Tramas folletinescas, odiséicas, hiperbólicas



«El folletín decimonónico prodigó, en sus tramas, todo tipo de cortocircuitos que impedían la comprensión nítida del árbol genealógico familiar. La dispersión centrífuga de la trama folletinesca tendía a potenciar los resortes narrativos centrados en las desviaciones del canon legítimo de un linaje. Las calumnias obligaban a los héroes a encubrir su identidad, los adulterios producían hijos abandonados, los maridos desaparecían odiseicamente para reaparecer décadas después, la riqueza y la pobreza se cruzaban en un laberinto sentimental que raras veces se correspondía con la plasmación de la familia legal... Cuanto más largo fuera el folletín, más posibilidades había de trazar líneas equívocas, meandros que se reconstituían para volver a perderse, siempre con el hilo conductor de un deseo de reconocimiento final. De este rico anecdotario narrativo que practican con deleitación hiperbólica autores como Alexandre Dumas, Eugene Sue, Paul Feval o Xavier de Montepin, surge una constante que la narración audiovisual ha sabido rescatar: la incenidumbre del origen, la confusión familiar que se desprende de la paternidad desconocida.

»En realidad, ello es un recurso privilegiado para la serialidad, porque potencia al máximo la dilatación y el suspense en el reconocimiento, y no economiza sorpresas en el dispositivo de peripecias que los personajes y el público van afrontando a medida que se complica la trama. Un film entre los más influyentes del cine norteamericano de los últimos treinta años utiliza precisamente este recurso para proclamar su inequívoca vocación serial. En efecto, La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977) no sólo supuso un punto de arranque de la épica cinematográfica moderna –esencialmente circunscrita a universos de fantasía y ciencia ficción–, sino un auténtico punto de inflexión en la articulación del circuito sentimental del espectáculo melodramático. Las películas cerradas con vocación clausural habían apelado, a lo largo de todo el cine clásico, a la conocida fórmula del boy meets girl, que culminaba con una reunión final de la pareja heterosexual y el definitivo The End. Una de las aportaciones esenciales de La guerra de las galaxias fue subvertir el protagonismo vectorial de boy meets girl por la fórmula cíclica de boy meets father. Eso suponía sustituir la tensión sentimental que busca realizarse en la boda final, por la iteración del conflicto paternofilial, con la recurrente recuperación del enfrentamiento edípico, pero también con los elementos de iniciación característicos de este eterno proceso de renovación generacional.

»Para desplegar esta estrategia iniciática que ha resultado tan influyente en otros productos contemporáneos, George Lucas creó un universo épico tras el que se escondía, pura y simplemente, una tragedia familiar y edípica claramente folletinesca. La trilogía formada por La guerra de las galaxias, El imperio contraataca (The Empire Strikes Back, 1980) y El retorno del Jedi (Return of the Jedi, 1982) propone una narración centrada en la búsqueda del padre desconocido. Figuras clásicas del folletín, como el huérfano abandonado, educado sin conocer sus verdaderos orígenes (Luke Skaywalker); la de los jóvenes inicialmente atraídos que acaban por descubrir que son hermanos (Luke y la princesa Leia); o la del adversario desconocido que acaba revelándose un familiar muy próximo (Darth Vader), evolucionaban dramáticamente en una historia de iniciación que culminaba en el esperado enfrentamiento edípico entre padre e hijo, enemigos sólo reconciliables después de un duelo ritualizado que permitía la redención in extremis del padre.»

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