Los abrazos rotos



Tramas enrevesadas

Lo peor que le puede pasar a un director de cine español es que le den un oscar. Estos premios deberían otorgarse en mi país sólo a a título póstumo.

Pedro Almodóvar, 2009
Reparto: Penélope Cruz (Lena), Lluís Homar (Mateo Blanco/Harry Caine), Blanca Portillo (Judit García), José Luis Gómez (Ernesto Martel), Rubén Ochandiano (Ray X), Tamar Novas (Diego), Ángela Molina (madre de Lena), Chus Lampreave (portera), Kiti Manver (Madame Mylene), Lola Dueñas (lectora de labios), Mariola Fuentes (Edurne), Kira Miró (modelo), Rossy de Palma (Julieta), Alejo Sauras (Álex).
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Un multimillonario español se obsesiona con Penélope Cruz y no soporta la idea de que ella se vaya con otro hombre. ¿Qué puede hacer para retenerla? Carmen Maura tenía el mismo problema en “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. En aquel entonces Almodóvar se tomaba con humor el amor despechado, o quizá la diferencia estrive en que la despechada era una mujer. El millonario la tira por una escalera y luego negocia con ella. Lo cual, naturalmente, es lo que todos haríamos en su lugar.

En general, una buena película tiene personajes complicados, conflictivos. Pero no hace falta que la trama sea enrevesada. Almodóvar lo hace siempre al reves, trata de entretenernos con una trupe de seres unidimensionales a los cuales les ocurre todo lo imaginable. El millonario es tan folletinesco como el amante y el conflicto de la protagonista no existe porque debería haber hecho las maletas en el primer acto. Almodóvar es consciente de que sus historias no dan para media película y de que sus seres no tienen fuelle; por eso está aprendiendo a estirarlas con cajas chinas y subtramas, algunas de ellas divertidas. El ligue del ciego con la rubia que le ayuda a cruzar la calle, el personaje de Ángela Molina y la sanidad, la doble vida de la secretaria, el amor de culebrón del millonario, el hijo sumiso que descubre su orientación, el pinchadiscos sacado de la movida, o bien de “todo sobre mi madre”, los preparativos kitsch del rodaje, el sabotaje de la película, las confesiones intempestivas.

El protagonista es un director, o un alter-ego. Parte de la historia habla de su obsesión por hacer una gran película. El ansia de perfección dirige su vida casi tanto como el amor que siente por ella. En el caso de la actriz, llega a negociar incluso su reclusión, con tal de acabar la película. Supongo que Almodóvar quiso trasmitir algo de su obsesión por la obra acabada. Es una de las muchas emociones que se pierden en en camino, o en no sé donde.

Almodóvar ofrece, en cada una de sus películas, un catálogo de neuras y pathos bastante amplio para que el espectador pueda elegir tranquilamente cual encaja mejor con sus traumas infantiles. Lo malo es que tal variedad no ayuda excesivamente a la transferencia; más bien invita, contumazmente, a desconectar.
Carlos Marañón. Cinemanía ***: Un gazpacho cultural que podría servir tanto de Catálogo Universal de los Sentimientos, ordenado de Auster (Paul) a ZP (vía Carmen Machí o vía guiño a El País) como de elegante juego de búsqueda de referencias pictóricas (para nota ese polvo a lo Magritte), literarias y cínéfílas, y a ver quién pilla más. [...]
Otro Almodóvar es posible. Y Los abrazos rotos apunta en varías direcciones que muestran cierto agotamiento por un lado, pero dejan entrever una vía de renovación en el cineasta español más universal.
Jordi Costa. Fotogramas ****: El problema de Los abrazos rotos es que Almodóvar es ya, definitivamente, otro director que el que firmó 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', pero, en cierto sentido, se niega a asumirlo. O, dicho de otra manera, 'Los abrazos rotos' es una película tan generosa, tan empeñada en satisfacer a todos los públicos almodovarianos –los que han decidido embarcarse en el complejo viaje que propone el último tramo de su carrera y los que siguen añorando sus viejos registros- que su dolorosa historia central acaba sometida a demasiadas fuerzas centrífugas.
Carlos Boyero. El País: Y aparece la femme fatale. Se lía con un tiburón que para no perderla pretende consumar los sueños de ella, hacerla estrella de cine con un director de primera clase. Pero llega el amor en medio del arte, y los cuernos y la atroz venganza del despechado e implacable villano. Y sigo como un témpano, no dando crédito a los forzados diálogos que escucho, sin que me salpique lo más mínimo el supuesto volcán que está acorralando a los amantes, ni las doloridas y metafísicas reflexiones sobre las heridas irreparables del creador cuando manipulan y alteran el montaje de esa obra amada en la que ha volcado su alma.


