21 gramos

Alejandro González Iñárritu, 2003
Interpretación: Sean Penn (Paul), Benicio Del Toro (Jack), Naomi Watts (Christina), Charlotte Gainsbourg (Mary), Danny Huston (Michael), Clea DuVall (Claudia), Marc Russo (Freddy), Teresa Delgado (Gina), Melissa Leo (Marianne).
*
El desorden no tiene mérito

Hay alardes formales que molestan muchísimo a los espectadores porque al autor no le cuesta nada hacerlos y al espectador le supone dios y ayuda seguir una historia que, para colmo, suele ser convencional. Iñárritu ha cogido todos los trozos de celuloide, los ha metido en una bolsa y luego los ha pegado según iban saliendo. En realidad sólo había una escena de todo el batiburrillo que pedía su lugar al final, porque la película tiene sorpresa, como todas las películas que se estrenan, y era necesario dejar ese naipe escondido.

Esta sorpresa final no es gratuita. Era necesaria, porque a Jack, el personaje que hace Del Toro le estaban cayendo todos los marrones. Y el pobre hombre no se los merecía. Jack es un expresidiario que abandona la delincuencia por la religión. Está convencido de que dios rige su destino. La casualidad no existe, cada pelo de su cabeza, dice él, dios sabe cuando se mueve. Así pues ¿Qué sentido tiene su desgracia? ¿Cuándo puede aguantar el calvario si sabe que este dolor ha sido elegido por dios? Lo más terrible de Jack es que sus males le vienen en la peor forma posible, él no es la víctima, sino el culpable involuntario de las pesadillas que acontecen.

Iñarritu elige temas sangrantes, como Almodóvar. Eso le garantiza la atención del espectador, pero no el éxito. Enfermos terminales, transplantes, un accidente de tráfico donde una mujer pierde toda su familia. Esta película delata muchas de las trampas de los autores que pretenden figurar como autores y no industria: excesos formales que no pide la historia, temas forzados o truculentos, y una supuesta renuncia al glamour, lo que consiguen con interiores sucios y con actores sin maquillar.
Roten Tomatoes: 80%; Roten=29 Fresh= 117
10ª semana: $12 mill.

Las nominaciones a los oscars de 2004

Mejor Película

"El señor de los anillos: El retorno del rey"
"Lost in translation"
"Master and Commander: Al otro lado del mundo"
"Mystic River"
"Seabiscuit"

Mejor Dirección

Clint Eastwood por "Mystic River"
Fernando Meirelles, por "Ciudad de Dios"
Peter Jackson por "El señor de los anillos: El retorno del rey"
Peter Weir por "Master and Commander: Al otro lado del mundo"
Sofia Coppola por "Lost in translation"

Mejor actor principal

Ben Kingsley por "Casa de arena y niebla"
Bill Murray por "Lost in translation"
Johnny Depp por "Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra"
Jude Law por "Cold Mountain"
Sean Penn por "Mystic River"

Mejor actriz principal

Charlize Theron por "Monster"
Diane Keaton por "Cuando menos te lo esperas"
Keisha Castle-Hughes por "Whale rider"
Naomi Watts por "21 gramos"
Samantha Morton por "En América"

Mejor Actor de Reparto

Alec Baldwin por "The Cooler"
Benicio del Toro por "21 gramos"
Djimon Hounsou por "En América"
Ken Watanabe por "El último samurái"
Tim Robbins por "Mystic River"

Mejor Actriz de Reparto

Holly Hunter por "Thirteen"
Marcia Gay Harden por "Mystic River"
Patricia Clarkson por "Pieces of April"
Renée Zellweger por "Cold Mountain"
Shohreh Aghdashloo por "Casa de arena y niebla"

Mejor Película de Animación

"Bienvenidos a Belleville"
"Buscando a Nemo"
"Hermano oso"

Mejor Guión Original

Andrew Stanton, Bob Peterson y David Reynolds por "Buscando a Nemo"
Denys Arcand por "Las invasiones bárbaras"
Jim Sheridan, Naomi Sheridan y Kirsten Sheridan por "En América"
Sofia Coppola por "Lost in translation"
Steven Knight por "Dirty pretty things"

