Tiempo de valientes



Damián Szifron, 2005
Reparto: Diego Peretti (Licenciado Mariano Silverstein), Luis Luque (Inspector Alfredo Díaz), Óscar Ferreiro (Lebonian), Gabriela Izcovich (Diana), Martin Adjemian (Comisario), Tony Lestingi (Arias), Daniel Valenzuela (Pontrémoli), Ernesto Claudio (Lomianto), Carlos Portaluppi (Villegas), Marcelo Sein (Farina).
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Caminos explorados

Díaz es un policía duro que se enfrenta a las mafias y a los criminales de poca monta sin que le tiemble el pulso. Pero está pasando una crisis porque su mujer le ha puesto los cuernos, y el capitán de policía le asigna un psicoanalista para que patruye con él a modo de terapia. Juntos componen una divertida pareja tipica de buddy-movie.

En contra de la tradición que exige que el policía duro se lo ponga crudo al nuevo, los guionistas exploraron a fondo el significado de la palabra empatía y el juego de quien es el fuerte y quien es el débil.

Para ponerle cierre a la película, eligieron el camino seguro y trillado del guión hollywoodiano. Aquí vendrán las protestas de los amantes del cine argentino de siempre. Y no digo que haya que rechazarlo por principio. El problema es que eso ya lo bordan sus vecinos del norte. Por ese camino lo tienen igual de difícil que si intentan vender por todo el mundo un refresco con sabor a cola.

La fórmula consiste en el antihéroe que vence su debilidad. Sale bien cuando el personaje supera un lastre que arrastraba anteriormente, y conviene presentar bien el lastre. También es de agradecer que una vez salta al vacío y se juega el cuello, su esfuerzo sirva para algo.


En 1938 Hitchcok estaba en conversaciones con O’Selznick para dejar el Reino Unido e iniciar su carrera en Hollywood. El contrato tardó en firmarse por cuestiones económicas (Hitchcock pedía $50.000 al año), y también porque O’Selznick estaba absorto en su gran película “Lo que el viento se llevó”. Después de firmar el contrato, el productor americano le enseñó una bobina del rodaje y quiso saber la opinión del director británico. Era la escena en la que Ashley ha montado una partida para vengar a los criminales que andan sueltos y han molestado a Escarlata. Rett les ayuda a esconder las heridas de Ashley ante los soldados de la Unión. Hitchcock redactó esto:

«(1) El público debería estar al corriente de todo lo que se refiere a Butler, Ashley, etc., y de los esfuerzos para llegar a la casa, que está rodeada por el ejército de la Unión.

»(2) Debería mostrarse al público un subrepticio intercambio de miradas entre un Butler supuestamente borracho y el personaje de Melanie.

»(3) El final de la tensión debería estar muy marcado cuando los soldados de la Unión se marchan pidiendo disculpas.
»Creo que todos estos puntos podrían remediarse siguiendo el siguiente proceso:

»(a) Iniciar la bobina con el principio de la lectura de "David Copperfield" y, en lugar de ENCADENAR con el péndulo, CORTAR a algún enclave desde el que se vea la casa para mostrar desde ahí al desesperado grupo de Butler, con Ahsley herido, etc. Que quede claro desde la distancia que ellos pueden ver que la casa está rodeada y que están desconcertados pensando cómo pueden cruzar la zona acordonada; entonces, a Butler se le ocurre una idea. Ahí, CORTAR de nuevo a la casa y seguir adelante hasta que la familia escucha la llegada del grupo de borrachos. Luego, CORTAR a un plano exterior, con el grupo de borrachos acercándose a la casa. Mostrar a Butler levantando un ojo en medio de su falsa borrachera, y, desde su punto de vista, mostrar a los militares preparándose para detener su avance.

»(b) Una vez en el interior de la casa, sería fundamental ver un significativo intercambio de miradas entre Butler y Melanie, a fin de que sepamos que ella es consciente de que sólo están fingiendo estar borrachos.

