Mi Napoleón

Alan Tailor, 2003.
“The emperor’s new clothes”
Reparto: Ian Holm (Napoleón/Eugene), Iben Hjejle (Pumpkin), Tim McInnerny (Dr. Lambert), Tom Watson (Gerard), Nigel Terry (Montholon), Hugh Bonneville (Bertrand), Murray Melvin (Antommarchi), Eddie Marsan (Marchand), Clive Russell (Bommel), Bob Mason (Capitán Nicholls), Trevor Cooper (Leaud), Chris Langham (Maurice), Russell Dixon (Dr. Quinton), George Harris (Papa Nicholas), Hayley Carmichael (Adela Raffin), Niall O'Brien (Bosun), Philip McGough (Turista inglés), Tim Barlow (Bargee), Tony Vogel (Sargento británico).
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El hábito no hace al emperador

A los creadores de Mi Napoleón les ocurre lo mismo que a los malos jugadores de ajedrez, que se quedan sin inspiración y no saben que pieza mover en el preciso momento en que se están jugando toda la partida. Y en el fondo, los muchos errores de la película se pueden resumir en uno, los creadores no tienen muy claro a quien se la están contando.

Napoleón no murió en la Isla de Santa Elena en 1821, como reza la tradición. En realidad un doble ocupó su lugar y él viajó de incógnito al París derrotado de su época haciéndose pasar por militar jubilado. La peripecia está narrada en un tono melancólico que a veces pretende ser cómico pero no tiene ninguna gracia porque falta el coro y las complicidades. Al final sólo el espectador y Ian Holm saben lo que pasa y todas las oportunidades se van al traste porque Taylor no sabe contarlas.

Una vez en Paris, Napoleón no consigue su sedición por suerte para todos los historiadores que no tendrán que cambiar esa página de sus libros. Pero conoce a una viuda y un grupo de vendedores de melones donde existe una felicidad que él no sabe ver. De nuevo el director se equivoca porque su personaje se pierde intentando convencer de su identidad a estos seres cercanos cuando debería convencer a Francia.

El único momento que la acción me levantó del sueño profundo fue cuando Napoleón organiza a los vendedores de melones como un ejército en las calles de París. Cabe preguntarse si unas dotes militares serían buenas en el mundo los negocios, para los españoles es bien sabido que nuestro dictadorcillo no tenía ni zorra de política así que convirtió la política en un cuartel lleno de jerarquías que le resultaba más familiar. Es un buen ejercicio de imaginación, pensar que haría Napoleón vendiendo melones, o que haría Ghandi si fuera un hincha del Madrid y viera la Cibeles rodeada de mamparas...

El único tema que tenía chicha en la película era la elección que podría hacer un anciano entre la gloria y la vida feliz con una mujer llana, pero al director no le interesó tanto.

Como Dios

"Bruce allmighty"
Tom Shadyac, 2003
Reparto: Jim Carrey (Bruce Nolan), Morgan Freeman (Dios), Jennifer Aniston (Grace), Lisa Ann Walter (Debbie), Philip Baker Hall (Jack Keller), Catherine Bell (Susan Ortega), Steve Carell (Evan Baxter), Nora Dunn (Ally Loman), Sally Kirkland (Camarera), Adrian Neil (James), David Powledge (Mac).
Guión: Steve Koren, Mark O'Keefe y Steve Oedekerk; basado en un argumento de Steve Koren y Mark O'Keefe.
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Sobre el resentimiento

El planteamiento de Bruce allmighty es interesante. Bruce no tiene suerte, igual que usted y que yo. A él le caen todos los marrones, pone buena cara y otro se lleva el ascenso que se merece en su canal de noticias de Buffalo, se lo dan al compañero mediocre, el perro se le hace pis dentro de casa. Sí, igual que a nosotros. Así que Bruce se cabrea con este puto mundo que nos han dado y dios se lo deja unas semanas a ver si lo hace mejor. Pero Bruce se dedica todo el tiempo a fardar con lo que puede hacer como acercar la luna o provocar noticias para tener algo que contar en su canal de televisión.

