Juan José Campanella, 2004
Reparto: Ricardo Darín (Román), Mercedes Morán (Graciela), Eduardo Blanco (Amadeo), Valeria Bertucelli (Cristina), Silvia Kutika (Verónica), José Luis López Vázquez (Don Aquiles), Daniel Fanego (Alejandro), Atilio Pozzobón (Emilio), Francisco Fernández de Ros (Darío), Alan Sabbagh (Ismael), Micaela Moreno (Dalma), María Victoria Biscay (Macarena).
Guión: Fernando Castets, Juan Pablo Doménech y Juan José Campanella.
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Romanticismo empedernidoReparto: Ricardo Darín (Román), Mercedes Morán (Graciela), Eduardo Blanco (Amadeo), Valeria Bertucelli (Cristina), Silvia Kutika (Verónica), José Luis López Vázquez (Don Aquiles), Daniel Fanego (Alejandro), Atilio Pozzobón (Emilio), Francisco Fernández de Ros (Darío), Alan Sabbagh (Ismael), Micaela Moreno (Dalma), María Victoria Biscay (Macarena).
Guión: Fernando Castets, Juan Pablo Doménech y Juan José Campanella.
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No suelo fijarme mucho en el trabajo de un actor hasta que se empeña en que yo me dé cuenta de que existe destrozando con sus excesos al personaje que yo quiero creerme. Sin embargo para hablar del cine de Campanella habría que dedicarles mucho tiempo porque ellos le hacen todo el trabajo. Sus películas son sus actores, que él maneja como instrumentos afinados, y creo que si contratara actores españoles no le saldrían bien. Fíjense, si no, en el papel de José Luis López Vázquez, el gallego de la película, que destroza cada plano en el que aparece con sólo abrir la boca y al que el resto del reparto quita la palabra como bien puede para sacar la función.
Los argumentos de Campanella no son precisamente rigurosos; quiere contar demasiadas cosas así que parecen maletas apretadas. No desarrolla muy a fondo los temas porque no parece planear en exceso sus tramas; Campanella construye momentos, no argumentos, y parece trabajar más con el corazón que con la cabeza, igual que sus protagonistas. En vez de esmerarse construyendo la trama se esmera vistiéndola, tiñe de tristeza todos los buenos momentos y siempre tiene alguna broma para quitarle hierro al sentimentalismo impenitente que consigue contagiarnos tanto si queremos como si no. Pero es dueño del oficio y con cada película ata más cabos, casi no deja un hilo suelto. Y algo que delata mucho más su oficio es que aparte de los actores también sabe llenar de sentimiento muchos objetos, acuérdense del carnet que sólo conserva el funcionario corrupto del ayuntamiento, del aparato dental del chiquillo que luego es una ofrenda de amor y que tiene vuelta.
Aunque narra muchas peripecias, en cada una de ellas subyace la crisis, y en cada una, la solución viene dada con el corazón y la voluntad y no con un cheque al portador. Luna de Avellaneda va a quedar como un recuerdo de una generación que lo pasó mal en Argentina y a veces me pregunto si ahora que (por fin) se reactiva la economía y las cosas empezaran a ir bien, Campanella tendría tantas cosas y tan bonitas que contar.
A mi, Luna de Avellaneda me estropea todos los criterios que tengo para juzgar el cine porque en todo falla (y para qué negarlo, algo demagógica sí que suena) y sin embargo deja una innegable sensación de un buen trabajo, de un relato que valía la pena rodar.
Diccionario Argentino-Español | José Luis Orihuela
Begoña del Teso: Y si todos esos amores que sentimos, son verdaderos, si sabemos que el mundo adoró El hijo de la novia y nosotros sonreímos con El mismo amor, la misma lluvia, ¿por qué nos parece tan discursiva, tan empalagosa, tan verbal, tan amerengada esta Luna de Avellaneda? ¿Será que tal vez es más de lo mismo pero con mucha gente dentro? ¿Puede que sintamos que, para contar la historia de un club que se viene abajo y de unas vidas dignas no eran necesarios tantos millones de palabras, tantos miles de metros de celuloide, tantos cientos de minutos como los que usa Campanella? ¿Será que en cuestión de películas dulciamargas creemos que son precisos más gramos de amargor y menos kilos de azúcar? ¿Será que nos asusta decir que, a ratos, esta película nos parece una de Garci? Será. Tal vez, quizás.
Isabel Ibáñez: Uno no se da cuenta de que la película dura dos horas y veinte hasta que está en la calle y mira el reloj, intentando desprenderse de ese pesimismo agradable que lo invade todo.
Francisco Marinero ***: 'Luna de Avellaneda' es una edición corregida y aumentada de 'El hijo de la novia' sin que la ampliación del ámbito y duración del relato, ni la pretensión de hacer una suerte de recorrido histórico aporten novedades sustanciales.
Mirito Toreiro ****: También vuelve a estar aquí Ricardo Darín, que tan bien se mueve con personajes entre derrotados y portadores de esperanzas, desarbolados por la vida pero no dispuestos a hacer demagogia con sus debilidades. A él, y al resto de su portentoso elenco de actores, debe el film su tersa honestidad, su capacidad de diagnóstico, su desarmante y, por una vez, conmovedora sentimentalidad.
Begoña del Teso: Y si todos esos amores que sentimos, son verdaderos, si sabemos que el mundo adoró El hijo de la novia y nosotros sonreímos con El mismo amor, la misma lluvia, ¿por qué nos parece tan discursiva, tan empalagosa, tan verbal, tan amerengada esta Luna de Avellaneda? ¿Será que tal vez es más de lo mismo pero con mucha gente dentro? ¿Puede que sintamos que, para contar la historia de un club que se viene abajo y de unas vidas dignas no eran necesarios tantos millones de palabras, tantos miles de metros de celuloide, tantos cientos de minutos como los que usa Campanella? ¿Será que en cuestión de películas dulciamargas creemos que son precisos más gramos de amargor y menos kilos de azúcar? ¿Será que nos asusta decir que, a ratos, esta película nos parece una de Garci? Será. Tal vez, quizás.
Isabel Ibáñez: Uno no se da cuenta de que la película dura dos horas y veinte hasta que está en la calle y mira el reloj, intentando desprenderse de ese pesimismo agradable que lo invade todo.
Francisco Marinero ***: 'Luna de Avellaneda' es una edición corregida y aumentada de 'El hijo de la novia' sin que la ampliación del ámbito y duración del relato, ni la pretensión de hacer una suerte de recorrido histórico aporten novedades sustanciales.
Mirito Toreiro ****: También vuelve a estar aquí Ricardo Darín, que tan bien se mueve con personajes entre derrotados y portadores de esperanzas, desarbolados por la vida pero no dispuestos a hacer demagogia con sus debilidades. A él, y al resto de su portentoso elenco de actores, debe el film su tersa honestidad, su capacidad de diagnóstico, su desarmante y, por una vez, conmovedora sentimentalidad.
1 comentarios:
La verdad que no estudié Cine y mi opinión completamente informal.
Para mi la película está excelente. Coincido(y por es que me gusta tanto) en que representa una crisis económica generacional que hubo en Argentina y una gran parte de los que estuvimos inmersos en ella nos sentimos muy representados.
Fueron días muy duros y te aseguro que el film lo cuenta a la perfección.
Puede que la trama se escueta pero con eso alcanza y sobra.
Muy pero muy bueno el blog y la crítica!
Abrazo.
http://moviespeace.blogspot.com/
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