Scoop



Mecanismos de relojería

La pareja de detectives aficionados está sacada de "Misterioso asesinato en Manhattan", la aparición fantástica de la parca es igual que el corifeo de "Poderosa Afrodita", el personaje algo atolondrado de Scarlett Johansson es el mismo papel atolondrado que antes hicieron la Mia Farrow o Diane Keaton o tantas otras. El personaje de Allen es el mismo antihéroe que ha interpretado siempre. Las heroínas de Allen tienen que luchar contra los malos y sobre todo, contra el apocamiento de un protagonista hipocondríaco que nunca les robará una medalla. Allen tiene un cajón de sastre interminable del que puede sacar miles de cosas. Su cine se puede ver como una invención o como una transcripción de su propia vida privada. Las dos opciones son igual de entretenidas. Viendo el modo en que se metía con la chica llegué a la conclusión de que Johansson es menos ególatra que algunas de sus otras musas.


Woody Allen, 2006
Reparto: Woody Allen (Sid Waterman), Hugh Jackman (Peter Lyman), Scarlett Johansson (Sondra Pransky), Ian McShane (Joe Strombel), Romola Garai (Vivian), Matt Day (Jerry Burke), Charles Dance (Sr. Malcolm), Anthony Head (detective).
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"Scoop" trata de una aprendiz de periodista que tiene el notición del siglo en sus manos si consigue demostrar que un noble inglés es, también, un famoso asesino en serie. Para investigarlo se cuela en su vida, y en su cama, de modo que acaba enamorándose de él.

"Scoop", igual que "Match Point" funciona como un mecanismo relojería, Lo mismo que una historia de Billy Wilder. En estas obras ninguna frase es casual, un clavo en el primer acto sirve para que el malo se ahorque en el tercero. Es un modo de escribir que hace más llevadero el trabajo. Uno tiene que llenar de paja muchos minutos de película, informaciones, tics, biografías de los personajes, debilidades, repeticiones. Si los coge al azar, puede hacer una cosa muy bonita, pero gratuita, pesada, o peor aún, autobiográfica. Si cada detalle sirve para atar cabos, uno se lo pasa muy bien sembrando pistas. Y el espectador no se cansa de agradecerlo.


¿Quién puede utilizar a un niño?


"Children of men"
Alfonso Cuarón, 2006
Reparto: Clive Owen (Theo), Julianne Moore (Julian), Michael Caine (Jasper), Chiwetel Ejiofor (Luke), Charlie Hunnam (Patric), Claire-Hope Ashitey (Kee).
Guión: Alfonso Cuarón, Timothy J. Sexton, David Arata, Mark Fergus y Hank Ostby; basado en la novela "Children of men" de P.D. James.
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Tengo que dar las gracias a todos los compañeros blogeros, y también a los críticos por haber adelantado una de las sorpresas que Cuarón se guardaba en la manga durante la primera media hora: que la chica estaba embarazada. Quizá el error es de Cuarón, si pensó que alguien iba a ir a verla sin saberlo. Menos desvelador es decir que en un futuro cercano, en 2009, han dejado de nacer niños, y que el hombre más joven del planeta, de 18 años, acaba de morir en el 2028.

Theo, el protagonista ha dejado de creer en el género humano. Entra en la historia porque su hermano dirige el ministerio de cultura y puede conseguir un salvoconducto para la chica. Ironías de la película, el burócrata se dedica a salvar obras de arte que dentro de poco nadie podrá admirar ¿Qué sentido tiene el arte sin la raza humana? Más sentido tiene salvar a la muchacha, cosa en la cual se afanan todos los demás, si bien, no por los mismos motivos.

Como casi todo el cine anglosajón, “Hijos de los hombres” parte de una premisa apasionante, una embarazada en un mundo sin hijos es suficiente para hacer andar cualquier película. A Cuarón le sirve para hablar de fronteras, exclusión e inmigrantes ilegales. El Reino Unido se ha convertido en una fortaleza inexpugnable, el último reducto de la civilización, un estado policial donde el mayor delito es no tener papeles. Algo parecido a lo que en realidad es.