En la segunda mitad del siglo XIX, los agricultores estadounidenses en el recién abierto oeste terminaron fuertemente endeudados con los banqueros del este del país como consecuencia de la revolución tecnológica motivada por la agricultura. Las cosechadoras mecánicas, las trilladoras y otros equipos agrícolas grandes y costosos aumentaron considerablemente la productividad y la producción, pero el enorme aumento de la oferta produjo la caída de los precios de los productos agrícolas.


Los agricultores estaban en apuros, porque a la vez que estaban recibiendo menos por su producto tenían que seguir haciendo pagos cuantiosos por los empréstitos que habían recibido para comprar el nuevo equipo. Como solución, la mayoría de ellos decidió apoyar a los candidatos políticos que estaban a favor de pasar a Estados Unidos del patrón oro a un estándar bimetálico de oro y plata. El más importante de estos candidatos fue el senador de Nebraska y dos veces candidato demócrata a la presidencia, William Jennings Bryant. Él defendió vigorosamente el papel moneda respaldado por oro y plata, porque así el gobierno podría imprimir más dinero que si estuviera respaldado sólo con oro. Aunque no lo dijo directamente, buscaba una inflación muy alta.

Esta pelea política enfrentó a los agricultores del oeste con los banqueros del este. Finalmente ganaron los banqueros y Estados Unidos permaneció en un patrón de sólo oro. Sin embargo, a los estadounidenses les queda aún un gran legado cultural de esa pelea política sóbre la inflación, aunque la mayoría de la gente no lo sabe.

En 1964, un profesor de nombre Henry Littlefield especuló que El maravilloso mago de Oz era un libro político que se proponía apoyar la oposición de los agricultores al patrón oro. Dorothy es una pequeña granjera de Kansas que representa a los ciudadanos rurales estadounidenses; el Hombre de Hojalata representa a los trabajadores urbanos; el León Cobarde es William Jennings Bryant, a quien el autor consideraba un líder débil; y el Espantapájaros es el agricultor estadounidense. Los cuatro viajan hacia el este por la vía de los ladrillos amarillos —una vía hecha de oro— para ver al Mago de Oz, que representa a los malvados banqueros del este que manipulan la economía moviendo hilos y palancas detrás de una cortina. Su destino, Oz, es simplemente la abreviación de onza, como en onzas de oro.


Después de que Dorothy y sus compañeros delatan al Mago y al patrón oro como fraude, todo empieza a funcionar bien. El Espantapájaros es inteligente, el León recupera su valor y el Hombre de Hojalata nunca más tiene que preocuparse del óxido (es decir, estar desempleado). En el libro, Dorothy regresa a casa gracias a sus pantuflas de plata. De acuerdo con Littlefield, la adaptación para el cine utilizó pantuflas de rubíes porque se veían mejor en la película —una decisión que puede haber llevado a muchos estadounidenses a olvidar que la historia pretendía ser mucho más que un libro infantil.

Sean Masaki Flynn: “Economía para Dummies”
Symbolism in the Wizard of Oz

Teófilo Necrófilo. Lo que yo te diga. "El mago de Oz", Abriendo el armario de los gays: Los homosexuales la entendieron como un viaje épico y mítico del mundo normativo heterosexual a otro de la comunidad gay. Por si esto fuera poco, resulta además que el hada buena, viste como un travestido.

Señales del futuro



Pistas

En 1959 un colegio decide conmemorar su aniversario enterrando una cápsula del tiempo. En la cápsula los niños guardan sus dibujos que podrán verse cincuenta años después. Una niña algo extraña que oye voces en su cabeza rellena su lienzo con números. Más tarde, en nuestros días, el colegio desentierra la cápsula y el hijo de Nicholas Cage consigue el enigmático lienzo. El padre es profesor de astrofísica y encuentra un paralelo entre los números y las catástrofes que han sucedido en los últimos cincuenta años. Faltan tres catástrofes y unos cuantos días para que se acabe la lista.

