Carlos Sorin, 2002
Javier Lombardo (Roberto) Antonio Benedicti (Don Justo) Javiera (María)
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Viajes y sueñosJavier Lombardo (Roberto) Antonio Benedicti (Don Justo) Javiera (María)
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Historias mínimas es una película que sólo se podía rodar en un país extenso. Narra tres viajes desde un pueblo minúsculo hasta San Julián, tres peripecias largas, como las de un western. Aunque los tres personajes sólo se conocen de vista y sus vidas se entrelazan fugazmente por la casualidad, los une una misma preocupación, sus sueños.
Roberto es un vendedor despabilado que recorre la distancia para regalar un pastel (una torta como lo llaman allá) al hijo de la mujer con la que sueña. Los cambios que hace en el pastel son una imagen de la importancia que tiene para él ese encuentro y también una excusa para el humor sano.
María vive en una casa sin corriente eléctrica y ha ganado una nominación en un concurso de la tele que le permite concursar por una máquina multiusos. Aparte de la pobreza que ilustra, esa mujer plantea otro viaje onírico. ¿Para qué recorre tal distancia por un electrodoméstico que no puede usar sin electricidad?
El viaje más interesante es el del viejo. La interpretación es sublime, el argumento lo és aún más: recorre esta distancia infinita para él porque le dicen que han visto al su viejo perro (Mala cara) en San Julian. ¿Por qué hacer tal viaje por un perro? Porque el perro es la voz de su conciencia. Roberto recoge al anciano que hace autostop y el anciano le pregunta: ¿cree usted que los animales saben lo que está bien? El perro fue testigo de una mala acción del anciano, el perro le abandonó. El anciano necesita al animal para reconciliarse consigo mismo. Da igual que sea el mismo perro o no.
Cinenacional. Diego Papic.
La película toma partido por los personajes, nunca se burla de su extrema sencillez. La televisión es la única ventana a nuestro mundo, y del contraste salen ganando los protagonistas del film. La ridiculez alumbra desde la pantalla chica y fluye a la grande dejando en claro que Don Justo, Roberto y María van en busca de lo que buscamos todos: la aventura.
El humor es a la vez popular y refinado. La película avanza en pequeños momentos deliciosos y conquista al espectador con armas nobles.
Otrocampo.
El humor sólo resulta interrumpido por la revelación ulterior de un inesperado secreto por parte del anciano, y por esa contrapartida de solidaridad que suele darse entre personajes tan pequeños como sus historias. Entre toques de color varios, algunos pretextos y simetrías un tanto convencionales, y dejando atrás promesas que el film hiciera en un principio, los tres protagonistas logran al menos finalmente lo que quieren, o poco menos. Bien vista, tal afirmación quizás pueda hacerse extensiva en última instancia, también, a un espectador imaginario con ambiciones mínimas.
Cien de cine. María Luz Climent Mascarell.
Lejos del cine urbano y de denuncia social que proviene de Argentina, esta comedia con tintes de "road movie", fresca e ingeniosa, se desarrolla en ese paisaje tan particular que ofrece la Patagonia y, como su título indica, trata sobre las pequeñas cosas que les ocurren a unos lugareños.
En rueda de prensa, el director explicó que la idea de trabajar con personas que no son actores surgió a raíz de una experiencia previa, cuando rodó en la Patagonia cortos publicitarios. "Me di cuenta -explicó- que de repente hay ciertos momentos auténticos en un no actor, que si uno los podía rescatar para un filme de ficción sería realmente un trabajo interesante".
M.W. Lanetro
Rodada en su mayoría con habitantes de la zona y casi ningún actor profesional, Historias mínimas recoge el espíritu de las obras de artesanía en las que cada toma es ‘única e imprevisible’. Road movie en la que los personajes ‘atraviesan con sus historias los inmensos paisajes prehistóricos’, Sorín ha construido con ellos un equilibrado contraste entre los deseos y su precariedad, entre la fragilidad y la permanencia, entre la oportunidad y esa humanidad que, a pesar del imparable progreso, debemos mantener con vida.
La película toma partido por los personajes, nunca se burla de su extrema sencillez. La televisión es la única ventana a nuestro mundo, y del contraste salen ganando los protagonistas del film. La ridiculez alumbra desde la pantalla chica y fluye a la grande dejando en claro que Don Justo, Roberto y María van en busca de lo que buscamos todos: la aventura.
El humor es a la vez popular y refinado. La película avanza en pequeños momentos deliciosos y conquista al espectador con armas nobles.
Otrocampo.
El humor sólo resulta interrumpido por la revelación ulterior de un inesperado secreto por parte del anciano, y por esa contrapartida de solidaridad que suele darse entre personajes tan pequeños como sus historias. Entre toques de color varios, algunos pretextos y simetrías un tanto convencionales, y dejando atrás promesas que el film hiciera en un principio, los tres protagonistas logran al menos finalmente lo que quieren, o poco menos. Bien vista, tal afirmación quizás pueda hacerse extensiva en última instancia, también, a un espectador imaginario con ambiciones mínimas.
Cien de cine. María Luz Climent Mascarell.
Lejos del cine urbano y de denuncia social que proviene de Argentina, esta comedia con tintes de "road movie", fresca e ingeniosa, se desarrolla en ese paisaje tan particular que ofrece la Patagonia y, como su título indica, trata sobre las pequeñas cosas que les ocurren a unos lugareños.
En rueda de prensa, el director explicó que la idea de trabajar con personas que no son actores surgió a raíz de una experiencia previa, cuando rodó en la Patagonia cortos publicitarios. "Me di cuenta -explicó- que de repente hay ciertos momentos auténticos en un no actor, que si uno los podía rescatar para un filme de ficción sería realmente un trabajo interesante".
M.W. Lanetro
Rodada en su mayoría con habitantes de la zona y casi ningún actor profesional, Historias mínimas recoge el espíritu de las obras de artesanía en las que cada toma es ‘única e imprevisible’. Road movie en la que los personajes ‘atraviesan con sus historias los inmensos paisajes prehistóricos’, Sorín ha construido con ellos un equilibrado contraste entre los deseos y su precariedad, entre la fragilidad y la permanencia, entre la oportunidad y esa humanidad que, a pesar del imparable progreso, debemos mantener con vida.
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