Mejor Guión Adaptado

Bráulio Mantovani por "Ciudad de Dios"
Brian Helgeland por "Mystic River"
Frances Walsh, Philippa Boyens y Peter Jackson por "El señor de los anillos: El retorno del rey"
Gary Ross por "Seabiscuit"
Shari Springer Berman y Robert Pulcini por "American splendor"

Mejor Fotografía

Cesar Charlone por "Ciudad de Dios"
Eduardo Serra por "La joven de la perla"
John Schwartzman por "Seabiscuit"
John Seale por "Cold Mountain"
Russell Boyd por "Master and Commander: Al otro lado del mundo"

Mejor Montaje

Daniel Rezende por "Ciudad de Dios"
Jamie Selkirk por "El señor de los anillos: El retorno del rey"
Lee Smith por "Master and Commander: Al otro lado del mundo"
Walter Murch por "Cold Mountain"
William Goldenberg por "Seabiscuit"

Ciudad de Dios

Fernando Meirelles.
Reparto: Matheus Nachtergaele (Sandro Cenoura), Seu Jorge (Mané Galinha), Alexandre Rodríguez (Buscapé), Leandro Firmino da Hora (Zé pequeno), Phellipe Haagensen (Bené), Jonathan Haagensen (Cabeleira), Douglas Silva (Dadinho), Roberta Rodríguez Silvia (Berenice), Gero Camilo (Paraíba), Graziela Moretto (Marina), Renato de Souza (Marreco).
Guión: Bráulio Mantovani; basado en la novela de Paolo Lins.
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La ciudad olvidada por dios

Ciudad de Dios es una de las aventuras estéticas más valientes que he visto desde Pulp Fiction, a la que supera con creces. Buscapé vive en una paupérrima favela brasileña, donde la delincuencia es una opción más fácil que el trabajo. Su hobby es la fotografía, pero sólo consigue empleos de repartidor de periódicos.

Bustapé recuerda la historia de la favela desde que él era un niño. La narración se detiene y da marcha atrás para recoger historias de personajes secundarios o saltos adelante con una libertad y un pulso narrativo digno de un virtuoso. Todos los personajes tienen una historia tremenda que contarnos. Todas las historias unidas crean una sensación de trama social, de retrato colectivo inigualable.

El hermano de Bustapé decide dar un gran golpe en un motel. Uno de los ladrones es un desalmado sin escrúpulos que con el tiempo dominará todo el crimen de la favela, se llama Zé Pequeno. Su crueldad y su falta de principios le sirven para triunfar, ésta sólo se ve frenada por su socio, Bené, un hombre bueno.

Mientras tanto, el protagonista, Bustapé, vive preocupado por conseguir su primera experiencia sexual que resultará tan atribulada como todo lo que ocurre en Ciudad de Dios.

Una banda de niños altera con sus hurtos la paz de la favela que Zé Pequeno necesita para su negocio. Sin dudarlo recurre al asesinato. Los traficantes velan por la seguridad con más celo que la policía pero nos damos cuenta de que esa paz no es un escenario deseable.

Zé Pequeno comete su mayor error cuando maltrata a un hombre pacífico por la envidia que siente por él. Desde ese momento Mané Galinha se convertirá en su peor enemigo. No se trata de una venganza justa. Se trata de una consecuencia lógica, casi inevitable de lo que ocurre al hombre con poder. La favela sirve al espectador para bucear en lugares recónditos del alma humana que están escondidos en nuestras sociedades desarrolladas.

La película crea un universo ajeno a la ley; la policía no entra en la favela si no es para cobrar sus sobornos. Los delincuentes son abandonados a la ley del más fuerte, por eso triunfa el más cruel.

