La joven Jane Austen



Trastiendas


"Becoming Jane"
Julian Jarrold, 2007
Reparto: Anne Hathaway (Jane Austen), James McAvoy (Tom Lefroy), Maggie Smith (Lady Gresham), Julie Walters (Sra. Austen), James Cromwell (Sr. Austen), Ian Richardson (juez Langlois), Joe Anderson (Henry Austen), Lucy Cohu (Eliza De Feuillide), Laurence Fox (Sr. Wisley), Anna Maxwell Martin (Cassandra Austen).
Guión: Kevin Hood y Sarah Williams.
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Hay una simpleza, de curso común entre algunos críticos literarios, que consiste en creer que la obra de un autor consiste en su experiencia. Buscan en la biografía del autor a todos los personajes de sus novelas. Según ellos, un escritor tullido no puede escribir en primera persona sobre atletas. Pero lo interesante de la literatura, y del cine, es que sí puede.

Con “Shakespeare in love”, “Capote”, “Historia de un crimen” y “La joven Jane Austen”, el espectador ha descubierto que le interesa más como se gestaron los grandes personajes de la historia de la literatura que los propios personajes. El público quiere mirar detrás de la tramolla, quiere conocer al autor, harto quizá de escuchar las historias que él cuenta. Austen tenía poco que decir al respecto. Murió a los 42 años sin ninguna historia de amor conocida. La vida no le regaló el final feliz con que ella condecoró a todas sus heroínas.

¿O acaso sí tuvo? Antes de escribir su primera novela, Austen conoce a un joven de Londres. Él viene de la ciudad con ínfulas de ser superior a la gente de campo, como ocurre con toda la gente de ciudad. Es un vividor pero tiene un secreto, o dos, que lo hacen humano. El mayor obstáculo es el tío del muchacho. Le enfrenta con la joven Austen su visión de la ironía. Si bien se trata de una ironía más teórica que otra cosa. ¿Es mucho pedir que hubieran puesto ejemplos en vez de explicar la ironía?

Los dos sienten algo pero no tienen dinero, lo cual sería indiferente en una historia actual. Sin embargo, una asignación era esencial para una novela de Jane Austen. Las cifras iban, que yo recuerde, de 600 libras, las más humildes, a 10.000 al año, la de Mr Darcy. Todo el mundo vivía de los intereses de los bonos del tesoro en aquella Inglaterra victoriana. Las jóvenes que se fugan para casarse son siempre unas fracasadas. La heroína de la película nunca hubiera sido una heroína de una novela de Austen.

Y al final, lo sabemos, se queda soltera. ¿Cómo contar eso hoy día cuando sabemos que el único final posible en el cine es el final feliz? Vuelvan a Casablanca para encontrar un giro parecido, otro perdedor que, en el fondo, triunfa.

Supersalidos



Ritos y desmadres iniciáticos


Greg Mottola, 2007
Reparto: Jonah Hill (Seth), Michael Cera (Evan), Seth Rogen (oficial Michaels), Bill Hader (oficial Slater), Christopher Mintz-Plasse (Fogell), Kevin Corrigan (Mark), Joe Lo Truglio (Francis), Martha MacIsaac (Becca), Emma Stone (Jules), Aviva (Nicola).
Guión: Seth Rogen y Evan Goldberg
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Muchas sociedades tienen un rito para anunciar que un niño ha dejado atrás la infancia y se ha convertido en adulto. Nuestra sociedad ha perdido todos esos ritos. No queda nada para marcar ese tránsito, salvo las comedias adolescentes. “Supersalidos” narra las peripecias de tres adolescentes en su último día de instituto. Unas amigas los han invitado a una fiesta con el encargo de que traigan el alcohol. La búsqueda de alcohol por tres Holden Cauldfields que no tienen la edad legal de 21 años que hace falta para comprarlo componen una moderna Odisea llena de pinceladas sociales, sarcásticas y humanas sobre la América de nuestros días.

Seth es el gordito del trío. Sostiene la función durante la primera mitad con una lengua mordaz y una fantasía erótica desmadrada. Seth es el lider de una pandilla de chicos raros. Con sus chistes verdes y con su humor mantiene viva una ficción para sus amigos, la del sexo sin límites..., y sin mujeres. Michael es el más cuerdo de los tres, como ocurre con todos los alter-egos.