La futura madre no tiene papeles. Una ONG quiere usarla para acabar con la segregación. Aprendemos a odiar a todos los que quieren usarla porque sabemos que el bebé no puede ser un medio para nada. Por desgracia para los resultados de la película, tampoco sirve para defender las tesis de los creadores.

Tiene dos planos secuencia inolvidables. El parto está rodado sin un solo corte, de modo que o bien Cuarón filmó a la actriz dando a luz o bien el niño era una creación infográfica. El segundo está rodado en medio de un polvorín. Clive Owen avanza entre bombas y tiros sin que la cámara se separe de él, mientras ocurren miles de cosas y se destruyen edificios y carros. Si se quiere, uno puede divertirse imaginando lo que hubiera ocurrido si después de tanto gasto se equivoca en una línea y hay que rodar el plano de nuevo.

La dalia negra



Es la narración

Siempre me he negado a aceptar la ecuación, universalmente aceptada, según la cual el buen cine es igual a la suma de los recitales de los protagonistas. Por más que se quiera insistir, la actuación de Johansson y Harnett no dejan nada que desear. Tampoco acepto la excusa de que no están bien elegidos. Se trata de la narración, siempre es la narración. "La dalia negra" resulta indiferente porque está mal contada.


"The black dahlia"
Brian De Palma, 2006
Reparto: Josh Hartnett (Bucky Bleichert), Scarlett Johansson (Kay Lake), Aaron Eckhart (Lee Blanchard), Hilary Swank (Madeleine Linscott), Mia Kirshner (Elizabeth Short), Mike Starr (Russ Millard), Fiona Shaw (Ramona Linscott), Patrick Fischler (Ellis Loew), James Otis (Dolph Bleichert), John Kavangh (Emmett Linscott), Anthony Russell (Morrie)
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Dos policías comparten una amistad profunda. Los dos son buenos boxeadores y consiguen con un combate una hazaña inolvidable para el cuerpo de policía. Uno de ellos es el novio de Kay Lake (Johansson), el otro la desea, pero respeta a su amigo. Uno de ellos está obsesionado con el asesinato de una actriz de segunda fila (El caso de la Dalia Negra es una historia real), el otro tiene un lío con una millonaria.

El triángulo no está resuelto porque no sabemos desde donde está contado, ni tampoco por quien debemos tomar partido. No entendemos el dilema del protagonista entre su corazón y su fidelidad al amigo. Más tarde, Josh Harnett tiene que elegir entre la mujer buena y la depravada. Pero hoy día nadie está dispuesto a rechazar a un personaje por haber tenido líos homosexuales. La homofobia de James Ellroy es un problema de Ellroy, no nuestro. Para sorpresa del espectador, la acción toma tintes inesperados y los giros nos hacen plantearnos todo lo que habíamos creído. El problema es que no esperábamos nada, porque durante la primera hora no tenemos ni personajes con quienes conectar ni una acción clara para engancharnos, no tenemos unas presunciones que luego puedan volar en mil pedazos.

Carteles



Carteles divertidos en Worth1000

azuloscurocasinegro



La cinta que debimos enviar a los Oscars

Con los grandes uno tiene la sensación de que sus peripecias no son más que una excusa, a veces una distracción para llevarnos a su terreno, para hablarnos de un modo, con un tono... Para hablarnos al oido, como hace Shyamalan, para confesarse ante nosotros, como le gusta a Mankiewicz, para soltar su vena desenfrenada, como Almodóvar, o para decirnos cosas con calma, con serenidad, que es tono que recorre toda la película de Daniel Sánchez Arévalo. La peripecias, increíbles a veces, inesperadas siempre, dejan a cada personaje a punto de perder los nervios, pero siempre acaba en una jugada más sorprendente aún que la anterior, y se recompone sobrio, sensato, sereno.


