Happy times

Zhang Yimou, 2002
Reparto: Dong Jie (Wu Ying), Zhao Benshan (Zhao), Li XueJian (Li), Gong Jinghua (Tante Liu), Dong Lihua (Marna), Fu Biao (Fu), Leng Qibin (Fatty), Niu Ben (Niu), Zhang Hongjie (Lao Zhang), Zhao Bingkun (Lao Bai).
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Lange et parole

Hay partes del lenguaje que construye el individuo cuando habla, y que si lo hace muy bien son inolvidables, como ocurre con los poemas y las buenas metáforas, pero también hay hallazgos que forman parte de la lengua de todos sin que su mérito sea atribuible a nadie. Si un español dice "me pasé el santo día en casa", el adjetivo "santo" le puede sonar muy original a un inglés o a un francés, pero aquí nosotros sabemos que no es mérito del hablante. Saussure inventó una distinción para diferenciar este hecho y la llamó Langue et parole.

Cuando uno aborda el cine hecho fuera de Hollywood se encuentra con este tipo de problema. El cine chino, el finlandés o el iraní, siempre va acompañado de una nota exótica y es difícil ser justo en la atribución de los méritos. No sabemos que ha creado el autor de modo personal y qué es lo que forma parte de la tradición y del tópico de su país.

En Happy Times hay una parte que no me gusta, y que yo atribuyo al autor. Hay otra que me llama la atención y que me parece un reflejo involuntario de la que debe ser la mentalidad china del tercer milenio.

Happy times es una historia floja sobre una ciega a la que un hombre protege y quiere hacer soñar con un futuro feliz en un mundo donde no existe tal posibilidad. El encargado de hacerla soñar se parece al gangster de "Un gangster para un milagro" porque falsifica la realidad, casi lo consigue, y hace reír al espectador en su intento. Este cuento de hadas esta mal construido porque los motivos del hombre son ridículos (la engaña a ella para que engañe a la mujer que él quiere conquistar) y porque apuesta por la mentira como una solución a un problema serio que debería ser afrontado con otra mirada. La ciega engañada jamás hubiera agradecido la mentira porque no le han regalado nada, sólo promesas.

Por otro lado hay algo kafkiano y descorazonador en el relato. Y esta parte no me parece premeditada por el autor sino una filtración de su mundo, de la cultura china. Durante dos horas el protagonista hace soñar a una joven con que es posible una inserción laboral para un ciego, con que es posible pagar una operación quirúrgica, con que es posible un poco de felicidad que cualquier occidental da por garantizada. Pero al final (Siento revelarlo) la niña tiene que aceptar que eso no es posible. ¿Ni siquiera es posible obtener cosas tan sencillas en la fantasía de la pantalla? Es como si en una película etíope el protagonista soñara con un cocido madrileño y la moraleja le demostrara que eso jamás puede suceder y que pasará hambre eternamente. El cine es ficción y esos sueños que no tenemos en la realidad podemos vivirlos en sueños. Por eso un cine que no se atreve a soñar me parece lo más patético que puedo encontrar, incluso más que la realidad.

Historias mínimas

Carlos Sorin, 2002
Javier Lombardo (Roberto) Antonio Benedicti (Don Justo) Javiera (María)
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Viajes y sueños

Historias mínimas es una película que sólo se podía rodar en un país extenso. Narra tres viajes desde un pueblo minúsculo hasta San Julián, tres peripecias largas, como las de un western. Aunque los tres personajes sólo se conocen de vista y sus vidas se entrelazan fugazmente por la casualidad, los une una misma preocupación, sus sueños.

Roberto es un vendedor despabilado que recorre la distancia para regalar un pastel (una torta como lo llaman allá) al hijo de la mujer con la que sueña. Los cambios que hace en el pastel son una imagen de la importancia que tiene para él ese encuentro y también una excusa para el humor sano.

María vive en una casa sin corriente eléctrica y ha ganado una nominación en un concurso de la tele que le permite concursar por una máquina multiusos. Aparte de la pobreza que ilustra, esa mujer plantea otro viaje onírico. ¿Para qué recorre tal distancia por un electrodoméstico que no puede usar sin electricidad?

