Entrevista. Cronopio

Cronopio es el autor de Cronopius digital

Cronopio escribe desde un portátil, conectado a un móvil Vodafone con GPRS, no hay un sitio fijo, en los aeropuertos, las estaciones...
Por cierto, -nos cuenta- es vergonzosa, por lo nula, la cobertura de la red ferroviaria...

¿Con qué frecuencia vas al cine?

Viajo y me muevo bastante, con poco tiempo libre, voy muy poco al cine, aunque, los fines de semana lo compenso, con el cine en casa...

¿Sueles leer crítica de cine? ¿Algún crítico favorito?

Leo pocas críticas. Tengo algún amiguete que es crítico de cine y cuando quiero desmotivarle le digo que los críticos son como los eunucos, pueden explicar con gran precisión las cosas que ven, pero lo que es practicarlas...

¿Qué te parece el cine que se esta haciendo ahora?

Bisnes, bisnes, bisnes... en las grandes producciones más de la mitad se va en promoción...

¿Alguna reflexión sobre el cine español?

Pienso que desde la tan injustamente tratada Pilar Miró, casi nadie ha hecho nada, desde la política, por el cine en España. Dicho en castizo, “t’o recto y luego p’atrás”.

¿Tu película favorita de este año?

Quizás “Los lunes al sol” (aunque creo que se rodó en el 2002)

¿Vives una vida de ascetismo audiovisual o te das el gusto de ver cine de antes? ¿Algún clásico inolvidable?

No sé si esto contestará la pregunta, tengo cantidad de películas, en vídeo y DVD, clásicos, musicales...entre otras, todas las de Woody Allen. Cuando paso un mal momento, me consuelo metiéndome en sus películas y disfrutando con la obra de alguien más depresivo que yo, y que sin embargo es capaz de transmitir un mensaje mágico de optimismo y de ternura, alguien capaz de contar incluso historias terribles, en clave de humor, como “Misterioso asesinato en Manhattan”...

Hace pocos meses, cuando supe de una persona joven, muy próxima, que iba a morir (cosa que ya sucedió), me senté en el sofá, y durante horas fui viendo todas esas películas, sin parar, una tras otra: Desmontando a Harry, Todos dicen I love you, Annah y sus hermans, Zeling...fué lo único que me reconfortó.

¿Mi clásico inolvidable? Ni es clásico y es perfectamente olvidable, excepto para mí, supongo, y me explico: Sucede que una película, por las circunstancias, te elige, se te mete en la cabeza y jamás vuelve a salir. Te marca. Sucedió en el París de los 70, yo era un crío aún menor de edad, que escapaba por primera vez de una España tenebrosa, gris, con una ciudadanía asfixiada y anodina, pendiente de las formas características de las heces de un señor bajito con bigote y voz aflautada, que no terminaba nunca de morirse...

Me metí en un cine de aquel París que hervía, y allí, de golpe, salte de Raza y Marcelino pan y vino al Decamerón de Pasolini, y, aún borracho y conmocionado por las imágenes, un poco después, en la misma sala, ví Sweet Movie de Dusan Makavejev, un canto surrealista a la libertad y al amor libre; hoy es una película menor y perfectamente olvidable, pero en aquel momento me provocó una sensación que no olvidaré. Me conmovió. Entró abruptamente en mí conciencia, chocó allá dentro con la mirada de Pasolini, brillante y afilada como la aguja que empala un insecto en el corcho de un naturalista, y me dejó el recuerdo ahí clavado para siempre.

Han pasado muchos, muchos años y la sensación sigue ahí, pero creo que por nada del mundo volvería a verla.

Por último, alguna frase inmortal de una película.

Sucede con frecuencia en el relato corto -pero también en la novela o el cine- que la obra se estructure para que estalle y culmine en el último capítulo, en el último párrafo, en la última imagen, en la última frase.

Algo así debió suceder con el genio de Billy Wilder en “Con faldas y a lo loco”, 120 minutos de narración fílmica al servicio de una última frase final de tres palabras...

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