Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, está conducida por unos diálogos de tan alta calidad que se podrían comparar con otros maestros de la prosa, escueta y dura, desde Raymond Chandler hasta Elmore Leonard. Como ellos, Quentin Tarantino encuentra una manera de hacer que las palabras tengan humor sin ni siquiera buscar la risa. Como ellos, combina una prosa eficaz con fragmentos de ruda poesía y maliciosa imaginación.
Pensemos en una escena concreta, no muy mencionada en los debates sobre la película. El boxeador profesional Butch (Bruce Willis) acaba de matar un hombre en el ring. Vuelve a la habitación de motel que ocupa con su novia, Fabienne (Maria de Medeiros). Ella dice que ha estado mirándose en el espejo y que quiere tener barriga. «Ya tienes una —le contesta él, acurrucándose cerca de ella—. Si tuviera una, llevaría una camisa dos tallas inferior, para que se notara más.» Un poco más tarde, observa: «Es mala suerte que lo que encontramos reconfortante para el tacto y atractivo para el ojo, rara vez sea la misma cosa».
Es un diálogo estupendo (escogido al azar). Es sobre algo. El diálogo viene en un momento de desesperación para Butch. Está de acuerdo en abandonar el combate, secretamente apuesta por sí mismo y gana. Hará un montón de dinero, pero solamente si se escapa de la venganza de Marsellus Wallace (Ving Rhames) y sus sicarios, Jules y Vincent (Samuel L. Jackson y John Travolta). En una película inferior, en esta escena el diálogo hubiera ido marcado por la acción; Butch habría explicado a Fabienne lo que él y ella, y nosotros, ya sabíamos. En su lugar, Tarantino utiliza una conversación aparentemente irrelevante para establecer su personalidad y la relación entre ellos. Su diálogo está siempre interrelacionado.
Es la estrategia de Tarantino en todas sus películas, hacer que los personajes hablen en momentos precisos de la acción o que hagan lo que les dé la gana. Recordemos la primera conversación entre Jules y Vincent, cuando están de camino para asesinar unos estudiantes que han ofendido a Wallace y se han apropiado de su maletín. Hablan de las leyes sobre drogas en Ámsterdam, cómo se llaman las hamburguesas en París y el grado de intimidad sexual que implica un masaje en el pie. Finalmente Jules dice: «Entremos en situación», y se introducen en el apartamento.
Los diálogos de Tarantino no son simplemente caprichosos. Hay un método detrás. La discusión sobre el porqué los Quarter Pounder se llaman Royales en París es retomada, unos minutos más tarde, en una tensa discusión entre Jules y uno de los chicos (Frank Whaley). También se retoma la historia en la que Marsellus hace que un hombre sea lanzado desde un cuarto piso por haber dado un masaje en los pies a su esposa. Tarantino está preparando el terreno dramático para una escena en la que Vincent se lleva a Mia Wallace (Urna Thurman) a un restaurante, por orden de su jefe. Cuando Mia, accidentalmente, se toma una sobredosis, Vincent se la lleva al «camello». Lance (Eric Stoitz), que la devuelve a la vida con una inyección de adrenalina en el corazón.
Esa escena empieza también con unos diálogos que parecen divertidos cuando en realidad están preparando el terreno. Conocemos a la novia de Lance, Jody (Rosanna Arquette), que lleva piercings en las partes más inverosímiles y que habla sobre el fetichismo de los piercings. Tarantino está preparando su conclusión. Cuando la aguja atraviesa el corazón, se espera que sea uno de los momentos más atroces de la película, pero el público, curiosamente, siempre se ríe. En un análisis plano a plano en la Universidad de Virginia, descubrimos la razón. Quentin Tarantino nunca nos muestra la aguja penetrando el pecho. Corta a unos planos donde los personajes que rodean a Mia reaccionan al golpe, gritando. Jody dice que ha sido todo un «viaje». Entendemos que, para una mujer con tantos agujeros, aún le faltaba por descubrir el último piercing posible. El lenguaje corporal y los diálogos toman una escena grotesca y la convierten en comedia negra, pero genuina. Todo está en el montaje y en los diálogos. También se encuentra, por supuesto, en la desesperación subyacente, motivada por los pensamientos sobre lo que puede hacerle Marsellus a Vincent, ya que matar a la señora Wallace es mucho peor que darle un masaje a sus pies.
