Que bello es vivir y la crisis (ii)



El editorial de El País de los negocios del 28 de septiembre ya comparaba la famosa película de Capra con la situación actual de la economía. Decía que los banqueros no pueden comportarse como el buen George Bayley y no tienen otra opción que ser el malvado Mr. Potter. Este domingo Edward Rohstein va más allá con la comparación. Habla de “Qué bello es vivir” y de “El mercader de Venecia”. En el fondo, las buenas verdades valen para todo, te hacen llorar en una película, mejoran el dividendo de tus valores...
En la película, la cooperativa de crédito para la construcción se enfrenta a lo que ahora se denomina una "crisis de liquidez": la asociación no podía cubrir sus obligaciones con el efectivo disponible, y mucho menos garantizar un préstamo. La gente del pueblo se apresura a retirar los ahorros de su vida. "Tenéis una idea muy equivocada de este sitio", dice George a la multitud. "Como si yo tuviera el dinero en una caja fuerte. El dinero no está aquí".

Hasta ahí estaba claro. Pero George continúa, señalando a los individuos. "Tu dinero está en la casa de Joe", le dice a un hombre. "Justo al lado del tuyo", le dice a otro. "Y en la casa de Kennedy, y en la de la señora Backlin, y en varios centenares más. Porque les estáis prestando el dinero para construir, y después ellos os lo devolverán como mejor puedan". Creéis que estáis depositando aquí el dinero, les insinúa, pero en realidad todos nos estamos ayudando mutuamente. Y si algunos propietarios no pueden pagar a tiempo, "¿qué vais a hacer?", pregunta George, "¿Desahuciarlos?".

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Los Bailey podían ser casi una encarnación primitiva de Fannie Mae y de Freddie Mac, las empresas fundadas por el Estado para ayudar a hacer posible el mismo sueño entre los estadounidenses. Desde mediados de la década de 1990, los políticos y la ciudadanía las han estado presionando en nombre de este mismo ideal para que concediesen préstamos a prestatarios que implicaban un riesgo cada vez mayor.

Pero lo que realmente ayudó a ese proyecto a salir adelante fue el descubrimiento en Wall Street de que esos préstamos tan arriesgados podían juntarse con otros en una especie de multipaquete de hipermercado y revenderse como activos de calificación elevada. Es como si George hubiera encontrado un modo de hacer negocios con Potter, y respondiera a su desdeñoso reto de "¿diriges un negocio o una casa de caridad?" con un "¡ambos!".

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