Good bye Lenin

Wolfgang Becker, 2003
Reparto: Daniel Brühl (Alex), Katrin Sass (Madre de Alex), Chulpan Khamatova (Lara), Maria Simon (Ariane), Florian Lucas (Denis), Alexander Beyer (Rainer), Burghart Klaussner (Padre de Alex), Franziska Troegner (Sra. Schäfer), Michael Gwisdek (Director Klapprath).
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Twists and stuff

Cuando el protagonista del “Sexto sentido” está en el hospital y el psiquiatra que interpreta Bruce Willis va a verlo, le cuenta un cuento. El niño se queja, “Usted no ha contado muchos cuentos, ¿verdad? Porque no sabe contar historias.” Para contar una historia, le explica, hay que saber añadir “Twists and stuff.” Al director de “Good bye Lenin”, se le puede decir lo mismo, le vendría bien saber contar historias y meter “twists and stuff”, porque llega un momento en el que uno está harto de las mentiras que están contando a la madre y no quiere ver que más va a inventar ese hijo amante para que ella se crea su farol.

La madre de Alex es una fervorosa seguidora del régimen en la Alemania del Este poco antes de que caiga el muro de Berlin. En el 78 los abandonó su marido y se fue a vivir con otra mujer a occidente, y ella tardó en superarlo. Un día sufre un infarto y permanece en coma ocho meses. Cuando despierta no sabe que el muro ha caído y que la Alemania por la que luchó ha desaparecido. Su hijo crea una farsa para que ella crea que nada ha cambiado.

La gracia de la película está en que la madre va descubriendo trozos de la realidad, es decir que los alemanes occidentales, o la coca-cola han entrado en Berlín, y el hijo le hace entender el mundo como un triunfo del comunismo.

La partida de ajedrez entre el capitalismo y el comunismo ya no se juega porque la derrota parece aplastante. El íntimo romanticismo de la película está en la versión falsa y misericorde que ese hijo quiere crear. Una especie de mentira-consuelo para los perdedores.

Los faroles son siempre cinematográficos, y generalmente dan lugar a comedias de mucho más vuelo que esta. Por ejemplo, en “La vida es bella”, Benigni nos cuenta la historia inversa, el padre cuenta cuentos para disfrazar la realidad a su hijo. En “Bienvenido Mister Marshall” todos se disfrazan de lo que no son, y en casi todo el cine de Billy Wilder siempre hay un engañado y un mentiroso. En estos juegos el único que conoce la verdad es el público y siempre se divierte, ya sea a costa del primo ya sea a costa del truhán que no sabe que hacer para sostener su mentira.

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