Stephen Daldry, 2003
Reparto: Meryl Streep (Clarissa Vaughan), Nicole Kidman (Virginia Woolf), Julianne Moore (Laura Brown), Stephen Dillane (Leonard Woolf), Miranda Richardson (Vanessa Bell), Ed Harris (Richard Brown), John C. Reilly (Dan Brown), Charley Ramm (Julian Bell), Toni Collette (Kitty), Claire Danes (Julia Vaughan), Jeff Daniels (Louis Waters), Eileen Atkins (Barbara).
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PretenciosaReparto: Meryl Streep (Clarissa Vaughan), Nicole Kidman (Virginia Woolf), Julianne Moore (Laura Brown), Stephen Dillane (Leonard Woolf), Miranda Richardson (Vanessa Bell), Ed Harris (Richard Brown), John C. Reilly (Dan Brown), Charley Ramm (Julian Bell), Toni Collette (Kitty), Claire Danes (Julia Vaughan), Jeff Daniels (Louis Waters), Eileen Atkins (Barbara).
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Las horas empieza mostrando el suicidio de Virginia Woolf en 1942; y luego abre tres historias ambientadas en tres épocas por tres mujeres distintas. En 1923 la propia escritora (Nicole Kidman) está escribiendo la novela Mrs Dalloway. En los años cincuenta, una mujer casada y feliz lee el libro (Julianne Moore). En el año 2001, Mrs Dalloway (Meryl Streep) se despierta por la mañana y decide comprar flores. Las tres historias avanzan plúmbeamente hasta el final de la película que es el único momento interesante, porque nos descrubre un nexo de unión que no es tan sencillo como el del planteamiento, autora-lectora-personaje.
La sorpresa del final es interesante, pero no disculpa el aburrimiento un discurso tan pomposo como el que nos ha largado Daldry. Daldry tiene un ritmo narrativo muy musical, lo cual en cine funciona muy bien. Las coreografías de Billy Elliot son inolvidables. Pero en Las horas ha elegido a Philip Glass para poner música y Philip Glass sólo ha compuesto una melodía en su vida que se dedica a repetir incansablemente con distintos nombres y cambiando de carátula al cd lo cual constituye un negocio muy lucrativo para él, pero no para la película que debe parte de su lentitud al músico.
En Las horas todas las mujeres son lesbianas y el único hombre que vale la pena es homosexual, así que resulta chocante ver un universo donde los héteros son insípidos o invisibles como en “Todo sobre mi madre” de Almodóvar. Pero el tema que realmente une los relatos paralelos es el suicidio. Virginia Woolf vive apartada de Londres porque su marido teme que caida de nuevo en la depresión y el suicidio. Su lectora vive una vida sencilla y burguesa pero no es la que ella quiere y elige un hotel para suicidarse con unas píldoras. Mrs Dalloway justifica su existencia cuidando de los demás, especialmente de un poeta con SIDA al que ella sirve como único motivo para seguir viviendo, pero que en realidad no está seguro de que quiera hacerlo. Los tres suicidas meditan sobre su opción. A los tres los mantiene vivos una excusa leve, a Virginia su marido, la literatura, al poeta la devoción de otra persona, a la lectora del libro un hilo.
No me parece tan serio ese planteamiento. El suicidio visto como una opción que los demás debemos respetar parece un tema que arranca aplausos. Pero falta lo esencial de la historia, no hace falta explicar por qué los personajes tienen derecho a elegirla, hace falta explicar porque llegan a un deseo tan triste.
Criticalia. Enrique Colmena. (4/5)
Con el aval que supuso la notable "Billy Elliott", que le descubrió para el gran público como el cineasta sensible que es, el británico Stephen Daldry vuelve a brillar intensamente con "Las horas", complejo drama a tres bandas que se inicia con el suicidio de la escritora Virginia Woolf, para después trenzar hábilmente tres historias paralelas, en tres momentos históricos distintos (años veinte, años cincuenta, la actualidad), con otras tantas mujeres que se ven inmersas en situaciones parecidas a las vividas por el personaje central de "Mrs. Dalloway", la más famosa novela de la escritora británica. La propia Virginia será una de esas mujeres, a la vez agente y paciente de la historia; un ama de casa encinta y con niño pequeño, a mediados del siglo XX, con graves problemas para asumir su lesbianismo; y una liberada mujer del siglo XXI, volcada en la asistencia a su amado poeta enfermo de sida.