El viaje más interesante es el del viejo. La interpretación es sublime, el argumento lo és aún más: recorre esta distancia infinita para él porque le dicen que han visto al su viejo perro (Mala cara) en San Julian. ¿Por qué hacer tal viaje por un perro? Porque el perro es la voz de su conciencia. Roberto recoge al anciano que hace autostop y el anciano le pregunta: ¿cree usted que los animales saben lo que está bien? El perro fue testigo de una mala acción del anciano, el perro le abandonó. El anciano necesita al animal para reconciliarse consigo mismo. Da igual que sea el mismo perro o no.
Cinenacional. Diego Papic.
La película toma partido por los personajes, nunca se burla de su extrema sencillez. La televisión es la única ventana a nuestro mundo, y del contraste salen ganando los protagonistas del film. La ridiculez alumbra desde la pantalla chica y fluye a la grande dejando en claro que Don Justo, Roberto y María van en busca de lo que buscamos todos: la aventura.
El humor es a la vez popular y refinado. La película avanza en pequeños momentos deliciosos y conquista al espectador con armas nobles.
Otrocampo.
El humor sólo resulta interrumpido por la revelación ulterior de un inesperado secreto por parte del anciano, y por esa contrapartida de solidaridad que suele darse entre personajes tan pequeños como sus historias. Entre toques de color varios, algunos pretextos y simetrías un tanto convencionales, y dejando atrás promesas que el film hiciera en un principio, los tres protagonistas logran al menos finalmente lo que quieren, o poco menos. Bien vista, tal afirmación quizás pueda hacerse extensiva en última instancia, también, a un espectador imaginario con ambiciones mínimas.
Cien de cine. María Luz Climent Mascarell.
Lejos del cine urbano y de denuncia social que proviene de Argentina, esta comedia con tintes de "road movie", fresca e ingeniosa, se desarrolla en ese paisaje tan particular que ofrece la Patagonia y, como su título indica, trata sobre las pequeñas cosas que les ocurren a unos lugareños.
En rueda de prensa, el director explicó que la idea de trabajar con personas que no son actores surgió a raíz de una experiencia previa, cuando rodó en la Patagonia cortos publicitarios. "Me di cuenta -explicó- que de repente hay ciertos momentos auténticos en un no actor, que si uno los podía rescatar para un filme de ficción sería realmente un trabajo interesante".
M.W. Lanetro
Rodada en su mayoría con habitantes de la zona y casi ningún actor profesional, Historias mínimas recoge el espíritu de las obras de artesanía en las que cada toma es ‘única e imprevisible’. Road movie en la que los personajes ‘atraviesan con sus historias los inmensos paisajes prehistóricos’, Sorín ha construido con ellos un equilibrado contraste entre los deseos y su precariedad, entre la fragilidad y la permanencia, entre la oportunidad y esa humanidad que, a pesar del imparable progreso, debemos mantener con vida.

Senderos de gloria

Stanley Kubrick, 1957
Reparto: Kirk Douglas (Coronel Dax) Ralph Meeker (Caporal Pares) Adolphe Menjou (General Broulard) George Macready (General Mirabeau) Wayne Morris (Teniente Roget) Richard Anderson (Comandante Saint-Auban) Joseph Turkel (Armaud)
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Los fines y los principios
"No permitáis que la ambicion se burle del esfuerzo util de ellos
De sus sencillas alegrias y oscuro destino;
Ni que la grandeza escuche, con desdenosa sonrisa
los cortos y sencillos hechos de los pobres.
El alarde de la heráldica, la pompa del poder y todo el esplendor, toda la abundancia que da,
espera igual que lo hace la hora inevitable.
Los senderos de la gloria no conducen sino a la tumba".

Humphrey Cobb se inspira en este contundente poema del escritor Thomas Gray (1716-1771) para titular su novela "Paths of glory" (1935), escrita a partir de sus vivencias en el frente durante la Primera Guerra Mundial.