"Knowing"
Alex Proyas, 2009
Reparto: Nicolas Cage (John Koestler), Rose Byrne (Diana Wayland), Chandler Canterbury (Caleb Koestler), Lara Robinson (Lucinda Embry/Abby Wayland), Ben Mendelsohn (Phil Beckman), D.G Maloney, Nadia Townsend (Grace Koestler), Adrienne Pickering (Allison), Danielle Carter (Miss Taylor 1959).
Guión: Ryne Pearson, Richard Kelly, Juliet Snowden, Stiles White, Stuart Hazeldine y Alex Proyas.
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Antes de empezar a vacilar como hacen todos los bloggers de cine sobre si otorgo o no mi veredicto de inocente a Alex Proyas. Antes de hacerme de rogar como una católica. Antes de emitir mi juicio como si de él dependiera la taquilla de la película, quiero anotar un detalle: no hay manera de mantenerse indiferente a este planteamiento. Una lista de catástrofes y un científico que sabe el cuando y el donde sucederán va a mantener agarrado a la butaca al más curtido. La progresión del científico incrédulo hasta el hombre convencido al que nadie cree es apabullante.

El problema de la película es que va más lejos. Proyas no se conforma con darnos unos cuantos subidones de adrenalina y dejarnos irnos a casa un poquito templados. El autor de “Dark City” se mete en profundidades cuando le dejan, cosa que no ocurrió con su entretenida “Yo, Robot”, pero sí aquí. Y tengo que decir que adoro estos giros. Uno cree que está viendo un puzle y cuatro anticipaciones y al final se encuentra con un desaguisado de proporciones bíblicas. Uno cree que es una historia de números y descubre que las voces y las piedrecitas estaban preparando un caos inimaginable.

A las costuras yo les haría un par de arreglos. Los dos niños encuentran las pistas un poco al azar. Lo cual da el pego, pero yo hubiera dejado un camino de migas de pan que les condujera indefectiblemente a ese final spielbergiano, sobre todo para los que vamos a repasar unas cuantas veces la versión en DVD.
Antonio Trashorras. Fotogramas ***: Alex Proyas vive confinado en una época en la cual resulta imposible que el cine de gran presupuesto, y, por tanto, necesitado de legiones de consumidores, trascienda ni un ápice lo que la cada vez más mediocre tecnocracia fílmica juzga tolerable por el rasero mental-sentimental de la masa cuyos bolsillos se pretende saquear.
Roger Ebert **: The plot involves the most fundamental of all philosophical debates: Is the universe deterministic or random? Is everything in some way preordained or does it happen by chance?
Kevin Prin. Filmsactu: Néanmoins la foi est au centre de tout et la morale que véhicule cette fin ("Seuls ceux qui auront vu les signes peuvent être sauvés") ne trompe pas : nous nageons ici en pleine doctrine scientologique, celle-là même que L. Ron Hubbard a tristement démocratisé à travers ses écrits abracadabrants et qu'il a utilisé pour asservir ses admirateurs.
Jean-Sébastien Chauvin. Chronicart: Ce schéma classique du drame intime qui rejoint la Grande Histoire, s'il n'est pas nouveau, porte en germe, ici-même, quelque chose d'assez intriguant. C'est disons la dimension inconsciente du propos : un homme ne pouvant faire son deuil intime imagine plus grande catastrophe encore, l'apocalypse elle-même comme pour anéantir sa douleur.
CGNauta: puedo catalogarla junto a películas de la cienciología como Battlefield Earth: A Saga of the Year 3000.
Se podría decir que es un remake de Close encounter of third kind, pero igualmente tiene elementos que recuerdan a Señales de Night Shyamalan.


IMDB | Rotten Tomatoes | Youtube | Allocine | The movie

Slumdog Millionaire



Trascender

Danny Boyle, 2008
Interpretación: Dev Patel (Jamal Malik), Freida Pinto (Latika), Madhur Mittal (Salim), Anil Kapoor (Prem Kumar), Irrfan Khan (inspector de policía).
Guión: Simon Beaufoy; basado en la novela "Q & A" de Vikas Swarup.
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Una de las debilidades del cine de competiciones, atracos, loterías... está en el botín. Si toda la emoción de la película se reduce a saber si el protagonista gana o pierde, un soplo de un amigo equivale a verla entera. Si te la destripan no vale la pena ir a ver lo que ya sabes.

La policía interroga y tortura a Jamal Malik porque cree que está haciendo trampas en el concurso “¿Quiere ser millonario?” Él dice que no, así que tiene que explicar por qué un chico del té sin estudios sabía todas las respuestas (menos la última que tendrá que responder al día siguiente).