El primer acierto del filme es el espléndido guión del dramaturgo y cineasta David Hare, que combina admirablemente las tres historias, llegando incluso a cruzarlas entre sí al final, a pesar de la dispar cronología. El sufrimiento de vivir, la inercia de los días, la forma de afrontar otras sexualidades, la insoportable fugacidad de la dicha, son algunos de sus difíciles temas, los mismos de "Mrs. Dalloway", aquí magníficamente representada por tres actrices que dan un recital interpretativo. Si tuviera que quedarme con una, lo haría con Julianne Moore, la menos conocida de las tres y también la que apechuga con el papel más ingrato, a fuer de más interiorizado, de menor lucimiento exterior. Gran película, quizá demasiado compleja para la mente abotargada de la generalidad de los académicos de Hollywood (y que se salve quien pueda). Ya veremos que pasa el próximo 23 de marzo en los Oscar...
Peter Howell. Toronto Star. (4/4)
The wonder of The Hours is that so much light seeps through the darkness.
It's a film where death is always close at hand, through suicide, disease or the contemplation of mortality. Yet as the characters each choose existence or the void, a feeling of hard-earned wisdom emerges which ennobles and affirms.
Closely based on Michael Cunningham's Pulitzer-winning novel of the same name, The Hours follows three women whose lives are separated by many decades, yet whose thoughts and actions are inextricably linked.
One of them is real and famous: The author Virgina Woolf, played by Nicole Kidman with such complete devotion - including the wearing of a prosthetic nose - that she is almost unrecognizable in the role. We see Woolf at two key moments. First, on the day of her death in 1941, drowning herself in the swiftly moving waters of an English country river. Then moving backwards nearly two decades, to 1923, as she battles mental illness and begins to write her celebrated novel Mrs. Dalloway, a book that only on its surface is about a day in the life of a woman preparing to have a party.
The other two women are fictional and ordinary, but no less real in their emotional impact.
All set on bright June days, the three stories take some time settling in. Patience is required on the part of the viewer as the camera swoops across the years and the various connections - tenuous at first, but gradually growing in significance - are sorted out. When the strands finally come together, the impact is tremendous.
Mark Caro. Metromix. (3/4)
Cunningham's novel cleverly plays off "Mrs. Dalloway," a novel that we English majors are presumed to have read (though many of us didn't quite "get it" at the time), while following three parallel narrative strands: a woman nicknamed Mrs. Dalloway, who experiences a late 20th Century New York City version of the day that her namesake experiences in Woolf's novel; a depressed 1949 Los Angeles housewife, Laura Brown, who tries to find transcendence through reading "Mrs. Dalloway"; and Woolf herself as she writes the novel while fighting off the demons that eventually would cause her to take her own life.
The movie also shares the most serious, earnest qualities of Daldry's "Billy Elliot" without the previous movie's rock 'n' roll energy and release. The rhythms of "The Hours" are deliberate, circular, like Philip Glass' classical score, which is characteristically repetitive but does an effective job of bridging the various stories.
Mr Cranky. (-1/-5)
Actually, "The Hours" is all about lesbians and anybody who knows anything about movies knows that the main reason you put lesbians in a movie is very simple: hot lesbian sex. Really, what is better than hot lesbian sex? Men will flock like sheep to the slaughter if they even get a whiff of hot lesbian sex, which makes it an excellent means to gain box-office. In fact, if you simply retitled this film "Hot Lesbian Sex" I can almost guarantee it would make ten times what it's going to make with its current title. Similarly, including the words "hot lesbian sex" in a review of "The Hours" might even increase the number of Google hits that review receives, especially when combined with the words "John Ashcroft anal intrusion."
Believe it or not, hot lesbian sex is the answer to just about every problem in "The Hours," which weaves three different stories through three different time periods into one film, creating an effect akin to being a schizophrenic whose meds are wearing off. First, there's Virginia Woolf (Nicole Kidman), who's working on her book "Mrs. Dalloway" and could really use some hot lesbian sex. Hell, she kisses her sister, Vanessa Bell (Miranda Richardson), hard on the lips. That just screams "hot lesbian sex." Then there's Laura Vaughn (Julianne Moore), who kisses her neighbor, Kitty (Toni Collette), hard on the lips. Finally, there's Clarissa Vaughan (Meryl Streep), who's a book editor during the present day. She's well ensconced in a long relationship with her lover, Sally (Allison Janney), but Sally sneaks into bed late one night and we immediately know what Clarissa is lacking in her life. That's right: "hot lesbian sex."