La mayor grandeza de Meirelles consiste en su postura ante los hechos. Lejos de moralizar sobre los personajes, Meirelles tiene el valor de desarrollarlos friamente y dejarlos existir hasta que apuran su vaso. La casualidad rige cada destino, pero una casualidad tan trenzada que uno se siente testigo de una historia más real que la vida misma.
Terra incluye en una selección esta bitácora. La selección merece la pena, porque no conozco muchas, aunque ignoro el criterio del redactor.

Las anécdotas de Billy Wilder

Es invierno, un oficial austríaco es trasladado a la guarnición de una ciudad cubierta de nieve y allí se enamora de la hija del alcalde, que se llama Annemarie. Una noche el amor no le deja dormir, se viste, y se va a casa del alcalde y, para demostrar a su amada su devoción, mea en la nieve las siguientes palabras: "¡Te quiero Annemarie!". Es decir, él quería escribir eso en la nieve, pero cuando hubo escrito: "¡Te quiero Anne..." se le termina el pipí. Corre al cuartel, despierta a uno de sus soldados, le ordena que se vista y que la acompañe. Se apresura a volver a casa del alcalde, allí le ordena al soldado que se desabroche la bragueta y le ordena: "Aquí, ahora haz pipí y escribe Marie en la nieve". El muchacho se queda rígido, con el órgano en la mano, pero no pasa nada. Finalmente el oficial le grita: "¡Qué pasa!. ¿No sabes mear?". El soldado le contesta: "Mear sí, señor, pero no sé escribir".

Juanjo ha subido a la red una página dedicada al genial director austriaco. La pena es que haya elegido para alojar contenidos tan interesantes la espantosa y publicitaria Lycos.
La revista Total Film hizo una encuesta sobre la peor pareja cinematográfica de la historia. La ganadora fue Uma Thurman y Ralph Fiennes en "Los vengadores". Chanel 4 les invitó a elegir la escena más sexy del cine. Ganó Ursula Andrews saliendo del mar en "007 contra el Dr. No". Este canal inglés también hizo una encuesta meses antes sobre cual fue la escena más aterradora ¿Adivinan cual ganó?

Paycheck

John Woo, 2003.
Reparto: Ben Affleck (Michael Jennings), Aaron Eckhart (Rethrick), Uma Thurman (Rachel Porter), Paul Giamatti (Shorty), Colm Feore (Wolfe), Emily Holmes (Betsy), Joe Morton (Agente Dodge), Michael C. Hall (Agente Klein), Peter Friedman (Ministro Brown), Kathryn Morris (Rita Dunne).
Guión: Dean Georgaris; basado en el relato corto de Philip K. Dick.
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Un puzle divertido

Paycheck mezcla dos temas de Philip K. Dick que ya abordaron con nota dos películas anteriores, la posibilidad de cambiar la memoria de una persona (Total Recall, Paul Verhoeven) y la paradoja de cambiar el futuro cuando uno sabe lo que va a suceder (Minority report, Steven Spielberg).

El protagonista, Michael Jennings es un científico que se dedica durante meses a trabajar en un proyecto pero una vez acabado el trabajo se somete a una máquina que le borra la memoria. Después de diseñar un monitor en tres dimensiones es contratado por otra compañía que le pide tres años de su tiempo, que luego tendrá que olvidar.

El problema consiste en que en esos tres años se enamora de una mujer y al perder el recuerdo, también puede perderla a ella. Jennings cobra 90 millones de dólares por su trabajo. ¿Cuánto cuesta el recuerdo de un ser querido?

Jennings no sabe que ha pasado durante tres años de su vida. Pero él mismo se ha enviado un sobre con veinte objetos que le harán falta. El científico pudo ver su futuro y alterarlo enviándose a sí mismo los objetos cotidianos que iba a necesitar. Roger Ebert, el mejor crítico que uno puede leer ahora mismo, se queja de que con un planteamiento tan sugestivo, John Woo utilice todos esos cachivaches para rodar escenas de acción. Pero lo cierto es que el juego que propone es divertido, porque el espectador conoce los objetos desde el principio y no presagia su utilidad.

