El oro de Moscú

Jesús Bonilla, 2003
Reparto: Jesús Bonilla (Papeles), Santiago Segura (Íñigo), Alfredo Landa (Faustino), Concha Velasco (Pastora Bernal), José Luis López Vázquez (Beltrán), Antonio Resines (Jacinto), Gabino Diego (Macintosh), María Barranco (Alejandra), Juan Luis Galiardo (Alberto Tajuña), Sancho Gracia (Guardia Civil), Jorge Sanz (Guardia de seguridad), Neus Asensi (Gloria), Alexis Valdés (Vladimir), Carlos Latre (Ricky Tajuña), El Gran Wyoming (Showman), Carmen Vicente-Arche (Carmen), Florentino Fernández (Peluquero), Chiquito de la Calzada (Abuelo), Andrés Pajares (Doctor), Arévalo (Taxista), Juan Rosa (Camuñas).
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La chepa de Bonilla

El oro de Moscú no es, básicamente, un fracaso artístico de Bonilla, porque nadie esperaba ver una obra de arte con una excusa argumental como esta y con actores como Chiquito de la Calzada, Carlos Latre, Florentino Fernández o Arévalo. El oro de Moscú, es sobre todo, un fracaso en la coordinación de un grupo de actores que Bonilla parece dirigir, o someter hasta que aparece Alfredo Landa (por suerte avanzada la película) que se los desmadra completamente. A veces se habla en sentido figurado de un duelo interpretativo, pero Landa entiende la palabra duelo de un modo literal y pelea hasta la muerte en cada escena por levantar más la voz que ningún otro y se limita a callar a todo el mundo. Sin duda el espectáculo más lamentable que he visto en cine desde que me tragué el rollo de zoolander.

El principio tiene algún detalle aceptable. Igual que Santiago Segura, Bonilla es capaz de retratar el mundo casposo ibérico con una ambigüedad que hace difícil saber si hablando de todo ese machismo, racismo y fascismo retrógrado se confiesa o se ríe. Estas películas han inventado un punto de vista curioso que probablemente es capaz de divertir con un mismo chiste a un fascista rancio y a un progre.

La excusa argumental, o el Macguffin de Bonilla es una confesión de un moribundo que sabe donde está enterrado el oro de Moscú. La clave está en cuatro relojes de generales republicanos cuya unión serviría para encontrar el tesoro, y al director para construir su relato sobre un desfile de personajes famosos que van apareciendo para regocijo de un publico que sin duda conoce hasta el último. Bonilla consigue dominarlos a todos y echa una voz prepotente de duro para tener todo a raya que consigue hacer andar la acción hasta que aparece Landa, como comentaba antes. Algunos actores consiguen hacerse un hueco y se les respeta cuando hablan, como es el caso de Resines que hace de joyero redicho, o Concha Velasco que se conforma con explotar el sex-appeal que aún le queda de mujer madurita. Santiago Segura y Gabino Diego están en el reparto para llevarse los palos que los demás reparten y para que alguien aguante la prepotencia de tanto actor asertivo.

El final es horrible, y estoy casi seguro de que Bonilla lo rodó para castigar a todo el reparto por habérsele subido a la chepa como la profesora del pequeño Nicolás que siempre acaba histérica repartiendo castigos.

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