A lot of this film revolves around Woolf's "Mrs. Dalloway." Let me just say something about "Mrs. Dalloway." BORING!! Have you ever tried to read that thing? BORING!! I've had concussions that were more intellectually stimulating. The irony of this failed intellectual catalyst is that "Mrs. Dalloway" lacks exactly the same thing "The Hours" lacks, a thing that could have put each over the top and made them among the most popular works in their genre. And what is that thing? That's right. Everyone say it with me, with feeling: "hot lesbian sex."
Intimidad y desconsuelo. Alberto Bermejo
No es frecuente encontrarse con una película como Las horas, una de esas escasas ocasiones en las que el placer, el dolor y la fascinación alcanzan un extrano equílibrio, el armazón de un túnel de intimidad entre la pantalla y el espectador que se deja envolver por sus imágenes. Por supuesto, no se trata de un espectáculo para cualquier tipo de público. Vaya por delante que los que van al cine buscando ruido, velocidad y carcajadas tabernarias pueden hacer el gasto en otra sala o invertir en hamburguesas. Esto no es para ellos. La película de Stephen Daldry, responsable de la muy popular Billy Elliot, es algo muy especial, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, por lo que muestra sobre la pantalla y por lo que invita a deducir del interior de las criaturas que la habitan, un relato que transcurre en tres tiempos y se reparte entre tres personajes femeninos: la escritora Virginia Woolf en los años 20, atrapada entre sus obsesiones creativas y sus desequilibrios emocionales, una madre de familia en la California de los años 50, con todo lo necesario para llevar una existencia convencionalmente feliz, y una madura editora neoyorquina de ahora mismo, de principios de los 2000, lesbiana, madre de una hija y solidaria con un enfermo terminal de sida, con el que parece haber mantenido algo más que relaciones profesionales en otro tiempo. La narración, inspirada en una novela del premio Pulitzer Michael Cunningham y reorganizada en un portentoso y sigiloso guión de David Hare, se prolonga de una a otra, interrelacionando sus acciones y sus estados de ánimo, explorando ese terreno resbaladizo de las indescifrables razones de la infelicidad, confrontado a los personajes y a los que los contemplan a ese inconfesable sentimiento de desconsuelo con el que algunos conviven asiduamente y al que, quien más quien menos, todos nos enfrentamos de cuando en cuando. Emociones intensas en una película marcada por el deslumbrante trabajo de sus actrices: de Nicole Kidman en primer término, poco menos que irreconocible en esa hipnótica renuncia a su propia fisonomía que la convierte en la reencarnación física y moral de la escritora Virginia Woolf, pero sólo medio grado por encima de los méritos de Julianne Moore y de Meryl Streep, sobre cuyos personajes pesa el campo magnético de la escritora y en especial el de su novela La Señora Dalloway que actúa en cierto modo de invisible cordón umbilical entro ellas. Las tres tienen poco más o menos el mismo protagonismo y sus respectivos papeles pueden considerarse, de hecho, como tres aspectos diferentes de un único personaje que viene a constatar la intemporalidad de determinadas pulsiones existenciales. No es casualidad ni capricho la serie de secuencias que se inician en el entorno de Nicole Kidman, Se propaga en el de Julianne Moore y culmina en el de Meryl Streep. Ni que algunos de los momentos más impresionantes sean precisamente los que descubren los parentescos entre ellas o sus respectivas relaciones con el desasosiego o la insatisfacción. Las tres, cada una en su registro, están de Oscar, como ya ha certificado el merecido premio compartido a la mejor interpretación en el pasado Festival de Berlín. Pero además está Ed Harris, que soporta y hace creíble tino de los retratos más estremecedores de esta película pausada, elegante y emotiva, compleja sin duda, pero apasionante, que se ve en estado de semitrance, entre la admiración y la congoja y de la que se sale en ese paradójico estado de felicidad o plenitud que Sólo provocan los más bellos espectáculos cinematográficos.
Con el aval que supuso la notable "Billy Elliott", que le descubrió para el gran público como el cineasta sensible que es, el británico Stephen Daldry vuelve a brillar intensamente con "Las horas", complejo drama a tres bandas que se inicia con el suicidio de la escritora Virginia Woolf, para después trenzar hábilmente tres historias paralelas, en tres momentos históricos distintos (años veinte, años cincuenta, la actualidad), con otras tantas mujeres que se ven inmersas en situaciones parecidas a las vividas por el personaje central de "Mrs. Dalloway", la más famosa novela de la escritora británica. La propia Virginia será una de esas mujeres, a la vez agente y paciente de la historia; un ama de casa encinta y con niño pequeño, a mediados del siglo XX, con graves problemas para asumir su lesbianismo; y una liberada mujer del siglo XXI, volcada en la asistencia a su amado poeta enfermo de sida.
