El arco dramático
Dice mi admirado y siempre exagerado Boyero que el personaje de Gosling es una versión moderna de "Shane", el pistolero que pone orden en la vida de los granjeros pacíficos en la novela de Schaefer que adaptó George Stevens en 1953. A mi me recuerda al Hanks de "Camino a la perdición" de Mendes, porque respeta unas reglas del juego mafioso que conllevan la muerte y la sangre hasta que un inocente las hace saltar por los aires. Muerte sí, pero sólo entre nosotros, parecen decir los dos personajes, el de Mendes y el conductor. Menos discutible parece la deuda confesa que tiene con la película "Le Samouraï" de Jean-Pierre Melville, y con la idea de amour fou de los sesenta del cine francés.
El personaje de Gosling, que no llega a decir su nombre, es un conductor de atracos con unas reglas intocables. Ofrece cinco minutos de fidelidad absoluta, pero un minuto antes o un minuto después no responde de nada. No se la juega por nadie. Que sea concienzudo como una máquina podría ser accesorio, pero es la palanca que estira con más fuerza la emoción de la película. Una vecina inocente, la esposa de un convicto y su hijo le brindan unas semanas de compañía y de amistad desinteresada que le llegan al corazón. Una casualidad más bien creíble, hace que la vida de su vecina dependa de él y que se vea obligado a saltarse una y otra vez su seguridad y sus reglas. De haber sido un conductor menos concienzudo y perfeccionista, el sacrificio hubiera sido fácil para él. La fuerza de la película está precisamente en aquello le ocurra a él, en el viraje que tiene que dar, en las reglas propias que tiene que saltarse, en su arco dramático.
“Un metodo peligroso”
Dice el proverbio indio que no debemos juzgar a un hombre sin haber caminado antes una milla con sus mocasines. Cronemberg ha querido apuntarse la proeza de caminar una distancia infinitamente mayor sin identificarse ni un segundo con el dueño del calzado.
El Jung de la película no tiene nada que envidiarle a ningún malo de cine. Nos molesta con su tensión, con sus tics, y con su hipocresía burguesa. Nos molesta que viaje en primera clase a EEUU cuando el maestro, Freud, tiene que viajar en segunda. Nos saca de quicio negando la idea de parricidio de Amenofis IV en la misma reunión en la que crucifica a su padre espiritual. Y sobre todo odiamos a este malo de cine cuando acaba confesando que el amor de su vida es la misma mujer que traicionó. Ningún espectador puede perdonar a un malo que traiciona su propio amor.
La cuestión que me plantea Cronemberg es que placer estético saca de seguir durante tanto metraje a un personaje que le resulta repugnante. Que interés tiene para el cine, poner de protagonista al malo. Que sentido tiene andar tantas millas con los mocasines de un hombre al que pretendemos empalar de todos modos.
Medycine | Pericles | Cine y política
"In time"
La premisa de "In time" es tan sugerente como decepcionante todo lo demás. La idea de un futuro en el que la moneda de cambio es el tiempo sirve para la crítica social, los pobres sobreviven cada día con unas horas que pueden acabarse y dejarlos como un trozo de carne en la acera, mientras los ricos se juegan siglos en una partida de poker. Los segundos y los años aparecen en un tablero luminoso que ocupa todo el antebrazo. Los creadores tejieron la trama de los relojes con desidia. Conscientes de que el público se alarma con una cuenta atrás dejaron a los protagonistas una y otra vez con unos escasos minutos de vida para preocuparnos. Pero es difícil preocuparse por un imbécil que ha elegido libremente dejarse esas gotas de tiempo cuando podía haber elegido otra cantidad.
Casi igual de desafortunada es "Acero puro". Después de morir la madre, un padre descubre que tiene un hijo al que no quiere y que tampoco tiene interés por él. El padre se dedica al boxeo de moda en el 2020, el de robots parecidos a los humanos. La historia del robot que encuentran en el lodo y su ascenso desde el fango a la más alta competición podría unir al espectador con el afán de un padre o con el de un hijo. Pero dado que los dos compiten con quien desprecia más al otro, el robot pelea para resultar bonito.
Dice el proverbio indio que no debemos juzgar a un hombre sin haber caminado antes una milla con sus mocasines. Cronemberg ha querido apuntarse la proeza de caminar una distancia infinitamente mayor sin identificarse ni un segundo con el dueño del calzado.
El Jung de la película no tiene nada que envidiarle a ningún malo de cine. Nos molesta con su tensión, con sus tics, y con su hipocresía burguesa. Nos molesta que viaje en primera clase a EEUU cuando el maestro, Freud, tiene que viajar en segunda. Nos saca de quicio negando la idea de parricidio de Amenofis IV en la misma reunión en la que crucifica a su padre espiritual. Y sobre todo odiamos a este malo de cine cuando acaba confesando que el amor de su vida es la misma mujer que traicionó. Ningún espectador puede perdonar a un malo que traiciona su propio amor.
La cuestión que me plantea Cronemberg es que placer estético saca de seguir durante tanto metraje a un personaje que le resulta repugnante. Que interés tiene para el cine, poner de protagonista al malo. Que sentido tiene andar tantas millas con los mocasines de un hombre al que pretendemos empalar de todos modos.
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"In time"
La premisa de "In time" es tan sugerente como decepcionante todo lo demás. La idea de un futuro en el que la moneda de cambio es el tiempo sirve para la crítica social, los pobres sobreviven cada día con unas horas que pueden acabarse y dejarlos como un trozo de carne en la acera, mientras los ricos se juegan siglos en una partida de poker. Los segundos y los años aparecen en un tablero luminoso que ocupa todo el antebrazo. Los creadores tejieron la trama de los relojes con desidia. Conscientes de que el público se alarma con una cuenta atrás dejaron a los protagonistas una y otra vez con unos escasos minutos de vida para preocuparnos. Pero es difícil preocuparse por un imbécil que ha elegido libremente dejarse esas gotas de tiempo cuando podía haber elegido otra cantidad.
Casi igual de desafortunada es "Acero puro". Después de morir la madre, un padre descubre que tiene un hijo al que no quiere y que tampoco tiene interés por él. El padre se dedica al boxeo de moda en el 2020, el de robots parecidos a los humanos. La historia del robot que encuentran en el lodo y su ascenso desde el fango a la más alta competición podría unir al espectador con el afán de un padre o con el de un hijo. Pero dado que los dos compiten con quien desprecia más al otro, el robot pelea para resultar bonito.
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