El señor de la guerra



La versión del malo


El señor de la Guerra
Andrew Niccol, 2006
Reparto: Nicolas Cage (Yuri Orlov), Ethan Hawke (Jack Valentine), Jared Leto (Vitaly Orlov), Bridget Moynahan (Ava Fontaine), Ian Holm (S¡meon Weisz), Eamonn Walker (Andre Baptiste), Sammi Rotibi (Andre Baptiste Jr.), Shake Toukhmanian (Irina Orlov), Jean-Pierre Nshanian (Anatoly Orlov), Jasper Lenz (Gregor).
* * * *
Yuri Orlov nos cuenta su vida y sus opiniones. Él es un traficante de armas que ha hecho tratos con todos los ejércitos menos con el ejército de salvación. De niño emigró desde Ukrania a un barrio pobre de Nueva York. El restaurante de sus padres no le hubiera permitido escapar de una vida humilde. Primero vendió armas a pequeña escala, luego, con la caída de la Unión Sovietica, en grandes conflictos. Se casó con la mujer de sus sueños, y, aunque trabajó siempre con su hermano pequeño, tuvo que olvidarse de él porque se hizo adicto a la cocaina, lo cual nos hace pensar en qué pecados son graves y cuales no. Él dice, en una de sus primeras muestras de cinismo, que el alcohol y los atomóviles mátan más personas que las armas de fuego.

Creo que muchos espectadores no van a divertirse con “El señor de la guerra” porque van a tomársela en serio. Andrew Niccol (guionista de “El show de Truman” y director de “Gattaca”) ha metido su ironía tan entre líneas que muchos no van a leerla. Es lo que ocurre con las bromas narrativas. Todo el mundo entiende una broma de un personaje que le toma el pelo a otro, pero pocos cuentan la broma de un autor que nos toma el pelo a nosotros.

La ironía de Niccol consiste en contar la historia del malo dentro del mismo cauce narrativo con que estamos acostumbrados a ver la historia del bueno. La idea explosiva de Niccol fue la de convertir en protagonista al traficante de armas, al enemigo público número uno de todo el cine actual; contarnos su vida, hacerle progresar desde la nada, y de esa manera, hacernos identificarnos con él. Cuando los guardacostas están a punto de apresar su barco queremos que se escape. Cuando negocia con el despiadado Batiste queremos que le salga bien el trato.

Desde los principios del cine, los grandes autores son los únicos que se han atrevido a mirar al lado oscuro de cerca. Por eso los monstruos de los años treinta, como King Kong o el monstruo de Frankenstein nos seducen con su propia mirada, por eso Welles encarnaba a sus malos. Quizá por eso el cine negro nos atrae con tanta fuerza.

El cine no es una suma de actuaciones más banda sonora, más efectos especiales dividido por pi, como decía aquel prólogo que Mr Keating hace arrancar a sus alumnos en "El club de los poetas muertos". Muchos creen que sí, y por eso me aburre leer sus comentarios. El cine es una perspectiva, una mirada, una historia. “El señor de la guerra” es una perspectiva endemoniada, atrevida, por eso los examinadores escrupulosos que sólo van al cine a sumar factores no encontrarán coartadas para justificar lo interesante que és. No les hagan caso y vayan a verla. La solución casi está a la altura de ese planteamiento endemoniado. Después de identificarnos con el malvado ¿qué vamos a hacer? ¿lo premiamos por ser nuestro ídolo? ¿lo castigamos porque moralmente sabemos que hacía mal? ¿Lo castiga el policía? ¿lo castigan sus allegados? ¿Le hacemos pagar a él o buscamos más arriba?

¿Y si lo que descubrimos no nos gusta? Niccol se hizo todas esas preguntas. Y otra razón más para ver esta película es escuchar sus respuestas.

3 comentarios:

Nesdy dijo...

Hola! Me gusta mucho este blog. Yo también he visto esta película y me ha parecido excelente. Hacía meses que no salía del cine tan satisfecha. Desde luego, altamente recomendable.
Un saludo

Cinéfilo dijo...

Tampoco yo he visto nada tan bueno últimamente. Hasta que vi cars, claro, pero esa es otra historia.

Rosenrod dijo...

¡Vaya! Se me pasó en su momento, y bien que lo siento, porque películas interesantes no son, precisamente, lo que más abunde.

Y muy interesante también lo que comentas: desde luego, para que una película sea verdaderamente grande, debe de ser siempre superior a la suma de sus partes... ¡Qué difícil es encontrarse con algo así!

Un saludo

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