»Después de la partida de los soldados, debería haber un poco de acción, pero Butler les hace callar un momento mientras se acerca hasta la ventana; luego, dándose la vuelta, les informa de que se han ido. Tras este momento de inmovilidad, todos los presentes en la habitación se acercan nerviosos a Ahsley, etc.»

Alfred McGilligan “Alfred Hitchcock, una vida de luces y sombras.”

X-Men: La decisión Final



Imposiciones o derechos


Brett Ratner, 2006
Reparto: Hugh Jackman (Logan/Lobezno), Halle Berry (Ororo Munroe/Tormenta), Patrick Stewart (Profesor Charles Xavier), Ian McKellen (Eric Lensherr/Magneto), Famke Janssen (Dra. Jean Grey/Phoenix)), Anna Paquin (Marie/Pícara), Kelsey Grammer (Dr. McCoy/Bestia), Rebecca Romijn (Raven Darkholme/Mística), James Marsden (Scott Summers/Cíclope), Shawn Ashmore (Bobby Drake/Hombre de Hielo), Aaron Stanford (John Allerdyce/Pyros), Daniel Cudmore (Piotr Rasputin/Coloso), Vinnie Jones (Cain Marko/Juggernaut), Ben Foster (Warren Worthington III/Ángel), Ellen Page (Kitty Pryde/Shadowcat), Dania Ramirez (Callisto), Michael Murphy (Sr. Warren Worthington), Eric Dane (Jamie Madrox/Hombre Múltiple).
Guión: Zak Penn y Simon Kinberg.
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La tercera parte de X-Men se resume a los prolegómenos de una batalla. Las fuerzas del mal, encabezadas por Magneto quieren destruir un fármaco, llamado “La cura”, que convierte a un mutante en un hombre normal. Las fuerzas del bien, encabezadas por Xavier quieren evitarlo porque el fármaco sólo se administra libremente a quien lo pide. Tienen razón quienes dicen que ésta es la más superficial de las tres películas. Es la más superficial, pero no lo suficiente.

En la primera parte, Magneto era mucho más impositivo porque quería convertir en mutante a toda la humanidad. En la tercera sigue siendo intransigente, no respeta la libertad de los que eligen no ser mutantes. La razón está con Xavier. Pero no tan nítidamente. Ocurre igual que en una huelga ¿tienen derecho unos cuantos a sabotear la labor de todos? ¿Tienen derecho los huelguistas a hacer piquetes? El tema es espinoso, por eso los mutantes cambian tanto de bando. Las vacilaciones, las idas y venidas de los mutantes componen una larga digresión sobre la libertad individual y el deber colectivo. Son el preámbulo de una confrontación donde se concentra toda la emoción de la película. Los dos ejércitos se han definido por fin: ¿cuáles son sus bazas? La segunda pregunta: ¿quién ganará? guarda siempre menos sorpresas.

Alguien debería escribir uno de esos libros de cine llenos de fotos con un catálogo de todos los monumentos que ha destruido el cine para mayor gloria del patrimonio cultural de los Estados Unidos. En España sólo podríamos exhibir a Alex de la Iglesia que satanizó medio Madrid para esa maravilla macarra que tituló “El día de la bestia”. X-Men 3 destroza nada menos que el Golden Gate en un prodigio de ingeniería mutante que ya quisieran firmar muchos arquitectos humanos.

