar al mayor sin que él lo sepa.

El fondo de la historia es que la protagonista se enamora de un hombre que la confunde con una niña. Es el mismo caso que el de Viola en “Twelfth night”. En Shakespeare, Orsino piensa que ella es un chico y se abre a él. Y eso la enamora.

¿Por qué ellas se enamoran cuando van disfrazadas? Tal vez porque tienen acceso al sancta sanctorum masculino... Todos fingimos ser quien no somos para gustar. Pero Orsino no tiene que mentir ante un hombre. El mayor no necesita fingir ante una niña.

El disfraz es como una camara escondida que permite a las protagonistas ver al hombre sin máscara; como una radiografía que deja ver lo que él esconde. El espectador es testigo de todo a la vez. De cómo él se desnuda ante un tercero, y de como la mujer detrás del disfraz se emociona al ver al hombre detrás de la coraza.

Bolt



Chris Williams y Byron Howard, 2008
Doblaje original: John Travolta (Bolt), Miley Cyrus (Penny), Susie Essman (Mittens), Mark Walton (Rhino), Malcolm McDowell (Dr. Calico), James Lipton (el director).
* * * * *

ACTO 1: la vida es sueño
Bolt es un perro famoso educado, desde que era un cachorro para creerse una fantasía de superpoderes. Un estudio de cine mantiene esa mentira para que su interpretación sea más auténtica. Pero un día el perro descubre la verdad.

¿Es mejor vivir una vida agradable o una vida auténtica, aunque duela? No se trata de una pregunta filosófica. Toda la legión de imbéciles que caen cada día en la droga lo hacen porque eligen el placer a la verdad. “El Show de Truman” es un caso parecido de vida de pega. El gran ejemplo de elección de la mentira es Cifra, el tripulante de la Nabucodonosor en “Matrix”. Él quiere volver a ser implantado en Matrix, aunque sabe que es falsa.

ACTO 2: Compañeros de viaje
Bolt es enviado por error a Nueva York y quiere volver a Los Ángeles. En su camino conoce a una gata y a un hamster. Los dos compañeros han hecho distintos pactos con la realidad: el hamster se ha entregado ciegamente a un sueño en el que Bolt es tan maravilloso como lo ve en la tele. El hamster idealiza tanto a Bolt que cuando ve la explosión de la perrera cree que ha sido obra de su superladrido. El hamster es ese amigo, o esa novia, que cree que tú eres perfecto. Pero eso no es verdad.

La gata, Mittens, sabe desde el principio que el perro está chiflado. Pero tiene que negociar con su chifladura, porque él es más fuerte. Ella negocia con todo el mundo, chantajea a las palomas y utiliza las caritas del chucho para conseguir comida. El teatro, la mentira, la extorsión son su caldo de cultivo. Su pacto con la realidad es que todo vale, y todo es falso. El amor no existe, pero el miedo y la manipulación sí.

Bolt no tarda en darse cuenta que no es un superperro. Pero tampoco acepta el universo cínico de la gata. El mundo deja de ser un nido de serpientes cuando tú dejas de comportarte como una.

ACTO 3: ¿soy especial o soy un perro más?
Imagínese que su novia le dice que en realidad usted no es especial. Ella buscaba un abogado que midiera más de 1,80 y usted le valía. Pero le daría igual estar con cualquier otro, siempre que cumpla esas dos condiciones. Usted no se sentirá muy amado.

Cuando Bolt abandona la fantasía de que él es un super perro aún le queda otro sueño: hay una persona que lo quiere, Penny. Por eso tiene que ir a California. Allí descubre que otro perro igual que él puede reemplazarlo. Ni siquiera es especial en el corazón de la chica. Y entonces aprende que hay algo que sí le hace especial: no somos especiales por cuanto nos quieren los demás, somos especiales por cuanto estamos nosotros dispuestos a querer.

El Joker y Hannibal Lecter


El caballero oscuro

Por qué la credulidad del espectador sólo le sale gratis al villano

Hay una regla de guión que he comentado varias veces: en la realidad puede pasar cualquier cosa, pero en una película no. Tú puedes encontrarte con tu primo en el metro por casualidad, pero si eso lo pones en un guión te lo tiran a la cara.

Lo curioso de esa regla es que sólo se aplica a los héroes. “El silencio de los corderos” y “El caballero oscuro” demuestran que los malos pueden saltársela.

