El reino prohibido



Películas de kung-fu

El protagonista de “El reino prohibido” es un joven solitario de Boston forofo de las películas de kung-fu. ¿Pero que es eso de las películas de kung-fu? “El reino prohibido” tiene a su favor que es capaz de hablar de esa afición y a la misma vez hacernos participar de lleno en ella. Es un ejemplo construido con los mejores elementos del género. Las películas de kung-fu son películas de confrontación. También lo son las occidentales, pero el kung-fu pone imágenes. El conflicto es una coreografía, un juego, un divertido duelo que no ocurre en nuestra cabeza sino delante nuestros ojos.


"The forbidden kingdom"
Rob Minkoff, 2008
Reparto: Jackie Chan (Lu Yan/viejo Hop), Jet Li (Monje Silencioso/el Rey Mono), Michael Angarano (Jason Tripitikas), Morgan Benoit (Lupo), Collin Chou (el Señor de Jade), Liu Yifei (Gorrión Dorado), Li Bing Bing (Ni Chang).
Guión: John Fusco. Basada en la historia épica china Viaje a Occidente, uno de los cuatro grandes clásicos de la literatura china.
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En todas las películas, el malo tiene unos rasgos que lo hacen reconocible, como una risa perversa. En las películas de kung-fu, el malo es ceñudo. Los buenos se diferencian de los malos no tanto en sus intenciones (a veces blandamente honorables) sino en que se divierten. Los buenos juegan al kung-fu, imitan animales, hacen el tonto. Jackie Chan es un borracho. Ser malo consiste en tomárselo todo en serio, o en enfadarse.

“La ciudad prohibida” nos cuenta dos historias, la de un chico de Boston aficionado al Kung-fu que se las ve con una banda de matones y la de un reino oriental que hace quinientos años fue dominado por las fuerzas del mal. Las dos están unidas por un objeto mágico, un callado que sirve para viajar entre ellas y que representa, en el mundo mitológico, la única llave para devolver el poder a sus amos legítimos.

El largo viaje hasta el reino, la dolorosa preparación del joven americano, y las batallas tal vez nos resultarían indiferentes si creyéramos en el trono. La película nos gana porque nos hace gracia. No sabemos si el maestro es un inmortal o un fanfarrón. No sabemos si el vino es su elixir o su vicio depravado. Nos gana porque está saturado de detalles. Un pelo del Rey Mono se convierte en otro Rey Mono, el Rey de Jade sólo puede ser herido con un punzón de jade. El alumno tiene que aprender y aguantar el ego de dos profesores. Los héroes luchan con un arma que además los define, la chica guapa usa sus adornos, la mala usa sus cabellos.

Las peleas de kung-fu no son sólo peleas. Son caracterizaciones, son expresiones de humor, de invención, de coreografías deslumbrantes, de conflictos y malentendidos entre dos hombres buenos o entre el bien y el mal. Los momentos de descanso escuchamos reflexiones taoistas, como la de dejar la taza vacía. La belleza está en cada personaje femenino y en cada localización. Falta sólo algún fleco para hablar de una gran película. El profesor que hace Chan se gana a su alumno, pero no nos gana a nosotros. Los personajes asiáticos lucha con destreza, o con humor, pero no se hacen huecos muy sólidos en el corazón del espectador.
José Corral Leo. El Pasadizo: constantes del buen cine de artes marciales que no pueden sino arrancar una sonrisa cómplice: el anciano maestro, el monje borracho, la pelea en la posada, el bosque de bambú o los almendros en flor, incluso los retazos de Sun Tzu y Lao Tse, mezclados sin pudor con las cavilaciones de Bruce Lee, otro referente claro en el film, que tan famosas ha hecho últimamente algún spot televisivo. Todo, para más inri, coreografiado por el mismísimo Yuen Woo Ping (y ya es noticia que ni Chan ni Li creen las coreografías en un film que protagonizan), que ya era maestro de maestros mucho antes de que Matrix (The Matrix, 1999), se lo descubriera al mundo.

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