Alexander Payne, 2002
Interpretación: Jack Nicholson (Warren Schmidt), Kathy Bates (Roberta Hertzel), Hope Davis (Jeannie), Dermot Mulroney (Randall Hertzel), June Squibb (Helen Schmidt), Howard Hesseman (Larry), Len Cariou (Ray), James Crawley (Dave Godberson), Cheryl Hamada (Saundra), Steve Heller (Ken).
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Falta MatthauInterpretación: Jack Nicholson (Warren Schmidt), Kathy Bates (Roberta Hertzel), Hope Davis (Jeannie), Dermot Mulroney (Randall Hertzel), June Squibb (Helen Schmidt), Howard Hesseman (Larry), Len Cariou (Ray), James Crawley (Dave Godberson), Cheryl Hamada (Saundra), Steve Heller (Ken).
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Schmidt, el protagonista de la película, tiene sesenta y seis años, al empezar cuenta los segundos que faltan hasta las cinco, hora en que acaba el trabajo de su último día en la empresa. Su esposa muere por una embolia, su hija va a casarse con un hombre que él considera un fracasado, y él piensa que debe evitarlo. Un programa sobre el tercer mundo lo sensibiliza acerca de la pobreza y apadrina a un niño africano de 6 años. A este niño le cuenta lo que siente de la vida en algunas cartas que marcan el ritmo de la película y que arrojan la única luz sobre un personaje egoísta y rígido cuya única redención es esta confesión periódica.
La única manera de acercarse a un hombre algo repelente como Schmidt era el humor, no exento de ternura. La cámara sigue al personaje con cierta lejanía para no jugar con el espectador, pero son los primeros planos y las cosas pequeñas las que conducen la verdadera historia. El argumento no está tanto en las palabras como en esos detalles, y esa es una marca de buen cine. Cada episodio acaba hilvanando algún detalle y nunca queda un fleco suelto.
Nicholson está nominado para el oscar. Pero la verdad es que es una pena, porque este papel, más que ningún otro, era para Walter Mathau.
No es una película con mensaje, no guarda ninguna carta para el final porque lo ha contado todo en el viaje. Para el final deja un momento de emoción sincera, quizá el único. Pero no debería enfatizarse. Revisar una película en función de su cierre es un ejercicio necesario en muchos casos, pero entiendo que algunos directores huyan de ese broche y no ofrezcan un final que es como decir no ofrezcan una clave. Películas detallistas como esta deberían ser juzgadas por el recorrido, no por la meta.
La Butaca. Leandro Marqués. (3,5/5)
Hay algo en el señor Schmidt que lo convierte en un ser odioso, miserable, profundamente ordinario. Quizás ese algo sea su propia vida, tan normal, tan chata, una vida que, sin dudas (y tal vez ésa sea la razón que lo convierte en un ser odioso) podría ser la de cualquiera de nosotros, la de cualquier ser humano común y corriente. Interpretado por el siempre deslum-brante Jack Nickolson, el señor Schmidt funciona como un crudo espejo hacia fuera de la pantalla; su personalidad, su modo de vivir la vida, es un mensaje por elevación, tan sutil como filoso, al co-razón de seguramente muchos espectadores que esperaban ver en el filme la historia que se resisten a vivir en carne propia.
[...] No es la película que todos quieren ver, porque simplemente se trata del retrato de una vida que nadie quiere vivir, pero que muchos viven. Por eso, la experiencia de ver la cinta de Payne es como crearse un pequeño espacio para dialogar a través de ella con uno mismo, preguntarse algunas cosas que por obvias quedaron en el olvido, y tratar de hallar un camino que lleve a encontrar respuestas. El Sr. Schmidt no las tiene, se acordó tarde de buscarlas. En ese vacío de soluciones didácticas, quizás, pueda llegar a percibirse un punto de partida.
Susan Stark. Detroit News. (4/5)
By turns hilarious and poignant, "Schmidt" is about nothing special and everything important.
It dramatizes the Nicholson character's belated, winding journey to introspection. During the course of the film, he becomes honest with self and others for the first time in his life. He acquires compassion. He connects, meaningfully.
The film will crack you up. The narrative comes regularly punctuated with stretches of inspired physical and verbal comedy.
The film will also move you to tears. Along the way, Nicholson's emotionally retarded excuse for a human being finally bumps into the truth of his trivial life and comes truly alive at last.