Fíjense, si no, en cada pequeña hazaña de Batman. Viene atada y bien atada con muchas explicaciones, los arreglos en su traje, la maniobra que ensayó el ejército para sacar a un pasajero en pleno vuelo, el sonar que la empresa Wayne ha puesto en todos los móviles de Gotham para mapear la ciudad. Todo está explicado para que nos lo creamos. El Joker no tiene que explicar como llenó aquellos dos ferries de explosivos, ni como capturó a Harvey Dent, ni como se hizo pasar por enfermera. Sabemos que es malo y eso basta. Clarice da un pasito tras otro en su investigación delante de nuestros ojos. Hannibal lecter hace de todo, cosas extraordinarias, pero tras la cámara. No hace falta demostrar nada, lo creemos.

El mal tiene carta blanca.

Lo que Jonathan Demme y Christopher Nolan descubrieron, o intuyeron, fue que sus obras podían ser mucho más fascinantes si el que mandaba en la acción no era la policía novata, ni el justiciero enmascarado. Sus ficciones se volvieron extraordinarias cuando el dueño de la funcion pasó a ser el malo. Porque el espectador no le pide cuentas al mal. No discute si una tortura es inverosimil o si una carnicería es poco probable.

Todo lo que ocurre en “El caballero oscuro” está organizado por el Joker. ¿Cómo podía saber que iba a acabar en el calabozo? Todas las perversiones de Buffalo Bill son fáciles de entender para Lecter. Ellos dos son los amos absolutos, los héroes son simples títeres. Por eso esas dos películas extraen tantas notas del interior del espectador, porque antes de que proteste, el realizador ha parado en seco su sentido crítico, porque ha nombrado al villano director de orquesta. Y nadie protesta ante el mal.


El silencio de los corderos

Ariane, Sabrina, Sugar Cane y C.C. Baxter


"Ariane"

¿Por qué quedarnos con quien va detrás y no con el que va delante de nosotros?

Creo que los cuatro personajes son la mejor expresión de una intuición de Billy Wilder que fue tomando cuerpo poco a poco.

C.C. Baxter adora a la ascensorista Miss Kubelik. Pero ella está enamorada del director de la compañía. Cuando deja al millonario y corre a casa del empleado está cambiando una historia de amor en la que ella consigue su sueño por otra historia de amor en la que ella es el sueño de otro. ¿Va a ser más feliz?

Ariane seduce al millonario Frank Flannagan, Gary Cooper, haciéndose pasar por una dama sofisticada que ha tenido decenas de amantes en todo el mundo. El millonario se obsesiona por una chica misteriosa que le supera como vividora. Investiga y descubre que en realidad es una estudiante de música humilde que sólo ha tenido un amante, él. Después de creer que ella era deslumbrante resulta que él es el sueño, no ella. ¿Se quedará con la estudiante?


Sabrina

Linus Larrabie, Bogart, no ama a nadie. Su único interés en la vida es el negocio familiar. Pero Sabrina, la hija del chofer, se interpone en su camino enamorando a un hermano que Linus quiere casar con una heredera. Linus decide seducir a la muchacha para quitarla de en medio. Y entonces descubre que ella se ha enamorado de verdad. Si la chica no acepta una jugosa indemnización, eso significa que no iba detrás del dinero. Ella amaba a Linus. ¿Puede él sobreponer sus sentimientos al interés de la dinastía familiar?

Sugar Cane quiere a toda costa dejar de enamorarse de los saxofonistas y conseguir a uno de los dueños de los yates atracados en la bahía. Toni Curtis adora a Sugar, pero él no es un millonario, sino un saxofonista. Así que se hace pasar por un millonario. ¿Podrá ella quererlo aunque sólo sea un saxofonista?

En el cine de Wilder (quizá también el la realidad) el mundo es como un tren lleno de vagones. Cada personaje intenta llegar a una meta que es el vagón de delante, pero tiene, a su vez, un vagón detrás que quiere conseguirle a él. Wilder nos conmueve a menudo con el mismo movimiento, el vagón que sigue al de delante se da la vuelta y descubre que puede ser completamente feliz dejándose querer por el que va detrás.

Poner un límite



House le debe a su amigo Wilson $5000 y Wilson ha invitado por sorpresa a los padres de House a cenar. House no quiere verlos así que le ofrece devolverle su dinero si llama para cancelarlo.

Wilson: Espera ¿Tienes el dinero? ¿Entonces para qué me lo pediste?