Una buena crítica



El código Da Vinci ** | Jordi Costa | Fotogramas
Detestado a partes iguales por católicos (que no han sabido reconocer a su más sofisticado publicista) y por amantes de la buena literatura (contrariados porque un escritor de best sellers haya sabido capturar el espíritu de su época), Dan Brown logró con El código Da Vinci el perfecto equivalente en letra impresa de una atracción extrema de parque temático: la ilusión sostenida de que el mundo se pone patas arriba para, en el último momento, recuperar la verticalidad en una reafirmación simbólica del viejo orden. Autor capaz de describir las Tullerías como el equivalente parisiense del Central Park neoyorquino, Brown explora en su pospulp conspiranoico la médula de una era metrosexual que sueña con regirse bajo el signo de lo femenino mientras se empeña en preservar, por si acaso, las apariencias de un orden masculino que es percibido como espejismo útil. Es fácil descalificar a Brown cuando, en realidad, habría que aprender a envidiarle por haber sabido componer la Gran Novela de unos tiempos en los que incluso la historia secreta de la heterodoxia puede ser reciclada en engarzado de cliffhangers para un best seller de lectura autocombustible. Moderna novela de caballerías desarrollada en el inmaterial universo de la información encriptada, El código Da Vinci no es, precisamente, material transgresor, sino la revitalización de unos arquetipos universales, a través de un juego, calculadamente ambiguo, de pretendida refutación del sistema de creencias que forma parte de nuestro ADN cultural. En el fondo, el plan secreto de Dan Brown resulta diabólico de tan soterradamente vaticano: lo que hace es reconciliar la herejía con el dogma, proponiendo el frágil equilibrio de contrarios como ajuste de la máxima lampedusiana según la cual algo tiene que cambiar para que todo siga igual.

Fidelidad y caramelización. Con El código Da Vinci, Ron Howard, uno de los grandes guardianes de las esencias mainstream, parece haber encontrado el material ideal para afrontar el mega-blockbuster definitivo. La elección de su casting no puede parecer más intencionada: Forrest Gump y Amélie, por fin juntos en una odisea que descifra el mito fundacional de la búsqueda del Grial, sirviéndose de una estructura narrativa dinámica a lo Con la muerte en los talones (A. Hitchock, 1959), convenientemente atravesada por samplers visuales de El Nombre de la Rosa (J.J. Annaud, 1986) y otros memes culturales. No es la peor película que el espectador medio puede echarse a la cara, pero tampoco el acontecimiento que se ha anunciado a bombo y platillo: se trata de una fidedigna adaptación del best seller, con algunos giros y matizaciones finales que quizá ponen aún más empeño que Brown (que ya es decir) en neutralizar, amortiguar y caramelizar los espejismos de iconoclastia de la trama.

Howard imprime una urgencia y una velocidad a su exposición que le emparentan con el lector incapaz de frenar la lectura de tan adictivo material: se pierde, por el camino, la claridad del proceso deductivo y, de paso, aflora la ridiculez quintaesencial de un personaje tan improbable como el del monje Silas.

El indomable Will Hunting

La cultura como bate


Gus Van Sant, 1997
Reparto: Robin Williams (Sean Maguire), Matt Damon (Will Hunting), Ben Affleck(Chuckie Sullivan), Stellan Skarsgard (Profesor Gerald Lambeau)
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Will Hunting es un superdotado capaz de resolver en una noche un problema matemático que a un profesor emérito de Harvard le lleva meses. Está en libertad condicional porque se pelea con frecuencia en compañía de su panda de amigos de un barrio bajo de Boston. Trabaja en una universidad, limpiando los pasillos. El profesor descubre quien es el supercerebro que resuelve los problemas que deja en el pasillo y lo busca. Lo salva de ir a la carcel con dos condiciones: tiene que estudiar matemáticas, y tiene que someterse a una terapia. El chico va asustando a los psicólogos, que no le llegan a la planta del zapato, hasta que encuentra a Sean Maguire (Robin Williams).

“Good Will Hunting” es una película escurridiza. No sé si trata de un superman que va de chico malo, o si se trata de una lección de humildad que un chico malo de clase baja le da a la élite intelectual. No sé si el protagonista es un sicólogo que enseña la típica lección de que se aprende con el corazón y no con la cabeza, o si el protagonista es un muchacho que necesita ayuda desesperadamente para administrar su cociente intelectual desmesurado.