El repaso de cada pregunta del programa nos lleva a la infancia del joven en los durísimos suburbios de Bombay. Las peleas de sectas, la mendicidad organizada para la cual mutilar a un niño significa aumentar la recaudación, la desigualdad entre ricos y desharrapados llevada a la humillación y la vileza.

Cada pregunta del concurso sirve para contarnos una atrocidad. Un esquema narrativo familiar para el público burgués, donde se pone en juego su codicia, sirve de esqueleto para contar una historia de supervivencia. La tranquilidad casera de nuestros hábitos televisivos hilvana una trama salvajemente despiadada que, de otro modo, no dejaríamos entrar en nuestras vidas.

Pero lo maravilloso de “Slumdog Millionaire” no está en su composición. O mejor: no sólo está en su composición. Jamal tiene que responder una pregunta más del concurso después de ser interrogado por la policía. Le queda otro programa de televisión y no sabemos si ganará el premio de 20 millones de rupias (Casi €400.000). El verdadero logro de la película no es sorprendernos con el final, es conseguir que no nos importe demasiado si acierta o no.
Jordi Costa. El País: La estructura narrativa, esclava del mecánico tránsito entre esos tres niveles, no es la mejor ayuda para que el espectador reticente al especiado -y engañoso- carisma de la propuesta se sumerja en la historia.
Elisa Reche. Público: Acostumbrados al cine escapista y fantasioso de Bollywood, a los indios no les gusta que se les recuerde una realidad que hacen esfuerzos por ignorar. Menos aún con una película con siete galardones de la Academia Británica de Cine a sus espaldas y diez nominaciones a los Oscar.
Andrés Fevrier. Cinematófilos: Está todo escrito (It is written), como la respuesta que, al final, entrega la película al multiple choice que se planteaba de entrada. Está escrito, está guionado, es ficción. El baile final, mientras pasan los créditos, que algunos vieron como descolgado o incoherente, está completamente en sintonía con esto. Sólo hace más evidente la ilusión, que siempre estuvo ahí.

RT 94% $77m | IMDB | La Butaca

Finales sin garra y finales tramposos



El curioso caso de Benjamin Button

"The curious case of Benjamin Button"
David Fincher, 2008
Brad Pitt (Benjamin Button), Cate Blanchett (Daisy), Taraji P. Henson (Queenie), Julia Ormond (Caroline), Jason Flemyng (Thomas Button), Elias Koteas (Sr. Gateau), Tilda Swinton (Elizabeth Abbott), Jared Harris (capitán Mike), Elle Fanning (Daisy con 6 años), Mahershalhashbaz Ali (Tizzy), Joeanna Sayler (Caroline Button).
Guión: Eric Roth; basado en un argumento de Eric Roth y Robin Swicord; sobre un relato de F. Scott Fitzgerald.
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"Limelight"
Charles Chaplin, 1952
Charles Chaplin (Calvero), Claire Bloom (Terry, la bailarina), Nigel Bruce, (Postant, el empresario), Buster Keaton (compañero de Calvero), Sydney Chaplin (Neville)
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La serie de televisión “Cuéntame” y la película Forrest Gump buscarón sentar en la sala a un mismo público nostálgico con ganas de compartir recuerdos. Eric Roth, el guionista de Forrest Gump, ha vuelto a contar la historia de su país, ahora del revés, a partir de un relato de Scott Fitzgerald. Igual que a todos sus compatriotas le gustan los ingenuos; ya sean lelos como Forest o niños con cuerpo de Ancianos como Button.

Sus aventuras en un barco arrastrero, la residencia de ancianos, la niña, el burdel, la guerra y los cientos de secundarios despiertan una curiosidad fabulosa. El niño anciano despierta todas las expectativas, pero queda lejos de saciarlas.

Candilejas

Aunque no fue su última película, Chaplin rodó su testamento artístico en 1952. Autocomplaciente hasta el límite, nadie puede ser duro con el autohomenaje que el cómico se dedica a sí mismo. Un famoso payaso ya olvidado salva a una bailarina fracasada del suicidio y se dedica a ella en cuerpo y alma. La joven triunfa en el escenario gracias a él y quiere que se casen. Pero él la abandona para que sea feliz con otro hombre más joven. Vuelve a la calle y ella lo encuentra. Prepara una función y paga una clac para que no sienta la dureza del fracaso. Pero el payaso triunfa por encima de los aplausos comprados antes de morir de un infarto.

