Dos cabalgan juntos
John Ford, 1961
Guión: Frank S. Nugent.
Reparto: James Stewart (Sherif Guthrie McCabe), Richard Widmark (teniente Jim Gary), Shirley Janes, Linda Cristal, Andy Devine, John Mclntire, Harry Carey, Jr., Paul Birch, Willis Bouchey
***
McCabe (Stewart) es el sheriff de un pueblo del oeste. Gobierna con mano firme y cobra una comisión por cada negocio. Él no ve nada de malo en lo que hace. El teniente Gary (Widmark) trabaja para el ejército por sólo ochenta dólares al mes. El teniente tiene órdenes de llevar a McCabe al fuerte para que ayude a comerciar con los comanches la devolución de cautivos blancos que han vivido con ellos muchos años.
Lo que Ford contrapone con humor es la doble manera de ver las cosas. El ejército con su sentido estricto de la ley que le ofrece un sueldo mísero por la tarea y la versión mercantil de la vida. McCabe haciendo uso de las costumbres que tan buenos frutos le han dado ofrece traer a los cautivos a cambio de comisiones. Si se tratara de dos sistemas económicos contrapuestos, el ejército sería Bruselas, y McCabe sería Marbella.
Sin embargo Ford no condena al sheriff. Todo su enojo lo guarda para la segunda parte de la película. Los dos protagonistas rescatan a una mexicana cautiva, y la sociedad blanca la dicrimina por haber sido la esposa de un indio. En el baile nadie quiere sacarla a bailar y los dos amigos dan un escarmiento fordiano a los blancos racistas. El planteamiento sigue la estela de “Centauros del desierto”. Ford critica el racismo, pero no mucho.
Peter Bogdanovich ("John Ford"). Editorial Fundamentos, 1971.
John Ford:
No me gustaba el argumento, pero la hice como favor a Harry Cohn, que se había encontrado obligado a hacerla y me dijo:
–¿Quieres hacerla por mí?
–¡Dios mío, es un guión horroroso! –contesté.
–Ya lo sé, pero estamos obligados a hacerla... Y tenemos contratados a Widmark y Stewart.
–De acuerdo, haré la película -dije.
Y no me divertí. Sencillamente traté de que el personaje de Stewart fuera lo más humorístico posible.
Su moral era un poco ambigua.
¿No es un poco ambigua la moral de todos?
¿Cuando es posible, le gusta hacer toda una escena en un sólo ángulo, sin cortar, como hizo en la escena junto al río, entre Stewart y Widmark?
Bueno, queda mejor si se puede hacer, si se acerca uno lo bastante para que el público pueda ver las caras con claridad. Algunos directores siguen normas fijas, dicen que siempre se ha de tener un primer plano. Pero tenemos que trabajar con la pantalla grande: en lugar de poner un montón de caras picadas de viruela, una cabezota horrible, un ojo, que son cosas que no me gustan, si puedo poner una escena en un plano medio en que se pueden ver bastante bien las dos caras, pues eso es lo que prefiero. Se ve a la gente, y no sólo las caras. Claro que hoy día en el cine ni siquiera se tiene la posibilidad de mirar a nadie a la cara. El otro día vi una película en que trabajaba Sofía Loren; bueno, es una mujer muy agradable, pero siempre estaba tapada por alguien o sólo le salía la cara un momento. Era la protagonista y la cámara estaba siempre lejos, y nunca se veía bien a Sofía. Es la nueva dirección. Es divertido cómo salen esos chavales de Nueva York, los directores de teatro, y lo primero que hacen cuando vienen aquí es olvidarse del argumento, olvidarse de la gente, olvidarse de los personajes, olvidarse del diálogo y concentrarse en este juguete nuevo y maravilloso que es la cámara.
Usted nunca toma una escena desde muchos ángulos.
No, porque los actores se cansan, se «enfrían» y pierden la espontaneidad, de forma que no hacen más que. recitar su diálogo. Pero si se sacan las cosas en la primera o la segunda toma, hay una chispa, una cierta inseguridad; no están seguros de lo que tienen que decir, y eso le da a uno una sensación de nervios y de suspense.
¿Evita usted también rodar demasiado para que los productores no dispongan de mucho material para volver a montarlo?
No, siempre he trabajado así, porque la película es muy cara y me fastidia desperdiciarla, porque así me criaron. No es para que no puedan cambiarla, porque pueden llevársela a Nueva York y cortar las escenas más dramáticas. Y lo hacen.
John Ford:
No me gustaba el argumento, pero la hice como favor a Harry Cohn, que se había encontrado obligado a hacerla y me dijo:
–¿Quieres hacerla por mí?
–¡Dios mío, es un guión horroroso! –contesté.
–Ya lo sé, pero estamos obligados a hacerla... Y tenemos contratados a Widmark y Stewart.
–De acuerdo, haré la película -dije.
Y no me divertí. Sencillamente traté de que el personaje de Stewart fuera lo más humorístico posible.
Su moral era un poco ambigua.
¿No es un poco ambigua la moral de todos?
¿Cuando es posible, le gusta hacer toda una escena en un sólo ángulo, sin cortar, como hizo en la escena junto al río, entre Stewart y Widmark?
Bueno, queda mejor si se puede hacer, si se acerca uno lo bastante para que el público pueda ver las caras con claridad. Algunos directores siguen normas fijas, dicen que siempre se ha de tener un primer plano. Pero tenemos que trabajar con la pantalla grande: en lugar de poner un montón de caras picadas de viruela, una cabezota horrible, un ojo, que son cosas que no me gustan, si puedo poner una escena en un plano medio en que se pueden ver bastante bien las dos caras, pues eso es lo que prefiero. Se ve a la gente, y no sólo las caras. Claro que hoy día en el cine ni siquiera se tiene la posibilidad de mirar a nadie a la cara. El otro día vi una película en que trabajaba Sofía Loren; bueno, es una mujer muy agradable, pero siempre estaba tapada por alguien o sólo le salía la cara un momento. Era la protagonista y la cámara estaba siempre lejos, y nunca se veía bien a Sofía. Es la nueva dirección. Es divertido cómo salen esos chavales de Nueva York, los directores de teatro, y lo primero que hacen cuando vienen aquí es olvidarse del argumento, olvidarse de la gente, olvidarse de los personajes, olvidarse del diálogo y concentrarse en este juguete nuevo y maravilloso que es la cámara.
Usted nunca toma una escena desde muchos ángulos.
No, porque los actores se cansan, se «enfrían» y pierden la espontaneidad, de forma que no hacen más que. recitar su diálogo. Pero si se sacan las cosas en la primera o la segunda toma, hay una chispa, una cierta inseguridad; no están seguros de lo que tienen que decir, y eso le da a uno una sensación de nervios y de suspense.
¿Evita usted también rodar demasiado para que los productores no dispongan de mucho material para volver a montarlo?
No, siempre he trabajado así, porque la película es muy cara y me fastidia desperdiciarla, porque así me criaron. No es para que no puedan cambiarla, porque pueden llevársela a Nueva York y cortar las escenas más dramáticas. Y lo hacen.
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