Ninguno de los planteamientos me convence. El superintelectual es un tema que traiciona el fondo social. Will Hunting no es un pobre muchacho, sino un yuppie que acabará administrando cifras astronómicas. Es un triunfador, no un desgraciado.

Will Hunting es igual que Jamal Wallace, el protagonista de “Buscando a Forrester”. Los dos saben mucho y usan su cultura como un bate con el que golpean a diestro y siniestro. No entiendo por qué Gus Van Sant no elige el mundo del boxeo, en vez de la cultura, para expresar ese pugilismo. A mi la cultura nunca me enseñó a subirme a la chepa de nadie; de hecho sólo me ha enseñado a ser más humilde.

Sucedió una noche

Screwball


Frank Capra, 1934
Reparto: Clark Gable (Peter Warne), Claudette Colbert (Ellie Andrews), Walter Connolly (Alexander Andrews), Roscoe Karns (Mr. Shapeley), Jameson Thomas (King Westley), Alan Hale (Danker), Wallis Clark (Lovington), Harry Bradley (Henderson), Arthur Hoyt (Zeke), Blanche Frederici (esposa de Zeke)
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El millonario Alexander Andrews tiene a su hija mimada encerrada en su yate porque quiso casarse con un cazadotes. Ella escapa a nado y toma un autobús de línea de Florida a Nueva York para reunirse con el cazadotes. En el camino conoce a Peter Warne (Gable), un periodista que acaban de despedir. Él le propone ayudarla en su escapada a cambio de una exclusiva.

"Sucedió una noche" es un ejemplo perfecto de screwball comedy porque todos los tópicos están del revés. El cuento de hadas ocurre al reves, la princesa escapa de su palacio. Los roles sociales están invertidos, la chica rica persigue al hombre pobre. Los roles sexuales también, el hombre masculino y seguro que quiere dar clases mete la pata una y otra vez: Peter Warne le enseña como se desnuda un hombre, como se moja un donut, como se hace auto-estop... La mojigatería de la muralla de Jericó es cosa de él, no de ella. Sucedió una noche es tan divertida porque, en muchos sentidos, está del revés.

La película también es una fábula sobre las clases altas. Frank Capra soñaba en voz alta y soñaba con los titulares que leía en la prensa, quizá por eso hay tantos periódicos en sus películas. Las millonarias caprichosas que cambian de amante como el que cambia de abrigo eran tan populares en 1934 como lo son hoy. A ninguna de esas niñas mimadas le vendría mal meterse en la piel de la gente corriente aunque fuera unos días. Saber lo que es no tener un centavo, no encontrar asiento en el autocar, tener que compartir una habitación en un hotelucho para no mojarte, pasar hambre, hacer auto-estop. A todos nos gustaría darle una lección de esas a una niña mimada; y como bien explora la película, probablemente una niña mimada sería más feliz aprendiéndosela.

El Código Da Vinci



Debates

Después de abrazar el Cristianismo, Constantino convocó un concilio en Nicea para unir todas las posturas y señalar las herejías. Una de las discusiones más importantes fue la que planteó el arrianismo. La postura oficial era que Cristo era Dios, no había sido creado, como el resto de los mortales. Arrio, en cambio defendía que Cristo era una criatura. ¿Qué importancia puede tener que Cristo sea una cosa u otra? Mucha.



Si Cristo fue humano, su sacrificio tiene valor, pero no más que el de tantas otras personas que han sufrido. Si Cristo era Dios, como defiende la iglesia, la humillación y el tormento de la cruz no es un ejemplo más de sufrimiento, su sacrificio es el momento central de la historia. Ese acto justifica, también, la salvación. Toda esta cuestión estaba en juego en Nicea, y también lo está en “El Código Da Vinci”.


