Ridley Scott, 2001.
Reparto: Josh Hartnett (Sargento Matt Eversmann), Ewan McGregor (Compañía Clerk John Grimes), Tom Sizemore (Teniente Coronel Danny McKinght), Eric Bana (Sargento de 1ª Clase Norm Hooten), William Fichtner (Sargento Mayor Paul Howe), Ewen Bremner (Especialista Mike Kurth), Kim Coates (Soldado Wex), Hugh Dancy (Sargento de 1ª Clase Kurt Schmid), Ioan Gruffud (Sargento Beales)
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Una de indiosReparto: Josh Hartnett (Sargento Matt Eversmann), Ewan McGregor (Compañía Clerk John Grimes), Tom Sizemore (Teniente Coronel Danny McKinght), Eric Bana (Sargento de 1ª Clase Norm Hooten), William Fichtner (Sargento Mayor Paul Howe), Ewen Bremner (Especialista Mike Kurth), Kim Coates (Soldado Wex), Hugh Dancy (Sargento de 1ª Clase Kurt Schmid), Ioan Gruffud (Sargento Beales)
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La industria del cine ha descubierto un principio muy sencillo y eficaz: cualquier asunto donde se juegue una vida, rodado con exceso de medios, detalles forenses y acción trepidante tiene garantizada la atención de un espectador y una recompensa en taquilla. Las películas río como "la momia" demuestran que el tema puede ser baladí, siempre que se respete los otros princios: la rapidez y el exceso. Spielberg se valió de esta especie de hiperrealismo, que tiene algo de inverosimil, para mostrar un tema interesante y para hacernos creer que era posible rodar todavía una película de heroísmo ingenuo en la segunda guerra mundial. Annaud hizo acopio de la misma cantidad de medios para deslumbrarnos con acción en su "Enemigo a las puertas" pero olvidó un elemento esencial, le faltó justificar su baño de sangre, porque él no se creía las consignas de Stallin, naturalmente, y la historia de amor, aunque emotiva, no tiene fuelle para llenar la película. Black Hawk derrivado pretende justificar sus dos horas de casquería con los principios del ejército. "No pienso dejar ningún hombre atrás", repite el oficial, y salvar al caído justifica cada bala, pero en realidad no es una película tan inocente, porque quiere devolvernos al cine de los años treinta cuando un puñado de americanos heroicos, cercados con sus diligencias, luchaban contra una infinidad de indios, mientras que el espectador sólo sufría por los primeros. Tuvo que venir Altman para decirnos que los indios también tenían sus sentimientos y aunque mal vestidos y culpables de una gramática espantosa, no merecían que se les tratara mal. Scott ha olvidado esa sencilla lección y ha cambiado las plumas y los pieles rojas por delgaduchos, los cañones de Arizona por las fachadas de Mogadiscio.
Piénsese que en esta batalla murieron diecinueve americanos y más de mil somalíes. Sin embargo, a juzgar por la acción y el énfasis, yo hubiera jurado que vi morir a más de cien americanos. Cada detalle de su sufrimiento es recogido por la cámara con tal intensidad que parece multiplicado. Así funciona el cine, así, la famosa escalera de Odessa tiene muchos más escalones gracias al montaje de Eisenstein. Yo después de ver con lupa el sufrimiento de mi bando, ahora reclamo una película donde se detalle con igual derroche lo que pasaron aquellos mil somalíes.
Roger Ebert The movie is single-minded in its purpose. It wants to record as accurately as possible what it was like to be one of the soldiers under fire on that mission. Hour by hour, step by step, it reconstructs the chain of events. The plan was to stage a surprise raid by helicopter-borne troops, joined by ground forces, on a meeting of a warlord's top lieutenants.
The movie's implied message is that America on that day lost its resolve to risk American lives in distant and obscure struggles, and that mindset weakened our stance against terrorism.
"Black Hawk Down" doesn't have heroic foreground figures like most war movies. The leading characters are played by stars who will be familiar to frequent moviegoers but may be hard to tell apart for others.
Although the American mission in Somalia was humanitarian, the movie avoids speechmaking and sloganeering, and at one point, discussing why soldiers risk their lives in situations like this, a veteran says, "It's about the men next to you. That's all it is."
Desson Howe (washingtonpost.com) When a soldier sees that hand, for example, the music stops. There's a moment of silence. The soldier is having a reality shift. Then the music returns. And we're back again. Back in hell.
You can't get away from the immediacy. Or the feeling that you're getting sucked in, too. At the beginning, some of the flight crew – unaware of the bad day they're about to have – are streaking over the Indian Ocean. The shark-infested Indian Ocean, that is. They're like good old boys, or California surfers, whooping it up from above. They're young, eager and, yes, arrogant. And they're playing a song, loud. It's Elvis.