El final está a la altura de la película porque salta de la heroicidad salvadora que me produce úlcera al sano egoísmo, que es mucho más simpático.
Rotten Tomatoes: 23%; Rotten=91 Fresh=27.
Taquilla la 5ª semana: $51 mill.

Otras bitácoras: 1 | 2 | 3

La sonrisa de la Mona Lisa

Mike Newell, 2003
Reparto: Julia Roberts (Katherine Watson) Kirsten Dunst (Betty Warren), Julia Stiles (Joan Brandwyn), Maggie Gyllenhaal (Giselle Levy), Marcia Gay Harden (Nancy Abbey), Dominic West (Bill Dunbar), Topher Grace (Tommy Donegal), Ginnifer Goodwin (Constance Baker), Juliet Stevenson (Amanda Armstrong), John Slattery (Paul Moore).
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Los pijos no necesitan profesores

La sonrisa de la Mona Lisa no es una película esencialmente mala, es una película mal contada. El argumento es previsible, una profesora moderna llega a un colegio conservador de niñas de papá y tranforma las mentes de sus pupilas. Cualquier director con un poco de talento se hubiera dado cuenta de que se la estaba jugando a la hora de escoger los dramas y el papel de la maestra en la vida de las alumnas. Mike Newell debió de creerse que iba a emocionarnos de todos modos al final de la película subiendo un poco la música y dejando a la Roberts en un mar de lágrimas contagioso. Todo eso está muy bien, pero es que la maestra no hacía falta para resolver ningún problema.

El colegio de Wellesley educa a las señoritas de buena cuna de la sociedad estadounidense de 1953 para que se conviertan en buenas esposas. La profesora Watson acaba de llegar para impartir clases de historia del arte y se enfrenta con esa estrecha forma de ver las cosas.

Su mayor enemiga no es la directora del centro, sino Betty Warren, una alumna que critica y persigue a la enfermera del centro por proporcionar anticonceptivos a las muchachas y cuya única meta es casarse. Joan Brandwyn, por el contrario, no se opone a la nueva profesora que quiere convencerla para que vaya a Yale a estudiar derecho. Los dos personajes son complejos; los dos deparan un desenlace inesperado.

Giselle tiene otro tipo de conflicto con la profesora. Es una alumna promiscua, y se lió con el mismo hombre que ella. Constance está acomplejada con su físico y deja escapar al hombre que quiere.

Lo normal en una película de profesores es que la profesora nueva les de una lección a los alumnos, pero en este caso son ellas las que se la dan a la profesora y todos se van tan contentos. Que se le va a hacer. Joan Brandwyn le enseña que detrás de su estereotipo de ama de casa vulgar, puede encontrarse un modo de vida completo, y que ser ama de casa puede ser una elección. Giselle le enseña a encajar, porque aunque a una le quiten un novio no hay que arrancarle los ojos a la rival.

Quizá la moraleja ya estaba dicha en la primera escena: la Roberts explica unas diapositivas y las niñas se las saben de memoria. La moral de la película quizá sea que a los pijos no hay que enseñarles nada, porque ya lo saben todo.
Rotten Tomatoes: 34%; Rotten= 84 Fresh= 44
Taquila la 5ª semana: $61 mill

Las chicas del calendario

Nigel Cole, 2003.
Reparto: Helen Mirren (Chris), Julie Walters (Annie), Linda Bassett (Cora), John Alderton (John), Annette Crosbie (Jessie), Penelope Wilton (Ruth), Celia Imrie (Celia), Philip Glenister (Lawrence), Ciarán Hinds (Rod), Geraldine James (Marie).
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Tan transgresora como decir recórcholis

Las chicas del calendario es un canto a la belleza después de los cincuenta. Un grito de “la arruga es bella” al ritmo de la típica musiquilla inglesa. Armado de tan buenas intenciones, Nigel Cole sólo podía conseguir una película como esta, amable y simpática; un producto tan británico como el té con pastas o la música pop. Lo curioso de Cole es que igual que en “El jardín de la alegría” donde un ama de casa burguesa se decide a cultivar marihuana, se crea transgresor. Este inglés es tan transgresor como decir “recórcholis.”
Rotten tomatoes: 77% fresh=77 rotten=23
Recaudación, la 4ª semana: $12 mill.

