Océanos de fuego

Joe Johnston, 2003
Reparto: Viggo Mortensen (Frank T. Hopkins), Omar Sharif (Jeque árabe), Zuleikha Robinson (Jazira), Louise Lombard (Lady Anne Davenport), Saïd Taghmaoui (Príncipe Bin Al Reeh), Malcolm McDowell, Adam Alexi-Malle (Aziz), Elizabeth Berridge (Annie Oakley), Frank Collison (Texas Jack Omohundro), Adoni Maropis (Sakr), David Midthunder (Coyote negro).
Guión: John Fusco.
***
Cine para resentidos

Hay espectadores que no van al cine a ver la película, van a ver el escote de la protagonista; y hay espectadores que van a ver si el director es racista o machista o un yankee de mierda que se cree que lo americano es lo mejor. En fin, que hay espectadores que no van al cine a ver cine. “El último Samurái” y “Océanos de fuego” son dos películas especialmente hechas para ellos.

Frank T. Hopkins es un personaje histórico, pero debió parecerse poco al de la película, de lo contrario lo hubieran canonizado con más prisa que a Escribá de Balaguer. Este héroe es el primer americano que participa en una carrera de caballos reservada para los musulmanes. Se horroriza de la matanza de los indios Sioux en Wounded Knee Creek, con lo que se gana el aplauso de todas las minorías raciales, defiende la libertad de la mujer árabe con lo que ya tiene a todas las feministas, quiere a su caballo más que a su madre, con lo que los de la sociedad protectora de animales van a saltar de alegría. Y encima no pone a los americanos por encima de los árabes. Se enfrenta, eso sí a la filosofía musulmana de la predestinación. Ellos, los musulmanes, creen que la desgracia es un designio del Cielo y que no vale luchar contra ella, por eso aceptan la muerte, nosotros, los que traemos una herencia cristiana, creemos en la voluntad. Joe Johnston corre el serio peligro de que todos los espectadores le den la razón.

La película trata de una carrera de 3000 millas através del desierto, y en la carrera compiten más cosas que los caballos, está la religión, los principios, la valía de los jinetes, el dinero, el honor, incluso una muchacha. Hidalgo es el caballo de Thompson, e igual que Seabiscuit es el underdog, o sea, a falta de una palabra española, el perdedor seguro, el que queremos que gane. En Seabiscuit se trataba una cuestión social. Eran los años de la depresión y el caballo pequeño era como el obrero maltratado que necesitábamos que ganara frente al otro grande y ricachón. En el caso de Hidalgo es una cuestión racial, es un caballo mesteño (mustang) un caballo del que todos se ríen porque todos creen en la raza y nadie en la voluntad.

La película está bien rodada. Johnston tenía ganas de hacerla y además sabe contar su historia. Cada vez que se detiene en un detalle, y está llena de primeros planos, es por algo y da gusto seguirle dócilmente. Por ejemplo el inicio de la película con esa imagen del agua helada y el caballo sediento que no presagia la trepidante carrera de la que forma parte, o ese puñal que clava en la tierra para oír a los perseguidores y que demuestra, con un plano, la sabiduría india del protagonista, etc.. Puede llegar a aburrir, sobre todo con tanto desierto, pero a cambio sale uno hecho un hombre nuevo con unas ganas locas de ayudar a cruzar la calle a todas las ancianitas.
Rotten Tomatoes: 49%. Fresh: 67 Rotten: 69
Taquilla 3ª semana: $48 mill
top