La conspiración del pánico



El rechazo de la llamada

Muchos saben ya que los guiones de Lucas para su “Guerra de las Galaxias” no salieron de una inspiración sino de una receta. La receta la redactó el mitólogo Joseph Campbell en su libro “El héroe de las mil caras” en 1949. Con doce etapas básicas podemos explicar o inventar casi todas las historias. La cuarta se llama El rechazo de la llamada. En “La guerra de las galaxias”, Luke se excusa con que tiene que ayudar a su tío en la cosecha. En “Matrix” Neo no está dispuesto a escapar por la ventana del rascacielos. Pero cuando empieza el segundo acto, el héroe ya ha aceptado el encargo: va a salvar al mundo, a la chica, o la democracia, como en este caso.


"Eagle eye"
D.J. Caruso, 2008
Reparto: Shia LaBeouf (Jerry Shaw), Michelle Monaghan (Rachel Holloman), Michael Chiklis (Callister), Anthony Mackie (Scott), Billy Bob Thornton (agente Morgan), Rosario Dawson (Zoe), Ethan Embry (agente Toby Grant).
* * *
Tratándose de un guión de escuela, como el que nos dan en productos tan caros, resulta extraño que se dejen cabos sueltos. Los protagonistas de “La conspiración del pánico” no aceptan la llamada hasta el final. La razón es que no saben si la voz meliflua que oyen en el móvil es la de un ángel salvador o la de una loca escapada de un contestador automático. La voz les persigue y les amenaza. Toda la ciudad es como un juguete al servicio de ese Gran Hermano tecnológico: los semáforos, las gruas, los luminosos, todos y cada uno de los móviles, las cámaras de seguridad. Una ciudad al completo conspirando contra dos inocentes. El principio es para agarrarse bien al asiento. Y nos encanta que nos hagan sentir así. Will Smith sufría un acoso parecido en “El enemigo público”. Se trata de inocentes hitchconianos iguales que los de “El hombre que sabía demasiado”. El final homenajea la película con la idea de la nota musical. Caruso ya hizo lo mismo con "La ventana Indiscreta" en "Disturbia".

La metáfora está hecha a la medida del gusto americano. Cualquier invento que encaje en la paranoia del estado poderoso e invasor es aceptado allí de inmediato. A este lado del Atlántico la aceptación ciega funciona si se trata de convencernos de que nuestra voluntad es manipulada por multinacionales. Uno y otro mito pueden cruzar el charco, pero funcionan mejor en casa.
Roberto Piorno. Guía del Ocio **: Vale todo con ordenadores de por medio. No nos dan derecho a quejarnos o a alucinar en colores con la magnitud del disparate porque claro, las máquinas todo lo pueden. [...] No se entiende por qué endemoniada razón el superordenador de la muerte se esmera con tanta mala uva en llevar a los dos sufridos protagonistas por la calle de la amargura liándola parda y poniendo el país patas arriba. Caruso tiene bajo el brazo un montón de ingenios mecánicos que exhibir y no quiere privarse.
Francisco Marinero. Metropoli *: El planteamiento es el típico de Hitchcock: un ciudadano inocente, común y corriente debe huir tanto de policías como de asesinos.
Enrique Colmena. Criticalia **: la huella obvia es la de “2001, una Odisea del Espacio”, y no porque se trate de una película de ciencia ficción ambientada en el éter sideral (que no es el caso), sino porque la trama gira en torno a un superordenador que, en un momento determinado, comienza a tomar sus propias decisiones

RT: 28% | IMDB | Filmaffinity | La Butaca

2 comentarios:

Matías Cobo dijo...

Pues, macho, yo tuve la sensación de estar asistiendo a una tomadura de pelo. Más aún (ojo, SPOILER) cuando veo que para acabar con el superordenador manipulador de todo basta con darle un buen leñazo a su ojo gigantesco.

No sé, no me gustó nada esta propuesta de pirotecnia vertiginosa (otra más), que, como dices, sí que cumple a rajatabla las normas de un buen guión de manual. No como los traviesos Coen.

Cinéfilo dijo...

Más inconexo me parece la aparición del dinero, o hacerles viajar tantos kilómetros.

Y sí, ya que sale el tema, prefiero a los industriales haciendo sus productos que a los divos haciendo lo que les da la gana. A los divos prefiero aplaudirles cuando me lo paso bien como en "No es país para viejos". No soy incondicional de nadie.

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