"El diablo viste de Prada", "Click", "Gracias por fumar", son los tres últimos títulos que he visto. Tres obras más o menos entretenidas pero ninguna redonda. Si pregunto qué les falta, cada uno tendrá una opinión diferente. Voy a intentar ahondar en un solo detalle. Si me lo permiten voy a hablar de la Unidad con mayúscula. Cada uno de esos tres títulos carece de Unidad. En "El diablo viste de Prada", el tema del arribismo debería ser lateral, la chica está aplastada por la moda, pero en realidad es el mecanismo empresarial el que sale escaldado. En "Click", Sandler se cansa de su mando por un error, pero ese mando con dos arreglos sería una pasada. En "Gracias por fumar" parece que nos hablan de tabaco, pero nos hablan de padres e hijos.
Un producto de segunda podrá tener muchos fallos, pero fíjense en el que señalo. Los segundones cuentan historias por un lado y luego sacan moralejas por otro. Lo hacen porque la moraleja ya se la saben. El autor de segunda fila no es capaz de arriesgarse con sus personajes, de aprender con ellos, de entrar en sus atolladeros o en sus infiernos. El autor de segunda viene de casa con la lección aprendida y la suelta aunque no toque. Sabe cuales son los cuatro eslóganes con los que siempre va a comulgar el respetable y acaban su producto con uno de ellos.
Lo que le falta al autor de segunda es coraje. Los autores que me provocan, los grandes, son siempre audaces. Los grandes se arriesgan con sus personajes y con sus historias, por eso a veces rozan la perversidad, lo diabólico, por eso a veces nos asustan. Fíjense en C.C. Baxter, ese protagonista no es ningún niño bueno, él mismo ha entrado en el juego del tráfico de favores para conseguir ascensos. Fíjense en Ethan Edwards, su problema con los indios es que él mismo es peor que ellos. El autor grande lo es, entre otras cosas, porque llega al final de su viaje, llega al fondo de sus personajes, y cuenta lo que encuentra allí, aunque nos repugne. No tuerce la mirada ante lo que ve, no sale por peteneras con un eslogan aceptado mundialmente, no rompe su Unidad a ningún precio. El grande habla con Satanás, si hace falta, para arrancarle sus secretos (o con los ángeles, si se llama Frank Capra). El autor de segunda nunca se separa del brazo de papá, y no habla con desconocidos.
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