Daniel Sánchez Arévalo, 2006
Reparto: Quim Gutiérrez (Jorge), Marta Etura (Paula), Raúl Arévalo (Israel), Antonio de la Torre (Antonio), Héctor Colomé (Andrés), Eva Pallarés (Natalia), Manuel Morón (Fernando), Ana Wagener (Ana), Roberto Enríquez (Roberto).
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La película está construida con un ritmo habitual en el cine español, que reparte los hayazgos a lo largo de todo el metraje. El guión clásico de Hollywood sabe que basta con concentrar la pólvora en tres momentos clave, los dos giros del primer y segundo acto, y el final. Ese olvido puede que explique la taquilla, pero no le resta un ápice de valor a una película descomunal.

Jorge, el protagonista, cuida de su padre inválido, y con problemas de memoria, lleva la portería y trata de buscar trabajo con su título de empresariales que ha sacado en la UNED. Su hermano cumple condena y se enamora por primera vez en su vida de otra convicta. Ella necesita quedarse embarazada para cambiar de pabellón. El amigo de Jorge espía desde la terraza de su edificio a un masajista gay.

Mientras Hollywood fabrica héroes sin ningún signo cansancio, el cine español no se cansa de curar a su público. Lo cura de su intransigencia, de su incorrección. AzulOscuroCasiNegro se enfrenta a temas candentes, como la sexualidad dentro de la familia, la homosexualidad como parte de la sexualidad, el sexo sin amor, las herencias entre hermanos, quien cuida de los ancianos, el mercado laboral. Son todos temas que el cine evita, porque que no son fáciles, y porque son deprimentes. AzulOscuroCasiNegro los ilumina con una mirada asombrosa, y asombrada, la de un Sánchez Arévalo que no nos habla para darnos lecciones, ni para susurarnos, que lo lleva todo a su terreno, y acaba hablándo en ese tono subyugante, sobrio, sensato, sereno. La única lección, la tesis es su incurable romanticismo. Sin duda la cinta que merecía ir a los oscars.

El laberinto del fauno



Lo real y lo imaginario

En el plano de lo real, un capitán del ejército de Franco dirige incursiones para destruir a los maquis en el norte de España. Corre el año 1944. Su mujer embarazada llega al cuartel con su hija fruto de un matrimonio anterior. El bebé que espera es su obsesión.


Guillermo del Toro, 2006
Reparto: Sergi López (Vidal), Maribel Verdú (Mercedes), Ivana Baquero (Ofelia), Álex Angulo (doctor), Ariadna Gil (Carmen), Doug Jones (fauno), César Bea (Serrano), Manuel Solo (Garcés), Roger Casamajor (Pedro).
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En el plano de la fantasía, la hija es guiada por un hada hasta la guarida del fauno que le propone tres pruebas para convertirse princesa.

La crueldad del capitán no conoce ningún límite, empieza siendo gratuita y acaba siendo desmesurada. El mundo fantastico de la princesa y el fauno no contiene ningún ser tan aterrador. Quizá por eso resulta menos apasionante.

En "La máquina del tiempo" de Welles el protagonista vuelve del futuro sin poder probar que ha estado allí. Pudo haber sido un sueño, pero hay un cabo suelto, trae una flor de su viaje. Éso es suficiente para el lector. Del Toro parece menos preocupado que Welles por que creamos en sus criaturas fantásticas. Probablemente quedó hipnotizado con su monstruo, ese militar franquista perverso hasta la médula. Eso me hace preguntarme cuanto embrujo se hubiera perdido si la película se hubiera quedado en la pura realidad.

Serpientes en el avión




David R. Ellis, 2006
Reparto: Samuel L. Jackson (Neville Flynn), Julianna Margulies (Claire Miller), Nathan Phillips (Sean Jones), Rachel Blanchard (Mercedes), Byron Lawson (Eddie Kim), Flex Alexander (Three G's), Kenan Thompson (Troy), Keith Dallas (Big Leroy), Lin Shaye (Grace), Bruce James (Ken), Sunny Mabrey (Tiffany), Elsa Pataky (Maria).
Guión: John Heffernan y Sebastian Gutierrez; basado en un argumento de David Dalessandro y John Heffernan.
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Desmadre ofidio

Para divertirse con "Serpientes en el avión" hay que hacer un pequeño esfuerzo. Hay que ir al cine olvidando que se ha rodado algo entre las películas de catástrofes de los setenta y ahora. La película no tiene la credibilidad que pide el espectador de hoy día, así que sólo se la puedo recomendar al nostálgico.