El argumento y el desarrollo de la historia estan basados en hechos reales: durante el conflicto belico y como consecuencia del fracaso estrepitoso de un ataque erroneo y mal planeado, el general frances Deletoile hizo fusilar a cinco hombres de la 5° Compañía del Regimiento 63 acusados de cobardia como castigo ejemplar para sus tropas. El director norteamericano Stanley Kubrick, que ya se habia aproximado al cine belico en su debut en la direccion, Fear and desire (1953), se intereso enseguida por la novela, uno de los alegatos pacifistas mas contundentes nunca escritos, pero la compafiia United Artists, que habia perdido cerca de 150.000 dolares con Atraco perfecto (1956), el anterior film del director, se mostraba reticente a financiar el proyecto. La adaptacion cinematografica de la novela, escrita por Kubrick con la colaboracion de Caldero Willingham y del eseritor especializado en novela negra Jim Thompson - guionista tambien de Atraco perfecto - llegó a manos del actor Kirk pouglas, que decidio echar adelante el film con su propia productora, Bryna. La entrada de Douglas en el proyecto explica, precisamente, algunas de las diferencias mas importantes que se establecen entre el libro y la película, la historia de la cual gira en todo momento alrededor del personaje del coronel Dax, un personaje mas bien secundario en la novela de Cobb, donde la defensa de los tres soldados acusados de cobardia estaba en manos de uno de los personajes eliminados por el director, el capitan Etienne. ..Kubrick, Willingham y Thompson incluyeron, ademas, numerosos cambios en el argumento y en la estructura de la novela. El cambio mas significativo, y a la vez el mas representativo de las intenciones del director, radica en la gran importancia que cobran en el film las intrigas de los oficiales del ejercito francés, que tienen un papel mas bien irrelevante en el libro de Cobb, asi como la brutal contraposicion, no exenta de ironia, que se establece entre el majestuoso castillo donde residen los maximos responsables del Estado Mayor, y las horribles trincheras, llenas de sangre, barro y muerte.

Hollywood Ending

Woody Allen, 2002
Reparto: Woody Allen (Val), Téa Leoni (Ellie), George Hamilton (Ed), Debra Messing (Lori), Treat Williams (Hal), Tiffani Thiessen (Sharon Bates), Mark Rydell (Al), Bob Dorian, Ivan Martin, Gregg Edelman, Isaac Mizrahi (Elio Sebastian), Marian Seldes (Alexandra), Jodie Markell (Andrea Ford), Mark Webber (Tony Waxman).
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Hollywood ending es uno de los mejores chistes que me han contado en años. El director Val es un hipocondríaco como Woody Allen (pero no es Woody Allen), que se queda ciego cuando tiene que hacer una gran película. La rueda a ciegas y le sale una auténtica patata, así que los franceses la ponen por las nubes y él se va a Paris a seguir rodando más cine.

Lo peor de la película son las críticas que he leído ¿por qué? Muy sencillo, porque las han escrito los mismos critiquillos de los que Allen se ríe.

Equivocaciones imperdonables sobre Woody Allen.

1. Woody Allen está muy viejo para tener romances en la pantalla. Entiendo que alguien opine sobre su romance con su hija adoptiva. Pero que alguien quiera meterse en los sueños de un hombre me horroriza. ¿Crearán un código Hays sobre que edad deben tener dos personajes del cine para poder enamorarse o tener relaciones sexuales? Quememos pues Ariadna donde Gary Cooper roza los sesenta, o Sabrina.

El problema es que muchos no se dan cuenta de que no están viendo un documental. Allen ofrece su imaginación a los espectadores. Y sus romances en la pantalla son incluso más ricos ahora que es viejo.

Al igual que en tantas otras películas, el protagonista está a punto de liarse con la joven guapísima (Recuérden el Escorpión de Jade), ella ha dicho sí (lo más difícil) y de repente un obstáculo increíble, la hipnosis, la ceguera... ¿Y dicen que Allen no tiene derecho a soñar con estos chistes?

2. Hollywood Ending es el mismo tipo de cine comercial que Allen criticaba antes.

Esta crítica la hacen todos los franceses que alaban un churro rodado por un ciego. Pero no lo saben, claro. La dictomía entre cine comercial y cine de calidad es francesa, es pedante. En una conversación, Allen discute sobre el público. Él quiere llegar al máximo número, no tiene nada que ver con todo ese mundillo de listillos pedantes que se creen superiores a los demás por que se tragan un rollo de dos horas. Y, aunque ese mundillo lo ha encumbrado a él, a Woody Allen, él, Woody Allen no se sienta ni un segundo en el trono, en lugar de eso rueda esta sátira y se ríe de los listillos.