Y Fogell, el tercero, es una de las creaciones más chisporroteantes de los últimos tiempos. Fogell es el pringado, el pobrecito muchacho que es incapaz de romper un plato y cuando lo rompe con su torpeza se pasa media película intentando arreglarlo como ese Jerry Lewis de las primeras comedias. Fogell sueña con atreverse a decirle algo a una de las guapas del instituto o, en su defecto con parecer un poco más machote de lo que realmente es. Y los guionistas tuvieron la esplendidez de regalar a este chico torpe la mejor noche que podría haber soñado en mil años.

El orfanato



Amigos invisibles


Juan Antonio Bayona, 2007
Reparto: Belén Rueda (Laura), Geraldine Chaplin (Aurora), Fernando Cayo (Carlos), Roger Príncep (Simón), Mabel Rivera (Pilar), Montserrat Carulla (Benigna), Andrés Gertrudix (Enrique), Edgar Vivar (Balabán).
Guión: Sergio G. Sánchez.
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En una ocasión, proyecté “El sexto sentido” en clase y una alumna me preguntó por qué el psicólogo podía ver a los demás y ellos no le veían a él. Me di cuenta de que Shyamalan había rodado para espectadores posteriores a “Ghost” que aceptaban como natural un mundo de muertos invisibles que sólo es visto por mediums como Whoopy Goldberg. Así que le dije que viera “Ghost”. Hay películas que marcan un antes y un después. Y creo que “El orfanato” merece entrar en esa lista. Creo que merece convertirse en uno de esos lugares comunes que todo el mundo reconoce con solo mencionar el título.

Shyamalan introdujo en el género de fantasmas la idea de la complejidad. Los fantasmas no están ahí sólo para aterrorizarnos, tienen una historia, quieren que les escuchemos, son, en definitiva, un personaje más. Lo que “El orfanato” añade a este imaginario es que el mundo del los fantasmas es como un juego en el que sólo podemos entrar como entramos en un juego, observando sus reglas con una seriedad absoluta y olividando las del mundo real mientras estamos dentro.

Huizinga observó que las reglas del juego, el espacio reservado, la observación de unas leyes que no tienen que ser las morales, la inviolabilidad de ésas reglas, la creación de un orden nuevo y los disfraces, eran aplicables a muchas otras cosas, como, por ejemplo, a las ceremonias religiosas. Bayona se ha dado cuenta de que esas reglas valen para las supersticiones infantiles, para el mundo de los espíritus, y a la misma vez, para los hilos que atan al espectador con lo que ocurre dentro de una ficción.

El hijo de la protagonista tiene un amigo invisible con el que juega a todas horas. La madre escucha con paciencia la fantasía de su hijo pero el padre está preocupado. Un juego al que el niño juega con sus amigos invisibles es el de esconder cosas. Cuando el niño desaparece la madre no encuentra a nadie que pueda ayudarle a encontrarlo. Tendrá que buscar dentro de sí misma. Tendrá que aprender a jugar si quiere volver a ver a su hijo.

Matrimonio compulsivo



Castings


“The heartbreak kid”
Peter Farrelly y Bobby Farrelly, 2007
Reparto: Ben Stiller (Eddie Cantrow), Michelle Monaghan (Miranda), Malin Akerman (Lila), Jerry Stiller (Doc Cantrow), Rob Corddry (Mac), Carlos Mencia (Tito Hernández), Scott Wilson (Boo), Danny McBride (Martin).
Guión: Bobby Farrelly, Peter Farrelly, Kevin Barnett, Leslie Dixon y Scot Armstrong; basado en el guión original de Neil Simon para la película "El rompecorazones" (1972); a partir del relato "Cambio de planes" de Bruce Jay Friedman.
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Ben Stiller hace de cuarentón sin compromiso. La voz de su padre y una boda a la que va de invitado y en la que hace el peor de los ridículos lo obligan a plantearse su soltería. Agobiado por las presiones, decide casarse con la primera chica que encuentra, pero le sale mal. Durante la luna de miel, en Mexico, conocerá a la mujer de sus sueños.

Comedias como ésta funcionan como un casting. El protagonista hace desfilar diversos tipos de chicas hasta que encuentra una que le gusta. Nos reímos porque él tiene la sartén por el mango. Cuando el casting lo hace otro y el protagonista se pasa la película desfilando para aprobar, tenemos un drama.

