Los fantasmas de Goya



La locura del antiguo régimen y la locura de la revolución


Milos Forman, 2006
Reparto: Javier Bardem (Hermano Lorenzo), Natalie Portman (Inés/Alicia), Stellan Skargard (Goya), Randy Quaid (Rey Carlos IV), Michael Lonsday (Gran Inquisidor), José Luis Gómez (Bilbatúa), Mabel Ribera (María Isabel Bilbatua), Mabel Rivera (Reina María Luisa)
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Viendo "Los Fantasmas de Goya" uno aprende que un retrato costaba tres mil reales más si se pintaban una mano y cuatro mil si se pintaban las dos. También se aprende como hacía Goya uno de sus grabados, desde la fabricación del papel hasta el prensado; detalles sobre los juicios de la inquisición, las ejecuciones a garrote, el vestuario de la época. Milos Forman ha puesto curiosidad y atención. Dejo a otros que busquen la equivocación con su sagacidad; yo me quedo con esta España.

La primera parte de la película parece un conjunto de variaciones sobre el mismo tema: Goya pinta a la reina que es muy fea y no sabe si embellecerla o decir la verdad con su pincel; una de sus modelos, Inés es requerida por la Inquisición y le piden la verdad, pero ella prefiere firmar lo que sea para evitar el dolor. El padre de Inés hace firmar al inquisidor que es un mono para demostrar que la Inquisición no tiene método. El inquisidor sufre por su firma. Todo parece llevarnos a una sociedad enferma donde la verdad parece locura y la locura verdad. Y donde el humor no existe.

La segunda parte retoma a los personajes tras una elipsis de quince años. De la locura del antiguo régimen pasamos a la locura de las tropas francesas que invaden España. Los mismos intransigentes de la iglesia se han vuelto intransigentes de la revolución. Son los mismos perros con otro collar. El mismo cambio se podría haber rodado con la excusa de la guerra civil. Si alguien lo encuentra inverosimil es porque está demasiado acostumbrado a la novela que resulta siempre aplastantemente lógica.

La película de Forman condede pocas alegrías y tendrá, sospecho, poca audiencia. Le faltan héroes. Sólo hay víctimas y verdugos, y un pintor que observa con un ojo insobornable. Acaso cabe en el papel de héroe el padre de Inés, el único que se rebela, impotente, contra el sinsentido.

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