Mr. Cranky (-1) There's little more to the movie than the simple story of a few hundred elite troops getting bogged down and defending themselves against thousands upon thousands of militia. Every country is guilty of creating hierarchies of human life and viewing its loss in terms of national affiliation, and movies do nothing more than turn this activity into a self-justifying game. By this film's account, one Somali life is worth about 1/50th of an American life.
Ironically, it's hard to keep track of the actors in the film, though a few are recognizable
Black Hawk Derribado Enrique Colmena CRITICALIA
Es cierto que la fisicidad de la guerra y la verosimilitud de esta pesadilla recuerdan poderosamente esas mismas virtudes (si así pueden llamarse) de "Salvar al soldado Ryan", pero también es verdad que en ningún momento se logra el aliento humanístico de la película de Spielberg. Queda entonces un producto muy correcto, que hace contener con frecuencia el aliento por sus imágenes de gran impacto, pero que no llega a conmover nunca. Y eso, hablando de cine bélico en el siglo XXI, es un grave defecto...
Black Hawk DerribadoKaplan
Pero no nos llevemos a engaño, no se trata de un drama bélico al estilo Salvar al Soldado Ryan o La Delgada Línea Roja, ni mucho menos. El director ha dejado a un lado la parte intimista de la historia (si es que la había) y muestra sencillamente espectáculo puro y duro (fotografía y banda sonora son muestras de una atmósfera magistralmente recreada) eso si, sin olvidarse en ningún momento de que lo que cuenta es un drama. En muchos momentos la película se deja llevar por la acción y el drama pasa a un segundo plano, es entonces cuando Scott puede ganarse sus detractores. La efectiva combinación de acción y drama que tan buenos resultados le dio con Gladiator, se hace ahora en el siglo XX, en un conflicto duro.
Black Hawk Derribado. En el país de los flacuchos.
Valoración histórica: **
Josep A. Borrell
Resulta descorazonador que un film tan trepidante y lleno de acción, excelentemente interpretado y preciosista en su ambientación, tenga tan poco en cuenta el contexto histórico de la presencia norteamericana en Somalia entre los años 1992 y 1993. El di- rector, Ridley Scott (1492: la conquista del paraíso, Blade Runner o Thelma & Louise), describe en este film de tipo bélico la tragedia de las tropas de elite norteamericanas en Somalia desde una perspectiva épica, obviando el porqué de la acción. Un homenaje a los diecinueve soldados muertos (legítimo, en la medida en que la película es norteamericana) se convierte en un panfleto propagandístico de la presencia yanqui en los confines del mundo, en el que los somalíes (Flacuchos según la terminología de película) son presentados como hordas bárbaras dirigidas por mafiosos buenos y malos.
En enero del año 1991, una coalición de diferentes grupos guerrilleros (que correspondían orgánicamente a los principales clanes del país, y no etnias, porque en Somalia solo hay somalíes) depuso al dictador Siyad Barre y estalló una guerra civil qué aún no ha terminado. Tras las experiencias de la Guerra del Golfo y conflicto de los Balcanes, la opinión pública internacional impulsó a los norteamericanos a presentarse en Somalia con la excusa de controlar la ayuda internacional. Allí no había petróleo como en Kuwayt, ni estaba en el continente europeo como Yugoslavia, pero la nueva administración norteamericana (Bill Clinton accedió la Presidencia en 1992) estaba ensayando su nuevo papel como único gendarme mundial. Somalia se convertía pues en un escenario internacional ideal para demostrar al mundo que Estados Unidos intervenía más allá de sus intereses económicos inmediatos y le permitía consolidar su papel de director, un nuevo mundo sin el Imperio del mal (la Unión Soviética).
Hoy, diez años después de los hechos narrados en el fin, Somalia sigue todavía involucrada en un proceso de reconciliación nacional que parece no tener fin. Tal vez sea cierto ese viejo dicho que recogió el espía y viajero británico Richard Francis Burton en 1856: "Los somalíes, señor, no son buena gente, porque cada hombre es su sultán".
Revista Clio, Nº6. Abril 2002
The movie's implied message is that America on that day lost its resolve to risk American lives in distant and obscure struggles, and that mindset weakened our stance against terrorism.
"Black Hawk Down" doesn't have heroic foreground figures like most war movies. The leading characters are played by stars who will be familiar to frequent moviegoers but may be hard to tell apart for others.
Although the American mission in Somalia was humanitarian, the movie avoids speechmaking and sloganeering, and at one point, discussing why soldiers risk their lives in situations like this, a veteran says, "It's about the men next to you. That's all it is."