3. Allen se repite. No sólo se repite, sino que ha hecho ya, de su hipocondría, y sus visitas al psicoanalista un sello personal, una marca sin la cual no lo reconoceríamos. No es que se le escape, es que sus repeticiones tienen una cita con nosotros.




Dicho esto, llego a mi opinión. "Una final hecho en Hollywood" no me gusta demasiado. Pero no por las razones que mencionaba. No me gusta porque no le sale bien.

Allen es un crítico bondadoso. Los defectos que busca en los demás, y en sí mismo son enternecedores. Las mujeres lo dejan por motivos que despiertan la carcajada. Pero la vida no suele ser tan comprensiva con nuestros defectos.

Allen es, por encima de todo un ser humano que busca el amor de los demás. Necesita que una mujer lo ame de verdad y no lo abandone, pero todas lo hacen. Necesita hacer las paces con todos los que trabajan con él (como el operador chino que no entiende una palabra), y también con sus seres queridos. Y hace las paces con su hijo que se come una rata viva en público cuando da conciertos de rock.

Y también necesita el cariño del público, al que hace guiños sin parar o maltrata, porque Allen no se traga las verdades.

¿Por qué me falla esta película? Me falla porque si bien da en el blanco con su hijo, con las bromas que lanza a la industria del cine. Falla en la historia de amor. Esta vez se queda cortito.
La Butaca. Rubén Corral. (3/5)
Su preocupación, en "Un final Made in Hollywood" parece ser únicamente -y es algo extraño en uno de los observadores más sagaces de nuestras sociedades occidentales- el hacer reír. Las reflexiones que podían extraerse de obras tan minusvaloradas como "Sombras y niebla" (Shadows and fog, 1992), "Celebrity" (id., 1998) o "Acordes y desacuerdos" (Sweet and lowdown, 1999), pa-recen haber sido erradicadas desde su ingreso en las filas de Dreamworks. Y eso es un punto más en la lista de reproches que algún día habría que hacer a la industria hollywoodiense y otro punto a la que también le corresponde a Steven Spielberg.

En "Un final Made in Hollywood" existe una crítica nada velada al método industrial de manufacturar películas en los Estados Unidos.

Miradas. Susana Farré. (4/5)
Un final Made in Hollywood presenta una historia atractiva, pero más por el contenido subyacente, que tampoco es mucho en esta cinta, que no por el desarrollo argumental explícito, siempre relegado a servir de soporte a otro discurso paralelo más encaminado a despertar la reflexión del espectador.

Sin embargo, no se puede negar que esta comedia funciona, de hecho es una gran comedia, y algunos de los gags son realmente memorables, como la ironía final del triunfo de un film que sólo por incomprensible y "raro" ya triunfa en Europa (Allen se ríe también de nosotros, sí señor) o los patéticos intentos de Waxman por dirigir a través de los ojos ineptos de un traductor chino estudiante de económicas, con ninguna idea sobre arte y lenguaje fílmico. Allen revisita situaciones vividas por él en su trayectoria cinematográfica, como el trabajo con directores de fotografía europeos (en el film un chino) con quienes a menudo utilizaba traductores en los rodajes, y a quienes valora en mayor medida que a los americanos (exceptuando al "maestro" Gordon Willis) o su constante amor-odio con la crítica americana, la cual a lo largo de los años ha sido la más reacia a aceptar plenamente sus cualidades como genio del celuloide.

Criticalia. Enrique Comena. (3/5)
un producto con fuerte carga autocrítica: el neurótico director que protagoniza el propio Woody también incurre en nepotismo (ficha a su novia para el reparto, a pesar de ser un topo como actriz, lo mismo que ocurría con su Mia Farrow), hace diez años que está de capa caída (como Woody desde el tempestuoso "affaire" con su ex mujer), tiene extravagancias como pirrarse por los directores de fotografía extranjeros (como Allen, que ha utilizado reiteradamente al chino Zhao Fei y al italiano Carlo di Palma) e incluso tiene dos Oscars (aunque Woody tiene tres, en realidad).