Nadie discute que se trata de un melodrama. Pero hay menos acuerdo sobre qué cosa es un melodrama. Yo lo definiría como un drama restaurador donde las deudas morales entre los personajes son desproporcionadas. La bailarina le debe su vida y su éxito. El payaso se merece todo el amor del mundo por lo que ha hecho por ella y por lo poco que le pide al público.

Nos basta con reírnos un poco para hacerle feliz. Pero yo sería más feliz si realmente me hiciera gracia. Apelar a su autocompasión es un golpe bajo al arte con mayúsculas. Es igual que esos vendedores que ofrecen su producto y cuando no queremos comprar nos recuerdan que tienen tres hijos y están en el paro.
José Francisco Aranda. Visor, 1953: Chaplin hace un film cuya finalidad es justificar ese mismo film. Cuenta la historia de un artista en decadencia —y lo ilustra con su propio caso—, haciendo una película en la que quiere demostrar que no está decadente. No se puede negar que esta manera de justificarse acusándose, de confesarse y de despedirse con un gesto de enorme humildad y soberbia, conlleva una complicada contradicción.
[...] Candilejas es una película peor que las anteriores, porque carece de "gesto", de grito, de indignación. La juventud tiene serias razones para dudar de si la vida es bella. Chaplin nos repite durante las dos horas de la proyección que sí lo es.

IMDB | MRQE

Transporter 3



Americanadas

Olivier Megaton, 2008
Reparto: Jason Statham (Frank Martin), François Berléand (Tarconi), Natalya Rudakova (Valentina), Robert Knepper (Johnson), Jeroen Krabbe (Leonid Vasilev), David Atrakchi (Malcolm Manville), Yann Sundberg (Flag), Eriq Ebouaney (Ice).
Guión: Luc Besson.
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El único afán del cine francés, decía Borges en la revista Sur, es no parecerse al americano, riesgo que, por cierto, no corre. Pero decía eso porque no había visto las películas de Kassowitz ni las de Luc Besson.

El argentino también decía que la naturaleza de la novela es psicológica, mientras que el cuento se acaba en la anécdota. En cine valen los dos. Hitchcock, por ejemplo pensaba seriamente que con el psicoanálisis nuestros problemas se resuelven igual que el acertijo semanal de la sección infantil de un dominical.

Megaton tiene el mismo desprecio que el británico por la psicología. O por lo menos, por la psicología de la chica. Aunque indefensa y desesperada se niega a abrir la boca. En la escena del desvío, Stathan se pelea a pecho descubierto con siete matones y los va atando con sus prendas de vestir. Ella espía desde el parabrisas su cuerpo torneado. Luego se emborracha y coquetea con él, quiere verlo de nuevo desnudo, lo cual es justo lo que todos esperamos de una persona que está a punto de morir.

¿La tensión despierta el deseo o es el deseo el que necesita esas tensiones? La pulsera les impide separarse. ¿esa pulsera es una excusa para que sigan soportándose o están tan unidos que necesitan pulseras explosivas para disimular su pasión?

Quizá es verdad que los franceses están a salvo de parecerse a Hollywood. Allá sentirían vergüenza ajena de esconder un anuncio de colonia detrás de una de sus sacrosantas escenas de coches.
Álex Montoya. Fotogramas **: Puro producto de la factoría Luc Besson, combina los tics de aquella acción ochentera de videoclub con el verismo a la europea puesto de moda por la saga Bourne

RT: 36% $31m | IMDB

Revolutionary Road



Realizarse

"Revolutionary road"
Sam Mendes
Reparto: Leonardo DiCaprio (Frank Wheeler), Kate Winslet (April Wheeler), Michael Shannon (John Givings), Kathryn Hahn (Milly Campbell), David Harbour (Shep Campbell), Kathy Bates (Helen Givings), Zoe Kazan (Maureen Grube), Dylan Baker (Jack Ordway), Richard Easton (Howard), Jay O. Sanders (Bart Pollock).
Guión: Justin Haythe, basado en una novela de Richard Yates, de 1962
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La esposa, Winslet, quiere ir a vivir a Paris, quiere que el marido deje su puesto de comercial en una empresa donde no es nadie y que los dos se realicen. Paris significa vivir, quedarse significa ser como los demás. El marido, DiCaprio, anuncia a todo el mundo que quiere irse. Pero le ofrecen un ascenso, y él sigue queriendo irse, sí, pero no estamos seguros.

La película comienza con otro de sus sueños. Ella quiere ser actriz, pero su primera obra de teatro es un fracaso. Cuando vuelven a casa discuten duramente. Parecen echarse culpas, pero el fondo no es ese: el fondo es que él está contento de que ella fracase.

