Simbad: la leyenda de los Siete Mares

"Sinbad: Legend of the Seven Seas"
Tim Johnson, Patrick Gilmore, 2003
Guión: John Logan
Voces: Brad Pitt (Sinbad), Catherine Zeta-Jones, Michelle Pfeiffer, Joseph Fiennes.
* * *
Juventud, anacronismos y acertijos

El personaje de Simbad pretendía ser un pícaro con el corazón de oro. Un ladron de tesoros que llegado a un momento decisivo lo da todo por un amigo. Y si el guión hubiera trabajado ese aspecto hubiera conseguido un clásico de tomo y lomo. Lo malo es que Sinbad se queda en un bueno que a veces fanfarronea, y la química de la transformación que ha dado las mejores películas de dibujos animados no llega a su cenit.

El macguffin del libro de la paz mueve los hilos de la película. Este libro es el que brinda la felicidad a la Ciudad de Siracusa. La diosa de la discordia, Eris, lo roba y culpa a Simbad que es sentenciado a muerte y tiene ocho días para traerlo de vuelta del reino del Tártaro donde lo esconde la diosa. Las pruebas que tiene que resolver y su relación con Marina, la prometida de su mejor amigo medirán al héroe. Eris le obligará a luchar con un pulpo gigante, una ballena que se confunde con una isla, un ágila, una tempestad de hielo y el canto de las sirenas. Y la prueba más interesante que tendrá que vencer será intelectual, una pregunta, un acertijo, como manda la tradición de los cuentos orientales.

En la estela de "El planeta del tesoro", la película puede presumir de una juventud rabiosa. Los personajes hablan, ríen y fanfarronean como adolescentes, que sin duda son quienes más disfrutarán con las peleas y duelos entre los dos buenos amigos protagonistas o entre el chico y la chica con la ya casi obligada alusión a la lucha de sexos. Sinbad y Marina parecen sacados de una de las comedias de Howard Hawks, su enfrentamiento es teatral y tan poco creíble como en aquellas. La historia de amor, también de obligada inclusión, añade un elemento interesante, porque la heroina no tiene que elegir entre un patán y un príncipe, sino entre dos hombres admirables.
The dallas morning news | Phillip Wunch
The animated feature is a robust, rip-snorting swashbuckler that touches on such venerable emotions as filial devotion, bittersweet love and brotherly bonds from those reputed golden days of childhood.
What Sinbad is not is seamless.

Washington Post | Desson Howe
The testy screwball romance between Sinbad and Marina (nothing like battling a sea creature or two to change a girl's heart) is diverting, but, again, nothing earth-shattering. There are no Disneyesque huggy-shaggy critters along for the voyage for comic relief, nor do Sinbad and Marina burst into bickery song. But there is a slobbery and narratively superfluous pug, and some amusement when Sinbad learns the crew is bigger on Marina than their lifelong skipper.

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