Si partimos de que tenemos a un personaje que puede hacer lo que le venga en gana, creo que a cualquier espectador se le hubieran ocurrido miles de cosas mucho más jugosas que a Carrey y a los guionistas. Para aguantar la película, la primera regla es conformarse con la escena de la luna y la chorrada del perro. No vale pedir más. El mayor peligro de los guionistas, en un planteamiento como este era el de sacar lecciones fáciles. Las extraen. Y no podía ser de otro modo, lo interesante de la situación era el personaje, el eterno hombre resentido que cree que le ha tocado la peor parte del pastel. Pero ese personaje no sabe interpretarlo Carrey, porque en su armario de caretos y poses de lechugino no tiene ninguna que se le parezca. Así que la película se concentra en su faceta de "allmighty" ¿cree usted que lo hará mejor que nuestro querido dios? Si es así vaya a verla es usted el espectador apropiado.

Primero Dany Kaye, luego Jerry Lewis, ahora Carrey. A todos los humoristas les ocurre lo mismo. Empiezan pidiendo disculpas mientras hacen de perfectos imbéciles, hasta que se pasan de listos y acaban creando escuela y dictando gags para sus imitadores, y luego todos, ahora también Carrey, acaban dando lecciones de humildad.

Adam Sandler y Jim Carrey se han pisado los papeles. "El ejecutivo agresivo" y este "Bruce allmighty" hablan del americano resentido, injustamente pagado y todo eso. Ese resentido que todos llevamos dentro. Lo que no entiendo es como empezando con un tema tan rico, los dos nos cuelan un final tan chusco con campanas de boda.

La sirenita

“The little mermaid”
Ron Clemens, John Musker, 1989
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Transgresiones

Ariel tiene 16 años y vive en un mundo de ensueño donde ella es la hija del rey y su bonita voz es imprescindible para los conciertos que compone el cangrejo Sebastián.

Para las heroínas de los cuentos tradicionales es común encontrarse con una prohibición que nunca deben transgredir, y que leído entre líneas sin echar demasiada imaginación y sin necesidad de apelar a Freud no es más que un eufemismo para el sexo. Las heroínas de los cuentos tradicionales no deben acostarse con el chico mono, y Ariel no debe acercarse a los humanos. Pero lo hace. Intrigada por los objetos que llegan a ella desde los veleros espía a hurtadillas a un príncipe y se enamora de él después de un naufragio.

El mar es como la familia, el sitio seguro al que pertenece. Los humanos son el bosque, donde ella se arriesga a perder mucho si se interna. Como dice su padre: “humanos, son todos iguales, sin espinas, arponeros y comen pescado.”

Para conquistar al príncipe Ariel necesita dos piernas, y la bruja mala se las dará a cambio de su voz. Tiene tres días para conseguir un beso de amor, de lo contrario será una esclava de la bruja. Ella cuenta con la ayuda de los inevitables secundarios de la casa Disney, el cangrejo Sebastián, La gaviota y el pez.

¿Por qué veo tantos parecidos con Belle? Ariel no llega a la altura de la segunda, pero de algún modo la anticipa. No es una niña remilgada como las heroínas de los cuarenta. Ella se rebela contra su padre, y Belle contra el chulo de Gastón y contra la gente pueblerina. Tiene que elegir no sólo un marido, sino un mundo en el que vivir. Ariel elige a los humanos, Belle se queda con la gente sensible que vive en el castillo y deja a los patanes...

A todo gas 2

“2 fast, 2 furious” John Singleton, 2003
Reparto: Paul Walker (Brian O'Conner), Tyrese (Roman Pearce), Eva Mendes (Mónica Clemente), Devon Aoki (Suki), Chris 'Ludacris' Bridges (Tej), Cole Hauser (Carter Verone), James Remar (Agente Markham), Thom Barry (Agente Bilkins), Mark Boone Junior (Detective Whitworth).
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Alma de videojuego

A todo gas 2 tiene todo lo que hace que unas generaciones no nos entendamos con otras. A los que ya no somos jóvenes nos gusta escuchar lo que es “in” para los que llegan y cuando nos dicen que les mola esto, tenemos que empezar a despotricar contra la juventud igual que lo han hecho los viejos toda la historia.