Ron Howard, 2006
Reparto: Tom Hanks (Robert Langdon), Audrey Tautou (Sophie Neveu), Ian McKellen (Sir Leigh Teabing), Alfred Molina (Obispo Aringarosa), Jürgen Prochnow (Vernet), Paul Bettany (Silas), Jean Reno (Capitán Fache), Etienne Chicot (Teniente Collet), Jean-Yves Berteloot (Remy Jean), Jean-Pierre Marielle (Jacques Saunière), Marie-Françoise Audollent (Hermana Sandrine), Seth Gabel (Michael).
Guión: Akiva Goldsman; basado en la novela de Dan Brown
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La película trata de la batalla entre una secta secreta, El Priorato de Sión, que tiene una prueba de que Cristo era humano, y la rama más conservadora de la iglesia, el Opus Dei, que lucha a muerte por preservar la ortodoxia.

El relato de esta discusión le ha permitido a Dan Brown hacerse con el record de ventas de todos los tiempos con su novela. Sin embargo a Ron Howard puede que no le salgan tan bien las cuentas cuando vea la taquilla. Eso me lleva a la diferencia entre lo que busca un lector que pasa las páginas de un libro ávido por una respuesta y lo que busca un espectador intrigado por un misterio: cosas ligeramente diferentes.

La película es fiel al libro para su desgracia. Comienza planteando interrogantes y avanza a costa de más interrogantes y giros. Pero el papel de los protagonistas no es cinemático, es más bien intelectual. No es una película de personajes, sino de enigmas. Decía un crítico que ver "El Código Da Vinci" es tan emocionante como ver a tu abuelo resolviendo un sudoku. El cine no funciona si los personajes no se implican hasta el fondo; tienen que jugarselo todo. La novela, en cambio, funcionó como un puzzle, como una intriga que afectaba a la religión, a la cultura, al lector. El problema no es que no haya química entre Tatou y Hanks, el problema es que ninguno de los dos se juega mucho más que una derrota al parchís.

Slither


James Gunn, 2006
Reparto: Nathan Fillion (Bill Pardy), Elizabeth Banks (Starla Grant), Gregg Henry (Jack MacReady), Michael Rooker (Grant Grant), Tania Saulnier (Kylie Strutemyer), Brenda James (Brenda Gutiérrez), Don Thompson (Wally), Jennifer Copping (Margaret), Jenna Fischer (Shelby), Haig Sutherland (Trevor).
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Respecto de los bichos

Una película de bichos no funciona de cualquier manera. La estrella es el bicho y si no está bien pensado, el asunto no va a ninguna parte. Alien, Tiburón, la mosca, son películas con buenos bichos. Esta tiene uno malo, así que el miedo no está garantizado. Los bichos de Slither no dejan de ser repugnantes ni macabros, pero están dibujados con todas las vacilaciones de un mal guionista. Un buen bicho tiene un solo modo de comerse a la gente y un solo objetivo. Los de Slither no sabemos si quieren comerse a la gente, o abducirla, o usarla como criadero de más bichos, o que quieren. Para atacar utilizan a veces una especie de tentáculos, a veces unas babosas, a veces una saliva viscosa... Parece que los guionistas hubieran hecho un brainstorming y luego nadie se hubiera atrevido a desechar ninguna idea.

Una vez abducido, cada humano tiene los recuerdos del primero, de modo que todos son como uno solo, o como una comunidad averroista. El primero en ser abducido fue Grant Grant, el marido de la protagonista. De modo que todos los “medio-zombies” le dicen a la chica frases de amor, lo cual ignoro que falta hacía a la trama.

Tal vez quisieron resolver uno de los problemas que suele tener este tipo de tinglados: la explicación. Dado que todos están conectados, todos pueden explicar el origen primero del bicho. Lo normal en este tipo de película es que haya un sabiondo que responde las preguntas. En Slither no hay sabiondo, la que se entera es una de las chicas guapas que casi se tragó a uno de los bichos. Muy complicado.