El último Samurái

Edward Zwick, 2002
Repato: Tom Cruise (Capitán Nathan Algren), Timothy Spall (Simon Graham), Ken Watanabe (Katsumoto), Billy Connolly (Zebulon Gant), Tony Goldwyn (Coronel Bagley), Hiroyuki Sanada (Ujio), Koyuki (Taka), Shichinosuke Nakamura (Emperador), Shun Sugata (Nakao), Seizo Fukumoto (El samurái mudo), Masato Harada (Omura), Shin Koyamada (Nobutada).
Guión: John Logan, Edward Zwick y Marshall Herskovitz; basado en una historia original de John Logan.
Música: Hans Zimmer.
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Pretende ser Kurosawa, pero se queda en Kubrick

El Capitán Nathan Algren no tiene la conciencia tranquila porque participó con Custer en la matanza de Little Big Horn. Acabada la guerra civil, el gobierno de Japón lo contrata por 500 dólares al mes para que adiestre su ejército que debe luchar contra las revueltas samuráis. Al poco de empezar su tarea es obligado a plantar batalla con sus tropas aún mal preparadas y cae prisionero del jefe Samurai Katsumoto que lo deja vivir porque quiere conocer a su enemigo. En el poblado samurái encontrará la paz que antes sólo había conseguido con el whisky.

El tiempo que el capitan pasa en el poblado samurái es lo mejor de la película. La mujer que le cuida es la esposa de un guerrero que él mató en la batalla. Aunque le sobra valor, Nathan tiene mucho que aprender del perfeccionismo nipón. Su captor discute con él sobre el honor, sobre el destino y sobre el sentido de la vida para un guerrero.

Por desgracia, el capitán americano no le hace al guerrero algunas preguntas socráticas que para mi son cruciales. Por ejemplo, si es una deshonra perder una batalla contra un enemigo más numeroso y armado. O bien, si luchar en una batalla tan desigual es un acto de valor o de locura.

En Yakuza, una película inolvidable, Mitchum se corta un dedo para saldar una deuda con un amigo a quien ha hecho daño. Eso era en los setenta y lo dirigía Pollack. Pero ahora vivimos una época de barroquismo desmelenado y a Zwick no le bastaría ni con todas las falanges de Mitchum, amigos y extras. El despliegue visual, el realismo de las batallas, la recreación de ambientes, ciudades, va acompañado, por desgracia, de una exuberancia paralela en sacrificios, en muertes innecesarias, como la del hijo, el hermano y hasta el cámara.

Puede que Zwick quisiera rodar una película de Kurosawa, pero ha rodado una de Kubrick. Ha vuelto a rodar “Senderos de Gloria”, sólo que poniendo de buenos a los generales sin escrúpulos que quieren que sus soldados se suiciden en la Colina de las Hormigas. Como es Japón, que no Francia, todos los guerreros tienen unas ganas horribles de hacerse el hara-kiri y si el jefe les dice que se peleen contra una ametralladora armados con su espada se lanzan todos como locos, igual que los clientes del corte inglés el primer día de rebajas. Y digo yo, que con soldados como estos, así podía rodar John Wayne aquellas películas de antes en las que él solo se cargaba a cien indios.

Ser y tener

Nicolas Philibert, 2002
Reparto: Georges Lopez, Laura, Guillaume, Julien, Jonathan, Nathalie, Olivier, Alizé, Johann, Jessie, Jojo, Marie, Létitia, Axel.
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Monsieur López

El profesor Georges López da clases en un colegio de la región de Auberne a un grupo de trece niños entre cuatro y diez años. La película recoge el trascurso de un año escolar en escenas casi siempre insignificantes que no tienen continuidad ni parecen preparadas. Jojo, uno de los pequeñitos que más encandilará al público, no acaba de pintar sus animalitos para la hora del recreo. En otra escena tiene las manos sucias, dice que le hay una avispa en el pasillo. Entre los mayores, hay dos muchachos que se pegan, y el profesor tiene que mediar entre ellos. Hay una muchacha que tiene que repetir el curso porque va retrasada, no es capaz de comunicarse. Unas tortugas caminan por el aula, dos niños cuchichean para que el profesor no les oiga. La cámara recoge el paso del tiempo, las estaciones del año, la vida agraria de las familias. El profesor que corrige la tarea por la noche, la madre y el tío ayudan al alumno.