La novela está contada desde él, la película también. Él cree que su infidelidad es importante, pero no importa un comino. Su verdadera crueldad no está en que se tome un respiro. Su crueldad consiste en enterrar los sueños de otra persona sin que ella se de cuenta. El dice que sí, pero conspira; él es el enemigo en casa, el beso traidor, el sexo y los hijos como jaula.

La otra jaula es la cordura. El marido amordaza cuando habla de locura. Por eso el verdadero loco lo saca de quicio. El hijo de los vecinos acaba de salir de un manicomio. Es libre como los bufones de la corte para decir lo que ve. Si no hablara quizá no sabriamos muchas cosas. Sólo él entiende los sueños de la esposa. Y quizá algún espectador.

La sutileza de Yates no llega con fuerza que conoce el cine. Hubiera sido mejor transformarla en una metáfora. Una invasión de alienígenas que tienen abducido al marido y quieren convertirla a ella, hubiera sido un vehículo más expresivo para hacernos sentir el calvario de la esposa.
Carlos Boyero. El País: Pero en Revolutionary road, a diferencia de American beauty, no hay sátira, no hay esperpento sobre las miserias en ebullición, no hay motivos para la risa sarcástica observando y escuchando la repentina y volcánica transgresión de los que habían construido su vida intentando estar de acuerdo con ella y ateniéndose a las reglas sociales. Aquí sólo hay tragedia de primera clase.
Mirito Torreiro. Fotogramas ***: esa predisposición suya a dejarse llevar por la letra impresa para estructurar sus películas. Sobre todo, porque hay en ellas un engañoso gusto por pulir todas las aristas de la puesta en escena, hasta convertir a sus criaturas en relumbrantes artefactos con mucho diálogo y con temáticas fuertes, como el fracaso, que en realidad solo gustan, me temo, a públicos despistados.
Francisco Marinero. Metropoli **: La mujer (Kate Winslet), de ambiciones vitales y artísticas frustradas, exige al marido (Leonardo DiCaprio) que desempeñe el papel de creador o aventurero, sin que él haya demostrado talento ni voluntad de serlo sino más bien lo contrario, y al precio de sacar adelante ella sola a toda la familia.
El problema de este largometraje, aparte de lo reiterativo de la narración, parece ser la intención de hacer de esta ama de casa una heroína trágica pero disimulando que sus exigencias tienen un componente perturbado: hay poca emoción y las pretensiones de crítica social se estancan en lugar y espacio lejanos.
Ivan Thais. Moleskine literario: Yates, realmente, odiaba a los psiquiatras (loqueros los llama) y a los manicomios; quería vivir establecido en aquella locura lúcida que le permitía escribir. Yates es Givings, eso es obvio.

New York Times Book Review: Richard Ford reviews Revolutionary Road (April 9, 2000)
The novel.

Cómo cambiamos nuestro interior con historias



"El espíritu de la colmena", "Buscando a Nemo" y "El perro mongol"

"Die höhle des gelben hundes"
Reparto: Batchuluun Urjindorj, Buyandulam Daramdadi Batchuluun, Nansal Batchuluun, Nansalmaa Batchuluun, Batbayar Batchuluun.
Guión: Byambasuren Davaa; basado en un relato de Gantuya Lhagva.
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En “El Canon Occidental”, dice Harold Bloom que “Hamlet” es la obra cumbre de la literatura porque nos enseña como un ser humano se transforma hablando consigo mismo. “El Quijote” queda por debajo porque Don quijote se transforma discutiendo con otra persona, Sancho. ¿Qué es lo que hace cambiar a los personajes de las grandes historias? A veces escuchar un relato.

En “El espíritu de la Colmena”, Ana, la hermana más pequeña de la familia se transforma viendo la película de “Frankenstein”, de James Whale. Porque aprende que un monstruo perseguido por todo el mundo sigue siendo bueno. Erice lanza una segunda lectura subversiva sobre nuestra historia donde los malos oficiales que persigue el régimen y la guardia civil no son malos. Ana huye de casa porque no soporta el linchamiento de un maquis/monstruo.