House: Quería ver si me lo dabas. Te voy pidiendo cantidades cada vez mayores desde que me prestaste aquellos $40. Un pequeño experimento para ver donde ponías el límite.

Wilson: ¿Estás tratando de evaluar cuanto valoro nuestra amistad?

House: Son cinco mil. No tienes por qué avergonzarte. (House rellena un cheque) A ver, una llamada telefónica y cobras este cheque.

Wilson: Vale. (Toma el cheque y se sienta en su coche) Ahora sé maduro y elige: o le dices a tus papis que no quieres verlos o te recojo a las nueve para cenar.

House: ¿Cómo dices? ¿No has dicho que ibas a ayudarme?

Wilson: Te he mentido. Te estoy mintiendo cada vez más desde que hace un año te dije que te sienta bien ir sin afeitar. Un pequeño experimento para ver donde ponías el límite.

Wilson cierra la puerta del coche y House se queda fuera con cara de idiota.

Inciso intimista


"City of Ember" **

Mantener una bitácora durante años requiere un tipo especial de fondo. Durante este tiempo he visto surgir cientos de proyectos y extinguirse poco tiempo después. Estoy seguro de que nunca se arrepintieron de su intento, pero ahí quedó la cosa. También he visto éxitos, todos los conocemos.

Mi caso tiene algo de especial, y no poco de absurdo, porque en tantos años no he forjado un público. Cada semana encuentro algunos comentarios nuevos: son bisoños que vienen a hacer publicidad de sus nuevos intentos, y yo les invito a seguir haciéndolo. Aterrizan en mi blog, probablemente, porque, gracias a su longevidad, ostenta la palabra cine en la dirección. Google apenas me anota visitas, tengo muy pocos lectores habituales, colegas o amigos bloggeros.

A veces me consuelo igual que la zorra de las uvas pensando que no quiero visitas, o lectores. Lo cual es mentira. Pero sí es verdad que no atiendo a las demandas de nadie, y que eso ofrece una cierta libertad. No sirvo a ningún otro interés que mi propio deseo de contar cosas.

Mi aventura en cine.blogspot tiene a veces los visos de una travesía en el desierto. Imagínense siete años escribiendo para un público que no les lee. La respuesta es bien simple: si no me leen es que no importa. Al fin y al cabo cuento emociones, impresiones, subjetividades de unas obras que cualquiera puede ver por sí mismo. La pregunta que me hago, la que dicta este post, es si sobra una andadura solepsista como la mía.

Y la respuesta es difícil. Puede que sí. Puede que no hagan falta más medios que aquellos mayoritarios, que aquellos que triunfan. Pero también me digo que no. Y llevo años diciéndomelo. Es como una pregunta que me hizo una vez un profesor de escritura creativa: “Si estuvieras en una isla desierta sin esperanza de salir de alli, ¿escribirías?”

¿Tiene sentido escribir para uno mismo? ¿Para construír tu propio universo de ídolos y de símbolos? ¿Para trazar un camino de migas de pan en tu experiencia? ¿Para encontrar tu propia voz entre tantas voces, aunque suene un poco débil o un poco ronca? ¿Para llevar tu propia cuenta, tu propio recuento? Puede que sí, pero no estoy, todavía, muy seguro.

He visto, estas semanas, dos películas olvidables. “The Spirit” tiene el mérito, poco meritorio, de sorprendernos con cada uno de sus planos. Recuerdo que Lázaro Carreter, un lingüista, intentó convencer a mi generación de que la literatura era adorable por causas lingüísticas. De haber sido músico nos hubiera demostrado que los clásicos lo son por su ritmo. Algo parecido le ocurre al dibujante Frank Miller. Después de convertir la viñeta en un arte, es difícil que llegue a entender que un encuadre maravilloso no va a salvar su película.

City of Ember” parece extraido de las lecciones un curso de management empresarial. Una ciudad enterrada en el subsuelo hace siglos olvida que la medida era provisional y cae en todo tipo de malas prácticas, dejadeces y corruptelas. Una empresa como esa hubiera sucumbido a la competencia, un régimen político como ese se hubiera hundido en la miseria. La ciudad sólo puede ser salvada por el espíritu emprendedor y la curiosidad de los jóvenes. Mover las bisagras oxidadas de la vieja máquinaria consiste en seguir un manual ilegible. Algo parecido a los tutoriales inescrutables de un sistema operativo. La juventud y linux tienen la llave del futuro.


"The Spirit" **
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