El mensajero del miedo

"The Manchurian Candidate"
Jonathan Demme, 2004
Reparto: Denzel Washington (Ben Marco), Meryl Streep (Eleanor Shaw), Liev Schreiber (Raymond Shaw), Jon Voight (Senador Thomas Jordan), Kimberly Elise (Rosie), Jeffrey Wright (Al Melvin), Ted Levine (Coronel Howard), Bruno Ganz (Richard Delp), Simon McBurney (Dr. Atticus Noyle), Vera Farmiga (Jocelyn Jordan).
Guión: Daniel Pyne y Dean Georgaris; basado en el guión de George Axelrod; sobre la novela de Richard Condon.
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O como los americanos se curan su paranoia viendo cine en vez de arreglar el problema

La última vez que me contaron la historia de “El mensajero del miedo”, creo que se titulaba “Cypher”, y dirigía Vincenzo Natali. Alguien debería anotar una lista de películas paranoicas donde al bueno le lavan el cerebro y otros dirigen su mente. Si la pegamos junto a otra lista con películas de un hombre bueno que una vez llega a senador o más arriba tiene que ceder su decencia a los grupos de presión, tendremos que comprimir el archivo para poder guardarlo (Caballero sin espada, El gran McGinty, Cimarrón, me vienen a botepronto). "El mensajero del miedo" era una historia manida ya en 1962 cuando Frankenheimer rodó la original usando como pretexto Korea, en vez de Kuwait.

Un hombre condecorado por una hazaña durante la Guerra del Golfo toma medicamentos para mantenerse despierto. Un antiguo compañero del ejército lo aborda y le pregunta por sus sueños. El protagonista, Ben Marco (Denzel Washington), empieza a tirar del hilo y llega hasta un candidato a vicepresidente que no sabemos si es demócrata o republicano, porque Johnathan Demme no quiere perder a la mitad de su público que paga su entrada igual que la otra mitad. Este candidato estaba en el regimiento que por oscuras, o delirantes, razones fue sometido a un experimento igual de oscuro, o bien delirante. El problema entonces es si el futuro presidente de los EEUU va a ser un juguete en manos de una compañía y de su mamá edípica, o si por el contrario va a ser un hombre independiente como, pongamos... George Bush (Aguanten las risas un momento hasta que acabe este párrafo, por favor). Y digo yo ¿Cuál es la diferencia?

El problema de estos cineastas como Demme es que apuntan al problema de la paranoia en manos de los políticos con tan poca puntería que su efecto es el mismo que el de un tiro por la culata. El espectador americano corre serio peligro de salir de la sala convencido de que está a salvo de semejantes locuras y embrollos políticos sin darse cuenta de que acaba de votar por mayoría aplastante al candidato manchurio.

Spaulding: [Demme] sabe aprovechar su sabiduría narrativa en un par de escenas muy concretas: la del kayak, con un soberbio Jon Voight y la de un teatro abarrotado de público ondeando al viento banderas norteamericanas. Esta última, en cuanto a planificación, es clara deudora del fragmento final de la versión americana de El Hombre que Sabía Demasiado, de don Alfredo, aunque la resolución de la misma, por su plasticidad y manera de resolverla, apunta más al exceso rocambolesco habitual en el cine de Brian de Palma.
Fernando Méndez-Leite *: Demme se ha convertido en un director impersonal que abusa de inexpresivos primerísimos planos acordes con una puesta en escena de sorprendente fealdad.
Alberto Bermejo ***: Que el poder de las democracias se esconde con más frecuencia de la imaginable detrás de grandes grupos empresariales que hacen y deshacen según sus insaciables intereses no debería sorprender a nadie a estas alturas. De eso trata precisamente este oportuno 'thriller' político
Enrique Colmena *: Parece como si Demme y sus guionistas hubieran decidido, como dice la cita cínica, "ya que no somos profundos, al menos seamos oscuros".
Antonio Trashorras ****: Este nuevo El mensajero del miedo se ubica en un afortunado punto medio entre el respeto temático al original y la hábil reinterpretación ideológica, salpicado todo ello de gratas sorpresas argumentales que ahuyentan el fantasma del déjà vu.
Crisei: El mensajero del miedo fue, quizás, la primera película sobre la paranoia política, ese subgénero a caballo entre el trhiller y la denuncia social que abarca desde Los tres días del cóndor hasta Conspiracy. Revisitar ahora todo lo que en esa versión en blanco y negro se dejaba entrever, todo lo que allí se denunciaba, era sin duda un ejercicio interesante... y, corriendo los tiempos que corren, casi desaconsejable. En inevitable comparación, insisto, con la versión original, esta nueva revisitación no desmerece en muchos momentos, e incluso supera en ocasiones la ingenua puesta en escena, pero se queda corta en muchos otros y, me temo, pierde esa llamada de alerta sobre la manipulación y el magnicidio que supuso la versión de Frankenheimer.
Mr cranky: Every time I see another remake roll out in theaters I get flashbacks to my days as a deprived, abused youngster: Mom walks out onto the porch as us kids are trying to peel the latest road kill off the street and calls us in to dinner. There on the table, covered in crinkled aluminum foil, is the casserole that we had not only the night before, but the night before that as well. There's really nothing like three-day-old casserole to get a kid longing for adoption.
Demme has stripped his film of the dark humor and the creepy, clinical detachment of the black-and-white original, replacing its curiously unreal atmosphere with a more visceral mood, bloodier violence and more literal exposition.
Megan Lehman **: The best example of this is the way the "brainwashing" of the returning soldiers is done via the implantation of slightly futuristic computer chips - the operating-room skull incisions are chilling, but pale beside Frankenheimer's ingenious garden-party scenes.

Rotten Tomatoes: 80% $66m.

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