Desson Howe (washingtonpost.com) When a soldier sees that hand, for example, the music stops. There's a moment of silence. The soldier is having a reality shift. Then the music returns. And we're back again. Back in hell.
You can't get away from the immediacy. Or the feeling that you're getting sucked in, too. At the beginning, some of the flight crew – unaware of the bad day they're about to have – are streaking over the Indian Ocean. The shark-infested Indian Ocean, that is. They're like good old boys, or California surfers, whooping it up from above. They're young, eager and, yes, arrogant. And they're playing a song, loud. It's Elvis.
Mr. Cranky (-1) There's little more to the movie than the simple story of a few hundred elite troops getting bogged down and defending themselves against thousands upon thousands of militia. Every country is guilty of creating hierarchies of human life and viewing its loss in terms of national affiliation, and movies do nothing more than turn this activity into a self-justifying game. By this film's account, one Somali life is worth about 1/50th of an American life.
Ironically, it's hard to keep track of the actors in the film, though a few are recognizable
Black Hawk Derribado Enrique Colmena CRITICALIA
Es cierto que la fisicidad de la guerra y la verosimilitud de esta pesadilla recuerdan poderosamente esas mismas virtudes (si así pueden llamarse) de "Salvar al soldado Ryan", pero también es verdad que en ningún momento se logra el aliento humanístico de la película de Spielberg. Queda entonces un producto muy correcto, que hace contener con frecuencia el aliento por sus imágenes de gran impacto, pero que no llega a conmover nunca. Y eso, hablando de cine bélico en el siglo XXI, es un grave defecto...
Black Hawk DerribadoKaplan
Pero no nos llevemos a engaño, no se trata de un drama bélico al estilo Salvar al Soldado Ryan o La Delgada Línea Roja, ni mucho menos. El director ha dejado a un lado la parte intimista de la historia (si es que la había) y muestra sencillamente espectáculo puro y duro (fotografía y banda sonora son muestras de una atmósfera magistralmente recreada) eso si, sin olvidarse en ningún momento de que lo que cuenta es un drama. En muchos momentos la película se deja llevar por la acción y el drama pasa a un segundo plano, es entonces cuando Scott puede ganarse sus detractores. La efectiva combinación de acción y drama que tan buenos resultados le dio con Gladiator, se hace ahora en el siglo XX, en un conflicto duro.
Black Hawk Derribado. En el país de los flacuchos.
Valoración histórica: **
Josep A. Borrell
Resulta descorazonador que un film tan trepidante y lleno de acción, excelentemente interpretado y preciosista en su ambientación, tenga tan poco en cuenta el contexto histórico de la presencia norteamericana en Somalia entre los años 1992 y 1993. El di- rector, Ridley Scott (1492: la conquista del paraíso, Blade Runner o Thelma & Louise), describe en este film de tipo bélico la tragedia de las tropas de elite norteamericanas en Somalia desde una perspectiva épica, obviando el porqué de la acción. Un homenaje a los diecinueve soldados muertos (legítimo, en la medida en que la película es norteamericana) se convierte en un panfleto propagandístico de la presencia yanqui en los confines del mundo, en el que los somalíes (Flacuchos según la terminología de película) son presentados como hordas bárbaras dirigidas por mafiosos buenos y malos.
En enero del año 1991, una coalición de diferentes grupos guerrilleros (que correspondían orgánicamente a los principales clanes del país, y no etnias, porque en Somalia solo hay somalíes) depuso al dictador Siyad Barre y estalló una guerra civil qué aún no ha terminado. Tras las experiencias de la Guerra del Golfo y conflicto de los Balcanes, la opinión pública internacional impulsó a los norteamericanos a presentarse en Somalia con la excusa de controlar la ayuda internacional. Allí no había petróleo como en Kuwayt, ni estaba en el continente europeo como Yugoslavia, pero la nueva administración norteamericana (Bill Clinton accedió la Presidencia en 1992) estaba ensayando su nuevo papel como único gendarme mundial. Somalia se convertía pues en un escenario internacional ideal para demostrar al mundo que Estados Unidos intervenía más allá de sus intereses económicos inmediatos y le permitía consolidar su papel de director, un nuevo mundo sin el Imperio del mal (la Unión Soviética).
Hoy, diez años después de los hechos narrados en el fin, Somalia sigue todavía involucrada en un proceso de reconciliación nacional que parece no tener fin. Tal vez sea cierto ese viejo dicho que recogió el espía y viajero británico Richard Francis Burton en 1856: "Los somalíes, señor, no son buena gente, porque cada hombre es su sultán".
Revista Clio, Nº6. Abril 2002