Pulp Fiction

Quentin Tarantino, 1994.
Reparto: Julius (Samuel L. Jackson), Vincent Vega (John Travolta) Mía (Uma Thurman) Honey Bunny (Amanda Plummer) Pumpkin (Tim Roth) Havey Keytel, Bruce Willis. Marcellus Wallace (Ving Rhames)
* * * *
El espectador no es bueno

Capra demostró a mediados de los años treinta que los espectadores somos personas buenas porque disfrutamos cuando vemos a un protagonista romper las reglas de la realidad y vivir un milagro que aunque no sea creíble sí que es merecido. El mérito de Tarantino, a mediados de los noventa es el de haber refutado la afirmación de Capra, los espectadores somos perversos porque nos da igual lo que le ocurra a un personaje si lo cambiamos de lugar. Y somos aún más malos porque entre un matón y una víctima indefensa es posible preocuparnos por el primero.

Vincent Vega (Travolta) y Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) charlan sobre temas intrascendentes. La hamburguesa cuarto de libra se llama Mac Royal en Francia. El jefe de ambos, Marsellus, tiró por la ventana de un cuarto piso a un tipo por masajearle los pies a su mujer. ¿Se pasó o le dio su merecido? Vincent dice que se pasó y Jules piensa que no. Entonces entran al piso de unos jovencitos imberbes que no han cumplido un trato con Marcellus y los matan a tiros después de hacer una escena tensa y humillante. ¿Por qué vemos las cosas como los agresores y no nos ponemos de parte de los muchachos indefensos?

Jules nos está explicando lo que es pasarse, pero no cabe duda de que él no se está pasando con los muchachos cuando los acribilla.

En la siguiente escena Vincent tiene que sacar a la mujer de Marsellus una noche para que se divierta. La tensión está en que la secuencia podría ser romántica, pero Vincent sabe lo que podría pasarle si cruza la raya, y el espectador también.

Vincent y Jules también son los protagonistas de una escena que se nos narra después pero que ocurrió antes. El desorden cronológico no va a despistar a nadie, y no puede ser más oportuno. Se trata del coche en el que viajan después de ajustar cuentas a los jóvenes, a Vincent se le escapa un tiro y esparce los sesos de uno de ellos que no tenía culpa de nada por toda la tapicería del deportivo.

No pueden viajar con un coche lleno de sangre por la ciudad y lo llevan a casa de un amigo. Pero tienen que limpiarlo todo antes de que llegue su esposa.

Fijémonos que nuestra preocupación está en si les dará tiempo o no. Pero ¿Alguien piensa por un segundo en el muchacho? Esa es la magia del cine ¿no?

En el siguiente episodio, un boxeador (Bruce Willis) amaña una pelea para que Marsellus gane las apuestas. Pero no cumple su palabra y gana el combate. El problema del boxeador es que su novia se ha olvidado en el piso un reloj de su bisabuelo que es muy importante para él. Vuelve al piso y coge su reloj. De paso mata al tipo que vigila el apartamento.

Y el tipo resulta ser Travolta (Vincent). ¿Qué ha ocurrido con la simpatía que teníamos al matón? Hemos sufrido para que no se líe con la esposa del gangster (Uma Thurman) y para que limpie a tiempo el coche de sesos. Y ahora nos alegramos de que lo maten.

Y es así porque Tarantino nos hace ver que no somos fieles a la moral, ni tampoco a los personajes. Somos fieles a la acción, y el motivo ahora es recoger el reloj, y el protagonista es ahora Bruce Willis.

Igual de víctima que el público de los juegos de Tarantino lo es el gangster, Marcellus, que se encuentra con el boxeador y al final cambia de actitud, porque descubre a otros tipos a los que incluso odia más que a él.

Y así, la acción llega al final, que en realidad es el principio, porque estamos en el restaurante donde empezó la acción. Y de nuevo Tarantino ha cambiado los roles y los énfasis. Un matrimonio charla sobre que hacer en la vida y al final decide que van a dejar de atracar licorerías y van a atracar restaurantes (Ese era el comienzo) y atracan el restaurante de Vincent y Jules.

Jules ha decidido que va a iniciar una nueva vida y realiza una buena acción. La hace porque le da la gana y con ello concluye la película. ¿Era necesario que Tarantino cerrara su obra con una vuelta a la moral convencional para no salir del cine con mal cuerpo? ¿O ese gesto noble es un experimento más del juego al que nos ha sometido?

No se la respuesta. Pero la experiencia de ver Pulp fiction es inolvidable.
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