Tengo entendido que los bloggers tomaron parte en las decisiones de los productores. Me pregunto si ellos le dieron ese aire gore tan delirante. La película comienza como un episodio de Vacaciones en el mar, con un desfile de los personajes que van a viajar y sufrir en el vuelo. Cada uno está caracterizado con un conflicto fácil de recordar y completamente de cartonpiedra. Las serpientes inundan el avión en una cantidad desmesurada, carnavalesca que a veces casi te hace sonreír por el tamaño del disparate que tienes delante de los ojos. Se trata del plan de un mafioso que quiere matar a un testigo que va a declarar contra él. Es lo de menos. Si usted es aún capaz de divertirse con los aeropuertos, y olvidar la parodia que le hicieron los Zucker, o con tarántulas, pirañas y demás engendros, sólo tiene que dejar de pedir plausibilidad durante una hora y media y tomar parte en la fiesta.
"El diablo viste de Prada", "Click", "Gracias por fumar", son los tres últimos títulos que he visto. Tres obras más o menos entretenidas pero ninguna redonda. Si pregunto qué les falta, cada uno tendrá una opinión diferente. Voy a intentar ahondar en un solo detalle. Si me lo permiten voy a hablar de la Unidad con mayúscula. Cada uno de esos tres títulos carece de Unidad. En "El diablo viste de Prada", el tema del arribismo debería ser lateral, la chica está aplastada por la moda, pero en realidad es el mecanismo empresarial el que sale escaldado. En "Click", Sandler se cansa de su mando por un error, pero ese mando con dos arreglos sería una pasada. En "Gracias por fumar" parece que nos hablan de tabaco, pero nos hablan de padres e hijos.

Un producto de segunda podrá tener muchos fallos, pero fíjense en el que señalo. Los segundones cuentan historias por un lado y luego sacan moralejas por otro. Lo hacen porque la moraleja ya se la saben. El autor de segunda fila no es capaz de arriesgarse con sus personajes, de aprender con ellos, de entrar en sus atolladeros o en sus infiernos. El autor de segunda viene de casa con la lección aprendida y la suelta aunque no toque. Sabe cuales son los cuatro eslóganes con los que siempre va a comulgar el respetable y acaban su producto con uno de ellos.

Lo que le falta al autor de segunda es coraje. Los autores que me provocan, los grandes, son siempre audaces. Los grandes se arriesgan con sus personajes y con sus historias, por eso a veces rozan la perversidad, lo diabólico, por eso a veces nos asustan. Fíjense en C.C. Baxter, ese protagonista no es ningún niño bueno, él mismo ha entrado en el juego del tráfico de favores para conseguir ascensos. Fíjense en Ethan Edwards, su problema con los indios es que él mismo es peor que ellos. El autor grande lo es, entre otras cosas, porque llega al final de su viaje, llega al fondo de sus personajes, y cuenta lo que encuentra allí, aunque nos repugne. No tuerce la mirada ante lo que ve, no sale por peteneras con un eslogan aceptado mundialmente, no rompe su Unidad a ningún precio. El grande habla con Satanás, si hace falta, para arrancarle sus secretos (o con los ángeles, si se llama Frank Capra). El autor de segunda nunca se separa del brazo de papá, y no habla con desconocidos.