El primer acierto del filme es el espléndido guión del dramaturgo y cineasta David Hare, que combina admirablemente las tres historias, llegando incluso a cruzarlas entre sí al final, a pesar de la dispar cronología. El sufrimiento de vivir, la inercia de los días, la forma de afrontar otras sexualidades, la insoportable fugacidad de la dicha, son algunos de sus difíciles temas, los mismos de "Mrs. Dalloway", aquí magníficamente representada por tres actrices que dan un recital interpretativo. Si tuviera que quedarme con una, lo haría con Julianne Moore, la menos conocida de las tres y también la que apechuga con el papel más ingrato, a fuer de más interiorizado, de menor lucimiento exterior. Gran película, quizá demasiado compleja para la mente abotargada de la generalidad de los académicos de Hollywood (y que se salve quien pueda). Ya veremos que pasa el próximo 23 de marzo en los Oscar...
Peter Howell. Toronto Star. (4/4)
The wonder of The Hours is that so much light seeps through the darkness.
It's a film where death is always close at hand, through suicide, disease or the contemplation of mortality. Yet as the characters each choose existence or the void, a feeling of hard-earned wisdom emerges which ennobles and affirms.
Closely based on Michael Cunningham's Pulitzer-winning novel of the same name, The Hours follows three women whose lives are separated by many decades, yet whose thoughts and actions are inextricably linked.
One of them is real and famous: The author Virgina Woolf, played by Nicole Kidman with such complete devotion - including the wearing of a prosthetic nose - that she is almost unrecognizable in the role. We see Woolf at two key moments. First, on the day of her death in 1941, drowning herself in the swiftly moving waters of an English country river. Then moving backwards nearly two decades, to 1923, as she battles mental illness and begins to write her celebrated novel Mrs. Dalloway, a book that only on its surface is about a day in the life of a woman preparing to have a party.
The other two women are fictional and ordinary, but no less real in their emotional impact.
All set on bright June days, the three stories take some time settling in. Patience is required on the part of the viewer as the camera swoops across the years and the various connections - tenuous at first, but gradually growing in significance - are sorted out. When the strands finally come together, the impact is tremendous.
Mark Caro. Metromix. (3/4)
Cunningham's novel cleverly plays off "Mrs. Dalloway," a novel that we English majors are presumed to have read (though many of us didn't quite "get it" at the time), while following three parallel narrative strands: a woman nicknamed Mrs. Dalloway, who experiences a late 20th Century New York City version of the day that her namesake experiences in Woolf's novel; a depressed 1949 Los Angeles housewife, Laura Brown, who tries to find transcendence through reading "Mrs. Dalloway"; and Woolf herself as she writes the novel while fighting off the demons that eventually would cause her to take her own life.
The movie also shares the most serious, earnest qualities of Daldry's "Billy Elliot" without the previous movie's rock 'n' roll energy and release. The rhythms of "The Hours" are deliberate, circular, like Philip Glass' classical score, which is characteristically repetitive but does an effective job of bridging the various stories.
Mr Cranky. (-1/-5)
Actually, "The Hours" is all about lesbians and anybody who knows anything about movies knows that the main reason you put lesbians in a movie is very simple: hot lesbian sex. Really, what is better than hot lesbian sex? Men will flock like sheep to the slaughter if they even get a whiff of hot lesbian sex, which makes it an excellent means to gain box-office. In fact, if you simply retitled this film "Hot Lesbian Sex" I can almost guarantee it would make ten times what it's going to make with its current title. Similarly, including the words "hot lesbian sex" in a review of "The Hours" might even increase the number of Google hits that review receives, especially when combined with the words "John Ashcroft anal intrusion."