En “Buscando a Nemo”. El protagonista es un pez encerrado en una pecera. Sus intentos de escapar de su carcel son infructuosos como los de todos los espectadores, acostumbrados a mil excusas para no cambiar la realidad. Pero un día llega un pelícano con noticias de un pez que ha surcado el océano en busca de su hijo. Se trata del padre de Nemo, el pez más miedoso del mar. Cuando oye el relato, los ojos de Nemo se abren como platos y vence todas las dificultades sin apenas esfuerzo para escapar de la pecera. Nemo se ha vuelto valiente porque ha escuchado un relato.

En “El perro mongol”, la hija de la familia de pastores quiere adoptar un perro que ha encontrado en una gruta en la montaña. El padre no quiere al perro porque quizá haya convivido con lobos y ataque con ellos el rebaño.

La abuela sólo aparece en una breve escena y le cuenta una historia a la nieta. La historia de un perro que debía ser sacrificado como expiación de la enfermedad de una princesa. Pero el perro es escondido y la princesa se cura de todos modos. La historia de la abuela forja sutilmente el interior de la niña que se vuelve fiel al animal.

Tres juicios estrafalarios



"Medianoche", "Irma la Dulce" y "Como matar a su propia esposa"

"Midnight"
Michael Leisen, 1939
Reparto: Claudette Colbert (Eve Peabody | Baronesa Czerny), don Ameche (Tibor Czerny | Baron Czerny), John Barrymore (Georges Flammarion), Francis Lederer (Jacques Picot), Mary Astor (Helene Flammarion)
Guión: Charles Bracket, Billy Wilder. Basado en una historia de Edwin Justus Mayer
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En “Medianoche” Eve Peavody es una corista americana sin un centavo que aterriza en París después de perderlo todo en Montecarlo. Le ofrece a un taxista un trato, él la conduce por todo París durante esa noche y si encuentra trabajo le pagará el doble de lo que cueste la carrera. El taxista se enamora de la chica y la chica desaparece.

Un millonario francés no sabe como quitarse de encima al amante de su esposa. Gracias a una coincidencia ve que la americana atrae al amante y puede arreglar su problema. Le costea una fachada de Baronesa Czerny, a cambio de que ella enamore al amante. El taxista acude a la casa de campo donde todos están de fiesta y finge ser el Barón de Czerny, el marido. A la americana le gusta el taxista, pero quiere acabar su trabajo para ayudar al millonario. Así que la película acaba en un juicio de divorcio entre los dos Czerny. Los dos van al juez y se llenan de reproches delante de todo el mundo. Aunque nunca estuvieron casados.

En “Irma la Dulce”, el exgendarme que interpreta Jack Lemmón se enamora de la prostituta que interpreta Shirley McLaine. El exgendarme la quiere sólo para él, así que finge ser un Lord inglés que la visita los jueves y juega con ella a las cartas. Mantener los regalos del Lord le suponen trabajar sin parar todas las noches. Un día se cansa de la farsa y se deshace del millonario. Pero los vecinos del barrio creen que lo ha matado y lo llevan a juicio. El camarero del barrio, que también es abogado, defiende al gendarme. Pero como la verdad es demasiado increíble, le aconseja que se confiese culpable y éste acaba en la carcel con la atenuante de crimen pasional.

Como matar a su propia esposa” es la peor de todas. Un dibujante de comics solterón (También Lemmon) descubre después de una borrachera que está casado con Virna Lissi. En sus viñetas finge que la mata y por un enredo todo el mundo cree que lo ha hecho. No es cierto, pero en el juicio defiende el derecho de todos los hombres a consumar el deseo reprimido de enviudar y sale absuelto.

El mejor juicio es el primero. La corista americana finge que es una baronesa y todos la creen en la fiesta. El taxista finge que es su marido el barón, y ella le sigue la corriente. Pero él se cabrea cuando ve que la corista sólo quiere dinero. Se cambia de ropa y acude al jardín vestido de taxista. La corista le dice a todo el mundo que su marido está loco y se cree que es otra persona. Cuando grita que él es un taxista todos le dan la razón como a un loco. Y cuando gritan que quieren divorciarse de un matrimonio que no ha ocurrido, nosotros, los expectadores, seguimos dándoles la razón, como a los locos, porque nos han caído bien.

