El hundimiento

Olivier Hirschbiegel, 2004
Reparto: Bruno Ganz (Adolf Hitler), Alexandra Maria Lara (Traudl Junge), Corinna Harfouch (Magda Goebbels), Ulrich Matthes (Joseph Goebbels), Juliane Köhler (Eva Braun), Heino Ferch (Albert Speer), Christian Berkel (Schenck), Matthias Habich (Werner Haase), Thomas Kretschmann (Hermann Fegelein), Ulrich Noethen (Heinrich Himmler).
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Fervor suicida

¿A quién le importa lo que sintieron los malos de todas las películas que se han rodado los últimos sesenta años? ¿A quién le importa el horror que pudo ser para unos hombres que iban a gobernar el mundo saber que iban a ser pisoteados por el ejército soviético con ansias de revancha? Pues les diré a quien le importa: a mí, a mi me importa muchísimo. Por eso no me gusta esta película. Aunque hayan pasado sesenta años, las heridas no se han curado aún, y los alemanes no se atreven a explicar el horror que pudo ser para unos hombres elitistas capaces de conquistar media Europa en unas semanas, llegar a perderlo todo.

Los alemanes no pueden hablar de su herida porque entonces toda Europa les enseñaría las suyas, y la de Israel da para muchas series de televisión. Ha sido estrenar la película y todos los criticos han ido a verla para ver si perdonan o no perdonan al autor. Los alemanes todavía tienen que hablar con el resto de Europa pidiendo perdón, y no entro en el tema de si eso está bien o no. Pero a mi nadie me pide responsabilidades por los excesos de Franco. El caso es que Hirschbiegel ha conseguido que le perdonen todos porque su Hitler está loco y se enorgullece de haber exterminado a los judíos, pero yo no le perdono, porque el relato es aburridísimo.

De algún modo, Olivier Hirschbiegel ha colado su mensaje. Ha conseguido que por un rato nos sintamos en el lugar de los alemanes. La madre que administra veneno a los niños uno a uno, los fieles servidores que se quitan la vida.

El problema de este fervor suicida, superado sólo por el de “El último samurái”, es que carece de sentido, y por tanto, de tensión. Los alemanes se suicidan porque ven caer el mundo que ellos habían soñado. Pero ese mundo que soñaron es el mismo que hoy repudiamos casi unánimemente. Por eso sus gestos carecen de sentido, es imposible que les comprendamos, y por tanto que lo lamentemos. Y creo que no es eso lo que los creadores pretendían.

KiyoaKi: Y ahora que la he visto entiendo todo el revuelo que se ha montado, porque en más de una ocasión mientras estuve viendo la película pensé “pobre hombre” al ver a Hitler. Parece mentira que uno pueda decir algo así del individuo que sumió en la guerra a toda Europa y que acabó con la vida de millones de personas, pero es lo que consigue esta película
Alberto Bermejo ****: Pocas veces se sale de una sala de cine con la impresión de haber asistido a algo tan apabullantemente exacto como de 'El hundimiento'.
Bruno Gantz, parecidos físicos aparte, aterroriza realmente en su recreación de un Hitler alejado totalmente de la caricatura y del estereotipo y volcado por el contrario en hacer comprensibles sus reacciones más íntimas, que lejos de exculparle le condenan doblemente.
Méndez-Leite @@@@: Tiene razón Wim Wenders cuando critica la falta de punto de vista de esta película, pero no se le puede negar la capacidad para reproducir el caos personal, ideológico e histórico que se produjo en esos últimos momentos del nacionalsocialismo.
Carlos F. Heredero: La propuesta está muy lejos de la vocación antinaturalista, metafórica y esperpéntica filmada por Alexander Sokurov en Moloch (1999), cuyo relato transcurre en el mismo escenario y durante los mismos días. Su registro voluntariamente prosaico, su firme determinación de mirar de frente al personaje y a sus comparsas está, igualmente, en las antípodas de los registros operísticos propios de Visconti (La caída de los dioses, 1969), pero el resultado tiene la virtud de enfrentar al espectador con criaturas humanas capaces de provocar, simultáneamente, horror y perplejidad.
José Arce Bernal: El hundimiento está repleta de momentos espeluznantes, ahondando como nunca hasta ahora en una herida que poco a poco va cicatrizando en la sociedad alemana, lo que no ha evitado que el estreno se haya visto rodeado de amplias polémicas. Aunque hay que reconocer al productor, Bernd Eichinger, el valor demostrado a la hora de respaldar el proyecto. Porque, como recuerda Ian Kershaw, biógrafo de Hitler, "hacer una película es parte del continuo, gradual e inexorable proceso de ver su época como historia, es más, de sentirla como historia".
Emilia Rojas: La película, en todo caso, no tiene carácter ideológico. Su productor, Bernd Eichinger, dice haberse esmerado en plantear preguntas sobre lo ocurrido en el ocaso del régimen nazi, pero no en responderlas. "Creo que si el film tiene un valor, éste radica en que no valora", indica Eichinger, quien tiene en su haber la experiencia de grandes producciones como "El nombre de la rosa" y "La casa de los espíritus".
Eva Usi: No debemos esconder nada, ni meter nada en cajones bajo etiquetas de “Monstruo”, “Crueldad” y “Horror”. Si nos tomamos en serio como un pueblo de una vieja cultura, entonces tenemos que ir a fondo, tenemos que sacar a la luz el trasfondo y hacernos otras preguntas; tenemos que pensar con matices y no de una manera tan cuadrada. Y por cierto que la película no puede dar respuestas ni aclarar nada, hay 35.000 libros sobre la figura de Adolfo Hitler y ninguno de ellos puede dar una idea de cómo era este hombre en realidad.
Peter Furtado (History Today): Downfall – the first fictional film to attempt a portrayal of the personal side of the Fuhrer and his entourage – has been hugely successful in Germany, yet is criticised for humanising a monster, for making it possible to sympathise with him and his predicament. This seems to me far-fetched. It certainly has brilliantly brought him and those around him to life. Ian Kershaw has said that he cannot imagine that Bruno Ganz’s performance could be bettered as the shuffling, twitching, sometimes deeply solemn, insightful and sorrowful, sometimes incoherent, manic and unrepentant man who was determined to see the game through to the end, determined to fling accusations of disloyalty at those around him, determined to bring destruction down on the German people as his own world collapsed around him. No one, surely, could feel sympathy for a man so evidently reaping what he had sown.

Rotten Tomatoes: 83%

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