Believe it or not, hot lesbian sex is the answer to just about every problem in "The Hours," which weaves three different stories through three different time periods into one film, creating an effect akin to being a schizophrenic whose meds are wearing off. First, there's Virginia Woolf (Nicole Kidman), who's working on her book "Mrs. Dalloway" and could really use some hot lesbian sex. Hell, she kisses her sister, Vanessa Bell (Miranda Richardson), hard on the lips. That just screams "hot lesbian sex." Then there's Laura Vaughn (Julianne Moore), who kisses her neighbor, Kitty (Toni Collette), hard on the lips. Finally, there's Clarissa Vaughan (Meryl Streep), who's a book editor during the present day. She's well ensconced in a long relationship with her lover, Sally (Allison Janney), but Sally sneaks into bed late one night and we immediately know what Clarissa is lacking in her life. That's right: "hot lesbian sex."
A lot of this film revolves around Woolf's "Mrs. Dalloway." Let me just say something about "Mrs. Dalloway." BORING!! Have you ever tried to read that thing? BORING!! I've had concussions that were more intellectually stimulating. The irony of this failed intellectual catalyst is that "Mrs. Dalloway" lacks exactly the same thing "The Hours" lacks, a thing that could have put each over the top and made them among the most popular works in their genre. And what is that thing? That's right. Everyone say it with me, with feeling: "hot lesbian sex."
Intimidad y desconsuelo. Alberto Bermejo
No es frecuente encontrarse con una película como Las horas, una de esas escasas ocasiones en las que el placer, el dolor y la fascinación alcanzan un extrano equílibrio, el armazón de un túnel de intimidad entre la pantalla y el espectador que se deja envolver por sus imágenes. Por supuesto, no se trata de un espectáculo para cualquier tipo de público. Vaya por delante que los que van al cine buscando ruido, velocidad y carcajadas tabernarias pueden hacer el gasto en otra sala o invertir en hamburguesas. Esto no es para ellos. La película de Stephen Daldry, responsable de la muy popular Billy Elliot, es algo muy especial, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, por lo que muestra sobre la pantalla y por lo que invita a deducir del interior de las criaturas que la habitan, un relato que transcurre en tres tiempos y se reparte entre tres personajes femeninos: la escritora Virginia Woolf en los años 20, atrapada entre sus obsesiones creativas y sus desequilibrios emocionales, una madre de familia en la California de los años 50, con todo lo necesario para llevar una existencia convencionalmente feliz, y una madura editora neoyorquina de ahora mismo, de principios de los 2000, lesbiana, madre de una hija y solidaria con un enfermo terminal de sida, con el que parece haber mantenido algo más que relaciones profesionales en otro tiempo. La narración, inspirada en una novela del premio Pulitzer Michael Cunningham y reorganizada en un portentoso y sigiloso guión de David Hare, se prolonga de una a otra, interrelacionando sus acciones y sus estados de ánimo, explorando ese terreno resbaladizo de las indescifrables razones de la infelicidad, confrontado a los personajes y a los que los contemplan a ese inconfesable sentimiento de desconsuelo con el que algunos conviven asiduamente y al que, quien más quien menos, todos nos enfrentamos de cuando en cuando. Emociones intensas en una película marcada por el deslumbrante trabajo de sus actrices: de Nicole Kidman en primer término, poco menos que irreconocible en esa hipnótica renuncia a su propia fisonomía que la convierte en la reencarnación física y moral de la escritora Virginia Woolf, pero sólo medio grado por encima de los méritos de Julianne Moore y de Meryl Streep, sobre cuyos personajes pesa el campo magnético de la escritora y en especial el de su novela La Señora Dalloway que actúa en cierto modo de invisible cordón umbilical entro ellas. Las tres tienen poco más o menos el mismo protagonismo y sus respectivos papeles pueden considerarse, de hecho, como tres aspectos diferentes de un único personaje que viene a constatar la intemporalidad de determinadas pulsiones existenciales. No es casualidad ni capricho la serie de secuencias que se inician en el entorno de Nicole Kidman, Se propaga en el de Julianne Moore y culmina en el de Meryl Streep. Ni que algunos de los momentos más impresionantes sean precisamente los que descubren los parentescos entre ellas o sus respectivas relaciones con el desasosiego o la insatisfacción. Las tres, cada una en su registro, están de Oscar, como ya ha certificado el merecido premio compartido a la mejor interpretación en el pasado Festival de Berlín. Pero además está Ed Harris, que soporta y hace creíble tino de los retratos más estremecedores de esta película pausada, elegante y emotiva, compleja sin duda, pero apasionante, que se ve en estado de semitrance, entre la admiración y la congoja y de la que se sale en ese paradójico estado de felicidad o plenitud que Sólo provocan los más bellos espectáculos cinematográficos.