La esencia de “A todo gas 2” es la velocidad, conducir un buga a 130 millas por una calle o que te persigan veinte coches de policía. Imágenes frenéticas, música rapera y chicas guapas, igual que en un anuncio de rallies, eso es todo. La excusa argumental tiene que ver con malos muy malos que quieren lavar dinero negro y dos tipos buenos que, como exigen los cánones de nuestro tiempo no están con la justicia (no son niñatos sumisos) aunque en el fondo sí están con el sistema, y que sólo quieren salir vivos y salvar a la chica.

Para entender la diversión de “A todo gas 2” no es necesario haber pilotado un coche a 120 millas por hora, pero sí es necesario haber jugado con ellos en el ordenador o en unos recreativos. Si usted entra en unos recreativos verá algo parecido a “A todo Gas 2”. Peñas de amiguetes, la camaradería del siglo XXI, y un protagonista solitario demostrando que es capaz de dejar el marcador mas alto que ninguno dejando a todos con la boca abierta.

La película consiste en ser más rápido que el muchacho de al lado y librarse del malo. Para completar la emoción, le falta un marcador que vaya contabilizando los puntos. Es un fallo muy gordo, así que tendrá que contarlos usted mentalmente.
Leinad | Canal Cine
Si en vez de ser espectadores dentro de una sala de cine, lo fuéramos en un concurso de belleza latino-afro-americana o presenciáramos el salón del automóvil que anualmente se celebra en la ciudad norteamericana de Detroit, donde todas las grandes marcas automovilísticas sacan su arsenal y nos muestran los grandes avances estéticos, técnicos o funcionales de sus nuevos carruajes, entonces sería cuando la existencia de A todo gas 2 tendría algún tipo de sentido. Pero desgraciada o afortunadamente no es el caso. Somos espectadores de cine, no de Miss Mundo o de Mister Coche.

Manolo Marinero (0) | Metrópoli
ohn Singleton, el director negro que se dio a conocer por Los chicos del barrio (1991), no logró repetir su éxito con su remake de Shaft (2000). Ahora dirige otra segunda parte, la de A todo gas, donde recoge a un personaje secundario de la primera y lo convierte aquí en protagonista. John Singleton considera la influencia de los videojuegos como fundamental en una clase de películas como ésta. No cree que esa influencia haya sido perjudicial. Ha querido hacer una película «de verano», ligera y espectacular. Lo malo es que este cine «de verano» preferido y destinado al público adolescente americano es burdo y hortera. A todo gas 2 presenta a O¹Connor (Paul Walker) tras perder su placa de policía por dejar escapar al protagonista de la primera parte. Ahora O¹Connor, trasladado de Los Ángeles a Miami, interviene como piloto en carreras de automóviles y apuestas. La policía le captura, en un movimiento falso, pues en realidad es un topo que quiere capturar a un importante traficante de drogas. En la vigilancia de éste está Mónica Clemente (Eva Mendes) como antigua amante de O¹Connor. Película de espectáculo hueco y nervioso, superveloz, que no hace ninguna aportación, personal o impersonal, a la historia, pero a la que su público ha izado al segundo puesto de la lista de filmes más taquilleros de EEUU en la primera semana de su estreno.

Stephen Hunter | The Washington Post
"2 Fast 2 Furious" is 2 loud and 2 long. It makes any1 over the age of 30 go AGHHHHHHHH! But any1 over the age of 30 who goes 2 it is 2 dumb 2 worry about.
[...] It's quite primitive, and the director, Singleton (besides the tough-minded "Baby Boy," he did the brilliant "Boyz in the Hood"), keeps it moving along quickly enough. Instead of the gunfights "Vice" featured, the chosen form of competition is vehicular, which leads to endless scenes of car chases. You could say the movie cuts to the chase except that there's nothing for it to cut from to that chase; it's pretty much all chase. Do you like to watch cars pile up, spin out, leap tall buildings at a single bound all while laying down a soundtrack that sounds like the planet Jupiter crashing into the planet Earth? Then this movie is for you and nothing I can say matters much.