Cinengaños. Alex. ()
Los eruditos afirmarán, como es tradicional, que no está a la altura de sus clásicos (Manhatan, Annie Hall) pero digan lo que digan, la obra divierte y eso siempre se agradece. Allen se atreve a atacar, a atacarse (la manía por los directores extranjeros de la fotografía, situación que ocurre en esta cinta, dentro y fuera de guión), y nos ofrece gags que van de la sonrisa a la risa de larga duración (la secuencia cuando se encuentran director y productor es una joya).

¿Lo mejor? El diálogo final que habla de la recepción de la cinta en Francia, y la relación con la recepción americana, arranca carcajadas y resulta al mismo tiempo un guiño o un golpe con guante blanco, justo como el resto de la cinta que, sin ser venenosa en extremo(en un estilo similar al de Simone) se atreve a mostrar el poco entusiasmo que Allen siente por los rodajes de los grandes estudios. ¿Otra paradoja? Esta es la segunda en el contrato con Dreamworks, después de The Curse of the Jade Scorpion, que es un gran estudio, aunque en manos de genios que no se apegan a los estándares...

Canal # Cine. Miguel Muñoz. (8/10)
Además la decantación de Allen, tanto en éste como en sus últimos films, por dividir claramente la estructura de la historia en dos (en Un final made in Hollywood: primero relacionar a todos los personajes en una fuerza común ?la realización de la película en primer plano-, y segundo, desmantelar cómo ésta será llevada a cabo, y cómo afectara a todos), le acerca más a esa madurez, provocadora de seguridad e ideas claras, como testigo de que el genio es metonimia de lo simple, emparentándolo a otros autores geniales como Kurosawa y Bergman, utilitarios en algunas de sus historias de tal división.

Canal # Cine. Glasso. (6/10)

El film funciona a trompicones, alternando momentos álgidos en los que encontramos a Allen en estado puro, con otros realmente olvidables que no aportan nada nuevo a lo ya visto en otras ocasiones. Entre los momentos salvables encontramos la cena en el restaurante con su ex mujer, fiel reflejo del Allen más inspirado; o la entrevista con el personaje encarnado por Treat Williams en la habitación del hotel, donde los gags visuales consiguen su máxima efectividad. Es de agradecer también el recuerdo a Hitchcock en uno de los diálogos. Por el contrario, en la parte negativa tenemos la historia del hijo punky, que es una auténtica chorrada, o la escena con una neumática Tiffani Thiessen, donde Allen hace gala una vez más de su afán por arrimarse a toda tía buena que se ponga a su alcance, y... aunque el chiste de la teta y el cojín tiene su gracia, más bien parece una situación puesta para su autocomplacencia.

Historia de un beso

José Luis Garci, 2002
Reparto: Alfredo Landa, Carlos Hipólito, Ana Fernández, Manuel Lozano, Beatriz Rico, Tina Sainz, Agustín González..
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Vanidad de vanidades

Debemos a Garci el resurgimiento de un género literario que está en el origen de la literatura, el panegírico. Los primeros poemas honraban a hombres que merecían la inmortalidad. Menos rebuscado que los clásicos, Garci prefiere elogiarse a sí mismo. No encuentro la menor diferencia entre una película de Garci y una de esas cenas que se hacen para glorificar a una personalidad y donde el elogio es la única moneda de cambio.

Cuando Huston quiere explicar lo que para él es un héroe recurre al ejemplo. En Cayo Largo, el protagonista se enfrenta a los malvados y nos da una lección sobre el valor. Orson Welles añadió al procedimiento la complejidad de muchos puntos de vista, unos alaban y otros critican al personaje central y ello nos deja la duda sobre cual de los juicios es el verdadero. Garci prescinde de tan inútiles complejidades para hablar de un hombre soberbio. Su personaje lo es porque él lo dice.
Miradas. José Luis Hurtado. (1,5/5)
El caso de Garci, prematuro Oscar de la cinematografía española de la democracia, es el de alguien que parece se ha convertido en un personaje público más importante que su propio cine. Cuestionado presentador televisivo, acusado de ser un astuto manipulador de los mecanismos que otorgan premios, tendente al amiguismo y sobre todo individuo contracorriente en la industria, a Garci se le juzga mas bien como persona que como cineasta: SIEMPRE. (Fíjense en ese afamado crítico de cine, habitual de sus tertulias, que le ponía cinco estrellitas a todos sus films, y que cuando dejó de aparecer en su programa, pasó a encasquetarle orondos ceros en las críticas a su cine).

