Fahrenheit 9/11

Michael Moore, 2004
* * *
Las víctimas y los verdugos

Durante la Guerra Civil norteamericana, los unionistas del norte impusieron el reclutamiento obligatorio de los soldados para luchar contra el sur esclavista. Pero, faltos de dinero, también firmaron una ley por la que un soldado podía pagar a otro hombre para que fuera en su lugar. Esto no dice mucho a favor del ejército de la Unión, pero tampoco invalida sus principios, fue justo luchar contra la esclavitud. Por eso cuando Michael Moore se pone a las puertas del congreso a pedir a los senadores que firmen un impreso para que sus hijos se alisten en la guerra de Irak no está hablando en contra de la Guerra de Irak, está diciendo que en todas las guerras luchan los pobres.

Cuando Moore ataca la guerra de Irak, está atacando, sin darse cuenta todas las intervenciones de EEUU, también la de Kosovo contra Milosevic, o la Segunda Guerra Mundial contra Hitler. Todas las guerras las hacen los pobres. Para criticar la de Irak tendría que haber trazado la línea entre lo que es justo y lo que no. El fondo de la cuestión es que una guerra preventiva, igual que una detención preventiva, es una aberración. Y lo terrible es que las armas de destrucción masiva no existían.

Moore no es un crítico afilado, y sus argumentos van del tópico a la acusación gratuita. Cuando critica a Bush por tomarse muchos días de vacaciones o a su padre por trabajar para los Saudíes, deja muy fácil la réplica. Moore no llega al fondo de las cuestiones que plantea, se queda en el chiste o en el pataleo. Pero la película es efectiva cuando habla de la manipulación de la gente por parte de los gobernantes a costa del miedo.

Moore parece un representante de la izquierda en Hollywood. En el tema de la violencia, en Bowling for Columbine o aquí, apunta a las causas sociales. Fíjense en la pacífica Canadá, decía en aquella, en esta nos presenta a los reclutadores de los Marines buscando a sus presas entre la población insatisfecha de los barrios pobres. Los pobres marines se quejan de su vida, sólo ganan dos o tres mil dólares al mes, mientras que los conductores de Halliburton ganan el doble. ¿Se imaginan la cara de los espectadores del tercer mundo que se dejan la piel por nada?

Lo que quizá Moore no se da cuenta es que todos esos infelices que él llama los desfavorecidos de Estados Unidos, no son las víctimas, sino parte de los verdugos. Todos ellos se benefician de vivir en el país más rico del mundo, de tener combustible barato o un seguro de desempleo. Es posible que no les guste a todos como van a repartírselo, pero lo cierto es que todos viven en el país que va a comerse el pastel.
Kiyoaki | Magadalena Bandera | hunter | Shaviro | Althouse | Matoo |

Fotogramas ****: Fahrenheit 9/11 es necesaria y reveledora, porque aglutina en un rugido con capacidad mediática mundial los pequeños gritos aislados que han ido creciendo por doquier en los cuatro años que abarca el film.
Carlos F. Heredero: Michael Moore asume con gusto, y además con alta rentabilidad (ahí está la Palma de Oro con la que Cannes ha premiado Fahrenheit 9/11), su condición de Pepito Grillo cinematográfico de George Bush y de su camarilla de neocons fundamentalistas.
Alberto Bermejo ***: Michael Moore ha encontrado en el personaje de George W. Bush un filón equivalente a cuando Walt Disney encontró a su Pato Donald.

Rotten Tomatoes = 84%. Fresh: 155 Rotten: 30
Taquilla 5ª semana: $103mill.

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