De todo el mosaico, la imagen que queda grabada en el espectador cuando sale del cine es la del maestro. Un hombre dulce y comprensivo que se acerca a cada muchacho con atención.

A falta de argumento y de tema, uno tiene que mirar la pantalla embobado, a veces enternecido por el mundo infantil, como si le proyectaran la escena de “¿Qué le falta a don José?” del Espíritu de la Colmena durante una hora y media.

Hay que saludar este modo de rodar como una forma válida de hacer cine, sobre todo porque no es aburrido. Acerca del realismo que alguno estará tentado de ver se pueden discutir un par de cosas: la camara no es neutra, los personajes no son actores profesionales y de algún modo transforman sus problemas, no los viven, los representan. O sea, no existe la cámara invisible. Y segunda: el resumen de un curso escolar de trescientas horas a unos minutos de simpatía es siempre una tergiversación. El creador siempre está ahí.

Exposición. Las "trampas" del cine, al desnudo

La exposición Ilusiones de realidad descubre algunos de los trucos que Emilio Ruiz ha utilizado en el cine.

ILUSIONES DE REALIDAD.- Días: Del 19 de diciembre de 2003 al 22 de febrero de 2004. Lugar: Fundación Canal (Mateo Inurria, 2 -MADRID). Horario: De lunes a sábados, de 11.00 a 20.00 horas. Domingos y festivos, de 11.00 a 14.00 horas. Precio: Entrada libre

La obra de un ilusionista del cine, de uno de los "tramposos" de la imagen de mayor prestigio internacional, Emilio Ruiz, avalado por dos premios Goya, se desnudará, mostrando las vergüenzas de la gran pantalla, a partir del 19 de diciembre en la madrileña Fundación Canal y la exposición Ilusiones de realidad.
Wolfgang Becker, 2003
Reparto: Daniel Brühl (Alex), Katrin Sass (Madre de Alex), Chulpan Khamatova (Lara), Maria Simon (Ariane), Florian Lucas (Denis), Alexander Beyer (Rainer), Burghart Klaussner (Padre de Alex), Franziska Troegner (Sra. Schäfer), Michael Gwisdek (Director Klapprath).
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Twists and stuff

Cuando el protagonista del “Sexto sentido” está en el hospital y el psiquiatra que interpreta Bruce Willis va a verlo, le cuenta un cuento. El niño se queja, “Usted no ha contado muchos cuentos, ¿verdad? Porque no sabe contar historias.” Para contar una historia, le explica, hay que saber añadir “Twists and stuff.” Al director de “Good bye Lenin”, se le puede decir lo mismo, le vendría bien saber contar historias y meter “twists and stuff”, porque llega un momento en el que uno está harto de las mentiras que están contando a la madre y no quiere ver que más va a inventar ese hijo amante para que ella se crea su farol.

La madre de Alex es una fervorosa seguidora del régimen en la Alemania del Este poco antes de que caiga el muro de Berlin. En el 78 los abandonó su marido y se fue a vivir con otra mujer a occidente, y ella tardó en superarlo. Un día sufre un infarto y permanece en coma ocho meses. Cuando despierta no sabe que el muro ha caído y que la Alemania por la que luchó ha desaparecido. Su hijo crea una farsa para que ella crea que nada ha cambiado.

La gracia de la película está en que la madre va descubriendo trozos de la realidad, es decir que los alemanes occidentales, o la coca-cola han entrado en Berlín, y el hijo le hace entender el mundo como un triunfo del comunismo.

