Taxi driver

Martin Scorsese, 1976
Reparto: Robert de Niro (Travis Bickle) Cybill Shepherd (Betsi) Peter Boyle (Wizard) Jodie Foster (Iris Steensma) Harvey Keitel ('Sport' Matthew) Leonard Harris (Sen. Charles Palantine. Candidato a la casa blanca) Albert Brooks (Tom)
Guión: Paul Schrader
Música: Bernard Herrmann
* * *
Los galones de Travis

Es posible reducir la peripecia argumental de Taxi driver a las líneas básicas de una gesta, de un poema heróico. Travis es un joven humilde, de 26 años, que empieza a trabajar de taxista en Nueva York. El candidato a la presidencia (el rey) entra en su taxi y le pregunta ¿qué te gustaría cambiar si pudieras hacerlo? Travis se da cuenta de que él no hace nada por mejorar la ciudad. La damisela de sus sueños es una niña con demasiado rango para él (ella no es capaz de apreciar el regalo que él le hace de ver una peli porno), así que lo rechaza. Desde ese momento el escudero sin rango tiene dos razones para conquistar los honores de caballero. Quiere estar a la altura del político y a la altura de la doncella. En vez de una espada, Travis compra un montón de pistolas.

No es necesario aceptar una lectura de este tipo, pero si uno lo hace, puede ver que tanto el director como el guionista, Schrader, han puesto los cinco sentidos en rebajar la trama caballeresca hasta la vulgaridad y la grosería. El Nueva York que vemos es sórdido, la oficina de los taxistas, el bar donde paran, el piso de Travis. Hay quien confunde el realismo con la cutrez, pero este Nueva York es tan inventado como el de las comedias de Doris Day. El taxista intenta ligar con la niña pija llevándola a un cine porno, él no parece entender por qué ella se indigna. El elemento más antiheróico de la película es sin duda el de la prostituta. La muchacha es feliz y es la amante del chulo, pero Travis necesita ver en ella una víctima para completar su hazaña. Travis necesita ayudar a una persona que no quiere ser ayudada. Su heroísmo es antiheróico, absurdo, pero a él le vale para conseguir sus galones, igual que velar armas en una venta de Castilla. Para la damisela, también es suficiente.

El único que no colaboró con Schrader y Scorsese en esta desmitificación fue Hermann. El compositor acompaña las cabalgatas del taxista noctámbulo por Nueva York con música rimbombante, y con acordes de Jazz de una tristeza infinita.

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