Los fuegos de la envidia
"Made of honor"
Paul Weiland, 2008
Reparto: Patrick Dempsey (Tom Bailey), Michelle Monaghan (Hannah), Kevin McKidd (Colin), Kathleen Quinlan (Joan), Sydney Pollack (Sr. Thomas).
Guión: Adam Sztykiel, Deborah Kaplan y Harry Elfont; basado en un argumento de Adam Sztykiel.
* * *
Para sorpresa de todos los espectadores, al ver que su amiga es deseada por un conde europeo, Patrick Dempsey descubre que está enamorado. Uno de los libros de Girard se llama “Mentira romántica y verdad novelesca”. La mentira romántica consiste en creer que él la querría de todos modos. Sólo queremos lo que vemos deseado por los ojos de otro, por eso necesitamos presentar nuestras novias a nuestros amigos. Los amigos de Dempsey juegan al baloncesto y están poco aprovechados para la trama.
Los guionistas se han esforzado en convencernos de que el chico sólo puede ser feliz con esa chica. Y como es un pijo desmelenado, uno de esos hombres felices que jamás me invitaría a mi a una de sus fiestas, está claro que una mujer como ella es su única opción. Él es el único hombre en el mundo capaz de acordarse del nombre del café de Starbucks y las proporciones y temperatura que ella bebe, y ella es la única capaz de conocer los gustos confiteros del muchacho.
Los dos podían enrollarse en la primera escena, porque no van a encontrar a ningún pijo de semejante calibre por mucho que lo busquen. Pero tardan en hacerlo. Y no es sólo que convenga al metraje de la película. Es que él encuentra pocas razones para renunciar a la promiscuidad.
Alguien se preguntará que hago dando buena nota a esta bobada. Pero lo cierto es que no puedo dejar de aplaudirla. La película la salva un beso. Aunque los guionistas no lo vieran, los actores lo entienden perfectamente y lo transmiten: ella le ha querido siempre, y siempre quiso entregarse, pero también sabe que entregándose no lo convertirá en su amante, sino en su enemigo.
El padre del muchacho es el último papel de Syney Polack. Interpreta a un mujeriego y tiene una frase memorable: dice que el Rick de Casablanca era un perdedor.