La estructura circular y autorreferencial de la película es famosa. El atraco al restaurante que hacen Pumpkin y Honey Bunny (Tim Roth y Amanda Plummer) empieza y termina la película, mientras que las otras historias paralelas entran y salen sin una cronología estricta. No obstante, hay cierta cronología en el diálogo, en el sentido en que éste marca o enriquece lo que viene después. Los diálogos son la prueba de los malabarismos que ha tenido en mente Tarantino desde el mismo principio, porque no hay ni un solo fallo: las escenas no van en orden cronológico, pero los diálogos siempre están perfectamente situados dentro de la película.
He mencionado que la secuencia de la aguja en el corazón termina en risas. Ese es también el caso en la escena donde los secuaces matan por accidente a uno de los pasajeros del coche. El interior del coche está repleto de sangre cuando el Lobo (Harvey Keitel) es llamado para arreglar la situación: recordamos mucha más sangre que la que de hecho vemos, eso es porque la escena no paraliza la película. Las escenas con sangre son las escenas donde el Lobo puede desarrollar mejor su trabajo, y son divertidas porque son un hecho. La película contiene escenas de violencia repentina y brutal, como cuando Jules y Vincent abren fuego en el apartamento o cuando Butch se vuelve «medieval» (la palabra preferida de Marsellus) con los chicos que visten cuero. Tarantino utiliza planos largos, sorpresas, recortes y el contexto del diálogo para hacer que la película parezca menos violenta cuando tiene todo el derecho a serlo.
Howard Hawks dio una vez la definición de una buena película: «Tres grandes escenas. Ninguna escena mala». Pocas películas recientes tienen más escenas
buenas que Pulp Fiction. Algunas parecen comedia musical, como cuando Vincent y Mia bailan enjackrabbit Slim's. Otras son abrumadoras en su brusquedad, como cuando Butch vuelve a su apartamento y sorprende a Vincent. Algunas son todo estilo verbal, como el diálogo entre Marsellus Wallace y Butch, o cuando el capitán Koons (Christopher Waiken) hace el monólogo al «hombre pequeño» sobre el reloj de su padre.
También hay algunas que parecen deliberadamente planeadas para provocar discusión: ¿Qué hay dentro del maletín? ¿Por qué salen destellos de luz de su interior durante el primer tiroteo en el apartamento? ¿Cita correctamente la Biblia, Jackson? Algunas escenas dependen enteramente de la actitud (el detalle sin sentido de la limpieza del Lobo). Muchas escenas tienen un nivel adicional de interés porque los personajes temen represalias (Bruce teme a Wallace, Vincent teme a Wallace, Jimmie, el traficante de drogas, quiere que se lleven el cadáver antes que su esposa vuelva a casa).
Vi Pulp Fiction por primera vez en el Festival de Cine de Cannes en 1994, donde ganó la Palma de Oro y dominó los debates sobre cine de toda la nación durante al menos los siguientes doce meses. Es la película que ha tenido más influeneia de la década; su descripción cronológica del tiempo se puede notar en películas como 5ospechosos habituales, Zero Effect y Memento, no es que la hayan copiado, sino que son muy conscientes de los placeres de jugar con la cronología. Pero no es la estructura lo que hace de Pulp Fiction una gran película. Su grandeza viene de su enlace con los personajes originales (esencialmente cómicos) con una serie de acontecimientos vividos e imaginativos, y de los diálogos. Los diálogos son la base para todo lo demás.
Viendo muchas películas, me doy cuenta que todos los diálogos están enteramente dedicados a explicar o a profundizar el argumento y no hay ninguna ligereza en el estilo del lenguaje o del idioma para su propio beneficio. Citaremos cualquier diálogo de Pearl Harbor como burla. La mayoría de las conversaciones en la mayoría de las películas son mortalmente aburridas, esa es la razón por la que directores sin talento para los diálogos dependen tanto de la acción y de los efectos especiales. Los personajes de Pulp Fiction siempre están hablando, siempre dicen cosas interesantes, divertidas, temibles o audaces. La película funciona como un libro leído. Imaginemos tener que escuchar El regreso de la Momia.
Roger Ebert. Las grandes películas. Editorial Ma non tropo.
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