William Wyler, 1953
Reparto: Gregory Peck (Joe Bradley) Audrey Hepburn (Princesa Ann Akka Anya) Eddie Albert (Irving Radovich) Hartley Power (Mr. Hennessy, jefe de Bradley) Harcourt Williams (Embajador) Margaret Rawlings (Condesa Vereberg) Tullio Carminati (General Provno) Paolo Carlini (Mario Delani, peluquero) Claudio Ermelli (Giovanni, casero de Bradeley)
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Reparto: Gregory Peck (Joe Bradley) Audrey Hepburn (Princesa Ann Akka Anya) Eddie Albert (Irving Radovich) Hartley Power (Mr. Hennessy, jefe de Bradley) Harcourt Williams (Embajador) Margaret Rawlings (Condesa Vereberg) Tullio Carminati (General Provno) Paolo Carlini (Mario Delani, peluquero) Claudio Ermelli (Giovanni, casero de Bradeley)
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Con princesas como esta dan ganas de hacerse republicano
De vacaciones en Roma cabe decir lo mismo que dijera Henry James de los diarios de Hawthorne: "Parecen cartas agradables e inútiles que se dirigiera a sí mismo un hombre que abrigara el temor de que las abrieran en el correo y que hubiera resuelto no decir nada comprometedor." Wyler es tan respetuoso con la princesa protagonista que parece que temiera una reacción de alguna casa real por sentirse aludida.
Una princesa cansada del protocolo se escapa del palacio en mitad de la noche y muerta de sueño en el foro de Roma se encuentra con un periodista interpretado por Gregory Peck que no quiere cargar con ella porque no sabe quien es. Por la mañana, el periodista ve la foto en los periódicos y promete a su editor venderle el artículo de la historia.
Las veinticuatro horas que dura la escapada en compañía del periodista componen todo el relato. El humor de la historia puede estar, si se busca, en ver a un hada de la realeza bajar a nuestro mundo y comer helados, o dar un paseo en motocicleta o visitar los monumentos de Roma. Los lectores asiduos de Hola puede que la encuentren muy reveladora. Yo nunca he sido un amante del Kitsch, que Kundera definía como un mundo donde no existe la mierda.
Si hay que buscar un error fundamental, señalaría que el periodista que acompaña a la princesa se ve transformado por su compañía cuando debería haber echado la pota. Con princesas tan repipis dan ganas de hacerse republicano.
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