By turn hilarious and profound, "About Schmidt" extracts ringing truth from its plethora of thoughtful details. It's the most humanizing of films. It's also a masterpiece.
Mike Clark. USA Today. (3.5/4)
Through a successfully employed screen device — an incongruously funny voice-over of letters he has written to an African foster child — we learn about everything bugging him. His chief goal is to sink, though not recklessly, the pending marriage of his daughter (Hope Davis) to a low-class waterbed salesman (Dermot Mulroney).
Nicholson has at least three magnificent moments in Hour 2. The best is a wedding toast that comes after another that will painfully remind you of every banal wedding toast you've ever heard.
Mr Cranky. (-3/-4)
There is just no redeeming value to Schmidt's life at all. You'd think director Alexander ("Election") Payne would give the audience the tiniest ray of hope, but no such luck. This guy's life is so sad that he doesn't even realize his daughter is just a below-average schmo like him (that's usually what happens: schmo parents have schmo kids). The crowning achievement to this circus of melancholy is watching Randall's mother, Roberta (Kathy Bates), disrobe and join Warren in the hot tub. For God's sake: She's old and she's fat. These are not characteristics that scream "hot tub nude scene" to me, yet it all just seems like part of Payne's master plan to make us want to kill ourselves by the time his film is over.
Hay algo en el señor Schmidt que lo convierte en un ser odioso, miserable, profundamente ordinario. Quizás ese algo sea su propia vida, tan normal, tan chata, una vida que, sin dudas (y tal vez ésa sea la razón que lo convierte en un ser odioso) podría ser la de cualquiera de nosotros, la de cualquier ser humano común y corriente. Interpretado por el siempre deslum-brante Jack Nickolson, el señor Schmidt funciona como un crudo espejo hacia fuera de la pantalla; su personalidad, su modo de vivir la vida, es un mensaje por elevación, tan sutil como filoso, al co-razón de seguramente muchos espectadores que esperaban ver en el filme la historia que se resisten a vivir en carne propia.
[...] No es la película que todos quieren ver, porque simplemente se trata del retrato de una vida que nadie quiere vivir, pero que muchos viven. Por eso, la experiencia de ver la cinta de Payne es como crearse un pequeño espacio para dialogar a través de ella con uno mismo, preguntarse algunas cosas que por obvias quedaron en el olvido, y tratar de hallar un camino que lleve a encontrar respuestas. El Sr. Schmidt no las tiene, se acordó tarde de buscarlas. En ese vacío de soluciones didácticas, quizás, pueda llegar a percibirse un punto de partida.
Susan Stark. Detroit News. (4/5)
By turns hilarious and poignant, "Schmidt" is about nothing special and everything important.
It dramatizes the Nicholson character's belated, winding journey to introspection. During the course of the film, he becomes honest with self and others for the first time in his life. He acquires compassion. He connects, meaningfully.
The film will crack you up. The narrative comes regularly punctuated with stretches of inspired physical and verbal comedy.
The film will also move you to tears. Along the way, Nicholson's emotionally retarded excuse for a human being finally bumps into the truth of his trivial life and comes truly alive at last.
By turn hilarious and profound, "About Schmidt" extracts ringing truth from its plethora of thoughtful details. It's the most humanizing of films. It's also a masterpiece.
Mike Clark. USA Today. (3.5/4)
Through a successfully employed screen device — an incongruously funny voice-over of letters he has written to an African foster child — we learn about everything bugging him. His chief goal is to sink, though not recklessly, the pending marriage of his daughter (Hope Davis) to a low-class waterbed salesman (Dermot Mulroney).
Nicholson has at least three magnificent moments in Hour 2. The best is a wedding toast that comes after another that will painfully remind you of every banal wedding toast you've ever heard.
Mr Cranky. (-3/-4)
There is just no redeeming value to Schmidt's life at all. You'd think director Alexander ("Election") Payne would give the audience the tiniest ray of hope, but no such luck. This guy's life is so sad that he doesn't even realize his daughter is just a below-average schmo like him (that's usually what happens: schmo parents have schmo kids). The crowning achievement to this circus of melancholy is watching Randall's mother, Roberta (Kathy Bates), disrobe and join Warren in the hot tub. For God's sake: She's old and she's fat. These are not characteristics that scream "hot tub nude scene" to me, yet it all just seems like part of Payne's master plan to make us want to kill ourselves by the time his film is over.
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