El problema de las comedias es que muchos espectadores que van a verlas pueden hacer una lectura dramática. Es decir, pueden sentirse identificados con la esposa mala en vez de identificarse con Stiller. Eso obliga a los comediógrafos a elegir bien los defectos dignos de escarnio de los secundarios. La esposa es extoxicómana, no tiene sentido del humor, y en la cama es una especie de sabelotodo. La chica buena tiene una sonrisa embriagadora, le gusta el submarinismo y las excursiones igual que al protagonista.

Es fácil entender la elección de Stiller. Lo complicado es entender las de la gente de carne y hueso que, generalmente, elige a quién menos te lo esperas.

Un plan brillante



El “Midpoint”


"Flawless"
Michael Radford, 2007
Reparto: Michael Caine (Sr. Hobbs), Demi Moore (Laura Quinn), Joss Ackland (Milton Ashtoncroft), Lambert Wilson (Finch).
Guión: Edward A. Anderson.
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Demi Moore es una ejecutiva de una distribuidora de diamantes que no asciende como se merece por el mero hecho de que es una mujer. Michael Caine trabaja en el servicio de limpieza de la empresa y tiene un plan para robar algunos diamantes y retirarse con cierto confort. El problema es que ella no está muy segura de querer colaborar en un robo. Estamos a principios de los años sesenta en un Londres lúgubre y deprimente.

“Un plan brillante” no pasará a la historia por sus personajes acartonados y horrorosamente ideales, que acaso la cuelen de programa obligado en una sesión doble de algún colegio paulista, pero merece la pena mirarla con atención por la estructura tan sólida con que está construida.

Dice Aristóteles que para contar bien una historia hay que partirla en tres cachos. Hay que empezarla, hay que entrar en harina y hay que acabarla. Syd Field, uno de los teóricos de guión más conocidos, advirtió que si quería justificar sus jugosos honorarios de profesor de guiones tenía que añadir algo que no hubiera dicho Aristóteles. Así que se le ocurrió la idea de los dos “plot points”. Para contar una historia hacen falta dos giros, uno que sirva de bisagra entre el primer acto y el segundo (plot point 1, “pp1”) y otro entre el segundo acto y el tercero (plot point 2, “pp2”). Más adelante formuló otra idea que lo hace más digno de mención que la primera; se le ocurrió que hacía falta un climax justo en el centro del segundo acto al que llamó “midpoint”. De esa manera, la estructura ideal de un guión no sería la ternaria, sería cuaternaria, con el segundo acto dividido en dos. Algunos definen el midpoint como la catástrofe, el protagonista lo pierde todo. Otros lo llaman el punto de no retorno, el protagonista no puede dar marcha atrás. Demi Moore no puede ya denunciar al empleado de la limpieza, no puede apearse aunque quiera.

La estructura cuaternaria, con un climax central, es interesante porque permite que la sorpresa inesperada, ese vicio incansable de los guionistas contemporáneos, resulte tolerable. Cuando la sorpresa ocurre en el midpoint, la película funciona. Si no me creen, vayan a ver “Un plan brillante” y compárenla con la sorpresa de “Fight Club”, “El prestigio”, “Identity” etc..

Freud decía que el placer de un chiste es de naturaleza económica. Por el precio de escuchar una historia entendemos dos, la que nos cuentan y la que queda entre líneas. Algo parecido ocurre con un buen giro como el de esta película. Durante la primera mitad especulamos sobre una protagonista que no sabe si participar o no participar en un robo. Durante la segunda mitad de la película, después de la sorpresa monumental, descubrimos que todos los detalles del principio que parecían innecesarios cobran sentido desde una segunda lectura: la esposa enferma, la cloaca atascada, el histriónico representante de la compañía de seguros...

Las películas que llamo tramposas esperan al final, (al plot point 2) para darle la vuelta a la trama. De ese modo no consiguen crear una segunda lectura. El espectador no tiene tiempo de hacer una segunda lectura. El espectador sólo tiene tiempo de ver lo equivocado que estaba, y lo listo que es el director manipulando la información y sacando conejitos de su chistera. Pero no es lo mismo, uno no se queda con la sensación de haber visto dos historias por el precio de una, y, si lo mira friamente, descubre que ni siquiera tiene gracia.
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