Woody Allen, 2002
Reparto: Woody Allen (Val), Téa Leoni (Ellie), George Hamilton (Ed), Debra Messing (Lori), Treat Williams (Hal), Tiffani Thiessen (Sharon Bates), Mark Rydell (Al), Bob Dorian, Ivan Martin, Gregg Edelman, Isaac Mizrahi (Elio Sebastian), Marian Seldes (Alexandra), Jodie Markell (Andrea Ford), Mark Webber (Tony Waxman).
* * *
Hollywood ending es uno de los mejores chistes que me han contado en años. El director Val es un hipocondríaco como Woody Allen (pero no es Woody Allen), que se queda ciego cuando tiene que hacer una gran película. La rueda a ciegas y le sale una auténtica patata, así que los franceses la ponen por las nubes y él se va a Paris a seguir rodando más cine.
Lo peor de la película son las críticas que he leído ¿por qué? Muy sencillo, porque las han escrito los mismos critiquillos de los que Allen se ríe.
Equivocaciones imperdonables sobre Woody Allen.1.
Woody Allen está muy viejo para tener romances en la pantalla. Entiendo que alguien opine sobre su romance con su hija adoptiva. Pero que alguien quiera meterse en los sueños de un hombre me horroriza. ¿Crearán un código Hays sobre que edad deben tener dos personajes del cine para poder enamorarse o tener relaciones sexuales? Quememos pues Ariadna donde Gary Cooper roza los sesenta, o Sabrina.
El problema es que muchos no se dan cuenta de que no están viendo un documental. Allen ofrece su imaginación a los espectadores. Y sus romances en la pantalla son incluso más ricos ahora que es viejo.
Al igual que en tantas otras películas, el protagonista está a punto de liarse con la joven guapísima (Recuérden el Escorpión de Jade), ella ha dicho sí (lo más difícil) y de repente un obstáculo increíble, la hipnosis, la ceguera... ¿Y dicen que Allen no tiene derecho a soñar con estos chistes?
2.
Hollywood Ending es el mismo tipo de cine comercial que Allen criticaba antes.
Esta crítica la hacen todos los franceses que alaban un churro rodado por un ciego. Pero no lo saben, claro. La dictomía entre cine comercial y cine de calidad es francesa, es pedante. En una conversación, Allen discute sobre el público. Él quiere llegar al máximo número, no tiene nada que ver con todo ese mundillo de listillos pedantes que se creen superiores a los demás por que se tragan un rollo de dos horas. Y, aunque ese mundillo lo ha encumbrado a él, a Woody Allen, él, Woody Allen no se sienta ni un segundo en el trono, en lugar de eso rueda esta sátira y se ríe de los listillos.
3.
Allen se repite. No sólo se repite, sino que ha hecho ya, de su hipocondría, y sus visitas al psicoanalista un sello personal, una marca sin la cual no lo reconoceríamos. No es que se le escape, es que sus repeticiones tienen una cita con nosotros.
Dicho esto, llego a mi opinión. "Una final hecho en Hollywood" no me gusta demasiado. Pero no por las razones que mencionaba. No me gusta porque no le sale bien.
Allen es un crítico bondadoso. Los defectos que busca en los demás, y en sí mismo son enternecedores. Las mujeres lo dejan por motivos que despiertan la carcajada. Pero la vida no suele ser tan comprensiva con nuestros defectos.
Allen es, por encima de todo un ser humano que busca el amor de los demás. Necesita que una mujer lo ame de verdad y no lo abandone, pero todas lo hacen. Necesita hacer las paces con todos los que trabajan con él (como el operador chino que no entiende una palabra), y también con sus seres queridos. Y hace las paces con su hijo que se come una rata viva en público cuando da conciertos de rock.
Y también necesita el cariño del público, al que hace guiños sin parar o maltrata, porque Allen no se traga las verdades.
¿Por qué me falla esta película? Me falla porque si bien da en el blanco con su hijo, con las bromas que lanza a la industria del cine. Falla en la historia de amor. Esta vez se queda cortito.
La Butaca.
Rubén Corral. (3/5)
Su preocupación, en "Un final Made in Hollywood" parece ser únicamente -y es algo extraño en uno de los observadores más sagaces de nuestras sociedades occidentales- el hacer reír. Las reflexiones que podían extraerse de obras tan minusvaloradas como "Sombras y niebla" (Shadows and fog, 1992), "Celebrity" (id., 1998) o "Acordes y desacuerdos" (Sweet and lowdown, 1999), pa-recen haber sido erradicadas desde su ingreso en las filas de Dreamworks. Y eso es un punto más en la lista de reproches que algún día habría que hacer a la industria hollywoodiense y otro punto a la que también le corresponde a Steven Spielberg.
