La máscara
Acostumbrados como estamos a los espectáculos colosales, corremos el riesgo de pasar por alto, enterrandolo bajo el rótulo de industrial, la cantidad de propuestas que esconde un producto como “Death race”. La película contiene un drama carcelario, de novatos y abusones, un videojuego de carreras de autos, con adrenalina y
mujeres explosivas, una intriga policial con asesinos y pistas un poco fáciles, un drama humano de un padre de familia, un futuro distópico de paro y huelgas sangrientas, una confrontación de hombres que se juegan todo en una carrera, una crítica moralista a los reality shows, y un universo transgresor, al que nos ha acostumbrado el cine, en el que la autoridad y el orden representan el mal y los hombres tatuados y las minorías raciales, que otras mitologías desprecian, representan la única esperanza que nos queda de ver a un ser humano respetable.
Paul W.S. Anderson, 2008
Reparto: Jason Statham (Jensen Ames), Joan Allen (Hennessey), Tyrese Gibson (Machine Gun Joe), Ian McShane (Coach), Natalie Martinez (Case), Jacob Vargas (Gunner), Fred Koehler (Lists), Robert LaSardo (Grimm), Justin Mader (Travis Colt), Max Ryan (Slovo Pachenko), Jason Clarke (Ulrich).
Guión: Paul W.S. Anderson y J.F. Lawton.
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La película arranca en un futuro próximo, o quizá demasiado actual, porque las empresas echan a todo el mundo a la calle y no les pagan lo que han trabajado. La policía está sólo para reprimir la ira legítima del pueblo. Uno puede, o no, comulgar con un planteamiento ideológico tan básico como el de Anderson, pero nunca podrá quejarse de no saber a que lado del tablero se le pide que juegue. Hay veces que la falta de complejidad es un regalo.
El protagonista soporta estoicamente que lo echen de su trabajo sin pagarle y, más adelante, que lo acusen de un crimen que no ha cometido. En la cárcel, la directora le ofrece la libertad a cambio de ganar una carrera a muerte. Ella gana dinero televisando un espectáculo depravado para una audiencia que se ha convertido en un circo romano.
Para evitar que se convierta en la, inconfesa, cuarta parte de “A todo gas”, los creadores añadieron complicaciones: el protagonista descubre al verdadero asesino y usa la carrera para saldar cuentas, sus rivales tienen sus propios objetivos. Nadie sabe si el premio que les espera es trigo limpio.
El mejor recurso narrativo es el de la máscara. En realidad, el preso no corre con su nombre. Ocupa el lugar de un corredor anterior, enmascarado, que murió. Se trata de mantener una leyenda. Pero dado que importa la leyenda, los conductores son prescindibles. Se trata de la historia del Zorro al reves; Banderas estaba dispuesto a sacrificarse por mantener el mito. En “Espartaco” todos los esclavos descubren que pueden ser héroes si asumen la misma máscara que su líder y comparten el castigo. En la gran joya del cine reciente, “
El caballero oscuro”, el joker mantiene una relación delirante con la máscara de Batman, mata para descubrir al hombre y luego mata para que nadie le diga quien es.
El director tenía un filón narrativo en esa máscara, pero se conforma con unas gotas de adrenalina.
Roger Ebert *: It is an assault on all the senses, including common. Walking out, I had the impression I had just seen the video game and was still waiting for the movie.
RT 43% |
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