¿Se imaginan poder volar con la chica del quinto, esa a la que usted no le dirige la palabra de lo buena que está? ¿Se imagina aparcar en la puerta de su trabajo un batmovil de propulsión nuclear? ¿se imagina que va a llegar tarde al trabajo porque no le da tiempo a entregar unas pizzas y se coge el disfraz de hombre araña para estar allí en un segundo?
Ser superhéroe es una pasada. Pero todos los superhéroes están tristes. Spiderman no puede ligar con tanta responsabilidad, Superman tiene demasiados enemigos. Los superhéroes son una panda de quejicas que se inventan problemillas de lo más tonto para no matarnos de envidia. O bien son desgraciados para que alguien pueda ponerse en su piel. Antiguamente nadie se creía mucho al hombre araña porque la pared que escalaba era de cartón piedra y al traje se le veía una etiqueta que decía “marca acme”. Hoy, con la tecnología digital, no cuesta nada hacer creíble una lucha a muerte en un tren que va a cien por hora. La imagen está resuelta, falta hacer creíble al personaje, la psicología, la emoción, la sensación esa que se puede sentir si uno es superhéroe. Hacen falta problemas como hacen falta virtuosismos digitales, para creerlo, para vivirlo. Supongo.
Anoto además una noticia sombría. Ha muerto Manolo Marinero, un gran crítico de cine, un amante del western que hablaba de cine en las páginas de El Mundo. Desde aquí un homenaje.
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