Misión Imposible III


J.J. Abrams, 2006
Reparto: Tom Cruise (Ethan Hunt), Philip Seymour Hoffman (Owen Davian), Ving Rhames (Luther), Billy Crudup (Musgrave), Michelle Monaghan (Julia), Jonathan Rhys Meyers (Declan), Keri Russell (Lindsey), Maggie Q (Zhen), Laurence Fishburne (John Brassel).
Guión: Alex Kurtzman, Roberto Orci y J.J. Abrams; basado en el guión de Bruce Geller para la serie de televisión "Misión imposible".
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Pormenores

Una manera de enriquecer la ficción es la atención al detalle. El género de terror la acusa como un exceso cuando cae en la casquería, pero el cine de acción gana mucho cuando entra en pormenores. La saga Misión Imposible es muy parecida a la de James Bond pero la golea en los detalles. Ethan Hunt entretiene mucho más con sus robos, secuestros, rescates, escapadas, y peleas. No se trata del placer de verle ganar, se trata del placer de verle hacer.

Cada entrega de Misión imposible acapara la atención del publico de todo el mundo. Los creadores saben que tienen que estar a una gran altura para colmar las expectativas, pero hasta ahora ninguno se ha dejado vencer por el vértigo. Ni de Palma, ni Woo ni ahora J.J. Abrams, al que algunos conocerán por la serie “Alias”. Cada secuencia de la película, cada tramo, está tejido con la misma cantidad de ideas que una película completa de otra firma; y, probablemente, con un presupuesto mayor. Un capítulo de "Misión Imposible" es como un festín de cine de acción. Y está rodada con esa estupenda sensación de suficiencia.

El principio de la película cuenta como Ethan intenta rescatar a una espía de Berlín con un exceso de medios y de adrenalina que en otra película del mismo género serviría para regalarnos un final de apoteosis. Pero poco contentos con la dosis de acción, la persecución de helicópteros y las bombas, los guionistas nos dicen que la espía rescatada puede morirse por un implante que tiene en el cerebro. Este tipo de piruetas, de “más difícil todavía” se acumulan toda la película. Es como si los creadores supieran que el espectador ya ha visto todas las posibilidades de una cuenta atrás de un “no puede salvarse de ahí” y para complicarlo nos dijeran: “Eso no es todo”. Personalmente me da asusta pensar que será del cine cuando Misión Imposible III quede como una peli de acción más.

Los lujos no se quedan en las explosiones, helicópteros y rascacielos. El guión es otro lujo. Y tiene uno de esos trucos narrativos de los que suelo quejarme. Pero sólo tiene uno, no apoya la historia en retoricas. La historia comienza por una escena del final. Empieza con el peor momento. Ethan Hunt va a ver morir a su novia y no puede hacer nada. Eso propone un juego con el espectador: ya sabemos que Hunt va a pasarlo muy mal aunque triunfe por momentos, y sabemos que va a acabar esposado y sin poder hacer nada. Y toda la película pensamos ¿Conseguirá escapar de esas esposas? Es una buena pregunta dramática para una película de acción, desmontarla y ponerla en el arranque es una idea inspirada.

El cine holliwoodiense ha evolucionado desde los buenos chicos que daban su vida por el bien de la sociedad, de los años cuarenta (Cayo Largo) a los chicos malos de nuestros días que hacen las mismas heroicidades pero sólo por ayudar a la persona que quieren. Hoy día ningún héroe se atreve a decir en voz alta que va a jugarse el tipo por una causa elevada; a menos que el héroe lo interprete Bruce Willis, claro. A Ethan Hunt deberían tomarlo muchos como ejemplo por el equilibrio que mantiene entre los dos extremos.

Roger Ebert ya la ha visto

En Misión Imposible I, Ethan Hunt se juega la vida por un archivo que contiene todos los agentes dobles del servicio secreto. En Misión Imposible II tiene que detener al villano que tiene un virus mortífero. En Misión Imposible III lo hace todo por una pata de conejo. ¿Qué es esa pata de conejo? le pregunta a su jefe. Un McGuffin, dice Ebert, lo mismo que el archivo y y el virus.

