El núcleo

Jon Amiel, 2003
Reparto: Aaron Eckhart (Doctor Josh Keyes), Hilary Swank (Mayor Rebecca 'Beck' Childs), Delroy Lindo (Doctor Edward Brazzleton), Stanley Tucci (Doctor Conrad Zimsky), D.J. Qualls (Taz 'Rat' Finch), Tchéky Karyo (Doctor Sergei Leveque), Richard Jenkins (General Thomas Purcell), Nicole Leroux (Madre), Bruce Greenwood (Robert Iverson), Alfre Woodard (Talma Stickley).
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Divertida

El núcleo es la típica película divertida que todos los críticos se sienten obligados a rechazar. Lo mismo que es fácil encontrar la típica aburrida que todos los críticos se sienten obligados a elogiar. El mundo del gusto (De esto sabe mucho René Girard) no es un mundo puro de espectadores a solas con sus corazones, tiene más que ver con el mundo de la influencia, la autoridad y toda esa jaula de grillos. A veces me entretiene más hablar de lo que dicen otros que de la película. Qué se le va a hacer, soy otro grillo. Pero insisto, el Núcleo, es una película divertida.

El mayor acierto de los creadores ha sido el de hacer una película de emociones, y no sólo de efectos especiales. La premisa era increíble, había que viajar al centro de la tierra a miles de grados en un par de días y salvar el planeta Tierra para que no pierda su magnetismo. Si el proyecto lo cogen Spielberg o Lucas hubieran echado mano al talón de cheques de la productora y me hubieran apabullado con máquinas y cgi’s. Por eso yo siempre me quejo de estos dos millonarios que creen que una película se arregla como una gran empresa petrolera.

Amiel tampoco ha hecho una película barata, pero para venderte el peligro que supone para la humanidad no se ha gastado el presupuesto en la reproducción animada de catástrofes. Bastaba con un Challenger que tiene que aterrizar en mitad de Los Ángeles. Para hacerte creer que la máquina maravillosa atraviesa la tierra como si fuera queso no hace falta tampoco, mucha imagen, al fin y al cabo uno se cree cualquier cosa para aceptar la historia. Y por último, los personajes son simpáticos unos y heroicos otros, todos superficiales con lo que no hay que darle muchas vueltas a la vida, y la diversión está servida.

Del trasfondo no me hablen. Ese no tiene disculpa. Igual que en Armagedon o en tantas otras el cine nos demuestra por enésima vez que la alta tecnología despilfarrada por nuestro ¡oh amado imperio! sirve para algo, nada menos que salvarnos el pellejo a todos. Vale, recuérdenme que algún día les quede agradecidos por gastar esa millonada en sus armas, y no en un comercio justo, o en vacunas o en escuelas. Al fin y al cabo yo no podría vivir feliz si no fuera porque América está vigilando la paz y la felicidad del planeta e invadiendo a cuantos países le viene en gana para ver si encuentra o no encuentra en ellos alguna cepa de la viruela.

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