En "Un final Made in Hollywood" existe una crítica nada velada al método industrial de manufacturar películas en los Estados Unidos.
Miradas.
Susana Farré. (4/5)
Un final Made in Hollywood presenta una historia atractiva, pero más por el contenido subyacente, que tampoco es mucho en esta cinta, que no por el desarrollo argumental explícito, siempre relegado a servir de soporte a otro discurso paralelo más encaminado a despertar la reflexión del espectador.
Sin embargo, no se puede negar que esta comedia funciona, de hecho es una gran comedia, y algunos de los gags son realmente memorables, como la ironía final del triunfo de un film que sólo por incomprensible y "raro" ya triunfa en Europa (Allen se ríe también de nosotros, sí señor) o los patéticos intentos de Waxman por dirigir a través de los ojos ineptos de un traductor chino estudiante de económicas, con ninguna idea sobre arte y lenguaje fílmico. Allen revisita situaciones vividas por él en su trayectoria cinematográfica, como el trabajo con directores de fotografía europeos (en el film un chino) con quienes a menudo utilizaba traductores en los rodajes, y a quienes valora en mayor medida que a los americanos (exceptuando al "maestro" Gordon Willis) o su constante amor-odio con la crítica americana, la cual a lo largo de los años ha sido la más reacia a aceptar plenamente sus cualidades como genio del celuloide.
Criticalia.
Enrique Comena. (3/5)
un producto con fuerte carga autocrítica: el neurótico director que protagoniza el propio Woody también incurre en nepotismo (ficha a su novia para el reparto, a pesar de ser un topo como actriz, lo mismo que ocurría con su Mia Farrow), hace diez años que está de capa caída (como Woody desde el tempestuoso "affaire" con su ex mujer), tiene extravagancias como pirrarse por los directores de fotografía extranjeros (como Allen, que ha utilizado reiteradamente al chino Zhao Fei y al italiano Carlo di Palma) e incluso tiene dos Oscars (aunque Woody tiene tres, en realidad).
Cinengaños.
Alex. ()
Los eruditos afirmarán, como es tradicional, que no está a la altura de sus clásicos (Manhatan, Annie Hall) pero digan lo que digan, la obra divierte y eso siempre se agradece. Allen se atreve a atacar, a atacarse (la manía por los directores extranjeros de la fotografía, situación que ocurre en esta cinta, dentro y fuera de guión), y nos ofrece gags que van de la sonrisa a la risa de larga duración (la secuencia cuando se encuentran director y productor es una joya).
¿Lo mejor? El diálogo final que habla de la recepción de la cinta en Francia, y la relación con la recepción americana, arranca carcajadas y resulta al mismo tiempo un guiño o un golpe con guante blanco, justo como el resto de la cinta que, sin ser venenosa en extremo(en un estilo similar al de Simone) se atreve a mostrar el poco entusiasmo que Allen siente por los rodajes de los grandes estudios. ¿Otra paradoja? Esta es la segunda en el contrato con Dreamworks, después de The Curse of the Jade Scorpion, que es un gran estudio, aunque en manos de genios que no se apegan a los estándares...
Canal # Cine.
Miguel Muñoz. (8/10)
Además la decantación de Allen, tanto en éste como en sus últimos films, por dividir claramente la estructura de la historia en dos (en Un final made in Hollywood: primero relacionar a todos los personajes en una fuerza común ?la realización de la película en primer plano-, y segundo, desmantelar cómo ésta será llevada a cabo, y cómo afectara a todos), le acerca más a esa madurez, provocadora de seguridad e ideas claras, como testigo de que el genio es metonimia de lo simple, emparentándolo a otros autores geniales como Kurosawa y Bergman, utilitarios en algunas de sus historias de tal división.
Canal # Cine.
Glasso. (6/10)
El film funciona a trompicones, alternando momentos álgidos en los que encontramos a Allen en estado puro, con otros realmente olvidables que no aportan nada nuevo a lo ya visto en otras ocasiones. Entre los momentos salvables encontramos la cena en el restaurante con su ex mujer, fiel reflejo del Allen más inspirado; o la entrevista con el personaje encarnado por Treat Williams en la habitación del hotel, donde los gags visuales consiguen su máxima efectividad. Es de agradecer también el recuerdo a Hitchcock en uno de los diálogos. Por el contrario, en la parte negativa tenemos la historia del hijo punky, que es una auténtica chorrada, o la escena con una neumática Tiffani Thiessen, donde Allen hace gala una vez más de su afán por arrimarse a toda tía buena que se ponga a su alcance, y... aunque el chiste de la teta y el cojín tiene su gracia, más bien parece una situación puesta para su autocomplacencia.