La fierecilla domada

Antonio Román, 1956
Reparto: Alberto Closas (Don Beltrán), Carmen Sevilla (Catalina), Manolo Gómez Bur (Manolo, pretendiente de la fierecilla), Ángel Álvarez, Concha Velasco, Josefina Serratosa, Manuel Requena.
* * *
La mujer sumisa

Don Beltrán es un mujeriego feliz y rico que hace sus negocios en la España del siglo de oro. En uno de sus viajes conoce a Catalina, una mujer de temperamento que se enfrenta con él. La hermana de Catalina sólo puede casarse después de ésta, y no ve llegar el día, porque Catalina hace salir corriendo a todos los pretendientes, que, generalmente acaban en el pozo del patio. La hermana ofrece dinero a Beltrán para que se case con ella, y Beltrán acepta el reto, pero no el dinero. Después de hacerse sendas jugarretas (ella lo encierra en un calabozo, y él, después de escaparse, aparece en la boda lleno de harapos y rodeado de toda la mendigalla de la ciudad) los dos pronuncian el sí quiero. Él con desprecio, ella por terquedad, por no darle el gusto de decir no.

Parten para casa del marido y en el camino Beltrán sigue tratando de apaciguar la rebeldía de su esposa. Le niega la comida, y cuando ella se va por su lado él la deja meterse en líos. Ella entra en un mesón, y varios rufianes la acosan, el marido no acude hasta que ella pide auxilio. Una vez en casa de don Beltrán, este sigue intentando doblegarla. No le deja probar el asado por no ser digno de ella, ni la almohada, contándole la historia de su familia. Cuando parece que ella cede él le anuncia que va a devolverla a su padre, en una escena que parece el final de "Lo que el viento se llevó". Ella se queja, si hubiera recibido suficiente amor, no se hubiera rebelado. En el camino él la pone a prueba sin cesar, la obliga a darle la razón, a fiarse de su marido, y no de sus ojos.

La película es un ejemplo de mensaje envejecido, de moraleja políticamente incorrecta. Don Beltrán sería el malo de “Te doy mis ojos”. ¿Deja eso sin valor la película? Sí, si una película sólo fuera un medio para transmitir un mensaje, cosa que le ocurre al mal cine: que es mero vehículo de una consigna. Pero en “La fierecilla domada” hay otros planos. A Antonio Román se le escapan detalles de hombre irónico, del sentimental, del barroco. Carmen Sevilla tiene tiempo de lucir su frescura riéndose sin cesar de la hombría de don Beltrán.

El propio don Beltrán contradice su discurso. Si tan hermosa es la sumisión ¿porqué sedujó a todas y se casó con la rebelde?

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