La partida de ajedrez entre el capitalismo y el comunismo ya no se juega porque la derrota parece aplastante. El íntimo romanticismo de la película está en la versión falsa y misericorde que ese hijo quiere crear. Una especie de mentira-consuelo para los perdedores.

Los faroles son siempre cinematográficos, y generalmente dan lugar a comedias de mucho más vuelo que esta. Por ejemplo, en “La vida es bella”, Benigni nos cuenta la historia inversa, el padre cuenta cuentos para disfrazar la realidad a su hijo. En “Bienvenido Mister Marshall” todos se disfrazan de lo que no son, y en casi todo el cine de Billy Wilder siempre hay un engañado y un mentiroso. En estos juegos el único que conoce la verdad es el público y siempre se divierte, ya sea a costa del primo ya sea a costa del truhán que no sabe que hacer para sostener su mentira.

Los impostores

Reparto: Nicolas Cage (Roy Waller), Sam Rockwell (Frank), Alison Lohman (Angela), Bruce Altman (Dr. Klein), Bruce McGill (Chuck Frechette), Jenny O'Hara (Sra. Schaffer), Steve Eastin (Sr. Schaffer), Sheila Kelley (Kathy), Tim Kelleher (Obispo).
Guión: Nicholas Griffin y Ted Griffin; basado en el libro de Eric Garcia.
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El que pierde gana

En el cine, sobre todo el de Hollywood hay un diálogo constante de autores y de temas, en el que algunos tienen mucho que decir y otros se limitan a imitar y corear. En los últimos años, parece que todo el mundo quiere dar su particular versión del cine de timadores, lo cual es una buena noticia porque siempre son divertidas. Las películas de Mammet no son puro entretenimiento porque el fraude viene a hacer justicia y a devolver a cada cual lo que se merece. En nueve reinas, importa menos el premio que se llevan los timadores que el castigo del culpable, en Confidence importaban las dos cosas, Shoderberg mostró su virtuosismo en “Ocean’s eleven” al hacer que el timador no sólo se llevara el dinero, sino también el corazón de la chica. El dinero timado funciona siempre como sancionador, es el premio moral que, por más vueltas que dé va a parar a los buenos y escarmienta a los malos.

Spielberg cambió ligeramente los significados cuando muestra a un Frank Abagnale que roba miente y defrauda porque anda descarriado, mientras el policía que le persigue trata de conducirle como un padre. Y Scott cambia aún más las tornas, porque el dinero robado no es el premio para los buenos, y la víctima del timo no es el malo que se lo merece. “Los impostores” tiene algo de sentido cristiano, porque pretende desviar nuestra atención, del vil metal, y sobre todo, porque nos invita a creer que los perdedores son en realidad los que ganan la partida.

Roy Walter lleva años viviendo de timos, como el que nos sirve de aperitivo con la primera secuencia de la película. Así ha amasado una pequeña fortuna de un millón de dólares. Pero Frank tiene un problemilla, es un maniaco enfermizo que no puede vivir sin tomar unas pastillas, no puede soportar ver una mota de polvo en las molduras ni una mancha en la moqueta de su casa. Un día se queda sin pastillas y su médico se ha ido del estado. Desesperado acude a un psiquiatra que le ofrece las pastillas a cambio de hablar de sus problemas. Roy descubre que tiene una hija de su anterior matrimonio, y recuperar a esa hija hace que su vida cambie.

En un momento del cine como el que vivimos en el que todos los géneros están inventados, creo que la mejor apuesta es la de mezclar, y dosificar sabiamente. Esta historia de timadores con un personaje maniático, escapado de “mejor, imposible” está bien llevada y hace muy digerible una moraleja a favor de la familia y de la paz con uno mismo. El conjunto compone una obra más que recomendable.

Y la moraleja es tolerable porque es buena pero también, quizá, porque liga con mis más íntimas convicciones. Viene a decir que el infierno no está en la otra vida, y que las malas acciones siempre se pagan, porque el juez lo llevamos dentro.
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