Dar demasiado



"Siete almas" y "Cometas en el cielo"

"Seven pounds"
Gabriele Muccino, 2007
Reparto: Will Smith (Ben Thomas), Rosario Dawson (Emily), Woody Harrelson (Ezra), Michael Ealy (hermano de Ben), Barry Pepper (Dan), Elpidia Carrillo (Connie), Robinne Lee (Sarah Jenson), Joseph A. Nuñez (Larry), Bill Smitrovich (George), Tim Kelleher (Stewart Goodman), Gina Hecht (Dra. Briar).
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"The kite runner"
Marc Forster, 2007
Reparto: Khalid Abdalla (Amir), Homayoun Ershadi (Baba), Zekiria Ebrahimi (Amir de niño), Ahmad Khan Mahmoodzada (Hassan de niño), Shaun Toub (Rahim Khan), Nabi Tanhua (Ali), Ali Danesh Bakhtyari (Sohrab), Saïd Taghmaoui (Farid), Atossa Leoni (Soraya), Abdul Qadir Farookh (general Taheri).
Guión: David Benioff; basado en la novela "Cometas en el cielo" de Khaled Hosseini.
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Hay algo conmovedor en una persona que hace algo por otra. La generosidad nos gusta, sí; pero tiene un límite. El Will Smith de “Siete almas” da tanto que podría poner los réditos de sus buenas obras en una cuenta bancaria y vivir de los intereses toda su vida (incluso la eterna). Nos gustan las reparaciones discretas, pero los excesos de Muccino rayan en la usura.

Eso de lo que me quejo también podría llamarse sentimentalismo. Lo encuentro en otra película aclamada. El criado pastún de “Cometas en el cielo” me resulta, quizá, más creíble. El criado es amigo incondicional del hijo del señor. Pero el hijo del señor no soporta que sea sumiso y le tira un día frutas podridas. En un gesto de rabia, el criado coge otra fruta y se la restriega en su propia cara. Lo que quiere decir es que jamás se rebelará, porque ha elegido no hacerlo.

El protagonista, que es el hijo del señor, quiere deshacerse del criado. Esconde un reloj nuevo en su cuarto y lo acusa del robo. El padre le pregunta al criado si lo ha robado y el criado baja la cabeza “sí, lo hice”, miente. ¿Por qué mentir si no lo ha robado? Miente para no contradecir al amo. No le importa la verdad ni la mentira, ha elegido hacer la voluntad de otra persona.

Nietzsche lo llamaba moral de enfermos, moral de débiles. Hay algo torcido en ese placer por el altruismo descontrolado, que cultivan algunas religiones. Pero si uno es capaz de mascar sin tragar durante unas horas puede emocionarse con la proyección y volver a casa a seguir practicando sano egoísmo y sexo sin culpa el resto de la semana.

Muchas películas las estropean las historias románticas de obligada inclusión; en la película de Muccino, en cambio, suena igual que la corneta del séptimo de caballería. Que bonito si llega a arreglarle sólo la imprenta.

Y por último, diré algo de lo que estoy convencido: Will Smith se pasa la película haciendo una criba, quiere estar seguro de que ayuda a gente buena. Pero los tipos buenos no tienen más derecho a ser salvados que los tipos malos.
Alberto Luchini. Metropoli **: Will Smith y el director Gabriele Muccino repiten en otro melodrama desaforado con tres objetivos más que evidentes: confirmar que Smith es un actor de talento además de un tipo simpático que funciona muy bien en las comedias y el cine de acción; consolidar la incipiente carrera hollywoodiense del realizador romano y arrasar en las taquillas de todo el mundo haciendo llorar a moco tendido a los espectadores.
El tercero lo alcanzan plenamente, los dos primeros sólo a medias.
Javier Ocaña. El País: Si en Obsesión (1954) la redención moral de Rock Hudson pasaba por convertirse, partiendo desde cero y ya en la madurez, en el mejor cirujano oftalmológico del mundo sólo para poder curar la ceguera causada a una mujer en un accidente, en Siete almas Will Smith supera la inverosímil prueba de Hudson con una serie de acciones cercanas al éxtasis espiritual. Basada en un guión del desconocido Grant Nieporte, la película utiliza el recurso de la desestructuración del continuo temporal, a la manera Guillermo Arriaga-González Iñárritu, otorgándole así un elemento casi de suspense acerca de la naturaleza de las maniobras de su protagonista.
Javier Cortijo. ABC: Rosario Dawson, cuya frágil sensualidad y su mirada carnal asomada al precipicio justifican este «tour de force» heroico e impensable en cualquier sistema sanitario adulto.
Mr Cranky (-4): If I want to watch something about death, body parts, and shameless emotional appeals, I'll stay home and watch Grey's Anatomy reruns.

Siete almas
Web | RT 27% $67m. | IMDB | La Butaca | Filmaffinity

Cometas en el cielo
RT 66% $16m. | IMDB | La Butaca
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