Es del todo punto imposible intentar mantener con los diálogos durante dos horas, la emoción. El cine de Garci es un cine de texto, porque Garci es más escritor que cineasta, porque siempre tiende a ilustrar estampitas de sus textos escritos con Vacárcel, más que a crear un film (porque un film no es una sucesión de imágenes sino una unidad), porque sus personajes no paran de hablar y cuando dejan de hacerlo, la imagen siempre va subrayada con una musiquilla redundante y por ello literaria y protagonista en la pantalla.

El criticón de Ciudad Futura. (4/5)

Después de la vacuidad estética que era "You're the One", el director, productor y guionista José Luis Garci presenta "Historia de un beso", un film más que interesante, en el que desde la perspectiva de un pequeño microcosmos rural, intenta expandir una mirada al sentimiento universal del encuentro e ilusión amorosa, a la instrucción vital y de soslayo, establecer una descripción al contexto sociopolítico y cultural español de la época, dependiendo de donde descanse la temporalidad de la narración.

El dragón rojo

Brett Ratner, 2002
Reparto: Anthony Hopkins (Dr. Hannibal Lecter), Edward Norton (Agente Will Graham), Ralph Fiennes (Francis Dolarhyde / 'Tooth Fairy' / 'El dragón rojo'), Emily Watson (Reba McClane), Mary-Louise Parker (Molly Graham), Harvey Keitel (Jack Crawford), Philip Seymour Hoffman (Freddy Lounds), Anthony Heald (Dr. Frederick Chilton), Ken Leung (Lloyd Bowman), Tyler Patrick Jones (Josh Graham), Frankie Faison (Barney).
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Hannibal

De las tres historias que cuenta El dragón rojo, una es previsible (la del detective que interpreta Eward Norton) otra es absurda (la del dragón rojo que interpreta Ralph Fiennes) y la tercera sigue siendo subyugante (Hannibal, de nuevo Hopkins).

El detective Graham hace el mismo papel de Clarice, es bueno y no tiene por qué implicarse en la acción del maníaco. Igual que Clarice le va algo personal en la captura, él no quiere liberar corderos, pero tiene una familia igual que la de las víctimas. La mitología actual del policía lo convierte a medias en gurú, a medias en servidor vocacional, nunca en lo que es, o sea, un simple funcionario. Igual que Clarice, un asunto profesional acabará implicándolo personalmente porque tiene que vérselas con ese monstruo / genio que es Hannibal.

El dragón rojo es un Fiennes al que se describe como musculoso, pero al que no dio tiempo a cumplir con el requisito. Su papel repite el de Bufalo Bill del Silencio de los Corderos. Puesto que no está en prisión es el único peligro que acecha a la pacífica gente de bien. La explicación de su locura pretende ser erudita. Mezcla castraciones freudianas con sublimaciones pictóricas, pero un simple carnicero a lo "Texas Chainsaw" hubiera sido más acertado.

Hannibal es para mi uno de los grandes personajes del cine. Cuando Ridley Scott lo cogió abordó lo más interesante que hay en él, su elitismo, su frialdad, pero lo hizo demasiado comprensible. Lo que verdaderamente atrae de este personaje es el modo en que une a esa sofisticación lo salvaje y lo monstruoso. Hannibal es, en una misma persona, el extremo del refinamiento, y el extremo de la perversidad. A diferencia del Dr. Jeckyl, él no necesita desdoblarse, pasa de uno a otro en la misma escena. Ayuda al jóven detective y a la vez urde una trama para masacrar su familia. Elabora un banquete exquisito para premiar a unos músicos y de paso sirve desmenuzado al que desafina.
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