Ejecutivo agresivo

Peter Seagal, 2003
Reparto: Adam Sandler (Dave Buznik) Jack Nicholson (Dr. Buddy Rydell) Marisa Tomei (Linda) Luis Guzm?n (Lou) Jonathan Loughran (Nate) Kurt Fuller (Frank Head) Krista Allen (Stacy) January Jones (Gina) John Turturro (Chuck) Lynne Thigpen (Jueza Honora Daniels) Nancy Walls (Asistenta de vuelo) Woody Harrelson (Galaxia /Garry el guardia)
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La ira buena y la mala

En casi todas las artes, uno de los méritos que más se admira es el de representar lo que no le es propio. Por ejemplo en la escultura es un mérito dar a la piedra sensación de tela, o al oro el aspecto de la piedra. De muchas sinfonías se elogia que expresan una idea o que representan una imagen. Del Perfume de Süskind he oído muchas veces que te hace sentir el olor de las cosas, emoción que nunca he sentido cuando he leído el libro. Las lecciones de autoayuda no iban a ser tampoco un coto vedado para los libros de la editorial Grijalbo.

El cine se contamina, mucho más que otras artes de todo ese material que no es cine. Por eso a la gente le gusta tanto El señor de los anillos que no es cine, sino ilustración de novela, o se embelesa con la traducción de todos los tebeos de superhéroes que ahora pululan felices por nuestras pantallas. El teatro, la literatura, fueron desde el principio las grandes fuentes del cine pero en su afán protéico es capaz de engullirlo todo, el discurso, la música, el gag. Y en este caso, la literatura de autoayuda. Buscar el cine puro es una tarea inútil, yo creía haberlo encontrado en Matrix, pero la segunda parte me ha hecho abjurar de toda la serie.

Dave Buznik es un diseñador de ropa para gatos apocado. En el trabajo no sabe demostrar lo que vale, y el jefe se adueña de todas sus ideas, y en el amor no se decide a dar el gran paso con su novia, siempre pide perdón y carga con todas las culpas. En un vuelo de avión conoce a Buddy (Jack Nicholson), un psiquiatra que ayuda a sus pacientes a controlar su ira. Un incidente en el avión lleva a Dave a juicio y es obligado a someterse a una terapia con el mismo médico que ha conocido.

El cine de estos años está plagado de alusiones al fatídico 11 de septiembre en una digestión colectiva que estará saciada, al paso que va, en menos que canta un gallo. En este fascículo del proceso aparece el exalcalde Juliani. Después de la tragedia, la televisión norteamericana no dejaba de hablar del sentimiento de ira que atenazaba al hombre de la calle. Varias veces oí en la CNN como los psicólogos expertos respondían a los espectadores que a veces, la rabia es sana.

Lo mejor de la película es, quizá, la lección que Buddy da a su paciente de cual es la ira buena, y cual es la mala. La que Dave siente, dice, es implosiva porque la paga consigo mismo, y esa es mala.

Entre los grandes patinazos, el mayor es sin duda hacernos descubrir que muchas de las tribulaciones del pobre diseñador eran un farol, porque cabe preguntarse si la lección que se desprende de todo es también falsa.

No menos indigesta es la costumbre de creer que el romanticismo es mayor cuando es público y se entera todo Nueva York, o cuando lo airea Jesús Vázquez en todas las cadenas. Las escenas en las que se supone que se te va a poner la carne de gallina porque mucha gente está opinando sobre unas intimidades de las que no tendría porque enterarse, son cada vez más tópicas y previsibles. Y son siempre vulgares.
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