Se trata de buscar una excusa para la acción trepidante, para la tecnología sofisticada y para el turismo de lujo. Esta vez le toca a Berlín, Ciudad del Vaticano, Shanghai y el puente de la Bahía de Chesapeake.

Roger Ebert


Liz Friedlander, 2006
Reparto: Antonio Banderas (Pierre Dulaine), Rob Brown (Rock), Yaya DaCosta (LaRhette), Dante Basco (Ramos), John Ortiz (Sr. Temple), Laura Benanti (Tina), Marcus T. Paulk (Eddie), Jenna Dewan (Sasha), Alfre Woodard (Augustine James), Katya Virshilas (Morgan).
Guión: Dianne Houston.
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Para qué sirve el baile de salón

Antonio Banderas hace de Pierre Dulaine, un profesor de baile de salón, inspirado en la vida real, que intenta sacar adelante una optativa en los institutos orientada a los chicos difíciles. Primero tiene que convencer a la directora, luego a los alumnos, y por último a los padres. ¿Sirve para algo aprender baile de salón en secundaria? Aún le queda por convencer al público.

Este es un caso de película con interrogante interesante. Dulaine da varias respuestas: “si sus hijos aprenden a bailar en pareja aprenderán a respetarse a sí mismos,” le dice a los padres. Las historias de los muchachos también quieren demostrar que vale la pena. Hay dos alumnos que son Romeo y Julieta, por el lío de las rencillas familiares, un chico con complejos, una pareja anti-snob y anti-racista de presencia obligatoria, y un trío con celos que aprende a expresarse con la música.

Los creadores no parecieron quedarse convencidos con estas historias de los alumnos, ni con las frases del profesor. Decidieron que si querían que la película funcionaran tenía que haber una competición y un premio. Se trata de una fórmula consagrada que resulta demasiado fácil pero que por otro lado siempre ha funcionado.

No me interesa mucho discutir si el recorrer caminos trillados es buen o mal cine. Cada cual lo tolerará según su grado de cansancio. Pero me interesó muchísimo la idea del Baile de salón como optativa. Lo único que lamento es descubrir que el cine no es el mejor foro para discutir propuestas educativas. Es bueno para proponerlas, pero no para discutirlas. Piensen que las historias de amor y el tercer acto que nos tiene siempre pendientes de un hilo consumen tres cuartas partes de cualquier historia que quiera recuperar lo invertido.

¿Algún voluntario?

Hace mucho tiempo propuse desde esta misma página un portal de bitácoras temático. Mi idea consistía en una página que recogiera todos los temas de actualidad, técnica, arte y otros, de los que se habla en las bitácoras y los ordenara para el lector. De ese modo, un lector que quisiera leer sobre la última ley del congreso podría buscar el tema y elegir entre las bitácoras que hablaban de él. Se trataba de que el lector eligiera temas, en vez de que lo hiciera el redactor de la bitácora. Una especie de información centrada en el lector, y no en el editor, que somos nosotros, los bloggers.

Nadie me hizo caso, y lo comprendo. Pero yo sigo con la misma idea. Ahora que tenemos en Internet cientos de bitácoras de cine castellano-parlantes yo propongo lo mismo.

Imagínense un portal de bitácoras de cine con los estrenos ordenados por fecha, o bien por título. Debajo de cada título un listado de bitácoras que lo comentan. El lector tendría un montón de opiniones para elegir.

De hecho hay un proyecto que tuvo esta misma idea. Me gustó mucho y por eso está en el primer lugar de mi lista de enlaces. Pero aún es mejorable. En MuchoCine los redactores eligen qué película quieren que se comente y qué crítico. Es muy interesante, pero no abarca todas las opiniones. El lector sigue sin poder elegir, sigue sin conocer toda la variedad de opiniones que existen.
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