P: Frágil pasa del mito de Penélope a la historia del ‘patito feo’ para después darle la vuelta a todo... ¿Un cuento postmoderno?
R: Sólo un cuento, un cuento envenenado.
P: ¿Cree que los espectadores necesitan que les cuenten más cuentos?
R: Igual que en la televisión, los espectadores van al cine y ven lo que hay. Y cada vez hay menos donde elegir. Un cuento puede ser algo maravilloso, luminoso y fantástico, algo con lo que soñar, y también una mentira increíble. Esa ambigüedad es el alma del ser humano.
P: Por lo que cuenta en la película no parece que le guste mucho lo que rodea a su profesión...
R: Este es un momento en el que no sé muy bien si soy feliz con lo que hago. He ido intuyendo la razón intrínseca de mi necesidad de exhibir mi interior y no estoy seguro de que me guste. En el pasado sentía la obligación de usar mis historias como una terapia, igual que otros escriben, pintan o ponen bombas.
[...]
P: ¿Por qué estrena más de un año después de haber terminado la película?
R: La posproducción ha sido una pesadilla y me he encontrado más puertas cerradas que nunca, y no creo en las casualidades. Pero confiaba en poder estrenar, sobre todo cuando vi que Coto Matamoros o Bofill ya tenían distribución...
P: ¿Cómo se defiende si le dicen que su película tiene trampas (argumentales)?
R: ¿Y qué esperaban? las películas son un puñado de pequeñas mentiras para contar una gran verdad.
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