El precio de la vida. El mensaje del cine bélico

Hace poco, en una escaramuza en Afganistan murieron cinco norteamericanos. Según el periódico, un soldado fue atrapado por la guerrilla y dos helicópteros fueron enviados para rescatarlo, el nuevo lema del ejército es "ningún hombre queda atrás". Pero yo no sabría estas cosas si no hubiera visto "Black Hawk down".

La guerra de nuestros días ha cambiado mucho. Las escafandras de los soldados, los rifles y los dispositivos de visión nocturna son lo superficial de ese cambio. Mucho más ha cambiado el precio de la vida un soldado. El mensaje de casi todas las películas que se hicieron sobre la Segunda Gerra Mundial venía a hablarnos de ese precio, que igual que el de la cesta de la compra, era mucho más barato en aquel entonces.

El cine bélico es un cine que habla de cuanto vale un hombre. Si uno ve "El tren", aprende que una colección de cuadros insustituibles vale más que la vida de cinco o diez personas. Era el precio que tenía en aquel momento la vida. En los cuarenta el precio era más bajo. El espectador aprendía viendo una película que era mucho más importante dejarse matar que dejarse arrebatar la bandera, o que una vida entregada para tirar abajo un objetivo alemán era una vida bien entregada. El malo de una película de estos años es el hombre que traiciona el objetivo por salvar el pellejo. En aquellos años, uno iba al cine y se iba preparando el cuerpo para entregarlo cuando el estado mayor se lo solicitara, demanda esta a la que no podía negarse. ¿Acaso tiene otra lectura esa famosa virtud de la heroicidad?

Lo cierto es que uno sigue yendo al cine y aprende con el Soldado Ryan que salvar a un solo hombre vale mucho esfuerzo porque la vida de este chaval ha subido de valor. Y aprende viendo "Black Hawk down" que nadie queda atrás y que si hace falta se manda a todo el mundo a rescatar a un solo soldado. Ahora no tenemos que aprender a hacer sacrificios para cuando nos recluten, ahora aprendemos en el cine que nadie nos va a dejar solos, lo cual es una tranquilidad. Ya sólo nos falta aprender el valor de la vida del enemigo.

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