El crack II

José Luis Garci, 1982
Reparto: Alfredo Landa (Germán Areta), María Casanova (Carmen), Miguel Rellán (Moro), José Bódalo (Don Ricardo), José Manuel Cervino (Frutos), Arturo Fernández (Don Gregorio), Agustín González (Bombilla), María Adámez, Fernando Bilbao.
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Cine negro castizo

Los dos Craks de Garci hicieron una traducción castiza del género negro que no he vuelto a ver repetida. Garci estaba en estado de gracia y dio con un filón que no debía haber abandonado hasta que el público se hubiera cansado, como hace Narciso Ibáñez Serrador cada vez que vuelve a la televisión con su Un, dos, tres. Germán Areta es una creación inolvidable, con ese gesto de malas pulgas, o de hombre sufrido, amable, incluso, que aguanta hasta que salta y deja a todo el mundo temblando. Para mi gusto Areta siempre será la mejor creación de Landa. Areta deja que la gente le suelte su rollo, al peluquero, a la novia, al antiguo jefe, ahora retirado, que quiere pensar que es feliz pero está harto de su casa de campo. Así, los secundarios van dibujándose y creando un mundo personal, un escenario agridulce donde da igual lo que pase, o cual sea el caso, porque estamos encantados de ser testigos.

Algunas frases le salieron redondas, pero es que no eran frases de adorno, son frases de situación. "Bueno, un trabajo como otro cualquiera, duermo poco, ando mucho, y lo que veo no me gusta." Rellán está magnífico con su verborrea, y no se asusta de los matones que le amenazan en el cine donde echan La junga de Asfalto, "Coño, si parece que os habéis escapao de la pantalla." Y cuando María Casanova vuelve a la oficina y él le apunta: "nada, estaba dando un paseo y me dije, voy a pasarme por la oficina a ver si así Areta coge y me pega un tiro."

Garci había visto mucho cine y conocía las reglas la mar de bien. Las intuía y las seguía como un sabueso. Areta empieza con un caso de celos entre dos homosexuales, que le daba también un aire de modernidad, y sin darse cuenta resulta que se ha metido en un caso grave donde hay mafias, grandes negocios y también grandes crímenes. El hampa amenaza a Areta y en vez de apartarlo, consiguen, cada vez más, que el caso sea una cuestión personal para él. Garci demuestra oficio con ese manejo gradual de la acción que cada vez involucra más al detective. El héroe se queda cada vez más solo cuando se va acercando a los criminales, la novia, el jefe, el ayudante, todos lo abandonan. Su vida está en juego y no le importa, y el final es redondo, el bueno entra en la guarida de los malos.

El Madrid de 1982 es un Madrid que Garci quiere dibujar moderno, y sin embargo sabe tanto a viejo, tanto desconchón, y tanto hollín en aquellas fachadas. Ahora, en cambio nos quiere transportar a un Madrid pobre de 1950, y todo sabe a Madrid prefabricado. Esta segunda parte del Crack no es tan buena como la primera, porque no repara el daño que le han hecho los asesinos, pero sigue siendo una de mis favoritas de los años ochenta.

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