El diablo viste de Prada



Como se consigue un encefalograma plano


"The devil wears Prada"
David Frankel, 2006
Reparto: Meryl Streep (Miranda Priestly), Anne Hathaway (Andrea Sachs), Stanley Tucci (Nigel), Simon Baker (Christian Thompson), Emily Blunt (Emily), Adrian Grenier (Nate), Tracie Thoms (Lilly), Rich Sommer (Doug), Daniel Sunjata (James Holt), Rebecca Mader (Jocelyn).
Guión: Aline Brosh McKeena; basado en la novela de Lauren Weisberger.
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Las chinas mandarinas tenían la costumbre de reducir los pies de sus niñas después de romper cuidadosamente los huesos, las mujeres girafa tienen unos anillos que van añadiendo al cuello hasta que las cervicales se separan por completo. Las occidentales tienen la talla 34. La belleza, parece, tiene que ir acompañada de algún tipo de tortura.

No se puede negar que la moda tiene su atractivo, pero yo creo que la moda que está ahí para atraer al sexo opuesto no conlleva tales renuncias. "El diablo viste de Prada" habla de la obsesión por la moda y la delgadez para estar a la altura de una jefa y un imperio cosmético, como es el de las revistas de moda. Las mujeres de la película han desconectado con el fin primero de la moda, el gusto, y han entrado en la espiral maniaco-compulsiva de los nombres propios impronunciables y las pasarelas.

"El diablo viste de Prada" es la historia de una chica sencilla y descuidada que entra, a su pesar, en el mundillo y descubre que tiene que elegir entre éste y su vida privada. El discurso zarandea la costumbre depredadora, común en las empresas, de pisar al de al lado para escalar puestos. Yo hubiera preferido que despellejara esa otra costumbre, que la película contempla con indiferencia, de confundir a los empleados con el servicio doméstico. ¡La protagonista no se queja de tener que buscar una novedad editorial antes de que salga al mercado para las hijas de la gran jefa! ¡ni de tener que hacerles los trabajos del cole!

De hecho esas pruebas insuperables son la clave que explica la abducción de Anne Hathaway. ¿Cómo se pasa de ser una mujer de carne y hueso a ser una maniaca de las pasarelas, las marcas y la talla 34? ¿Como se pasa de interesante a enefalograma plano? Se hace con pruebas. Basta con que algo cueste para que nos olvidemos de nosotros mismos. Una vez abducidos da igual hablar de una talla, un pie pequeño, un cuello largo, ganar más que el vecino, vencer en un torneo...
Silencio se rueda: En el surrealista mundo de esta publicación, donde el despelleje al compañero es el pan de cada día de quienes trabajan allí, Miranda Priestly (Meryl Streep) dirige Runaway como si fuera el cómitre que azota a los remeros de una galera. Y sus empleados le rinden un vasallaje propio del medievo.

Contra el guión

Me interesan tanto las opiniones que comparto como las que no. A veces son más interesantes la opuestas, como esta de Jordi Costa:
Si tuviera que definir el cine a toda prisa diría que el cine es... lo que no está en el guión. Aquello que, en un momento determinado, se apodera de la pantalla y nos recuerda que lo que estamos viendo no podría ser un tebeo, una novela, ni una obra de teatro, sino sólo cine. Y, sin embargo, vivimos en unos tiempos en que los profesionales del medio creen que es el guión lo que conseguirá detener la agonía de este arte que morirá joven y sin haber explotado todas sus pósibilidades expresivas.
Desde hace unos años vivo en una ciudad en la que, al parecer, todo el mundo tiene un guión cinematográfico bajo el brazo. He perdido la cuenta de las veces en que me han preguntado: "Y tú, ¿estás moviendo algún guión?". En esta ciudad de aspirantes a actor, director o guionista está mal visto decir lo que, en el fondo, pienso: que el guión de cine está sobrevalorado, que Robert McKee y Syd Field han hecho mucho daño y que la segunda peor cosa que pueden decirme de una película –después de eso de que tiene buena fotografía– es... que tiene un buen guión.
La deificación del guión tiene la culpa de que, por ejemplo, hoy los cinéfilos recuerden mejor al chocarrero discípulo Billy Wilder que al refinado maestro Ernst Lubitsch. O de que incluso la crítica especializada no pille a David Lynch. O de que olvidemos que el cine nunca ha sido más cine que en los cortos cómicos del mudo o en los dibujos animados clásicos de siete minutos.
Jordi Costa
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