Dos novias para un torero

Antonio Román, 1956
Reparto: Manuel Capetillo, Bill David, James Harlowe, Paquita Rico.
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Barroquismo, folklore y alta comedia

Un torero mexicano se casa por poderes con una andaluza. Cuando llega a España descubre que no puede besar a su esposa porque el párroco ha cometido un error y lo ha casado con otra Magdalena con el mismo apellido. Mientras esperan los papeles, el torero conoce a una joven humilde que adora los toros, es la otra Magdalena. Ella se enamora del hombre que ya es su marido (por error) y decide aprender modales refinados y hacerse estrella del cante para atraerle. Él, por el contrario, no sabe que ella es su esposa (por error), y trata de huír de ella toreando por todo el país.

La intriga es una excusa para que Manuel Capetillo muestre su habilidad con la muleta y cante sus mariachis y Paquita Rico sus tonadillas. Antonio Román demuestra, detrás de la cámara que ha trabajado con el teatro, o bien que se ha empapado del lenguaje barroco de los “vencedores de la cruzada”. Sus diálogos siempre tienen un buen toque, y más destacable aún por el sentido del humor que con que resuelve las escenas. Román llega a la comedia folklórica con ventaja, es un hombre culto, maneja el lenguaje, y también los hilos de la alta comedia que debío aprender del cine americano.

Dudo que sus temas le causaran problemas con la censura. La mezcla de culturas en su cine es una excusa para ensalzar Sevilla. La misma Sevillanización de la que se burla Bienvenido Mr. Marshall. Sus mujeres son castas hasta el aburrimiento. A veces se le va la mano con el sentimentalismo, cosa que debió hacer las delicias del censor y del público, y que, por desgracia ahora sigue ocurriendo con las series de televisión. Y por último consigue darle un toque de profundidad cuando la protagonista, Paquita Rico, se enfrenta al hecho de que el torero está enamorado de la chica pobre, no de su disfraz.

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